No buscaba quien me regalara los oídos tras la lectura de mi novela y antes de su publicación, sino una opinión sincera, cruda incluso aunque estuviera hecha desde el cariño; digamos que buscaba el significado literal del dicho: “La confianza da asco”. Porque mintiéndonos nos hacen un flaco favor esos lectores primeros que nos aportan una visión anticipada de lo que mucha otra gente pensará después, sin contar con su ayuda inestimable para mejorar la novela al ser capaces de analizar la obra bajo distintas perspectivas -tantas como lectores cero hay- y desde la ignorancia imprescindible de lo que ocurre en la historia, de los personajes, de los giros argumentales, del final…, única forma de apreciar realmente el efecto que todo ello producirá en el lector.
He querido contar con varios “lectores cero” que no estuvieran cortados por el mismo patrón, porque no todos los lectores futuros buscan lo mismo ni les mueven aspectos iguales para que una novela les guste y yo quería apreciar hasta qué punto mi obra podía acaparar a una mayor o menor diversidad de lectores. Y tengo que reconocer que de todos ellos he podido sacar conclusiones muy útiles, comenzando por mi marido, primer lector cero, cinéfilo más que lector, incapaz de engancharse a cualquier libro, avispado hasta el extremo para “reventar” el suspense y las tramas si no están entretejidas de forma muy hábil; verlo pasear por la casa con la novela bajo el brazo, compaginando su lectura con cualquier otra actividad porque se confesaba enganchado, manteniendo de continuo conversaciones conmigo en las que hablaba de los personajes y de sus actos como si fueran reales y el hecho de haberlo “engañado” en más de un giro de los que se suceden en la novela sin que él pudiera anticiparlos fue un indicativo extremadamente útil y claro de que la historia podía enganchar y sorprender a un buen número de lectores. Continué buscando la opinión de quienes resultan ser lectoras empedernidas –como mi amiga Pilar Sánchez-, capaces de comparar ésta con otras obras de autores consagrados y no tanto, literatos y aficionados, así como de aquéllas otras que además de ello también son capaces de analizar aspectos técnicos como la estructura, la profundidad de los personajes, el estilo o la calidad narrativa –como Marga Ramon o Ana Gómez-, de quienes obtuve conclusiones muy válidas, algunas sugerencias para depurarla y unos halagos tras leerla que me alentaron a sacarla a la luz sin dudar. Seguí con mis familiares más directos, entre ellos mi sobrina, gran aficionada a la lectura y cuya opinión me interesaba especialmente por su juventud, porque el universo lector abarca géneros distintos y distintas edades, y necesitaba comprobar si este tipo de historia también atraía a lectores más jóvenes (afortunadamente, sí). Poco antes de publicarla conté con la visión de Mayte Esteban, una visión algo distinta a las anteriores, porque cuando además de lectora se es también escritora, el análisis no se reduce a las impresiones que produce la novela al leerla, sino también a la dificultad para escribirla, al uso adecuado del lenguaje o a las diferentes alternativas para contar esa misma historia utilizando técnicas literarias distintas.
Y entre todas estas opiniones, también estuvo la de quien no observa los tecnicismos, sino la historia en sí y su capacidad para transmitir y emocionar, para hacer reflexionar, para trazar un hilo de conexión entre los personajes y el lector, pero visto además bajo un prisma masculino que, a priori, parece siempre menos proclive a dejarse llevar por esos aspectos de lo que suelen hacerlo las mujeres. Y esa es la opinión que traigo hoy, la de mi amigo Alberto González que ya tuve ocasión de escuchar hace casi un año cuando puse en la novela la palabra “fin”, pero que ahora ha plasmado en un papel de forma expresa para que yo pueda compartirla con vosotros, cosa que le agradezco de corazón.
LOS COLORES DE UNA VIDA GRIS
Cuando empecé a leer esta novela había dos cosas que rondaban por mi cabeza: una era que parecía bastante larga para lo que yo suelo estar acostumbrado a leer, pero la otra era un poco contradictoria, que me apetecía mucho leerla, ya que sé cómo escribe Pilar. Había leído su anterior libro de relatos y sabía que no podía defraudarme. Pues bien, en una de las dos cosas, evidentemente, me equivoqué. La novela al final se me hizo corta. Estaba deseando buscarle un hueco para seguir leyendo esa historia que me tenía atado al ordenador.
Comencé conociendo a los personajes, sus costumbres, sus situaciones personales y también la forma de vida que llevaban. La trama empieza a perfilarse y el lector también comienza a sacar conclusiones. Unas te llevan a justificar a unos, otras te hacen repudiar a otros. Hasta que el uno de los personajes toma el protagonismo principal. Entonces la novela empieza a ser narrada en primera persona en lugar de la tercera persona que hasta ahora había sido la forma elegida para contar la historia. Para mí esto es un gran acierto, ya que parecía que la protagonista estaba contándome todo lo que acontecía en su vida al oído. Es increíble como Pilar logra describir a cada uno de los personajes como si estuvieras viéndolos delante, como si los conocieras de toda la vida, y la facilidad que tiene para que empatices o no con ellos. Nos describe sus vidas de una forma clara que nos lleva a entender el porqué de sus pensamientos y de sus acciones. Pero también logra que nos metamos en la piel de la protagonista, comprendiendo su situación, sufriendo sus preocupaciones, llevándonos de la mano por cada momento de su vida. Con ella pasamos por situaciones que cualquiera de nosotros bien podríamos sufrir en nuestras vidas o incluso haberlas padecido ya.
También hay que agradecer el gran trabajo de documentación que ha hecho Pilar para centrar la novela en una ciudad que no es la suya, porque no lo parece. Parece que vayas paseando por las calles de Madrid que ella describe y que estés viendo todo tal y como es en la realidad. Los acontecimientos sociales que se produjeron en los años en los que transcurre la novela están perfectamente documentados y magistralmente insertados en el desarrollo de la historia.
Los Colores de una vida gris me ha dejado muchos momentos de reflexión, me ha hecho pensar en la forma de vida que llevan algunas personas y en cómo, de pronto, puedes acabar en otra muy distinta. Cómo las decisiones que uno toma influyen de una manera u otra y las consecuencias a las que esas decisiones conducen. Y no sólo eso, también las personas que uno se encuentra en la vida, cómo reaccionan en determinadas situaciones, cómo esas personas se comportan dependiendo del nivel social y, otras veces, dependiendo de la situación en la que se encuentren. Nos hace ver que hay veces en la vida que obtienes algo tan básico como la compañía o la complicidad, o la comprensión, de quién menos lo esperas. Cómo alguien que no tiene nada puede darte y enseñarte tanto. Me encanta encontrarme en una novela esos momentos que te hacen pensar y reflexionar sobre lo que lees y eso Pilar lo hace de maravilla. Pero todo ello lo adereza con una trama perfectamente hilada y sobre todo, lo hace confluir todo en un punto final en lo que nada es lo que parecía ser y que, como siempre, como buena marca de la casa, te sorprende, dando un giro al final de la trama magistral, en el que hace ver al lector que nada es cómo parece.
¡Un plato de alta cocina creado por una grandísima cocinera!
¡Muchas felicidades por tu obra, Pilar! Es un gran trabajo que tendrá grandes frutos.
Comencé conociendo a los personajes, sus costumbres, sus situaciones personales y también la forma de vida que llevaban. La trama empieza a perfilarse y el lector también comienza a sacar conclusiones. Unas te llevan a justificar a unos, otras te hacen repudiar a otros. Hasta que el uno de los personajes toma el protagonismo principal. Entonces la novela empieza a ser narrada en primera persona en lugar de la tercera persona que hasta ahora había sido la forma elegida para contar la historia. Para mí esto es un gran acierto, ya que parecía que la protagonista estaba contándome todo lo que acontecía en su vida al oído. Es increíble como Pilar logra describir a cada uno de los personajes como si estuvieras viéndolos delante, como si los conocieras de toda la vida, y la facilidad que tiene para que empatices o no con ellos. Nos describe sus vidas de una forma clara que nos lleva a entender el porqué de sus pensamientos y de sus acciones. Pero también logra que nos metamos en la piel de la protagonista, comprendiendo su situación, sufriendo sus preocupaciones, llevándonos de la mano por cada momento de su vida. Con ella pasamos por situaciones que cualquiera de nosotros bien podríamos sufrir en nuestras vidas o incluso haberlas padecido ya.
También hay que agradecer el gran trabajo de documentación que ha hecho Pilar para centrar la novela en una ciudad que no es la suya, porque no lo parece. Parece que vayas paseando por las calles de Madrid que ella describe y que estés viendo todo tal y como es en la realidad. Los acontecimientos sociales que se produjeron en los años en los que transcurre la novela están perfectamente documentados y magistralmente insertados en el desarrollo de la historia.
Los Colores de una vida gris me ha dejado muchos momentos de reflexión, me ha hecho pensar en la forma de vida que llevan algunas personas y en cómo, de pronto, puedes acabar en otra muy distinta. Cómo las decisiones que uno toma influyen de una manera u otra y las consecuencias a las que esas decisiones conducen. Y no sólo eso, también las personas que uno se encuentra en la vida, cómo reaccionan en determinadas situaciones, cómo esas personas se comportan dependiendo del nivel social y, otras veces, dependiendo de la situación en la que se encuentren. Nos hace ver que hay veces en la vida que obtienes algo tan básico como la compañía o la complicidad, o la comprensión, de quién menos lo esperas. Cómo alguien que no tiene nada puede darte y enseñarte tanto. Me encanta encontrarme en una novela esos momentos que te hacen pensar y reflexionar sobre lo que lees y eso Pilar lo hace de maravilla. Pero todo ello lo adereza con una trama perfectamente hilada y sobre todo, lo hace confluir todo en un punto final en lo que nada es lo que parecía ser y que, como siempre, como buena marca de la casa, te sorprende, dando un giro al final de la trama magistral, en el que hace ver al lector que nada es cómo parece.
¡Un plato de alta cocina creado por una grandísima cocinera!
¡Muchas felicidades por tu obra, Pilar! Es un gran trabajo que tendrá grandes frutos.
¡¡Mil gracias, Alberto, por leerla y por esta opinión sincera que me emociona y que has querido compartir con todos!!