El concurso literario convocado por Amazon para este año 2017 cerró sus puertas el pasado 31 de agosto. Más de mil autores esperan una primera decisión, la que elevará a la máxima potencia las expectativas y las ilusiones de cinco de ellos al seleccionar sus novelas de cara a la gran final. Al día de la fecha, aún no sé qué pasará. Pero Raquel (la protagonista de esta historia) y yo no nos detenemos. Porque «Un café a las seis» no fue una novela concebida exclusivamente para el concurso, sino para que tuviera vida propia, independiente, autónoma, y, a ser posible, larga.
En estos dos meses que ha durado el concurso, la respuesta de los lectores ha sido excelente, cuantitativa y cualitativamente. Las emociones que vertí en ella al escribirla me han venido de vuelta en forma de comentarios públicos y privados, algunos de ellos tan entusiastas que me han recordado de una forma muy vívida que merece la pena escribir, a pesar de todo. De ahí que me haya dicho a mí misma que hay que dar un paso más. O unos cuantos. Y que hay que vestirla de largo para presentarla en sociedad como es debido, hablando de ella cara a cara y contestando a las preguntas que haya suscitado en quien ya la haya leído y esté por leerla aún.
Comenzamos en Córdoba, como siempre, por dos razones fundamentales: la primera de ellas, porque es mi tierra, mi bonita tierra; y la segunda, porque siempre me ha acogido bien, con todo el cariño del mundo. A ellas dos se une, en esta ocasión, una tercera: que Córdoba también es la ciudad de Raquel, es el escenario en el que se desarrolla esta historia. Pero este solo será el primer destino en el que recalaremos, porque una vez hecha la maleta —que todos sabemos que es lo más engorroso—, lo demás viene rodado.
Influencia del primer amor, oportunidades perdidas, búsqueda de la felicidad, nostalgia de juventud, decisiones erróneas, reencuentros memorables... Hay mucho de lo que hablar.