Siempre dije que hay dos tipos de escritores: los que atienden a su necesidad de escribir y los atienden a la necesidad de contar. En el primer caso, se dispone del papel y se busca denodadamente una buena historia con que llenarlo. En el segundo, se busca desesperadamente un papel donde plasmar lo que se nos viene a la mente antes de permitir que escape dejándonos con el deseo frustrado de haberlo compartido con los demás. No surgió este libro por esa necesidad de escribir, sino por la de contar.
Muchas de estas historias ya habían nacido antes de que el reloj de la Puerta del Sol diera la bienvenida al 2011, pero no fue hasta primeros de este año cuando todas ellas decidieron unirse, formando un frente común con el que salir a la luz pública, sin rubor, aunque temerosas de no ser lo suficientemente dignas de ser escuchadas.
Ahora, en la antesala del 2012, podemos estar satisfechas por haber comenzado apenas a gatear con una amplia sonrisa en los labios. Habrá de pasar algún tiempo hasta que aprendamos finalmente a caminar, pero el paseo recorrido hasta ahora ha sido con creces satisfactorio y sumamente interesante.
He descubierto un mundo nuevo plagado de entresijos y avatares que sortear, pero repleto de buena gente que no ha dudado en tender su mano para ayudarme con palabras y con hechos muy loables para mí.
Aún no he conseguido que mucha gente nos conozca, pero ver la emoción, la incertidumbre, la sorpresa, en el rostro de aquellos que han sabido de nosotras ha sido un regalo que difícilmente podré olvidar.
La experiencia sigue, sin una meta prefijada a la que llegar, lo que me va a permitir disfrutar de cada paso hacia adelante sin el lamento de ver aquello que aún no he podido, ni tan siquiera sé si podré alcanzar.
Gracias de corazón a quienes habéis contribuido, públicamente o desde el anonimato, a allanarnos el camino para continuar.
¡Feliz 2012 para todos! Os deseo un año, cuanto menos, repleto de experiencias gratificantes.