Permítame
acomodarme entre sus piernas y desnudar mi espalda, maestro. Su música
me conquistó. Cerré los ojos y quedé atrapada entre sus hilos como la
clave de Sol en la partitura. Escucharlo tocar me hizo vibrar, gozar,
soñar..., amar. Y esta noche, observando enamorada el devenir de sus
manos y la agitación de sus dedos estremeciendo cada compás... me
convertí en instrumento. Mi voz se ha hecho melodía y en mi piel afloran
las cuerdas del violoncelo de sus amores. Deseosas de ser tocadas.
Permítame acomodarme entre sus piernas y desnudar mi espalda, maestro. Porque esta noche no deseo sentir la música. ¡Quiero ser música! Para usted.
Permítame acomodarme entre sus piernas y desnudar mi espalda, maestro. Porque esta noche no deseo sentir la música. ¡Quiero ser música! Para usted.
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A veces, el germen de una idea te asalta y partir de ahí construyes una pequeña historia. Acto seguido, buscas una imagen apropiada para ilustrarlo y publicas.
Otras veces, es una imagen la que hace saltar tu inspiración de inmediato; como un resorte, como quien pone un dedo en la llaga, como quien te pellizca haciéndote reaccionar. Este es uno de esos casos.
Gracias por la imagen, amiga.
Gracias por la imagen, amiga.
¡Qué bonito! Me encanta cuando las imágenes inspiran la escritura, o al revés, y me encanta el tono del microrrelato, mezcla deseo y ritmo a partes iguales... buen trabajo.
ResponderEliminarHermoso relato, Pilar. Aprovecho para compartirte mi blog de literatura musicalizada: https://expulsadoseden.blogspot.com/
ResponderEliminarAbrazo grande!!