El género del relato marcó mis comienzos. Y no puedo olvidarme de él, a pesar de haber publicado dos novelas (y continuar con mis proyectos en este género) después de esa primera recopilación de relatos cortos que me adentró en este mundo.
Me siguen gustando esos flashes traducidos en microrrelatos que plasman una forma de sentir, una escena cotidiana cargada de emoción, un pensamiento o una reflexión. Y me siguen encantando esos relatos cortos que, en muy pocas páginas, son capaces de recrear una historia completa con sorprendente final por una simple (y a la vez, compleja) cuestión de arte, el que esconde una buena elección y combinación de las palabras, tanto en calidad como en cantidad.
Me siguen gustando esos flashes traducidos en microrrelatos que plasman una forma de sentir, una escena cotidiana cargada de emoción, un pensamiento o una reflexión. Y me siguen encantando esos relatos cortos que, en muy pocas páginas, son capaces de recrear una historia completa con sorprendente final por una simple (y a la vez, compleja) cuestión de arte, el que esconde una buena elección y combinación de las palabras, tanto en calidad como en cantidad.
Uno de mis últimos relatos lo escribí hace algo más de un mes. Y lo escribí expresamente para participar en la convocatoria de la editorial Playa de Ákaba, que pretendía hacer una selección de relatos cortos que sirviera para rendir homenaje a esos establecimientos a los que escritores y lectores tanto debemos: las librerías.
Tal selección, convertida en antología y en la que mi relato está incluida, ha sido publicada en papel y lleva por título "La librería más bonita del mundo". En la tarde de hoy, 30 de junio, a las 18:00h., será presentada por Lorenzo Silva, escritor y editor de Playa de Ákaba, en la Biblioteca Municipal Eugenio Trías (próxima al Retiro), de Madrid, y a la que te animo a asistir.
El relato con el que participo se titula "Romanticismo Noir" y comienza así:
«De nuevo una voz quebró el silencio de mi habitación, atravesando las sombras. Debería de haberme asustado. Pero llegó a mí como un susurro cálido y envolvente, amoroso. Y yo lo seguí, embaucada, dejándome arrastrar hasta la calle desierta, apenas bañada por la luz cenital que las farolas alcanzaban a derramar sobre ella. El mundo dormía, mientras yo me deslizaba por la acera escuchando el batir de mis pasos, amortiguados por los restos de lluvia caída durante la tarde. El eco de aquella voz, llamándome, se adentraba en mis oídos guiándome como un faro en alta mar, hasta recalar en una bocacalle coronada por un establecimiento centenario que yo solía frecuentar, la librería París, de cuyo escaparate fluían reflejos que chispeaban en el cristal, como si alguien hubiera prendido velas tras él.
Me acerqué con cautela y empujé la puerta. Estaba abierta. El calendario que había tras ella había retornado en el tiempo, sorteando un siglo que había perecido ya…».
Me acerqué con cautela y empujé la puerta. Estaba abierta. El calendario que había tras ella había retornado en el tiempo, sorteando un siglo que había perecido ya…».
Romanticismo clásico. Fantasía. Un pizca de intriga. Y un sorprendente final. ¿Os animáis?
Qué bien empieza tu relato! Ays, que dejas con ganas de más...
ResponderEliminarBesotes!!!