20 may 2015

RELATO: "UNA LÁGRIMA DE AMOR".



   No escucho las risas. Las palabras rebotan y se vuelven ininteligibles y extrañas. El murmullo de nuestra reunión de amigos se dispersa a mi alrededor sin alcanzarme; una barrera aparta cualquier estímulo que me distraiga de él, de su rostro, de sus manos, de sus labios portando una sonrisa encantadora que me hace soñar. Solo eso. Soñar.
   Dejo escapar un suspiro cuando la miro. Sentada a su lado. Posando sus manos sobre él cuando conversa animosa, mostrando al mundo unos encantos que yo no tengo y que acaparan las miradas masculinas como leones en celo. Al igual que la de él. Y trago una lágrima de amor que me sabe amarga, que resbala por mi garganta haciéndome pequeña como si fuera el producto de una maldición. ¡Cuántas horas de sueño perdidas, evocándolo al calor que rezuma mi cuerpo cuando lo pienso, cuando el deseo de abrazarlo se hace tan intenso que su piel imaginada se funde con la mía hasta el amanecer! ¡Y cuánto dolor contenido al ser consciente de la realidad, de que es a ella a quien besa al alba bajo las sábanas!
   Atrapo una mirada furtiva que se le ha escapado y que se cruza con mis pupilas. Y el estómago me da un vuelco. El gesto que la acompaña me emborracha y me hace sentir nostalgia de lo que no tengo. De lo que nunca he tenido. Y me levanto nerviosa con el pretexto de reponer las bebidas, cuando es aire lo que necesito para poder aguantar hasta el final de la velada sin que vuelva a mirarme. Sin tenerle. Cruzando palabras vacías en una conversación banal cuando yo lo que más deseo es el silencio de su cercanía, esas expresiones mudas que se clavan en el corazón como puñales de amor y pasión, de ternura.
   Entorno la puerta de la cocina y apoyo mis manos sobre la mesa con la cabeza baja para recobrar fuerzas, mientras una conversación entusiasta queda fuera, desterrada de lo que conforma mi propio mundo. Solo escucho la música lenta y melodiosa que procede de quién sabe dónde. Y me dejo llevar cerrando los ojos.
   Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando noto la humedad de un suave beso sobre mi nuca. No me atrevo a girarme, no sé si estoy soñando, soy incapaz de distinguir lo onírico de lo real. Pero sé que es él. Mi corazón está convulso y me lo advierte. Y su olor también. Lo reconozco. Podría reconocerlo entre miles sin temor a equivocarme. Noto sus manos surcando mi cintura hasta abrazarme con suavidad. Su pecho en mi espalda. Su aliento en mi sien. Y algo me dice que no debo hacerlo, que no debo permitirle este contacto íntimo aunque ya me haya derretido por dentro. Ella. No debe traicionarla. ¿O la realidad es que siento miedo de lo que soy, de cómo soy?
   Tiemblo. Y percibo cómo sonríe y me aprieta entre sus brazos mientras se contonea al son ralentizado de la música arrastrándome con él. Tengo la garganta seca, estoy agitada, nerviosa. Me pellizco con disimulo para comprobar si estoy despierta… Y unas incipientes ganas de llorar me abordan. De felicidad. De temor. De angustia por defraudarlo.
   Su respiración se agita y sus manos se deslizan por mi cuerpo. Con cautela. Con respeto. Una de ellas se posa sobre mi vientre mientras la otra asciende hasta rozar uno de mis pechos, pequeños, excitados. Y comparo. En su nombre lo comparo con la voluptuosidad de ella y me encojo sin poder evitarlo. Pero él no lo apresa. Lo toca y lo acaricia sin ese ímpetu desbocado que despierta lo carnal. Lo hace con amor, con sentimiento. Y mi pulso se acelera confiada al tiempo que poso mi mano en la suya para acompañarlo, para concederle el beneplácito de mi cuerpo.
   Un susurro en mi oído afloja mis piernas. Y vuelvo a cerrar los ojos para apreciar su mejilla en la mía, sus dedos acariciando mis labios mientras seguimos moviéndonos al compás de la balada. Quiero sentirlo. No quiero verlo, quiero sentirlo, con el tacto, con la piel. Su boca recorre mi cuello y un reguero de besos diminutos me encienden. Y vuelve a abrazarme al notar que me estremezco. Sin prisa. Sin ansia. Quiere sentirme. También él quiere sentirme.
   Me hace girar con lentitud y por vez primera mis pupilas se clavan en las suyas a una distancia que me altera, que forja un nudo en mi garganta cuando leo el mensaje impreso en su mirada. Tengo ganas de llorar. Y él, que lo adivina, se aproxima aún más a mí y muerde mis labios con una dulzura inusitada mientras sus dedos se pierden entre mi pelo. Apretándome contra él, buscando aproximar nuestras caderas. Su sexo en mi vientre. El mío en sus piernas. Y una corriente eléctrica envolviéndonos hasta dibujar un contorno único. Un único cuerpo.
   Me sonríe mientras me desnuda y me pierdo en ese gesto sin importarme nada, sin detenerme a pensar dónde estoy ni cuestionarme lo que le ofrezco. Porque derrama amor, con su mirada y con sus silencios. Y eso me convierte en la mujer más dichosa y maravillosa del mundo. Sin complejos. Sin pretextos. Consciente de que tal vez no haya un mañana. Pero  sabiendo que tal momento quedará grabado a fuego en lo más profundo de mi alma.
   Acaricio su rostro, sus brazos, su torso. Sumerjo mi cabeza en su cuello y en su pecho mientras él pasea las yemas de sus dedos por mi cuerpo como si temiera romperme, como si yo tuviera la fragilidad del cristal. Y dejo escapar un gemido que no acierto a saber si es por puro placer o felicidad. Quiero ser suya. Tenerlo dentro. Fundirnos y que esa conexión me alimente en mis días de soledad. Empaparme de su recuerdo, de su esencia.
   Me recorre entera como la ola de un mar en calma. Y termino alcanzando un éxtasis físico y mental que me hace volar, notando la marca de sus dedos y de su boca en cada palmo de mi piel, escuchando retumbar su pulso como un eco en mis oídos, en mi mente, en los abismos de mi corazón.
   Vuelvo al salón donde todo sigue igual, como si se hubiera detenido el tiempo para darnos tregua sin peligro. Él ocupa asiento junto a ella. De nuevo. Y un atisbo de tristeza me embarga por lo fugaz de mi idilio. Pero me mira. Se abstrae de la conversación y me mira. Y percibo un brillo nuevo en sus pupilas que jamás vi antes. Y que me dedica en un silencio que tan solo yo logro entender.
   Sonrío. Suspiro. Y trago una lágrima de amor. No amargo. Correspondido.

Pilar Muñoz Álamo - 2015

5 comentarios:

  1. Me has dejado sin palabras... Qué bonito escribes! Cuántos sentimientos eres capaz de transmitir...
    Besotes!!!

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  2. Las descripciones son increíbles y además la narración, la forma de expresarlo tiene una especie de melodía, de poesía, eso demuestra que tienes un gran dominio de vocabulario y mucha capacidad de expresión. Enhorabuena, es un gran relato, me ha gustado.

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  3. Me encanta la forma en la que narras, es tan poética. Yo también escribo, me gustaría que me dejases tu opinión.
    Un beso
    hoynocuenta.blogspot.com.es

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  4. Me encanta la forma en la que narras, es tan poética. Yo también escribo, me gustaría que me dejases tu opinión.
    Un beso
    hoynocuenta.blogspot.com.es

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