30 dic 2015

TOCA DESPEDIRSE.

   Toca despedirse del año que termina, como solemos hacer siempre en estas fechas, muy dadas por cierto a hacer balances para otorgar al año esa calificación de malo, bueno, pésimo o excelente; me recuerda a la típica encuesta de satisfacción de los hoteles que encontramos en la habitación el día antes de marchar. Y no es fácil, ni siquiera objetivo, diría yo, porque más que los acontecimientos pesan las impresiones.

   No estoy yo por la labor de hacer balances de este año que se va. Tal vez porque siempre gusta compartir las buenas sensaciones, la euforia de lo vivido, aquellas experiencias que nos han llenado y que nos han saciado lo suficiente como para escribir su nombre en un lugar de honor. Y no es el caso. Como no es caso detallar las razones que me llevan a tales sentimientos, tal vez porque entiendo que debemos preservar una cierta intimidad a nivel personal, profesional o de aficiones. Dejémoslo pues en ciertas pérdidas penosas, en expectativas no cumplidas, en promesas disipadas, en reveses imprevistos..., qué se yo. Pero 365 días dan para mucho y siempre pueden ser rescatados momentos inolvidables, como el que sumerge la caña en un río de aguas turbias para extraer de él aquellas piezas que merece la pena conservar. Y con ellos me quedo mientras digo adiós y entorno la puerta para volver a abrirla a un amanecer nuevo. 

   No espero nada de este año que ahora empieza. Mañana, a las doce de la noche, pondré el pie en un 2016 que se presenta ante mí como una tábula rasa, sin nada escrito en él, sin nada a la vista. Y me alegro. Porque nada puede decepcionarte cuando nada esperas. Habrá que construirlo. Vivirlo tal cual llegue. Moldear cada minuto para que se adapte en lo posible a lo que me pueda satisfacer. Y así, cualquier pequeño logro, cualquier alegría, cualquier momento de placer, cualquier progreso inesperado lo disfrutaré más que nunca, estoy segura. Eso sí, me gustaría conservar a ese elenco de amig@s que son para mí la familia elegida, a es@s íntim@s que tanto me han apoyado, me han empujado, me han animado a seguir adelante, con l@s que he compartido momentos de risas, de lamentos, de enseñanzas, de conversaciones triviales que nos han hecho ganar una confianza que por nada del mundo me gustaría perder. Y a quienes me han acompañado siguiendo mis letras. A mí familia de sangre la sigo teniendo. 

   Cojámonos de la mano y traspasemos esta puerta que ahora se abre, con toda la ilusión del mundo, con la mayor de las esperanzas, con la confianza plena de que lo malo (si lo hay) pasará y la luz nos inundará de nuevo. Y si tú no te quedaste a oscuras en ningún momento de 2015, sigue gozando de este como si fuera una réplica o una continuación sin más; ni siquiera digas adiós, sino hasta luego, haciendo la pausa justa para comerte las uvas como si fuera el postre de una cena cualquiera de un día cualquiera. Y sigue caminando. 

   Feliz 2016!! Que el año os sonría abiertamente y no deje de hacerlo hasta el final.

   Un besazo para tod@s!!


20 dic 2015

RELATO: "BATALLAS".

   Sus palabras de hielo me queman, bullen en mis oídos alertados por el tono de su voz. Yo callo. Y espero. Paciente. Hasta ver cómo el piso se inunda con sus vocablos irascibles, convulsos, lanzados contra la nada, contra todo y contra todos. Contra mí. Respiro. Y elijo mis armas. Como buena estratega.
   Me acerco a él, en silencio, con la mirada baja, arrastrando el paso con lentitud. Rodeo su cuerpo y me sitúo a su espalda. Y poso una mano en su cintura con suavidad. Me ignora, continúa con su circunloquio ininteligible para mí. Pero no me detengo. Rozo sus dorsales con mis senos y los hago oscilar, para que los sienta tras él. Apenas una caricia, una insinuación, y sus palabras frenan su ritmo, se vierten con intensidad menor. Avanzo unos centímetros, me aprieto un poco más. Deslizo ambas manos para rodearlo, abrazándolo con parsimonia, mientras mis labios humedecen su nuca. Puedo sentir en ellos cómo su garganta vibra para que nazca su voz, aún irritada, pero más apaciguada. No me rehúye, no se mueve. Se deja hacer, absorto en su queja constante que ya casi no gira en torno a mí. Él reclina su cabeza apenas nada, pero lo hace, para acoger el beso que dejo reposar en su cuello. Y yo insinúo una pequeña sonrisa victoriosa ante la muestra de debilidad del guerrero. Aún así, no quiere callar. Se resiste a mantener silencio. Y continúo la lid. Inicio la travesía con mi mano abierta, hacia adelante, bordeando su cadera hasta arribar a buen puerto, entre sus piernas. Masajeo. Paro. Observo. Y escucho. Su lenguaje espaciado y su afonía incipiente me alientan a continuar. La ofuscación se va transformando en deseo. Y su ímpetu y su fuerza decrecen a medida que aumenta el grosor de su miembro más descerebrado, el único que burla órdenes superiores, que tiene autonomía propia... El único capaz de hacer que se desvanezcan los pensamientos cediendo a los impulsos el timón de mando. Su mutismo es absoluto cuando echa sus brazos atrás, estrechándome aún más contra él para alcanzar mis nalgas. Mi pelvis se encaja bajo las suyas, mis dedos bucean ahora en su pantalón, y un vaivén comienza, adelante y atrás, como indicativo evidente de lo que les pide hacer para aliviar su tensión. Ya solo escucho un susurro, camuflado entre inspiraciones y espiraciones excitadas. El guerrero capitula. Despojado de poder como antaño ocurriera a Sansón a manos de otra mujer. O a Aquiles. Alcanzado de muerte en su punto débil.

   Son absurdos los combates cuerpo a cuerpo, los enfrentamientos con las mismas armas. La estrategia usada con inteligencia nos permite detectar la vulnerabilidad del enemigo. Y llevarlo a la rendición o darle muerte sin haber entrado a batallar siquiera.
   Ya estoy preparada. Ya puedo hacer de nuevo lo que me venga en gana.

7 dic 2015

RELATO: "MI AMIGO, MI COMPAÑERO."

  Adivino que todos se han marchado. El sonido sordo, leve, tímido de la puerta al cerrarse acalla y hace enmudecer la estancia en la que nos encontramos. Él y yo. A solas. Lo observo desde el rincón en el que estoy sentada, y una especie de hoquedad en mi estómago se abre paso de forma descontrolada como indicio inminente de la ansiedad que me invade al verlo llorar. No sé qué hacer. Mi sentido del decoro, del respeto a su señal de duelo por la muerte de su padre me advierten que debo guardar distancia. Es mi compañero, mi amigo. Aunque lo ame en silencio hasta partirme el alma, nunca trascendí al sentido de esas dos palabras. O tal vez sería más acertado afirmar que él nunca permitió que transcendiera. Jamás adiviné un resquicio de amor en su forma de mirarme, de hablarme, de rozarme las manos cuando cruzamos papeles o comentamos facturas de índole laboral. ¡Cuánto hubiera dado por cruzar miradas, afectos y algún que otro beso al aire libre huido de las mejillas para terminar recalando en la comisura de mis labios, que me permitiera apreciar la piel suave que los recubre, la calidez del aliento que desemboca en ellos como un soplo ardiente que invita a la excitación, la humedad sutil de su lengua próxima al exterior, amenazando deliciosamente con traspasar sus fronteras para invadir los recodos de mi boca lenta y suavemente! Pero sus ojos nunca me hablaron de amor. Nunca llegué a apreciarlo así.
  Miro mi reloj y lo miro a él. Está deshecho, y las horas que restan hasta marcharse a dormir, si es que puede sucumbir al sueño, le van a resultar dolorosamente interminables. Sus manos angulosas, fuertes, recogen su cabeza con los dedos entrelazados en su cabellera oscura y ondulada. Tiene la vista clavada al suelo y me resulta imposible apreciar de cerca el atractivo de su rostro, aunque no lo necesito porque lo recuerdo a la perfección, cada rasgo, cada gesto, cada pequeña arruga remarcando su expresión al sonreír, al hablar, al explicarse con su elocuente apertura de ojos que me embauca hasta bloquearme. Cientos de noches evocando su rostro, su cuerpo, adivinando la anatomía de lo prohibido, de sus rincones deseables que tan sólo quedarían expuestos en una intimidad que no tenemos. Esos cientos de noches soñando con él me permiten ahora dibujarlo a ciegas, desearlo a ciegas, ansiarlo hasta notar un escalofrío trepando por mi espalda para erizarme la nuca.
  Avanzo despacio y tomo asiento junto a él para que sea consciente de mi presencia, para que la soledad que pueda ahogarlo en un momento tan triste se esfume y le haga recobrar algo de aliento, de complicidad emocional aun sin palabras. Dejo caer mi mano sobre su brazo desnudo, apenas rozando su cálida piel, como señal inequívoca de que estoy dispuesta a compartir el dolor que quiera dejar escapar esta noche para soportarlo a medias, y me inclino ligeramente hacia adelante buscando su rostro perdido. Él gira la cabeza y clava sus ojos vidriosos, brillantes y profundos en los míos, fijamente. Algo extraño me recorre el cuerpo. Me intimida. Siento que su mirada traspasa mis pupilas como si quisiera arañar mis pensamientos más íntimos, aquellos que yo guardo celosamente en los recodos inaccesibles de mi mente. Entonces, un temblor intermitente, perceptible en su barbilla y en sus ojos me advierte que está próximo a desmoronarse. Los míos se enturbian. Mis ojos se humedecen y abro los brazos para acogerlo, necesito consolarlo. Si es que me lo permite. Y arranca a llorar como jamás pensé que pudiera hacerlo al tiempo que hunde su rostro en mi pecho buscando el refugio que le ofrezco.
  Lloro con él, meciéndolo para llevarlo a la calma, mientras noto una de sus manos posada sobre mi espalda y la otra en mi muslo sin el menor rubor. Me siento flotar. Saber que se ampara en mí como su mejor amiga para calmar su ánimo hundido me hace sentir placer y satisfacción. Me embarga un sentimiento maternal durante un tiempo que me parece largo y particularmente entrañable. Sus lágrimas derramadas se adentran por el escote de mi camisa y las noto discurrir entre mis pechos humedeciendo mi ropa interior. Miro discretamente hacia abajo, hacia mi propio cuerpo y percibo el brillo de los fluidos lacrimales que lo empapan, notando la blusa mojada pegada a mi piel. Acaricio su pelo rezando por que no se separe, apretándolo sutilmente contra mí para percibir la calidez de su aliento y de su boca entrebierta bajo mi cuello. Los acordes de una melodía lejana traspasan los muros vecinales incitándome a cerrar los ojos para disfrutar intensamente del resto de mis sentidos. Las notas musicales parecen soterrar sus sollozos, ahora soy incapaz de oirlos, no acierto a saber si ha dejado de llorar. Tal vez sí.
   Su mano asciende lentamente y en silencio por mi muslo y lo recorre varias veces, mientras su boca baja unos cuantos centimetros en dirección a la confluencia de mis senos. Me quedo quieta y un temblor ligero doblega mis piernas. Me siento desconcertada, confusa. Una de sus manos acaricia mi espalda con las yemas de sus dedos, ascendiendo por todas y cada una de mis vertebras, provocándome una descarga eléctrica que eriza el vello de mis brazos mientras la otra mano traspasa la frontera de mis caderas  y recorre mi cintura para acabar posándose bajo mi pecho. No sé cómo reaccionar. Mi estómago hace tiempo que inició un baile imposible de detener, no sé bien si como fruto de mi excitación o es que me siento avergonzada como una adolescente transgrediendo las normas morales que le han sido impuestas. Hago un esfuerzo por recordarme que él es mi amigo, mi compañero al que veré mañana sentado en un despacho a escasos metros de donde el mío se ubica, y me obligo a hacerlo parar porque sé que no es un sentimiento de amor el que motiva sus actos. Pero me rebelo. Lo noto junto a mí y siento estar tocando el cielo. En un último instante de duda su mano asciende apenas dos centímetros y su dedo pulgar se eleva recorriendo mi pecho con un suave vaivén que endurece mis pezones en respuesta inmediata al placer que me suscita. Escucho cómo su respiración se detiene y deduzco que me está dando tiempo para reaccionar, para retirarme, para impedirle seguir. Pero no lo hago, no deseo hacerlo parar. Cojo su mano con tacto, con dulzura y la dirijo hasta los botones de mi camisa que él no duda en empezar a soltar mientras recobra la respiración perdida, ahora más acelerada. Libera uno, dos, los tres primeros, y aparta la tela hacia los lados para dejar a la vista la redondez de mis senos húmedos por el paso de sus lágrimas saladas. Comienza a besarlos, tratando de borrar sus propias huellas con sus labios, aspirando el aroma que mana de mi piel y que deseo que le haga marear como a mí el suyo. Su mano posterior, la que acaricia mi espalda, se acelera y comienza a clavarme ligeramente las uñas mientras yo correspondo acariciando su torso y sus brazos con miedo a hacerlo marchar, a que reaccione y se pregunte qué demonios está haciendo ahora conmigo, rompiendo así el hechizo que comienza a provocar discontinuos y subyugantes calambres en mi entrepierna.
   Recobra la maniobrabilidad de ambas manos y termina de abrirme la camisa desplazando hacia abajo mi ropa interior, dejando mis pechos al descubierto de forma lenta y paulatina a medida que su lengua recorre su anatomía centímetro a centímetro hasta llegar al contorno de la areola erizada y endurecida, y comienza a lamerlos al compás de mis primeros gemidos, que escapan irremediablemente para perderse en la atmósfera densa que acaba de crearse donde antes creí imposible que sucediera nada.
   La presión de su rostro sobre mi pecho me doblega, me hace caer hacia atrás posando mi espalda a lo largo del sofá. Mi pulso acelerado grita, aclama en silencio que continúe, que me lleve hasta el limbo de las sensaciones a voluntad plena. El botón de mi pantalón se suelta y aflora el encaje blanco y estrecho de mis braguitas, dándole la bienvenida a unas manos que no son las mías, y que están próximas a acoger la parte de mi anatomía que está a punto de desaguarse. Él se libera de su camiseta estrecha y me muestra el torso que apenas conocía por intuición. Suspiro profundamente bendiciendo el momento en que se marcharon todos favoreciendo este encuentro.
  Cuando sus manos sujetan mis caderas, elevándolas para dejar palpable mi completa desnudez que él está a punto de saborear, pienso que todo debe ser un sueño, que no puede ser real una emoción tan fuerte, tan intensa dentro de mí que me está haciendo estremecer por un deseo sublime de que me posea, en cuerpo y alma, día tras día, minuto tras minuto. Y así es. El sonido agudo y repetitivo de la alarma de mi teléfono móvil me devuelve a la realidad. La de la vida cotidiana. La de mis mañanas sola. La de mi trabajo rutinario cerca de quien despierta en mí sueños sublimes como el que acabo de tener. Que no resulta ser el primero. Y preveo que tampoco el último.
 © Pilar Muñoz - 2013

4 dic 2015

RELATO: "EL REENCUENTRO".

 

    La vida nos ha devuelto la libertad. A él y a mí. Relaciones frustradas que el destino preparó para nosotros, para que nos pudiéramos volver a encontrar. Nada en los últimos años ha provocado en mí tanta emoción como verle de nuevo, encontrarme con él en este local emblemático que ya frecuentábamos cuando la música juvenil zumbaba en nuestros oídos. Cuánto he odiado a María en todo este tiempo por arrancarme de allí en el mejor momento, cuando los ojos de él me invitaban a intimar. Sí, con él. Con el chico de mis sueños. No tuve tiempo de responderle cuando me preguntó, con chispas en las pupilas, si quería acompañarlo. Me hice aguas. Y con ellas me ahogué en casa, en un llanto de rabia que me dejó erosionado el corazón por muchos años.
      Lo miro en la distancia, preguntándome lo que sería yo para él entonces; si un pasatiempo como las demás al que olvidar en pocos días. Y me da miedo acercarme. Que rompa con su desmemoria la imagen idolatrada del amor platónico que he sentido cada minuto desde el momento en que le perdí. Ni siquiera sé lo que dejamos de hacer; aunque siempre teñí de romanticismo lo que terminó por convertirse en un sueño irreal. Daría lo que fuera por hacer retroceder el tiempo, por chascar mis dedos y reaparecer en la escena inconclusa de antaño. Todo se esfuma a mi alrededor en este instante, me invade esa estampa como una postal de recuerdo, con un retrato de nosotros dos.
      Él eleva la vista y me sobresalto cuando se cruzan nuestras miradas. Frena en seco la cucharilla con la que hacía girar el café bajo su gesto absorto. Y se estira en la silla, retrepándose. Aspiro el aire nostálgico que emanan sus ojos cuando se clavan en mí, y me derrite la sonrisa plácida y elocuente que me dedica. Se acuerda de mí. Y yo me emociono. Una mueca nerviosa reemplaza la mudez de sus labios y son sus manos las que me ofrecen la silla vacía que le acompaña. Intuyo que no sabe si levantarse y besarme, si saludarme con formalidad… Pero me da lo mismo. Se siente igual de emocionado que yo y eso me basta para hacerme olvidar quién soy y la edad que tengo, para inducirme a hacer una locura sin que me sienta ridícula. Quiero reanudar nuestro encuentro donde lo dejamos, necesito saber lo que pudo haber pasado. Y no quiero confesiones. Sino hechos.
      Me separo el cabello a ambos lados y lo recojo de manera informal en dos coletas bajas, dejándolas caer sobre mis hombros. Abro el botón superior de mi blusa y pellizco mis mejillas para devolverle el rubor que sentía entonces. Y me desprendo del anillo de casada que aún luzco por dejadez. Una sonrisa espontánea le hace agachar la cabeza, sorprendido por mi actitud. Pero luego vuelve a mirarme y se recoloca en su asiento, recomponiendo el gesto, decidido a seguirme el juego. Veo las chispas reaparecer. Y suspiro por dentro.
      Me siento a su lado con timidez y comienzo a juguetear con mi pelo, sin atreverme a sostener su mirada. Como entonces. Y reanudo la conversación,  preguntándole con un deje de romanticismo en la voz:
      —Acompañarte… ¿adónde?
      —Donde podamos estar solos, tú y yo. Hay demasiado ruido aquí. Y gente. Demasiada gente —responde espontáneamente.
      La yema de su dedo recorre el dorso de mi mano  y un dulce frío me sacude la espalda.
      —¿Quieres que hablemos? —pregunto con la ingenuidad de aquel tiempo.
      Él sonríe con malicia y se muerde los labios.
      —No precisamente.
      —¿Por qué yo?
      —Me gustas.
      —Las otras chicas, también —le insinúo, acomplejada por el desparpajo que ellas lucen y que yo no tengo.
      —Me gusta tu boca. Y la forma en que me miras. Es… diferente.
      Ahora su dedo recorre mis labios con sutileza y centra su vista en ellos. Noto un pellizco dentro y un sentimiento inocente me sobrevuela. Me agito como una jovencita boba.
      —Tú también me gustas —acierto a decirle con un hilo de voz—. Aunque… no sé. Igual piensas que soy una niñata infantil, pero no quiero que te des el lote conmigo y luego vayas por ahí pavoneándote de lo que me has hecho sin volver a mirarme más.
      —No te haré nada que tú no quieras. Esperaré si me lo pides.
      Vuelvo a hacerme aguas ante la sinceridad de su voz, de sus ojos. Mi corazón palpita, me pregunto si será capaz de acompañarme ahora, en este mismo momento, quince años después. Me acerco a su rostro con lentitud y pongo un suave beso en su boca. Y él me corresponde, posando sus manos sobre mi cuello. Pierdo la noción del tiempo, no sé en qué época estoy.
      —Tengo que decirte algo —susurro, a escasos centímetros de él, observando su gesto interrogante mientras yo mantengo el mío azorado, sumida en mi papel—. Yo es que…, aún soy virgen.
      Arrancamos a reír y el aura se rompe, vuelven los ruidos de la máquina del café, de las cucharillas en los platos, de la petición de las comandas, de los comensales charlando… Nos quedamos en silencio. Mirándonos. Visiblemente nostálgicos. Hasta que él se levanta y me tiende la mano, invitándome de nuevo a acompañarlo.
      —A dos calles de aquí hay un hotel precioso, con un encanto especial —me dice, seduciéndome e iluminando a un tiempo mi vida entera. Y a continuación, sonríe jocoso—. Prometo hacértelo despacio… para que no te duela.

 © Pilar Muñoz - 2015


24 nov 2015

RELATO: "LA ESPERA".

   El fuego crepita, apenas interrumpiendo el silencio que dejaste. No puede calmar el frío que siento. Me acurruco en la alfombra, sentada en el suelo, recostada en el sofá desde el que solía mirar las llamas junto a ti cada domingo. Cruje la madera vieja de esta cabaña, impregnada, hasta su última astilla, de la pasión que compartimos a escondidas, del amor que yo te di. Observo apenada la puerta por la que marchaste y quisiera golpearla, por permitir tu huida... Siento que muero a pequeños sorbos, en cada día que pasa, en cada tarde de soledad frente a esta chimenea que guarda silenciosa nuestros secretos de amor. La razón me reprende. Y yo la acallo. Porque solo quiero escuchar a este corazón loco que baila y palpita en mi pecho cuando pienso en ti. A este corazón loco que me devuelve la vida. Las ganas de vivir.
   Unos pasos me alertan. Sigilosos, temerosos. La emoción me ahoga al reconocerte aproximándote a mí, mirándome. Observo tu rostro e intento leerte. ¡¿Qué has venido a decirme?! Te brillan los ojos, destellan como nunca hicieron. No, calla, no digas nada..., lo sé. Te asusta perderme, tanto como yo a ti. Te sacudiste las dudas, como los árboles sacuden sus hojas en otoño… Y ahora regresas, anhelando encontrarme aquí.
   Un suspiro vuela, revolotea cómplice entre tú y yo. Me adentro en tus ojos y navego por tu mirada calma, que me arropa y delata un sentimiento que me cautiva, que me sabe a vino dulce, que me embriaga y me invita a perder la noción del tiempo, del lugar en el que estamos para tomar conciencia de ti y de mí.
   Despliego la manta que me envuelve y te invito a pasar dentro, a fundirnos piel con piel sobre la alfombra que nos acuna. Avanzas un paso, hundes tu cabeza en mi pecho y aspiras la estela del suave perfume con el que he estado esperándote cada tarde, cada noche, cada amanecer…, la fragancia que en él derramé para ti. Solo para ti. Mi pulso late. Siento como tu calor se expande acaparándome entera, como tus labios rozan mi cuerpo mientras mis dedos bucean entre tu pelo apresándote, dejando caer en él una llovizna de lágrimas manadas del corazón. Enamoradas. Apasionadas. Dulces como un vil veneno.
   No me muevo. Quiero hacer perdurar este sueño que ahora vivo despierta, aun con los ojos cerrados. Un sueño de amor en el que desearía sentirte con toda intensidad: con mi boca estremeciéndote, con mis oídos escuchando tus gemidos derrotados, con mi piel erizada en los pechos, en mi vientre, en las yemas de mis dedos al tocarte y excitarte, aspirando tu aroma que me vuelve loca y que me atrae hasta ti... Pero no te atreves. Por vez primera no te atreves a rendirte, confesándome en silencio que no has venido a buscarme para saciar tu sed. Sino tu alma.
   «Hazme el amor» —te pido, con un hilo de voz—. Y escucho como tu corazón palpita al compás del mío mientras posas tu frente sobre mi frente, mientras tu boca muerde mis labios en una caricia suave, mientras tu mano acaricia mis senos, que pierden la timidez ante quien se sabe dueño... Mientras se enarbola tu sexo y el mío se licua al sentirlo cerca, rozándose, reconociéndose, decididos a fundirse en arrebatos de placer.
   «Llévame al cielo» —susurro—. Y mi cuerpo se curva ante las sacudidas rítmicas que tu pasión me provoca. Mientras me llenas. Mientras me abrazas. Mientras me muerdes y aseguras, al compás de tus gemidos, que me amas, que no me abandonarás.

   Y te creo. Porque mi mente y mi corazón bailan juntos... Ahora, sí.
   Te creo.  
 © Pilar Muñoz - 2015

21 nov 2015

MICRORRELATO: "LA DESPEDIDA".

   Me siento a tu lado. La música suena. Nuestras manos se rozan y tus ojos me abrazan, nostálgicos, tristes tal vez. Mis pupilas los secundan y mi sonrisa se vidria, amenazando con fragmentarse y descomponerse cual puzle construido a base de sueños, expectativas y promesas incumplidas…, de ilusiones vagando en el aire sin dejarse atrapar. Retengo las palabras, no quiero llorar.
Miro a mi alrededor. Aún quedan algunas flores de las que planté con tanto esmero. Otras ya se marchitaron. Me ofreces una de embriagador perfume y me preguntas por qué marcho, si acaso es que no te amo... Suspiro. Te miro. Te beso y confieso que es el amor que siento lo que me empuja a huir. Mi alma quedó vacía.  Todo te lo di. Vestí tu vida con la mía y quedé hueca, despojada. Y agotada de pedir que me besaras para hacerme resurgir.
   Te quiero, con el alma y el corazón… Pero ya no tengo qué ofrecerte para poder retenerte. Ya no sé cómo atraparte.
   No te digo adiós. Sino hasta luego. Dejemos que el tiempo decida si nos volvemos o no a encontrar. Dejemos que el destino diga si, transcurrido el tiempo, nos volveremos a amar. 

 © Pilar Muñoz - 2015

19 nov 2015

CHARLA CON EL ESCRITOR MIKEL ALVIRA.


 Mikel Alvira (Pamplona, 1969) desarrolla actualmente su faceta de novelista de la mano de la agencia literaria de Antonia Kerrigan Literary Agency, agente asimismo de María Dueñas, Ángela Becerra, Elvira Lindo, Víctor del Árbol y Ruiz Zafón, entre otros.
El 1 de julio de 2015, Ediciones-B editó LA NOVELA DE REBECA, una obra deconstruida, en apariencia negra sin serlo, un thriller trepidante sobre el concepto de escribir.
Mikel Alvira ha alternado durante años el aula (Universidad de Deusto y Enseñanzas Medias) con su vocación como  creador multidisciplinar. Dan demuestra de su inquietud sus manifestaciones plásticas, guiones y ensayos, y muy especialmente sus poemarios y novelas, entre ellas el best seller El silencio de las hayas.
Ha obtenido premios en el Concurso de Cartas de Amor de Barakaldo (2001) y el Premio de Relato No Sexista de Santurtzi con la novela “La Batea” (2003), así como en el Concurso Literario Restaurant Fogón Saint Julien de París (2006), con el relato “Eterno Ajoarriero Hereje”, publicado en el libro “Cuadernos del Fogón”.
El último galardón recibido ha sido el Premio HEMENDIK 2015 de las Letras por su contribución a la Cultura del Pais Vasco, por hacer que la creatividad vasca traspase fronteras y por hacer “que su sueño haga soñar a cuantos le leen”.
Toda su obra publicada puede verse en su WEB OFICIAL. 

  

   Durante la lectura de “La novela de Rebeca” fueron muchas las preguntas que asaltaron mi cabeza en relación con la novela en sí y también con su autor, Mikel Alvira. Nada me habría gustado más que asistir a algún encuentro con sus lectores, de los que me consta que ha tenido, pero como no me ha acompañado esa suerte, le propuse mantener esta charla a ver si satisfacía mi apremiante curiosidad :) Y el aceptó.

   Bienvenido a esta casa, Mikel, todo un placer para mí poder charlar contigo.


   Supongo que uno de los aspectos que más ha dado que hablar de la novela ha sido su estructura, y no solo porque exista una novela dentro de otra, sino también por la forma de jugar con todos los elementos que confluyen en ella: un escritor protagonista —Simón Lugar— que no se limita a escribir su propia novela, sino que filosofa y vierte preguntas propias de los escritores que muchos escritores se hacen; guiños literarios como comenzar cada uno de los capítulos de la misma forma en que Simón Lugar pretendía iniciar los de su novela; la mención a otras obras escritas por el protagonista y las vivencias de quienes han influido en su vida literaria y personal; la narración, con bastante detalle, de la novela de Simón, que nos permite seguir su trama con interés llevándonos a leer dos novelas en una y de géneros diferentes… Y todo ello con una alternancia de elementos que aparentemente no atiende a orden. Solo aparentemente.
   No voy a preguntarte cómo surge la idea de esta estructura, Mikel, sino por qué. ¿Qué razón motivó el hecho de crear una estructura tan compleja?

   Desde hace tiempo, me preocupan más ese tipo de cuestiones que las historias como tal. A ver, entendámoslo: creo que una buena historia es imprescindible para hilar una novela, pero no suficiente. Al menos, no suficiente para mí. Creo que hay que hacerse preguntas, plantearse retos y hacer del proceso creativo una búsqueda. En mi caso, La Novela de Rebeca responde a eso. Yo quería contar la historia de un escritor subyugado por su propia creación, pero, a la vez, quería indagar en la estructura-puzle. La han definido por ahí como “novela matriuska” y, en efecto, ése era el propósito. ¿Sería yo capaz de escribir una novela dentro de una novela y lograr que, a la vez, fuera atractiva? ¿Se pueden combinar dos voces narrativas, dos tiempos verbales, incluso dos grafías diferentes, sin hacer un libro de metaliteratura inasequible?

   Pues ya te respondo yo que sí, a la vista está, tú lo has hecho. Y esta forma tuya de implicarte en la creación de algo nuevo es lo que hace avanzar a la literatura, mantenerla viva alejándola de lo que, tarde o temprano, produciría algo de aburrimiento por esa falta de innovación. Afortunadamente, cada vez vamos encontrando más autores que se mueven en esa búsqueda y que da como resultado novelas que juegan con estructuras diferentes a las clásicas de siempre. Y no solo eso, también con esa  alternancia de voces narradoras distintas e incluso diferentes tiempos en la narración dentro de la misma novela, como tú bien refieres.
   A simple vista y según esto, pudiera parecer que todo vale, pero no es así. Yo creo que hay una delgada línea separando una estructura inteligente de una estructura ininteligible, que apunte al absurdo —por no decir que resulte caótica—. ¿Cuál es la clave, cuál es la consigna básica que hemos de tener presente y que no podemos obviar para evitar cruzar esa linde? Te lo pregunto porque después de haber escrito esto, tú tienes que saberlo, ja,ja,ja.

   Gracias. No creo que haya fórmulas mágicas ni recetas infalibles. Durante el proceso de creación de esta novela, pensé en más de una ocasión que se me estaba yendo la cabeza y que el resultado sería incomprensible. Luego me vi que no. Creo que pasé algunos de los mismo desiertos que pasa Simón Lugar, el protagonista. Ja.ja.ja.
   Al final, creo que hay que poner el foco en dos cuestiones: por un lado, que las novelas que tienen vocación de ser publicadas han de gustar; es decir, que quien la lee no tenga que hacer un esfuerzo de autoconvencimiento de manera que a cada página no haya de tener que darnos una nueva oportunidad. Por otro, que satisfaga las preguntas que nos hacemos como autores; esto es… yo me preguntaba a ver si sería capaz de manejar una estructura compleja para crear una novela legible, cercana, accesible. Me paraba cada poco para tomarme el pulso y preguntarme si lo estaba consiguiendo.


   Es que a priori podrían ser dos cosas no fácilmente compatibles, el hecho de gustar al lector y el de satisfacer lo que a uno le mueve como escritor. Parece que lo normal es que ambos objetivos estén aunados, pero yo creo que con más frecuencia de la que se piensa existe una cierta distancia entre ellos. Y decantarse por una u otra opción, o tratar de acercarlas lo más posible, puede resultar complicado. Vamos a hablar un poco de todo esto…
   La inteligencia y la exigencia son cualidades que pueden estar presentes en mayor o menor medida en todos los ámbitos, incluido el literario; espero que no se ofenda nadie si digo que hay tanto escritores como lectores más o menos inteligentes, a la vez que más o menos exigentes, aunque ambas cosas parecen ir ligadas. Yo tengo la impresión (admito réplicas) de que "La novela de Rebeca" es para lectores inteligentes (no personas inteligentes, sino lectores inteligentes, que no es lo mismo) y sobre todo, exigentes, y tiendo a pensar que esa exigencia podría volverse en contra de la novela si no está perfectamente construida. ¿Merecía la pena correr ese riesgo, Mikel? El riesgo de que, al publicarse, pudiera ser tan encumbrada como criticada, en función de la aceptación del lector.

   La exposición es parte de la publicación. Siempre, escribamos lo que escribamos, estamos expuestos a la crítica. No es algo que me preocupara cuando la estaba escribiendo. Sabía que llegaría el momento de la crítica; lo que no sospechaba era que ésta fuera tan unánime y tan benévola. Y es que, en efecto, como dices, es una novela para lectores inteligente; es decir, para gente que lee y no necesita que se le lleve de la mano y se le vaya explicando todo. Ésa era una de mis consignas. Después de varias novelas en las que, aunque también indagaba en diferentes estructuras (la coral de El Mar que te Debía o la paralela de Llegará la Lluvia), me apetecía dejar de contarlo todo y permitir que el lector participara en el proceso de creación de situaciones y personajes. Eso no significa que sea una novela elevada o inalcanzable; al revés, creo que la hace más fresca, más directa, más asequible. Al menos, eso dice la crítica, ja,ja,ja.

   Y quizás también más parecida a la vida real, donde nada es lineal, todas las “tramas”, las vidas, las historias están entrecruzadas, interaccionando unas con otras de forma espontánea sin aparente orden y, sobre todo, donde nada o casi nada es lo que en un principio parece, ¿no? Pero claro, en la vida real uno puede preguntar e investigar, aquí la información tienes que encontrarla entre las páginas de la novela, no hay más, y si el lector no consigue extraerla… 
   ¿Quién puede permitirse correr un mayor riesgo escribiendo este tipo de novela: un escritor poco conocido —pero que intenta hacer carrera literaria— que aún no vive de la escritura (profesionalmente se dedica a otra cosa), o un escritor con un bagaje literario a sus espaldas que lo avale, pero que depende del éxito de sus obras para seguir comiendo?

   No creo que dependa de eso sino de la actitud. El que no se arriesga no cruza la mar. Tanto uno como otro pueden tener factores que le empujen a lanzarse y romper la baraja como a acomodarse y no atreverse a innovar. En mi caso, es una cuestión de cómo me planteo el proceso creativo. Éste ha de ser audaz para que el resultado sea audaz; que de esa audacia surja algo comercial o no dependen muchos otros factores a parte de la novela como tal.

   Preveo tu respuesta por lo que acabas de decir, pero aún así te lo pregunto: ¿Cuál es tu prioridad, escribir lo que te apetece o lo que sabes de antemano que funcionará?

   El oficio nos va dando pista de qué es lo que no funcionará, pero nunca la certeza de lo que sí lo hará. En mi caso, escribo como sé y como soy. No me concibo como un autor que no ponga las tripas en lo que hace (las tripas y el pecho, que es donde residen las emociones). Es decir, no escribo solo con la cabeza. De ahí que me lance a escribir, a crear, siempre para responderme a preguntas, más allá de si va a ser comercial o no. Pensemos que creo mucho más de lo que muestro. Si hablamos de letras, escribo mucho más de lo que edito. Escribir es una herramienta para investigar. Luego basta elegir qué publicar de todo lo escrito.

   “Escribir es una herramienta para investigar”. Desde luego así es como más se aprende, haciendo incursiones por distintos caminos, sin limitarse a lo ya se domina...
   A ver, Mikel, permíteme que te haga una pregunta cuya respuesta admito que podría suscitar un cierto debate: ¿tú crees que los lectores, inconscientemente tal vez, están dispuestos a hacer un esfuerzo mayor por entender una novela cuando hay un escritor reconocido detrás? Me baso un poco en lo que yo llamo la Ley de las atribuciones, según la cual, partiendo de una misma novela —en este caso—, puede llegarse a conclusiones distintas según sea quien escribe: “La novela es un bodrio, no tiene ni pies ni cabeza” (cuando el escritor es desconocido y, por tanto, la implicación es menor por la desconfianza que nos provoca), o bien, “Es una buena novela, bien escrita, aunque a mí me ha costado un poco entrar en ella, entenderla.” (cuando hay un escritor de renombre detrás, o que sabemos que es bueno, al menos).

   La marca pesa siempre. Lo vemos en cualquier producto que haya en el mercado. También en este campo. Y no olvidemos que los libros son, además y quizás y sobre todo, productos que necesitan su marca, su sello editorial, su posicionamiento, su distribución. No cabe duda que en lo que dices hay mucho de descarnada realidad. Pero también lo es que el consumidor, en este caso el lector, es listo y sabe discernir. Ya nadie comulga con ruedas de molino. Somos exigentes y sabemos lo que nos gusta y lo que no. Prueba de ello es que hay “consagrados” de cualquier disciplina que se estrellan comercialmente con una creación y, al revés, sorpresas que da el mercado con superventas de gente desconocida. Creo que como consumidor hay que buscar siempre lo que nos emocione, más allá de si es complejo o no; y como creador, hay que buscar ser honesto con nuestras preguntas, más allá de si se es comercial o no.

   Volvamos a las complejidades. En “La novela de Rebeca” podemos hablar de metaliteratura en grado sumo. Haces referencia a otras obras literarias (aunque sean ficticias), hablas del proceso literario, de la creación de una novela, de escritura… Y echas mano de un recurso que ya hemos visto en otras obras y que ya he referido antes: el hecho de que el protagonista de tu novela esté escribiendo su propia novela. Pero tú vas todavía más allá, Mikel, tu rizas el rizo hasta hacer tirabuzones, ja,ja, porque además nos muestras la trama desarrollada de la novela que está escribiendo el protagonista (Simón Lugar) hasta el punto de intrigarnos e implicarnos en ella tanto o más que en la tuya propia, sin contar con que Rebeca, la protagonista de la novela de Simón, ¡también está escribiendo otra! ¡¡Vaya lío, ja,ja,ja!! A mí esto me ha sorprendido y me ha encantado (aunque haya tenido que hacer un esfuerzo inicial para saber en todo momento dónde estaba situada, en qué “subnivel” de la trama, para no liarme). Pero me pregunto cómo se escribe esto sin que se te hagan nudos con tanto hilo y sobre todo, sin que nada quede fuera de su lugar apropiado y forme un enredo en la mente del lector imposible de deshacer? ¿Como si estuvieras escribiendo dos novelas a la vez? No, dos no, ¿tres? :)

   He de ser sincero: no me costó separar en mi cabeza cada uno de los diferentes subniveles. Y eso que apenas tiré de anotaciones en libreta. La Novela de Rebeca surgió muy de golpe. Sí que la reflexión la tenía hecha y fue fruto de mucho tiempo, pero el proceso de escribirla no fue complicado. Reconozco que al principio sorprende y hace que el lector transite de una historia a otra sintiendo que no sabe a dónde va, pero ése era mi reto: sacarle de la jungla y llevarlo novela adelante hasta que comprobara que todo estaba planificado y bien ajustado. Ha sido un proceso creativo excitante, emocionante, divertido y con vértigo. ¿Qué más pedir como creador? Ja,ja,ja.


   ¿Ves? ¡Si cuando yo hablaba antes de escritores más o menos inteligentes era por algo! Y además disfrutas con un proceso de creación que satisface tus propias demandas como escritor… ¡Y encima el resultado gusta a los lectores…! No, definitivamente, no puedes pedir más, ja,ja,ja.
   Los escritores escriben sus novelas buscando la empatía y la complicidad de los lectores, intentando conseguir que estos se impliquen en la historia y se metan en la piel de los personajes. Pero esta novela —y esta es otra originalidad— tiene un doble público: los lectores y los escritores (estos últimos, doblemente, porque también son lectores). Y es así porque Simón Lugar (protagonista de la novela) se hace a sí mismo muchas preguntas que apuesto a que todos los escritores se han hecho alguna vez. ¿Todo es premeditado, Mikel, hay intencionalidad en este planteamiento de involucrar también a los escritores en la trama? ¿Qué has buscado con ello?

   Escribo para lectores. Que estos sean también escritores es pura coyuntura; hay lectores que son escritores como son de cualquier otra ocupación. No me planteé hacer metafísica ni un libro de estilo ni filosofía ni, como me ha dicho alguien, un libro de autoayuda para escritores atascados. En absoluto. Es una novela thriller para lectores que disfruten leyendo historias con intriga. No busco nada más que responderme a mis preguntas y acompañar a quien lee en sus ratos de lectura.


   Pues sin buscarlo, creo que estás consiguiendo que muchos escritores empaticen con el personaje de Simón por su condición de escritores (al menos, en cuanto a sus divagaciones), y no solo como lectores.
   Y hablando de filosofía, ahora que la mencionas… Conforme he ido leyendo “La novela de Rebeca” he ido encontrando muchas reflexiones integradas, en mayor o menos medida, en ella. A mí me han parecido reflexiones unas veces filosóficas, metafísicas, y otras tantas, originales, propias de una mente deductiva y sobre todo, entrenada para observar y darle un giro completo a muchos aspectos de la vida en general con el fin de analizarlos desde una óptica completamente distinta a la habitual. Y esto, claro, provoca en el lector un efecto impactante, incluso le obliga a detener la lectura porque lo descoloca (al menos a mí, que las perspectivas “anormales” me pierden, jaja). Yo te pregunto, Mikel: ¿qué ha sido primero, la novela o las frases? Me explico: ¿las reflexiones o afirmaciones de este tipo han surgido realmente a raíz de la narración? ¿O ya estaban en tu mente de forma previa y las has aportado para enriquecerla?


   Repito que, sin querer hacer filosofía ni querer ofrecer al público un libro para reflexionar, esta novela contiene, en efecto, muchas de las reflexiones que ya arrastraba yo desde hacía mucho tiempo. Si se echa un vistazo a novelas mías anteriores se verá que van muy en la línea de lo que yo siempre he pensado. Si se lee, por ejemplo, En la Tierra de los Nombres Propios, se encontrarán muchas ideas que vuelven a aparecer en La Novela de Rebeca. Lo mismo si se me sigue en redes sociales. Soy un ser muy reflexivo (a veces demasiado, ja,ja,ja) y es lógico que en mi literatura se destilen reflexiones. Algunas ya constantes y otras, como tú dices, que surgieron mientras avanzaba en la redacción. Con todo, repito que no es un libro de filosofía ni de autoayuda ni yo pretendo dar lecciones de nada.

   A mí tampoco me ha parecido de autoayuda, de hecho, muchas de las dudas o preguntas que Simón Lugar se hace a sí mismo quedan sin contestar. Ni que las reflexiones deriven en lecciones, tan solo atienden a una óptica diferente a la hora de analizar las cosas,  pero esa es mi impresión personal.
   Una de estas reflexiones dice: “Escribir o morir, y morir por no saber no escribir.” Esta última parte de la frase denota la pasión de los escritores de vocación, de los que sienten esa necesidad de escribir desde que tienen uso de razón y han de satisfacerla a pesar de los pesares, aunque en determinadas etapas, más que mieles se recoja sufrimiento por el hecho de escribir y querer compartir además lo que se escribe.
   A la vista del panorama actual, Mikel, yo me pregunto si todos los escritores actuales morirían por no escribir…, o quizás lo harían al no publicar. ¿Tú crees que, para muchos, el hecho de compartir lo que se escribe se ha convertido en algo más importante y pasional que el hecho en sí de escribir?


   No tengo ni idea de cuáles son las motivaciones, los desvelos, las pasiones o los fantasmas de otros escritores. Cualquier persona que cree algo se merece mi respeto. Si puede mostrar lo creado, muchas veces es cuestión de suerte. No sé si hay quien escribe solo por publicar o quien publicar es su meta. Para mí, no lo es. Quiero publicar, claro, porque es mi manera de divulgar y tender puentes; pero no es mi obsesión sino mi ilusión. Quizás sea una cosa solo de conceptos: tiendo a ilusionarme, no a obsesionarme. Lo que hagan los demás, ¿quién lo sabe?


   Tal vez quienes comparten con ellos su aventura literaria y se encuentran lo suficientemente cerca como para ser testigos de sus actos, confesiones, comentarios, deseos hechos públicos… :)
   Hay una cuestión que Simón Lugar se plantea en la novela y que suele estar presente en la carrera profesional de un escritor (apuesto a que provocándole cierta presión, en mayor o menor medida), y me refiero a la forma en que el éxito de una novela condiciona la siguiente, para bien o para mal. “La novela de Rebeca” está siendo un éxito (cualitativo, al menos; cuantitativo, no lo sé). ¿En qué medida te afecta esto de cara a la siguiente, Mikel? ¿En qué medida esto puede condicionar el tipo de novela, el género, el enfoque, la trama o los gustos personales o ajenos a la hora de escribir otra novela que querrás (supongo) ver publicada por una editorial que, a su vez, tendrá sus propias expectativas con respecto a ti?

   Es muy interesante lo que planteas. La Novela de Rebeca está siendo un éxito en todos los puntos, tanto aquí como en Latinoamérica. ¿Condicionar? ¡No! Al contrario, ilusionar y evolucionar. Nunca me he planteado cuestiones como dar con la piedra filosofal del éxito para poder hacer novelas como churros. Tampoco conseguir dormirme en los laureles. Siempre seguiré explorando, haciéndome preguntas y buscando cómo resolverlas. La edad, el oficio y el estar atento nos indica cómo sobrevivir en este mercado, pero a día de hoy estoy feliz y me siento más escritor que nunca. Todo es un regalo… y lo que haya de venir, también.


   Por cierto, Mikel —aunque esto no tenga nada que ver con lo que estamos hablando—, ¿te molestaría ponerte a firmar tu novela a una lectora en la cola del banco? :)

   Ja,ja,ja. En absoluto. Simón Lugar y yo solo nos parecemos en el hecho de que escribimos y escribimos para respondernos. En el resto, somos muy distintos; prácticamente opuestos. Su misantropía choca con mi necesidad de estar con gente. Una persona que lee mi libro se merece todo mi respeto y mi gratitud.


   A ver, esta es otra pregunta que podría conllevar una respuesta “políticamente incorrecta”, pero aún así, yo la formulo :). ¿Te mueves por las redes sociales por el placer de interactuar con tus lectores, o porque estimas que hoy en día es imprescindible para ayudar a darle visibilidad a una obra literaria? Me consta que hay de todo en este mundillo literario (incluso quienes disponen de “Community manager”). A mí, personalmente, ambas opciones me parecen respetables, aunque una me guste más que la otra, claro.

   Mis redes las mantengo yo y me muevo por ellas antes incluso del éxito de Rebeca, con todas las reservas respecto a la palabra “éxito”. Lo que me proporcionan las redes es visibilidad pero, sobre todo, accesibilidad. Me encanta recibir fotos de lectores o lectoras con la novela, de escaparates, de páginas subrayadas… Me gusta quien se me acerca y me pregunta, me comenta, me solicita. No me concibo como un escritor en su torre de marfil. De lo que hagan los demás no cuestiono nada porque cada cual usa estas herramientas como quiere y para lo que quiere.

   ¡Pues esa era la opción que más me gusta a mí, ja,ja,ja, la que nos permite acercarnos al autor de una obra para poder saber un poco más, como estoy haciendo yo ahora!
   Bajo tu punto de vista, Mikel, ¿el éxito de “La novela de Rebeca” está en la historia (o historias) que cuenta, en la originalidad de su estructura, o en la originalidad de su trama? ¿O en todo unido? ¿Qué es lo que crees que puede haber llamado más la atención del lector? ¿Y de la editorial?
   Tengo que decirte que anoté esta pregunta antes de leer una afirmación de Simón Lugar que comparto: “La historia es secundaria. Lo que cuenta es cómo hacemos esa historia”, y que me ha venido como anillo al dedo para preguntártelo a ti ahora, porque creo que incluso las editoriales, cuando hablan de buscar algo que les sorprenda, no se refieren solo al fondo, sino también a la forma.


   El día que lo sepa quizás deje de escribir. Ja,ja,ja. No sé. Supongo que es una combinación de todo ello. Mira, recibo muchas cartas de lectores y veo que a cada persona le llega esta novela por una razón distinta. Para mí, eso es estupendo porque demuestra que la creatividad tiene consecuencias imprevistas.

   Yo suelo decir que los escritores son como los actores, para dar vida a un personaje tienen que meterse en su piel, “vivir” lo que ellos viven y “sentir” lo que ellos sienten, sobre todo cuando hay implicaciones sentimentales y emocionales en la historia que protagonizan. Simón Lugar es un personaje perfectamente construido y perfilado (la verdad es que todos lo son, hasta los secundarios), pero es un escritor, al igual que tú. ¿Hasta qué punto has necesitado meterte en su piel para escribir la novela? ¿O te ha resultado suficiente escribir desde la tuya para darle vida?

   En efecto, es necesario meterse en la piel de los personajes. Pero, ojo, eso no significa que estos sean nuestro alter-ego. Suelo decir que hay tanto de mí (mucho o poco) en Simón Lugar como en Rebeca. De todas formas, aunque sea necesario meterse en la piel, no hay que obsesionarse en ello. Creo que lo importante es meterse en las emociones, imaginárselas, proyectarlas. Si fuera una condición indispensable, sería imposible escribir ciencia ficción o novela histórica porque un escritor nunca podrá estar en el año 2090 o en las Navas de Tolosa en el 1512.

   En un pasaje de la novela plasmas cómo pequeños actos de la vida, realizados sin intención alguna, pueden sin embargo hacer que ésta experimente un giro radical. Unos le llaman “casualidad”; otros, “golpes de suerte”; otros, “malas jugadas del destino”… ¿Tú crees en las casualidades, Mikel? ¿Alguna casualidad —o como quieras llamarle— te ha impulsado o te ha frenado en tu carrera de escritor?

   Creo que somos nosotros, con nuestra actitud, quienes invocamos. ¿Suerte? No sé. ¿Casualidades? Pienso que todo está hilado y sucede por algo. En mi caso, soy de ver la botella medio llena, siempre. No sirve de mucho lamentarse ni quejarse, sino más bien ponerse en marcha y encarar la vida. Al final, quizás todo lo que nos suceda en la vida sea una casualidad.


   Coincidimos en esa forma de pensar, yo también creo que todo lo importante sucede por algo.
   Apenas hemos hablado del fondo, de las diferentes historias que se cuentan en la novela (de géneros literarios distintos, por cierto), tal vez porque creo que estas referencias son las que más fácilmente pueden encontrarse en las reseñas y críticas que van saliendo en la blogosfera y otras páginas webs. Y tampoco quiero hablar del final. Porque a mí me dejó tan descolocada y con los ojos tan a cuadros que prefiero no destripar nada, solo diré que es redondo, un broche de oro muy acorde al estilo de la novela. Pero hablando de historias y de finales, sí quiero hacerte una última pregunta, Mikel, o mejor, pedirte que hagas tu elección:
   ¿Una historia brillante con un final mediocre, o una historia mediocre con un final brillante?


   ¿Y por qué tener que elegir? Ja,ja,ja. ¿Por qué no una buena historia con un final redondo? Una mala historia puede hacer que le lector ni siquiera llegue al final por muy brillante que sea éste; un mal final puede echar por tierra un proceso de lectura. Quedémonos con la idea de que lo bueno siempre es posible.


   Claro, esa es opción ideal pero no siempre se da, ja,ja,ja. Esta pregunta iba dirigida más a la faceta de lector que a la de escritor, porque, obviamente, un escritor siempre intentará que la novela sea redonda de principio a fin, con independencia de que al final lo termine consiguiendo o no.


   Muchas gracias, Mikel, por mantener esta charla conmigo y felicidades por la novela. Te deseo todo el éxito que merece.

15 nov 2015

MICRORRELATO: "POESÍA SOÑADA".


   Pronuncié el nombre de otro acompañado de un 'te quiero', haciendo como que dormía. Con voz sentida, desgarrada. Tú a mi lado suspiraste, sin musitar nada, ni en la noche ni en el día. Tan solo amor me diste. Más que nunca. Y al fin supe que me querías.
   Yo quise resarcir el daño por mi prueba despiadada. Y sin que tú me lo preguntaras confesé que recitaba. Que era una simple poesía todo cuando decía... mientras soñaba.
 © Pilar Muñoz - 2015
 

11 nov 2015

RELATO: "LA PRINCESA DE LOS SUEÑOS IMPOSIBLES."

   Me apresuro a verte. He elegido mi mejor vestido para lucir bonita y he dejado mi melena suelta para que vuelva a enredarse entre tus dedos mientras te hablo, mientras me inunda la luz de tus pupilas que me hace sentir mujer a pesar de mis veinte años. Mi corazón se estremece al escuchar tu voz, palpita nervioso en mi pecho y he de calmarlo posando mis manos en él. Una melodía dulce suena en mis adentros, haciendo valer su capricho de poner música a mis palabras, como en esas películas románticas que alguna vez me llevaste a ver. Murmuran. Sé que murmuran que lo nuestro no es posible. Pero es que yo me siento la princesa de los sueños imposibles, la heroína de mi propio cuento, escrito a la medida de tu amor y el mío, de los sentimientos que me confesaste al tiempo de hacerme tuya.
   Entro en el salón pellizcándome a mí misma en un intento de contenerme, de no saltar a tus brazos para estamparte un beso en los labios delante de todo el mundo, como me apetece hacer; para no gritar, antes de que tú lo sepas, que llevo en mi vientre el latido compartido de tu ser y el mío, como marca indiscutible de nuestra felicidad plena, del comienzo de una vida nueva que acabará por disipar el miedo que ahora siento debido a mi juventud.
   Te das la vuelta. Y espero una sonrisa que me atraiga hasta tus brazos. Que me ampare. Que proteja al fruto de mis entrañas y a quien está dispuesta a darte tierra, cielo y luna. Pero el rictus de tus labios le arrebata su lugar y desata un vendaval de emociones que me aterran. Dejo de respirar e interpreto el mensaje en tus ojos con la angustia apostada en los míos. Me ordenan marchar. Largarme de aquel lugar en el que no queda espacio ni amor para una más. Ellas se arremolinan, te tocan, te piropean y te idolatran. Tú repartes besos, caricias, palabras engalanadas... Y tus dedos juegan con sus cabellos mientras les prometes las mismas dulzuras que aquella noche me prometiste a mí...
   Los colores se desvanecen y el mundo se hunde bajo mis pies al oírles murmurar, como siempre hicieron. Yo camino erguida sin saber adónde. Bajo las estrellas, tal vez... Para poder llorar.  

© Pilar Muñoz Álamo - 2015

4 nov 2015

MICRORRELATO: "AMOR CARNAL".

   Quiero verme sorprendida por tu irrupción en este aposento en el que me encuentro. Que hagas detenerse al aire para que solo el flujo de mi respiración navegue a tu alrededor, a velocidad creciente, delatando lo que mi corazón siente y lo que mi piel clama cuando te miro. Quiero que me ordenes elevar mis brazos para atracarme, para cachear las curvas de mi desnudez con la yema de tus dedos, con tus manos fuertes como arma de posesión mientras permanezco impávida, dejándome hacer sometida a tu voluntad. Quiero que tus ojos desborden lascivia y me abrasen al recorrerme, mientras los míos hacen lo suyo con tu boca, con tu torso perfilado y tu abdomen perfecto, con tus caderas estrechas y bien entrenadas para acometidas salvajes, con el mástil que aguarda entre ellas pugnando por alcanzarme, señalándome directamente en actitud desafiante, como si ya me hubiera elegido y no tuviera marcha atrás. Quiero tragar saliva para calmar los nervios que me provoca tu proximidad, para calmar la excitación mutua que electriza el vello de nuestra piel. Y quiero gritar tu nombre en un susurro intenso junto a tu oído cuando mi cuerpo se desmorone devastado por el placer que solo tú eres capaz de darme.
   Quiero que este deseo traspase la barrera del tiempo y se transforme en realidad.
   Esta tarde.
   Ahora.
   Ya.
© Pilar Muñoz - 2015




22 oct 2015

"PROMESAS DE ARENA" de LAURA GARZÓN.


SINOPSIS
Sólo el amor y la tolerancia pueden trazar rutas entre la violencia, la desolación y el odio. 
Lucía acaba de terminar su carrera y viaja a Palestina como cooperante de una ONG. Está llena de ilusiones, de buenos propósitos, pero lo que encuentran en los Campos de refugiados rompe todas sus ideas preconcebidas. Las carencias rozan el límite de la supervivencia y nadie les espera, ni espera nada de ellos. En los campos de refugiados no sólo hay intereses altruistas, las facciones político-religiosas mantienen una lucha de poder constante entre sí y contra su enemigo Israel y por extensión Occidente.

Lucía se encontrará con los dos polos humanos que imperan en los Campos: quiénes lo dan todo, como Fathia y Hamid; y con el Halcón, un palestino de padre inglés, educado en diferentes países, y con un magnetismo y atractivo que subyuga perdidamente a la joven cooperante. Descubrir quién es este hombre en realidad le va a costar muy caro a Lucía. Su pasión le alcanzará la gloria y la arrastrara al abismo.



   No he podido esperar para contar mis impresiones.  Hay quienes prefieren dejar reposar las historias para comentarlas con cierta distancia y algo más de temple; pero a mí me gusta plasmar mi opinión de una forma visceral, con las emociones que la novela me ha suscitado burbujeando en mi cuerpo aún. Porque las lecturas que te hacen sentir así lo merecen, merecen que se haga de ellas una radiografía de lo contienen pero también de lo que transmiten —que no siempre es lo mismo—, y de cómo lo transmiten, de lo que con ello evocan. Son emociones, a veces,  que consiguen auparte a una nube y dejarte absorta subida en ella, con los pensamientos revoloteando en torno a los personajes y a la historia que han vivido, a los porqués de la trama…, emociones que, por suerte o por desgracia, van menguando de intensidad a medida que pasa el tiempo, resultando mucho más difícil volver a evocarlas después para hablar de la novela con el grado de excitación que te ha provocado inicialmente.
   Me traje Promesas de arena, dedicado y firmado por Laura Garzón, de la presentación que hizo en Córdoba el pasado viernes. Y si bien fue una compra convencida, más convencida aún de leerla salí de allí, tal vez porque, de todo lo que su autora dijo, lo que más me llegó fue ese cierto paralelismo que encontré entre "Promesas de arena" y mi propia novela ("¿A qué llamas tú amor?") en cuanto a la relación pasional, arriesgada y descerebrada de sus protagonistas y a la defensa que Laura Garzón hizo de la figura de la mujer en una relación amorosa,  antagónica al estereotipo mostrado por muchas de las novelas romántico-eróticas actuales  en las que la sumisión acompañada de una patente falta de dignidad parecen ser la tónica más habitual, defensa que comparto plenamente y que también resulta ser, en parte, objeto de mi propia obra. La empatía con Laura en estos dos planteamientos "literarios" despertaron muchísimo mi curiosidad, aunque ambas novelas sean por supuesto distintas. Y no me equivoqué al leerla aventurando que me gustaría. A pesar de mi escasez de tiempo, me ha durado dos sentadas. Y tengo que decir que me ha encantado.
   Promesas de arena es, fundamentalmente, una historia de amor pasional, de ese amor que te posee, que te arrebata, que te desgarra por dentro, que pone en jaque al corazón en pugna con la razón sin que sepamos de antemano cuál de ellos terminará imponiéndose al final. Tal y como dijo Laura en la presentación, es una relación al límite en una situación límite, en pleno conflicto palestino en la franja de Gaza, y protagonizada por Lucía, una occidental que decide trasladarse para trabajar de voluntaria en un hospital de la ONU  y Haydam, más conocido como el Halcón, un palestino de padre inglés, con ojos azules, arrogante, seguro de sí mismo y embaucador al que Lucía no puede resistirse. Pero no todo se reduce al amor entre ambos, a ese amor pasional entre dos personajes muy reales y perfectamente perfilados en físico, carácter, manera de ser y de actuar. El amor sobrevuela la novela con matices distintos mostrándonos las demás acepciones que tan grande lo hacen: el amor filial, el amor capaz de establecer férreos lazos de amistad desinteresada, el amor altruista hacia los más necesitados, el amor “social”, que crea un vínculo con quienes poseen los mismos orígenes, las mismas costumbres, la misma forma de entender la vida y de vivirla, hasta el punto de defenderse mutuamente de las agresiones externas. Y consigue mostrarlo con total realismo amparándose en unos personajes secundarios que casi compiten en protagonismo con los principales, como es el caso de Fathia, o con vital importancia para el desarrollo de la trama como Jasón o Hamyd, muy bien perfilados y construidos.
   Pero como en toda novela que se precie —o que yo aprecie—, no todo se centra en los personajes; el marco, el escenario en el que se desarrolla la historia también cobra relevancia. Laura Garzón nos muestra una estampa fiel, no del conflicto palestino en general (que es el que conocemos a través de los noticiarios), sino del día a día vivido por sus gentes en el seno del conflicto, de su sentir, de su forma de entenderlo y de sus necesidades, tan alejadas de las nuestras. Nos permite contrastar ambas culturas sin poner ningún aspecto en tela de juicio, lo cual es meritorio considerando que la novela está narrada en primera persona y que es la propia Lucía, una occidental, quien nos la cuenta.
   Juega su autora con el pasado y con el presente, alternativamente. No nos narra lo que sucede de una forma secuencial, sino dando saltos en el tiempo y desvelando poco a poco ciertos detalles que nos hacen detener la lectura ante la sorpresa y que, a la vez, mantienen la intriga por conocer el porqué de otras muchas cosas. Hasta el final. Y lo hace con una buena prosa, concisa y directa a veces,  cuidada y elegante en general, hasta poética en algunos pasajes, pero sin perder la naturalidad, el lenguaje espontáneo y la terminología propia de la mujer joven que narra todo cuanto ocurre. Incluso se permite la licencia de alternar puntualmente esa narración en boca de Lucía con una narración en segunda persona —dirigida a Haydam, como si le hablara— sin que eso nos descoloque en modo alguno, evocando esa especie de diario escrito en el que a veces, y sin poderlo evitar, se cruzan imágenes que secuestran nuestra mente y la obligan a conversar con esa persona  a la que sentimos la necesidad de decir, advertir o confesar algo que a su vez queremos recordar.
   Engancha. “Promesas de arena” engancha, por el fondo y por la forma. El único “pero” que puedo ponerle es que se me ha quedado corta. Yo quería más. Pero no más historia —que tampoco estaría mal—, ni más explicaciones —no son necesarias, no quedan dudas— sino un poco más de profundidad, algo más de extensión en determinados episodios con los que estoy segura de que habríamos disfrutado muchísimo, degustando aún más sus detalles, la intensidad de las emociones, esa tensión narrativa tan eficaz en situaciones de cierto suspense, tanto a lo largo de la historia como en su final, un final, por cierto, real, perfecto para mí, muy coherente con la personalidad con la que Laura Garzón ha dotado a la protagonista. No sé si interpretar este “pero” como algo negativo o no. Porque si después de casi doscientas páginas de novela el lector se queda con ganas de más… por algo será ;)

   ¿La recomiendo? Por supuesto.

   Felicidades, Laura Garzón. Ha sido un placer leerla y un placer haber podido conocerte personalmente.



19 oct 2015

"EN TIERRA DE FUEGO" de MAYELEN FOULER

SINOPSIS:

Barcelona, otoño de 1943. Cuando Rosa Sarlé llega a la casa de sus padres poco puede imaginar que se encontraría con Frank Bennet-Jones, rico estanciero inglés afincado en la Patagonia argentina. El viudo de su hermana Anna. Tras ese encuentro, Rosa relee las cartas en las que Anna le relataba su apasionada historia de amor con Frank.
A Frank el reencuentro con Rosa lo altera a su pesar. Sin embargo, un hecho inesperado le lleva a casarse con ella y a llevársela a Argentina, aun a riesgo de que Rosa descubra el secreto sobre la muerte de Anna.
En El Calafate, Rosa conoce a Armando Guzmán de Guevara. Entre los dos nace una fuerte atracción y él le revelará el secreto que esconden las cartas de su hermana.
Rosa se verá atrapada en medio de la rivalidad de los dos hombres. Tendrá la oportunidad de vivir la aventura que siempre deseó, conocerá la pasión… pero tendrá que elegir entre Frank y Armando.



   El género romántico. Ese vástago de la literatura tan ampliamente criticado por muchos de quienes dicen leer solo "buenas" novelas, tan degradado a veces por su aparente falta de calidad literaria que arrastra con ello a quienes lo leen, tachándolos de forma generalizada de poco exigentes, de superficiales, de idealistas o de alimentarse de sueños utópicos hasta límites insospechados, resultando paradójico que, a pesar de tales afrentas, sea un género en auge, que goza de una salud excelente y que, a nivel comercial, alcanza cotas de ventas muy superiores a la de otros géneros de mayor -aparentemente- "relevancia literaria". Una vez más, ¡qué injustas son las etiquetas cuando generalizan!

   Cada vez parecen ser menos las novelas de "raza pura", las que se ajustan al estereotipo o a los cánones de un único género literario sin caer en las mezclas. Yo estoy de suerte, porque a mí personalmente las mezclas me encantan, no solo por la originalidad que pueden aportar a la obra, sino porque creo que es una buena forma de enriquecerla si se acierta al trazar su estructura y su argumento de forma interesante y atrayente, si se sabe intercalar con acierto unos y otros elementos. Y eso es lo que hace Mayelen Fouler en En tierra de fuego
   No me atrae la romántica rosa, lo reconozco, me superan las historias con personajes planos, relaciones idílicas e idealizadas que rayan lo irreal y que, normalmente, suelen evolucionar de forma similar, con algunas variantes en la forma, pero pocas en el fondo; historias centradas casi de manera exclusiva en el amor, normalmente pasional, entre los protagonistas como si no existiera en sus vidas nada más, y en muchos casos incluso con carencia de una ambientación espacio-temporal adecuadas. Tal vez por ello me ha sorprendido muy gratamente encontrar una novela de corte romántico con bastante más pretensiones que estas que acabo de mencionar.
   En tierra de fuego me ha gustado. Mayelen Fouler ambienta la novela en la España y en la Argentina de los años cuarenta, en plena Segunda Guerra Mundial. Pero no se limita a mencionarla, crea de fondo una interesante trama política y de espionaje que da soporte a la historia y que demuestra la gran labor de documentación que su autora ha debido llevar a cabo para poder desarrollarla con solvencia, enriqueciendo sin lugar a dudas la historia. Es más, me atrevería a decir que el despliegue de datos y la documentación manejada perfectamente podría haberle servido para construir, profundizando poco más, una trama de intriga que podría haberse convertido en una novela histórica, porque si bien desde la mitad hasta el final la parte "amorosa" cobra mayor protagonismo, no es tanto así en su primera mitad. 
   Un segundo elemento que yo considero de relevancia es la ambientación. Mayelen Fouler nos ofrece una buena estampa de la España franquista y de los entresijos de sus mandatarios ante Hitler y los aliados, pero mejor aún es la estampa que recrea de la Argentina de la época, de la Patagonia, de sus paisajes, de sus gentes, de su forma de vida, de sus costumbres, de su manera de pensar e incluso de su forma de hablar, a la que intenta ser fiel utilizando la terminología y el argot propio del español de aquel país. Consigue trasladarnos hasta allí, lo cual no resulta fácil si no es con otra buena dosis de documentación previa que sirve de base a la recreación de la historia. 
   Me falta hablar de esa parte romántica, de esa historia de amor que justifica el género en el que ha sido catalogada. Y no puedo decir que sea "rosa", empalagosa o típícamente pasional, sin más. Es una historia a tres bandas, una mujer entre dos hombres que también escapa al tópico del triángulo amoroso sustentado por una infidelidad; ni siquiera se acerca de pleno a esa manida tesitura entre el amor profundo y el amor carnal que podemos encontrar en muchas otras obras enmarcadas, sobre todo, en el subgénero romántico-erótico. Yo me atrevería a catalogar esta relación como una consecuencia de los propios conflictos de Rosa, la protagonista, que se deja llevar alternativamente por la idolatría de lo deseado y no vivido (lo cual suele despertar pasiones cuando existe sobre todo atracción física) y del amor profundo y mejor conocido que no resulta ser lo que parecía ser. ¿O sí? Y es que otro de los alicientes de la novela son los secretos de familia que Rosa va descubriendo con el paso del tiempo y que la llevan a dudar de todo y de todos, provocando en nosotros la intriga necesaria por saber qué habrá ocurrido realmente en el pasado y lo que ocurrirá después.

   Amor, pasión, conflicto, intriga..., insertados en una época y un entorno perfectamente documentados que sirven como telón de fondo a la historia, pero tomando partido en ella, no como simple atrezzo. Es, "En tierra de fuego", una novela que escapa de esa etiqueta prejuiciosa con que suele catalogarse a la romántica en general, porque ofrece mucho más, aunque su historia de amor sea el elemento más significativo de la misma. No he leído todas la demás novelas presentadas al concurso de Harlequín, por supuesto, pero creo que "En tierra de fuego" es muy digna de ese primer III Premio Digital HQÑ con el que se alzó a primeros de este año 2015.

   Felicidades, Mayelen! 
   Y felicidades a Harlequín Ibérica por elevar el nivel de calidad de la romántica!

   Y para terminar, como homenaje a Rosa y a esa tierra argentina en la que vivió, os dejo a ritmo de tango, el baile pasional y erótico por excelencia.




Lecturas 2018.

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