29 ago 2013

RELATO: "AMOR ADOLESCENTE"

   No quiero marcharme de aquí, abuela. Mi madre vendrá a buscarme a finales de semana. Empieza el instituto y sé que debo preparar los libros, los cuadernos, comprar una mochila nueva y algo de ropa, la del año pasado se me ha quedado pequeña y las faldas me quedan demasiado cortas; mamá ya ha empezado a echarme sus sermones sobre la decencia y las apariencias. Bueno..., eso cuando está de buenas, porque cuando se enfada me dice bruscamente que no quiere que me parezca a esas putillas de tres al cuarto que van a clase conmigo. Siempre ha sido demasiado formal; pero tú no eres así, he visto tus fotos atrevidas de cuando eras joven y la he oído a ella y a mis tíos comentar detalles de tu temperamento, de tu carácter rebelde y "adelantado a tu tiempo", una expresión que no he comprendido bien hasta ahora. Por eso te escribo esta carta, no me atrevo a confesarme cara a cara, pero sé que me entenderás y que mediarás entre mi madre y yo para quedarme aquí, al menos un par de semanas más. 


   Estoy enamorada, abuela. Él llegó a principios de verano para pasar unos días en casa de Jose, el chico que siempre aseguré que me gustaba hasta que lo vi a él, a Ángel, con su camiseta negra, los vaqueros desflecados como los que odia mi madre porque dice que son propios de pordioseros, y sus cabellos despeinados cayéndole sobre la cara. Me subió un calor por el cuerpo como nunca había sentido y hasta tuve que esconderme porque no me atrevía a mirarlo a los ojos. ¿Recuerdas que una vez te pregunté qué se sentía cuando estás enamorada? Me dijiste que no hacían falta explicaciones, que sabría reconocerlo llegado el momento. Y qué razón tenías, se me arrugó el estómago cuando pronunció su nombre, y Ana tuvo que darme un manotazo en la espalda para que soltara el mío porque me quedé trabada como una idiota. Él apenas me miró, creo que ni siquiera se fijó en mí, menos mal, porque sentí una vergüenza enorme cuando me empujaron para que le diera dos besos en las mejillas y él puso su mano en mi brazo como un príncipe azul. No te diste cuenta, abuela, pero aquella noche no dormí. No sabía lo que me había pasado, pero sentí que mi vida cambiaba. Y esa misma noche decidí que quería ser otra, me la pasé observándome en el espejo para decidir si era guapa o tan solo una chica del montón. Porque si yo era una chica del montón, Ángel no se fijaría en mí, y el verano se convertiría en el peor de toda mi vida. 

   He venido aquí muchas veces para pensar, y me he tumbado justo donde estoy ahora, bajo los pinos, porque el silencio que hay me deja hablar en voz alta, que es como yo necesito meditar las cosas. Aunque tampoco tengo mucho que meditar, la verdad, solo intento adivinar lo que debo hacer, cómo debo comportarme para enamorarlo, porque es la primera vez que siento algo tan fuerte y me da vergüenza confesarlo... Vale, voy a ser sincera, no me gustaría mentirte: no me da vergüenza, es que no quiero decirles nada a mis amigas porque estoy celosa, abuela. Y porque tengo complejo y no quiero que se rían de mí. Sí, ya sé lo que vas a decirme, que tengo que aceptarme como soy y sentirme orgullosa de mí misma, ¡pero es que no tengo pecho, abuela, y Teresa, sí! Ya se me han subido los colores otra vez, y eso que no estás delante, ¡pero es que es la verdad! No sé por qué tengo que ir tan atrasada. Hace unos días, cuando nos bañamos en el río, Teresa se quitó el bikini detrás de un árbol para ponerse la ropa interior seca y la vi. Vi su cuerpo, abuela. No llevaba relleno en el sujetador, eran sus pechos, que ya han crecido y son redondos y duros. Tenía vello en las axilas, y... ahí..., ya sabes, mucho. Y ya se depila las piernas y se pinta las uñas de los pies. Ana me pilló mirándola fijamente mientras se cambiaba y yo disimulé rápidamente para que no creyera que era lesbiana. Me pregunté si Ana también estaba tan desarrollada como ella, pero en el fondo Ana me da igual, porque Ángel es con Teresa con quien tontea. Y yo aún no tengo nada, abuela, estoy lisa como una tablilla y ahí abajo solo tengo algunos pelitos sueltos que ni se ven. ¡¿Cómo se va a fijar en mí si tengo un cuerpo de niña pequeña?! Sí, también sé lo que vas a decirme, como para no saberlo, con la de charlas que hemos tenido a espaldas de mamá. Sé que la belleza está en el interior y que el chico que esté conmigo debe quererme por mi carácter, no por mi físico. ¡Pero eso díselo tú a Ángel, anda, díselo! ¡Si se le van los ojillos detrás del culo de Teresa, que lo he visto yo! Y ella, la muy..., se contonea y se sonríe porque sabe que lo tiene en el bote. Pero, ¿adivinas lo que más me fastidia de todo, abuela? Que ella no está enamorada de él, sólo quiere presumir y fardar delante de nosotras de que ya es mujer y gusta a los chicos que se proponga, y tú no la conoces, abuela, tú no sabes cómo es. Le gasta bromas, le sonríe y se deja tocar haciéndose la tonta: ayer, el muslo; hoy, la cintura; y mañana, a saber qué, porque hasta le roza la espalda con el pecho cada vez que se acerca por detrás. ¡Y en el río ya...! Para qué hablar. Consigue que Ángel la coja por las piernas y bajo los brazos para darle ahogadillas y él aprovecha para palpar lo que puede en mitad del juego. ¡Tendrías que ver su cara, se le cae la baba, abuela, y a mí me enciende! El otro día, después de pasarse una hora haciendo tonterías de ese tipo, Ángel salió del agua y me quedé pasmada. ¡Tenía un bulto enorme entre las piernas! ¡¿Tan grande es eso, abuela?! 

   Me siento un poco triste, porque no sé qué hacer. Por un lado, me dan ganas de guantear a Teresa y mandarla muy lejos de nosotros. Pero claro, ella no sabe que yo estoy enamorada de Ángel. Bueno..., enamorada, no, ¡estoy coladita hasta los huesos!, como dice mi madre cuando ve películas románticas en la tele. Así es que en el fondo no puedo culparla. ¡¡Pero es que me da una rabia!! Es el amor de mi vida, lo sé. Estoy deseando levantarme por las mañanas para verlo, me hace gracia todo lo que dice y me resulta tan simpático... ¡¡Y es tan guapo, abuela, es tan guapo!!

   Necesito que me ayudes, por favor. Me cuesta mucho pedirte esto, pero lo necesito. He rebuscado en el armario y he revuelto toda mi ropa, y es muy infantil, abuela. Ana se viste muy moderna y se pone esas faldas mini que a mi madre no le gustan. Y Teresa se peina muy chic y ya usa zapatos con un poco de tacón. ¡Y se pone algo de rimel en las pestañas para hacerlas más largas, y está guapísima! A su lado, parezco la hermana pequeña y como Ángel es algo mayor que nosotras, no me mirará si visto así.

   Te voy a contar un secreto, pero por favor, no se lo cuentes a mi madre, que no me dejará volver aquí más. Anoche jugamos a la botella. Teníamos que contestar la verdad a una pregunta, si no, debíamos acatar la orden que nos dieran los demás. Me preguntaron qué chico me gustaba y no me atreví a contestar, así es que tuve que hacer lo que me ordenaron: dejar que un chico me besara detrás de los pinos. Giraron la botella y se paró en Ángel. ¡La boca de la botella se paró apuntando a Ángel y yo creí que me iba a desmayar de la emoción y de la vergüenza! Me cogió de la mano y me llevó detrás de un arbol grueso, aunque como estaba oscuro, los demás no iban a poder ver nada. El corazón me empezó a latir muy fuerte, abuela, y casi no podía respirar. Yo apoyé mi espalda sobre el tronco y él se acercó despacito, sonriéndome. Me puso una mano en las caderas y con la otra me sujetó la barbilla y me levantó la cara. ¡¡Cómo me temblaban las piernas!! Cerré los ojos pensando que me besaría en la cara, pero lo hizo en los labios. ¡Me besó en los labios, muy despacito, y se quedó un ratito pegadito a mí, sin moverse! Yo no hice nada, solo esperé a que él se separara. Creo que fui una palurda, seguro que Ángel pensó que era una niñita tonta e infantil, porque no moví los labios como he visto hacer en las pelis. Ya no pude hablar más en toda la noche. Y tampoco dormí. Esa noche tampoco dormí, no podía dejar de imaginar la cara de Ángel pegadita a la mía para darme el beso. Y quiero repetir, abuela, pero si no me espabilo, él ya no lo hará más, estoy segura, ¡y me gustó tanto lo que sentí...! Por eso quiero que me ayudes a parecer un poco mayor. Pero también quiero que me digas hasta dónde puedo llegar para no ser putilla, para que los chicos no piensen que soy facilona y me busquen solo para darse el lote, como hacen con Mónica. Como ves, estoy hecha un lío. Seguro que piensas que el año que viene habré desarrollado del todo y lo tendré más fácil. Pero no sé si él volverá. No sé si Ángel pasará de nuevo con nosotros el próximo verano, abuela.

   Teresa se va mañana, es mi oportunidad. Si me quedo unos días más podré estar con él a solas, sin la buscona de Teresa metiéndose por medio. Pero para eso necesito que mi madre me deje quedarme algo más de tiempo. 

   Será nuestro secreto, abuela. ¿Me lo podrás guardar?


© Pilar Muñoz Álamo - 2013

22 ago 2013

CUMPLEAÑOS FELIZ: UN CHEQUE REGALO PARA TI.

    Hoy es un día especial!!

  Hoy toca soplar las velas, apagar la lumbre nueva que se une a las que ya se subieron años atrás a bordo de la tarta y se resisten a bajar, a ceder ese espacio ganado a pulso día tras día a lo largo de cada año plagado de obligaciones cotidianas, vivencias novedosas, experiencias instructivas y momentos de deleite personal que han provocado más de una sonrisa, más de un momento feliz. Un vela nueva que sube marcada por una pérdida irreparable, pero deseosa de servir de puerta a la esperanza de que todo vaya por buen camino a partir de hoy, o al menos, a la esperanza de que sepa trotar por los senderos que se muestran ante mí sorteando los obstáculos lo mejor posible y en la mejor compañía.

    Lo habitual en estos casos es que sea la persona que cumple años quien reciba el regalito de quien la felicita. Pero yo quiero ser original. Yo quiero hacerlo al revés. Invitaros a vosotr@s sin recibir nada a cambio. Adentrarme en vuestra casa y no vosotr@s en la mía. Intentar por todos los medios que disfrutéis, que paséis un rato agradable, que os emocionéis, que os sorprendáis, que vuestra mente visite escenarios nuevos con experiencias cercanas. Pero no deseo hacerlo sola, sino en compañía de mis chicas... ¡Si nos dejáis!, por supuesto. ¡Si nos aceptáis!, por supuesto. ¡Si nos abrís los brazos sin compromiso alguno! 
   Hablo de Ellas, de las que También Viven día a día con fuerza y con entereza, como much@s de nosotr@s.

    ¿Os apetece darles la mano? Si es así, sólo tenéis que decírmelo. Sólo tenéis que dejarme un comentario en esta misma entrada anunciándome que sí, que estáis dispuest@s a abrirles las puertas de casa, y enviarme un mail a ellastambienviven@gmail.com con vuestro nombre o nick (el mismo que habéis utilizado en el comentario de la entrada) y vuestra dirección de correo electrónico, donde Amazon os hará llegar un cheque regalo promocional para que podáis descargaros gratuitamente a mis dieciséis niñas, las mismas que conviven bajo el título de "Ellas También Viven.Relatos de Mujer". 

    Estamos en agosto, un mal mes para conexiones a internet; las vacaciones priman sobre el resto de las aficiones. Por eso he pensado dejar abierta la posibilidad de apuntarse hasta el próximo miércoles a las 23'00 horas. Tengo diez cheques sobre la mesa, diez maletas preparadas para viajar. Vosotros decidís. Si terminado el plazo me sobra alguna, la guardaré para una próxima ocasión. Si nos hemos quedado cortas, las sortearemos, y que el destino les adjudique el rincón donde viajar.

  Os esperamos. Estaremos encantadas de que sopléis las velas con nosotras, pero sobre todo y ante todo, de haceros cómplices de algunos momentos cruciales de nuestras vidas. 

   Un beso!!


 

         Ellas También Viven: Dos añitos de vida


                                                          Ellas También Viven: Booktrailer
   

15 ago 2013

"BAJO LOS TILOS" de MARÍA JOSÉ MORENO.

   


   No he leído mucho en estas vacaciones. Tengo que reconocer que el intenso proceso de corrección de mi propia escritura en estos últimos meses hasta verla del todo terminada me dejó la mente un poquito lerda para concentrarme en más letras, así es que al último libro que abordé (La bibliotecaria de Auschwitz) me ha llevado verle el fin más tiempo de lo que hubiera querido. Tal vez por ello, cuando dije de comenzar el siguiente opté por dejar a un lado el tocho que tenía previsto -a pesar de sus buenísimas críticas- para adentrarme en su lugar en historias de menos páginas. Pero en esta ocasión, quise que estuvieran contadas por nuevos valores literarios cuya narrativa aún no había descubierto, movida tal vez por lo que despierta esa cercanía que nos proporcionan las redes sociales y el contacto directo o indirecto con quienes luchan por meter la cabeza en el mundillo de los escritores con la ilusión palpable de no volver a sacarla de ahí jamás. Y así topé con María José Moreno y con su novela corta Bajo los tilos, una novela intimista, según ella misma define, en la que fluyen los sentimientos y las emociones que despiertan los secretos inconfesables de la propia familia de la protagonista a la que ella -ingenua- creía conocer. Y como ya sabéis (por lo que escribo y, sobre todo, por ese libro de relatos que circula por ahí) que me atraen especialmente este tipo de historias cargadas de las emociones que la propia vida nos depara, pues no dudé en descargármela de Amazon para engullirla en nada y menos de tiempo. 

   A veces no dejo de sorprenderme de la confianza con que me hablan mis hijos, de su desparpajo para confesarme y preguntarme cuestiones que en muchas ocasiones rayan la intimidad, tanto la mía como la suya propia. Y no porque me asombre, porque me violente o porque yo no haya fomentado tal actitud en ellos, sino porque no puedo evitar ser consciente de lo mucho que ha evolucionado nuestra sociedad en relativamente pocos años, de cómo los lazos de unión en la familia se han ido tejiendo cada vez más en sentido transversal y horizontal, en lugar de vertical, hasta llegar a hablarnos de tú a tú; a veces, puede que hasta en exceso. 
   Pero no seré yo la que le haga ascos a ese tipo de relación, todo lo contrario. Aunque perdure la necesidad de establecer unos límites claros en las relaciones paterno-filiales, celebro que agonice y hasta muera ese respeto enfermizo e invalidante que hace años coartaba la libertad de la familia para levantar la voz y huir de una tolerancia aberrante, para confesar los problemas de sus miembros, los temores de la vida de cada cual, o esos secretos del pasado que siempre pesan sobre el futuro, magnificados a veces por una cuestión de moralidad caduca, de retrógrada educación, o por unas normas sociales rígidas y carentes de sentido común que nadie se atrevía a poner en tela de juicio alegramente. Y ése es el núcleo, la base sobre la que María José Moreno sustenta su historia. 
   Durante toda su lectura no he podido evitar que mi mente divagara por  familiares de generaciones anteriores analizando su estilo de vida aunque solo fuera de pasada, por esos momentos en los que, sentados un domingo alrededor de la mesa camilla, mi madre nos ha desvelado secretillos ocultos de mayor o menor importancia de tíos, primas o abuelos que nunca antes se atrevieron a lanzar a los cuatro vientos por vergüenza, temor, odio o por el más que probable rechazo social, cuando la generación de nuestros hijos no tendría ahora ningún remilgo por revelarlos. Me ha hecho reflexionar incluso en las veces en que nosotras mismas hemos obviado que nuestra madre, además de madre, era hija, esposa, amiga o amante, y que sus sentimientos y su forma de vivir esas relaciones no solo eran distintas a las que mantenían con nosotras, sino que además desconocíamos sus detalles por no haber estado presente en sus círculos cuando actuaban como tales. Y muchas de esas facetas, al igual que ocurre en la novela, las hemos descubierto cuando ya no estaban, cuando hemos dejado de mirar en una sola dirección para conocer las impresiones que de ella tenían quienes también compartieron su vida; afirmaciones -a modo de ejemplo- como que de joven fue una mujer de bandera capaz de levantar pasiones, que era una consejera excelente para todas sus amigas, que tenía un espíritu de sacrificio mudo digno de admirar, que era una confidente extraordinaria, capaz de llevarse los secretos vertidos sobre ella hasta la tumba..., o descubrir que también sentía deseos carnales como cualquiera de nosotras. Revelaciones que nunca se hicieron en su momento por haber sido coartada su libertad de alguna forma o por cuestiones inherentes a la propia educación que se les impartió y que en muchas ocasiones ha levantado un muro de cristal engañoso entre la familia por su aparente transparencia, pero de franqueo imposible por la sólida estructura que siempre tuvo y que no nos dejó llegar hasta el corazón donde dormía oculto más de un secreto. 
   Dicen que en la vida siempre existen segundas oportunidades, pero no siempre es así. Los errores y sucesos del pasado pueden olvidarse, aunque en ciertas ocasiones su peso hace mella en un futuro que, o bien no se construirá de la misma forma, o incluso puede que se desmorone ante algún descubrimiento que haga tambalear las bases sobre las que construimos nuestra vida, como ocurre en Bajo los tilos. Y resultará complicada de recontruir cuando la oportunidad de redimirnos, de pedir perdón, de ofrecer ayuda, de modificar nuestra actitud ya no sea posible. En tal caso, el peso de nuestra conciencia puede resultar una losa demasiado pesada de sobrellevar, aunque el amor por la familia y el deseo ferviente de mantenerla unida a pesar de todo puede ser lo que contribuya con éxito a salvar el escollo, como María José deja patente en su historia. 

   Es esta una novela intimista, ciertamente, cuya lectura me ha resultado pausada, tranquila, tal vez porque María José se recrea en las descripciones para ofrecernos una visión detallada de la forma en que está trazada la vida de María, su protagonista, y de las emociones que van despertándose en ella a medida que se van desvelando indicios de que las cosas no son como parecían, ni su familia es quien aparentaba ser. 
   La intriga de conocer los secretos inconfesables de los que nunca supo, mezclados con las percepciones viscerales y sentimentales de la protagonista son las dos notas que caracterizan la novela, aderezada por una narración de lenguaje sencillo pero muy cuidado, yo diría que más cuidado de lo que aparentemente podría parecer.


   Os dejo la sinopsis, y si os animáis a leerla, podéis encontrarla en Amazon, ahora bajo el sello de Ediciones B.

       Elena fallece en el avión que la traslada de Madrid a Nueva York. Su familia no sabía que había emprendido ese viaje. Elena guardaba un gran secreto.
         Cuando su hija María recibe la trágica noticia, se ve envuelta en una espiral de preguntas sin respuesta. ¿Qué hacía su madre en ese avión?, ¿por qué iba a Nueva York?, ¿por qué no se lo había contado a nadie?... Preguntas que la sumen en una difícil y tenaz búsqueda en el pasado de su madre hasta conocer sus más íntimos, oscuros y dolorosos secretos. 


   



   

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