3 mar 2012

DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER: REFLEXIONES.

  ¡Hoy me he levantado un poquito reivindicativa! No sé si es que no he dormido bien o son los nervios de mi próxima presentación, que me oprimen el estómago y me hacen ver los fantasmas que pululan por la vida con mayor claridad. Hoy he decidido dejar al margen al libro y a sus protagonistas -que nada tienen que ver con este tema en concreto- y cambiar, por primera vez, los cuentos y los relatos por un artículo de opinión en relación con la desigualdad de género, que será sin duda uno de los mayores temas de debate el próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
   Contadme vuestra opinión, estoy abierta a la polémica. 



IGUALDAD DE GÉNERO:
UNA ECUACION DIFICIL DE RESOLVER EN CASA.

Como en muchos otros discursos filosóficos y morales, cargados de buenos aunque manidos consejos en torno a la consecución de la plena felicidad, el amor o la amistad, es mucho más fácil alimentar el discurso social con propósitos teóricos de igualdad que llevarlos a la práctica con el éxito prometido. Tanto… que en muchas ocasiones hasta llega a parecernos una auténtica utopía.
La persecución de esa igualdad, hoy tan políticamente correcta y socialmente deseable, está alterando gravemente el equilibrio emocional de innumerables mujeres, que no aciertan a ejercer en su vida cotidiana lo que parece ser un derecho constitucional que viene instaurándose, de forma progresiva e imparable, en los sectores públicos y sociales que nos ha tocado vivir.
Pero es que… llevar la igualdad a nuestro  entorno privado y familiar aún es una tarea ardua y difícil cuando ha de hacerse en comunión con la pareja.  No cabe duda de que nuestro bagaje cultural y moral, compendio de normas, hábitos y múltiples enseñanzas adquiridas desde nuestra más tierna infancia, comprende multitud de estereotipos y roles de comportamiento propios de décadas anteriores que ya no se ajustan a nuestra actual realidad social. Enfrentarse a ellos y tratar de cambiarlos para conseguir una mejora en nuestra calidad de vida es fácil –en el caso de la mujer-, pero no resulta tan fácil alterar dichos patrones cuando eso conlleva tirar por la borda parte de nuestros privilegios, de ahí que el hombre pueda mostrarse reacio a colaborar voluntariamente en el avance del género opuesto.
El segundo gran inconveniente es el hecho de tener que compartir las mismas atribuciones. Las actividades autónomas, en las que uno mismo es juez y parte plena de su propio trabajo, no suele ser una fuente de problemas: uno sabe lo que debe de hacer, cómo y cuándo. Pero trabajar en colaboración es diferente. Como en cualquier empresa o entidad similar, la más mínima discrepancia entre los miembros del equipo a la hora de percibir, valorar y ejecutar las tareas puede generar serios conflictos interpersonales, máxime cuando la raíz del problema radica fundamentalmente en determinar hasta qué punto son éstas necesarias y obligatorias. Valgan algunos ejemplos: ¿Hasta qué punto es necesario hacer la cama a diario si al llegar la noche se vuelve a deshacer? ¿Hasta qué punto es necesario planchar una camisa que volverá a arrugarse con el asiento del coche o bajo la chaqueta? ¿Hasta qué punto es necesario disponer de cerveza fría para ver un partido de fútbol? …Difícil de resolver cuándo todo, o casi todo, es  cuestión de opiniones, diferentes perspectivas y distintas prioridades: los hay que son felices manteniéndolo todo en orden; otros lo son jugando un partido de paddle tras haber huido apaciblemente del caos hogareño. Al igual que numerosos profesionales se han preocupado durante años de elaborar medidas válidas y fiables para catalogar como “normales” diferentes aspectos personales y de nuestra vida en general, tal vez deberían elaborar también tablas con puntuaciones normalizadas que nos ayuden a discriminar, de manera objetiva, entre un grado de suciedad normal y un grado de roña superlativa, lo que llevaría implícita la decisión de limpiar sin que ésta dependa del género (femenino o masculino) de la retina que la analice. O cada cuánto tiempo es higiénicamente saludable cambiar las sábanas de la cama.
Pero aún existen otros matices dignos de tener en cuenta. Si la mujer no realiza un trabajo remunerado fuera de casa, como tradicionalmente ha venido ocurriendo, los roles parecen estar asumidos de antemano y el reparto de tareas podría parecernos un poco más sencillo; nada más lejos de la realidad, porque aún quedan por solventar aspectos tan escabrosos como el habitual exceso de jornada laboral y la ausencia de festivos para el ama de casa, cuestión no exenta de serios problemas origen de numerosas disputas conyugales. No obstante, si ambos miembros de la pareja trabajan fuera del hogar familiar, la complejidad a la hora de distribuir las obligaciones caseras se hace incluso bastante más notable, porque claro… no es lo mismo tener un trabajo a media jornada que a jornada completa, un trabajo con jornada partida que jornada intensiva, un trabajo con adversas condiciones físicas o climatológicas (albañil, limpiadora…) frente a los beneplácitos de una oficina o similar, un trabajo con una excesiva carga intelectual o aquél remunerado  mediante la consecución de objetivos, lo que implica la posibilidad de tener que llevarse trabajo a casa… ¿Cómo se reparten todas las demás obligaciones en tales casos? ¿Por mitades? ¿O sería más aconsejable hacerlo por porcentajes? “Un albañil con un trabajo a jornada completa debe participar en la cuarta parte de las obligaciones familiares si su pareja es auxiliar administrativa en una oficina, pero si trabaja en la calle como barrendera del servicio municipal de limpieza entonces… ¿en cuánto debe colaborar él? ¿En un 50%? ¿En el 45%? Aquí también deberíamos recurrir a un experto sociólogo para que elabore una enorme matriz de doble entrada con todas las posibles ocupaciones profesionales de ambos géneros, y establezca, para todas y cada una de las combinaciones posibles, en qué medida han de repartirse las controvertidas obligaciones caseras. Aunque claro… previamente habría que puntuar cada una de esas tareas para saber de forma expresa lo que conlleva nuestro 40%, si con hacer la compra, la cama y la comida es suficiente, o tal vez debamos poner también la lavadora y ayudar a los niños con las tareas escolares…
En fin, a día de hoy, para acabar solventando de forma satisfactoria tan compleja situación, todavía hay que apelar a un sentimiento de amor y de mutuo respeto, en la que el deseo de bienestar hacia nuestra pareja conlleva una disposición voluntaria de aliviarla de la carga de afrontar en solitario la mayor parte del trabajo familiar. Lo peor es cuando tales sentimientos están perdidos en algún lugar recóndito del corazón. 

Mª del Pilar Muñoz Alamo - 2012

13 comentarios:

  1. Pilar, voy a ser muy directa: Las primeras, y me duele e irrita decirlo, las primeras que ponen zancadillas (sociales, personales) a las mujeres SON las propias mujeres. Tengo miles de ejemplos a mi alrededor. Ellos son perfectamente capaces de desarrollar cualquier tipo de trabajo o tarea, como cualquier ser humano, si lo intenta... peeeroooo "lo tienen que realizar como nosotras se lo decimos" entonces surge el "¡Qué desastre, déjalo, que ya lo haré yo!" Y ahí empieza, o termina, todo. Para más "inri" los avances en mentalidad y educación, importantísimos, que se habían logrado en los últimos años, se están diluyendo en las nuevas generaciones. No soy amiga de las estadísticas, pero ¿a quién afecta más el paro? ¿Quién "lleva peor" quedarse en casa cuando un ERE llega a su vida? Mientras las mamás no impulsen la igualdad SOCIAL en la familia (por supuesto, no incluyo, la física o emocional que ya entraríamos en otro debate)seguiremos igual.

    Un factor importantísimo a tener en cuenta en este problema es el religioso. ¡Con los templos hemos topado! Y no sigo por aquí porque nunca acabaría este comentario...

    ¿Podremos alguna vez dejar de conmemorar esta fecha con el significado que lo hacemos ahora? OJALÁ SEA PRONTO.

    Gracias, Pilar, por plantear este debate reivindicativo y un fuerte beso.

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    1. A esas discrepancias en nuestra forma de ver y analizar las cosas me refiero, precisamente. Es difícil ponerse de acuerdo en cómo hacerlas. Y sí, yo también pienso que mientras necesitemos un día especial para nosotras es porque aún tenemos algo por lo que luchar. Esperemos que no tarde mucho en desaparecer, señal de que todo está ya como debe estar.
      Un besito y gracias por comentar.

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  2. Es triste, pero a día de hoy la diferencia en el reparto de tareas en el hogar sigue siendo alta...
    El paro nos afecta más a nosotras, los niños los tenemos nosotras... tengo una amiga que se ha quedado embarazada en dos ocasiones, y en la primera la echaron en cuanto se enteraron, y con la segunda la han echado en cuanto se ha incorporado después de la baja por maternidad...
    Efectivamente, como dice Koncha, el cambio tiene que empezar por nosotras mismas, pero la igualdad social tiene que ser impulsada desde arriba y desde abajo.

    muchos besos

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    1. Es una cuestión de mentalidad, educación y convencimiento propio de cada persona, una por una. Sí, es injusto el alto precio que pagamos a veces por una cuestión biológica que no elegimos nosotras. Tener hijos es, para muchas de nosotras, una experiencia formidable de la que no quisiéramos prescindir, pero trabajar es una cuestión necesaria de la que no "podemos" prescindir en muchísimos casos y menos hoy en día. Si ellos pueden conjugar ambas cosas, ¿por qué nosotras no? :(
      Un beso y gracias por tu aportación.

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  3. Por lo que veo mi hermana Koncha me ha tomado la delantera. Desde el otro lado del género voy a dar mi opinión que sé no es la mayoritaria entre nosotros, ni mucho menos. Yo nunca he tenido problemas con mi pareja por determinar quién se encarga de las labores domésticas, siempre he entendido que no hay labores para el hombre y labores para la mujer, hay labores y se tienen que dividir. Y en mis treinta años largos de convivencia hemos pasado por muchas fases: trabajando uno, trabajando el otro o trabajando los dos. Cuando he sido yo el que ha trabajado, ella se encargaba de la mayoría de las labores y al contrario. Hace muchos años que trabajamos los dos y compartimos. Yo no ayudo, comparto. Ha habido épocas en las que ella ha trabajado y estudiado y yo he cargado con casi toda la casa. Y viceversa. Siempre he tenido una cosa clara, lo primero que somos, ante todo, es personas. Y me viene a la memoria ahora uno de tus relatos, que no dudo que sea real en infinidad de casos, pero con el que no me siento en absoluto identificado, sobre quién lleva más dinero a casa. Encantado estoy de que, por su cargo y por sus esfuerzos en los estudios, ella ingrese desde hace bastante tiempo más dinero que yo en casa. Y te estoy hablando de casi el doble. Nunca hemos tenido celos profesionales, cada uno hemos sabido lo que queríamos y en dónde estábamos. Los hombres y las mujeres somos distintos, por supuesto y por fortuna, pero no somos contrarios. Repito, sé que mi situación no es la más común, pero también sé que tengo unos cuantos ejemplos entre mis amistades de lo que estoy contando. Dicho esto, estoy totalmente de acuerdo con las mujeres en defender, pero no atacar, la necesaria igualdad entre géneros que aún está por llegar. Además tenemos una lacra tremenda, la violencia de género, que nos avergüenza a los hombres. Apoyo también las palabras de Koncha. Ojalá que se dejase de celebrar ahora mismo el día internacional de la mujer, sería una noticia estupenda el que no se necesitase. Aquí sigo, Pilar, en defensa de la igualdad entre las personas y de tu libro.
    ¡Un besazo!

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    1. He aquí la excepción que confirma la regla. Bueno, en mi círculo íntimo de amistades tengo dos o tres excepciones más. Pero, como dije anteriormente, en la gran mayoría de las parejas que conozco los roles masculino y femenino están perfectamente delimitados: Él, en el sofá frente a la tele; ella, preparando la comida del día siguiente. Besos gordos.

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    2. Sí, yo también conozco "unos cuantos" casos más. Me temo que aún pasarán años hasta que consigamos erradicar el día :)
      Un beso, Koncha.

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  4. El Día Internacional de la Mujer y todo lo que promueve dejará de celebrarse (espero) cuanto todos piensen como tú, Román. Distintos, pero complementarios y al mismo nivel, y que lo que marque la diferencia en un momento dado sea, como tú expones en tu caso, las circunstancias puntuales que afecten a nuestras vidas, no una cuestión de género exclusivamente.
    Además de abanderado de mi libro, te voy a nombrar "abanderado pro-defensa de la igualdad de género". Se te va a acumular el trabajo, jaja.
    Gracias por aportarnos tu experiencia personal. Besos.

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    1. ¡Recojo el guante! Pero no de duelo, ni de boxeo, de goma para fregar los cacharros... Je, je.
      ¡Un besazo!

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  5. Hola soy Silvia,una entrada estupenda. Estoy con Román cuando dice que él no ayuda sino que comparte, ahí es donde está el problema. No queremos que nos ayuden, si no que compartan el trabajo.En un lugar como en el que yo vivo,(me refiero en un pueblo)hay muy pocos hombres como Román. Y es muy cierto que las culpables de esto somos nosotras mismas,todas esas normas, habitos, enseñanzas inculcadas desde nuestra niñez han quedado implicitas en algunas de nosotras y hacen que la lucha sea más dificil. Besos.

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    1. Mientras más arraigadas están las tradiciones y la educación "antigua", más cuesta avanzar en ese sentido. Ahí llevas razón,hay mujeres que siguen defendiendo ciertos roles femeninos y masculinos y ellas son las primeras que se avergüenzan de que los hombres hagan "tareas de mujeres". Nos queda un esfuerzo grande por delante, pero poco a poco se conseguirá, es cuestión de perseverar.
      Muchas gracias, Silvia por darnos tu opinión.
      Un beso.

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  6. Mientras haya que reivindicar será que no existe la igualdad, por mucho que nos pese reconocerlo.
    Y se siguen aceptando muchas cosas como normales.

    Besos

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    1. Efectivamente, que no haya un "Día Internacional del Hombre" es muy significativo :)
      Un beso.

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