19 mar 2016

RELATO: "PIEL DE MUJER".


   No tengo prisa por que me toques, adivinarte es tan excitante como sentirte. Aunque no sé bien qué sentiré, jamás estuve ante ti. Jamás estuve contigo así.
   Te soñaba tanto, tantas noches...  Y tu sonrisa me saludaba luego por las mañanas al llegar a la facultad. Tus labios musitaban «buenos días». Pero yo me colaba por ellos sin escuchar nada, con la conciencia rendida ante el intento de adivinar a qué sabrían... Notaba el rubor pigmentando mis mejillas y agachaba la mirada al sentirme delatada, con el estómago comprimido por un nervio adolescente que me hacía repetir entre dientes con obcecación: «No te marches, no te marches... No te marches». Hasta que un día te sentaste a mi lado, intuyendo tal vez mi plegaria muda. Abriste el portafolios sobre la mesa y rozaste el dorso de mi mano con la tuya. Quedé electrizada. Una corriente de energía me sacudió y me hizo suspirar como a una idiota, simulando un bostezo poco verosímil que solo sirvió para atrapar tus pupilas, fijándolas en las mías. Vi cómo frunciste el ceño para escudriñar mi mente y... probablemente mi corazón, porque tu vista recaló en mi escote y quedó allí varada unos instantes hasta devolverla a mis ojos. La cantinela del profe con su tediosa explicación me supo a música de violines cuando garabateaste en un papel que todavía guardo: «¿Un café?». Y lo deslizaste la cuarta escasa que nos separaba acompañándolo de un guiño que aún puedo ver al cerrar los ojos...
   No dormí. Adopté al insomnio por compañero aquella noche, repitiendo mi respuesta: «¡Sí, sí, sí...!», a sabiendas de lo que podría venir después. No pude calmar mi piel, en extremo sensible a aquel sentimiento de loca enamorada, de loca ilusionada... Sentí más que nunca tu voz, tus manos, tu boca y tu cuerpo a una distancia dolorosa...
   Hasta hoy. Hasta hoy en que esa voz se tornará un susurro que solo yo podré escuchar, próxima a mi oído... Hasta hoy en que tus manos, tu boca y tu cuerpo disolverán el espacio entre tú y yo para fundir nuestras pieles de una sola textura. Tus labios besarán los míos, tus senos acariciarán los míos... Y mi sexo disfrutará del roce de un igual, mientras nuestras manos se enlazan y nuestros corazones palpitan emanando ese amor que a todo le da color. Y en cuyo nombre todo cobra sentido.
  No tengas prisa por rozarme, a pesar de mi desnudez. Permíteme sufrir unos minutos más la espera de lo que tanto ansié. Y pide conmigo que este sueño no sea de los que al tocarlos se rompen. Pide conmigo que este amor sea eterno. Porque profundo y verdadero... ya es.
   © Pilar Muñoz - 2016

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Lecturas 2018.

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