SINOPSIS:

Son muchas las sensaciones que una novela puede dejarme al terminar de leerla, incluso a lo largo de su lectura, positivas o no tan positivas (si son negativas, no doy ocasión a verle el fin). Algunas de ellas me dejan un tanto indiferente, con el regusto a simple entretenimiento, sin mucho más; en otras, sin embargo, el buen sabor de boca que me queda tras cerrar sus tapas me lleva habitualmente a catalogarlas de dos formas: como "una buena novela" o como "un novelón". En el primer caso, la obra puede haberme encantado, decir de ella que es preciosa, incluso que me ha tocado el alma. Pero el termino "novelón" siempre llena mi boca cuando no solo el fondo y la forma es magistral, sino cuando además deduzco el enorme trabajo que la novela lleva inmerso entre sus letras, cuando me cuesta adivinar el extenso número de horas que el escritor ha podido invertir en la documentación previa que le permita recrear la ambientación y manejar los datos de la historia con la maestría con la que lo hace, cuando deduzco que una simple frase insertada en un párrafo descriptivo -con la ligereza de quien todo lo sabe- puede llevar implícitas, sin embargo, horas y horas de investigación. Un millón de gotas es un novelón, lo mires por donde lo mires. Y Víctor del Árbol no es solo el autor de esta novela, es un consumado ESCRITOR, así, con mayúsculas, porque no todos los autores de novela son escritores, por mucho que ellos se empeñen en autodenominarse así; escribir es un arte y un oficio, y yo soy de la opinión de que no todos llegan a dominarlo como para ostentar ese calificativo.
En Un millón de gotas se dan cita dos historias contadas de forma paralela en dos hilos temporales diferentes -interesantes por igual- que terminan confluyendo en una sola, porque en realidad conforman una sola historia. Constituyen el pasado y el presente de los personajes que circulan por ella, la causa y el efecto de cuanto acontece: la época de la Rusia stalinista, de la España franquista, las guerras y el cariz duro y sangrante de la barbarie desplegada sobre ciudadanos inocentes a manos de quienes ostentan el poder -en unos casos- o de quienes han de integrarse por obligación en la maraña bélica acatando órdenes para sobrevivir, poniendo a prueba la propia naturaleza humana que termina por ser moldeada contra la voluntad a costa de situaciones límite, recreadas y ambientadas magistralmente por el autor; y por otro, la búsqueda de la verdad por parte de quienes crecieron con ideales falsos, rodeados de mentiras que resulta peligroso descubrir, amores que no lo fueron, odios ocultos y alimentados por autodefensa, ideales capaces de ser vendidos por interés propio o ajeno, lides entre el bien y el mal, separados por una delgada línea y sin la certeza de saber con seguridad donde acaba uno y comienza el otro...
A lo largo de las hojas que soportan la historia, el autor juega con la intriga de forma estudiada, va desgranando detalles de una trama compleja perfectamente hilvanada y entretejida haciendo que mantengamos de principio a fin ese afán de hilar los acontecimientos que nos permitan formar el puzzle completo, darle explicación, y lo hace a lo largo de ambas historias, permitiendo incluso que el lector disponga a veces de una información de la que los propios personajes carecen, haciéndonos contrastar la verdad con lo que ellos creen. Un planteamiento y un desarrollo muy hábil y muy inteligente por parte del autor.
Un millón de gotas es una novela que no puede leerse en cualquier momento. Requiere implicación y atención, por la cantidad de personajes que circulan por la historia y por la cantidad de detalles que Víctor del Árbol deja caer a lo largo de la trama como si fueran ese millón de gotas que ostenta su título y que deberán formar una lluvia completa y coherente que nos haga entender lo que ocurrió. Y porque cuesta asimilar la crudeza con la que, a través de unos personajes profundos y bien definidos, muestra el alma humana, en la que hurga para desnudarla y hacer que la contemplemos cuando circunstancias extremas pueden sacar a la palestra lo peor de nosotros, de nuestra naturaleza, de nuestra esencia primitiva e irracional desatada por el instinto de supervivencia.
Recrear una historia compleja como la que encarna Un millón de gotas es complicado, denota un gran trabajo, esfuerzo y habilidad. Contarla de la forma además en que lo hace Víctor del Árbol es cuestión de talento, de mucho talento, no solo por su estructura, sino también por la calidad de su narrativa, de la que me declaro admiradora fiel.
Fondo y forma. El autor aúna ambas cosas en esta novela y supera la prueba con sobresaliente. Creo que no tengo que decir que tiene en mí a una lectora en potencia de sus demás obras, a las que espero hincarle el diente no muy tarde.
No veo el momento de ponerme con ella pero seguiré tu consejo y la dedicaré el mejor momento,
ResponderEliminarbesucus
He leído varias reseñas de esta novela, todas muy positivas. Se nota que tú la has disfrutado y espero encontrar el momento para leerla. Besos.
ResponderEliminarTu lo has dicho, y poco más hay que añadir, Un millón de gotas es un "novelón" y Víctor del Arbol un magnifico "escritor". Besos.
ResponderEliminarTengo que leerlo, tengo que leerlo...
ResponderEliminarBesotes!!
He leído La tristeza del samurái de este autor y me gustó mucho así que seguro que ésta también me va a encantar.
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