Me abrasa el silencio, casi tanto como el calor adherido a las paredes de esta habitación que rezuman nuestro aliento vertido al aire, denso y entrecortado como una melodía de pasión, apresado entre sus poros para no delatarnos, para no desvelar su cariz ni la intensidad de su música convertida en gemidos día tras día. Me quema la ropa pegada al cuerpo, el tacto rugoso de la tela que no acostumbro a llevar cuando estoy contigo. Y me ahoga el pensamiento de no saber cuándo me liberarás de nuevo, cuándo volverán a deslizarse los botones de mi blusa entre tus dedos permitiendo que mis pechos acomoden tu mirada, cuándo dejarás caer mi falda para acariciar mis muslos, mis nalgas…, para encajar mis caderas en las tuyas y balancearlas con una cadencia pausada que se acelera y se torna loca al compás de nuestra excitación, de nuestra pasión no contenida, incontrolable…, furiosa.
Aspiro los efluvios de tu cuerpo, que aún vagan a mi alrededor a pesar del tiempo, y cierro los ojos intentando ocultar la melancolía que los tiñe mientras permito que mis propias manos despojen mi piel de sus vestiduras, que me desnuden con lentitud y me acaricien por entero cual si fueran las tuyas, con el dolor prendido al alma por no sentirte una vez más junto a mí.
Me siento ante la ventana y me ilumina el albor de la luna. Una brisa leve se filtra a través de ella y besa la desnudez de mi espalda, erizando mi nuca al imaginar por un instante que son tus labios los que se pasean por ella de arriba abajo, que es tu lengua la que me degusta como preámbulo a lo que te ofreceré después. Y entonces abro las piernas como si un resorte débil e involuntario se hubiera instalado dentro de mí, a la espera de que tus manos avancen para llevarme al éxtasis donde me quiero perder.
Jadeo, guiada por la emoción, el delirio, la lujuria o, tal vez, por la tristeza que me golpea el pecho en nombre de la soledad. Vuelvo la vista y observo la lejanía, el horizonte azulado de esta noche de verano. Y un reclamo fluye de mis entrañas, un reclamo extraño que mana con fuerza de mi entrepierna, de mi mente y de mi corazón, formando un cóctel imposible de desligar:
Jadeo, guiada por la emoción, el delirio, la lujuria o, tal vez, por la tristeza que me golpea el pecho en nombre de la soledad. Vuelvo la vista y observo la lejanía, el horizonte azulado de esta noche de verano. Y un reclamo fluye de mis entrañas, un reclamo extraño que mana con fuerza de mi entrepierna, de mi mente y de mi corazón, formando un cóctel imposible de desligar:
Vuelve a mí. Te espero.
© Pilar Muñoz Álamo - 2014
0 opiniones. ¿Me dejas la tuya?:
Publicar un comentario