Nada en esta hermosa empresaria parece indicar que disfrute sexualmente cuando ejerce el poder sobre los hombres. Al castigarlos y humillarlos, al conseguir de ellos su rendición más incondicional. Ante el mundo, Irene es una mujer rica y liberada, inteligente y con clase.
Nada en este atractivo abogado sugiere que pueda sentirse atraído por los placeres de la sumisión. Al contrario, David es un joven seguro de sí mismo, con un buen trabajo y una vida organizada, enamorado de su novia y a menos de dos meses de contraer matrimonio con ella.
Cuando los caminos de ambos se cruzan en una tarde de tormenta, Irene y David se lanzan a las aguas del sexo más prohibido sin pensar que el placer puede convertirse en una marea capaz de arrastrarnos a lugares de los que resulta imposible regresar.
Amor apasionado y erotismo se alían en esta historia intensa, atrevida y provocadora, que rompe todos los esquemas y nos adentra en los senderos más sensuales del deseo.
No cabe duda de que, en el fondo, la mayoría de las mujeres somos una románticas sin remisión y de que nos encanta y nos seduce de forma poderosa experimentar o, simplemente, contemplar el amor.
No podemos negar que en estas últimas 4 o 5 décadas, las mujeres hemos ido avanzando y evolucionando a pasos agigantados para dar rienda suelta a nuestros instintos y deseos sexuales en ciertos casos reprimidos y, en otros, incluso desconocidos para nosotras mismas, en vías de alcanzar una visión del sexo que los hombres ya poseen desde hace tiempo y que les permite conceptualizarlo como una entidad que puede disfrutarse de forma independiente al amor y sin que tenga que ir irremediablemente unida a éste. Sin embargo, a pesar de esos progresos, a la mayoría de nosotras aún nos cuesta desligarlo y disfrutar de la sexualidad per se, tanto en la vida real como en la literatura que nos gusta leer, de ahí que sigan teniendo más éxito entre las lectoras las novelas de corte erótico en las que el amor subyace en la historia que se nos cuenta, y que aceptemos de mejor grado, e incluso disfrutemos, las escenas en las que se nos describen con detalle las prácticas sexuales de los personajes de la misma, sin que esto signifique, por supuesto, que no haya mujeres amantes de la erótica sin más, como suele ser más habitual entre el género masculino.
En mi caso particular, tal vez no sea tan importante que exista ese amor de fondo en una novela erótica para que me guste de verdad, lo que sí exijo es que exista una trama que le dé soporte –a ser posible, no limitada a la relación monotemática entre los protagonistas-, y que el hilo de la trama vaya evolucionando de forma coherente, no como una simple excusa para describir una escena de sexo tras otra; que se nos presenten unos personajes bien perfilados y no superficiales o estereotipados, con una personalidad que los identifique y, puestos a pedir, que resulten reales y humanos, aunque no compartamos su forma de ser y de comportarse; que el argumento de la novela sea más o menos sólido, tanto sí es de corte romántico como si no, hasta el punto de sentirme interesada no solo por las escenas de sexo sino también por las que no tienen nada que ver con él, ya sea por lo que sucede en ellas, por lo que se describe, o por las reflexiones de los propios personajes en torno a sí mismos o al resto de la historia; y ante todo y sobre todo, que impere la calidad narrativa en la novela, porque el hecho de ser erótica no la deja fuera del ámbito de la literatura, y yo soy de la opinión de que el interés comercial de una novela no debería obviar nunca su calidad literaria, aunque me consta que esto ocurre. A partir de ahí, si las escenas de sexo se suceden con mayor o menor frecuencia no es algo tan sustancial para mí; tiendo a pensar que la catalogación de “erótica” lo aporta el alto contenido erótico de este tipo de escenas y la forma explícita y detallada con que se describen, así como las sensaciones, sentimientos o emociones que experimentan los protagonistas a lo largo de la misma, más que el número en sí de veces que estas se repiten.
Muchos de estos elementos están presenten en Los lugares secretos, de Paula Soler.
Tengo que admitir que cuando Grijalbo se puso en contacto conmigo para ofrecerme la novela, me lo pensé. Cincuenta sombras de Grey abrió la veda al consumo de literatura erótica por parte de las mujeres como si ésta no hubiera existido nunca, o como si el señor Grey hubiera hecho desaparecer, como por arte de magia (en realidad fue por arte de marketing) el rubor femenino a acercarse a este género literario, lo que supuso que tras ella vinieran un sinnúmero más de historias, la mayoría de ellas girando en torno al mismo tema: BDSM, dominación-sumisión o sadomasoquismo en diferentes grados con una aparente relación amorosa de fondo –y un protagonista irresistible- como gancho adicional para captar la atención de las mujeres. Tras leer las famosas Sombras y Ochenta melodías de pasión en amarillo, me dije que ya tenía suficiente a nivel literario con un tipo de prácticas sexuales que no me va, por eso dudé si leer o no Los lugares secretos. El hecho de que por una vez los papeles se hubieran invertido (que el dominado fuera él) despertó mi curiosidad; que alguna reseña aparecida con anterioridad hablara de una calidad literaria muy superior a las Sombras de Grey terminó de animarme.
Tras haberla leído, he de decir que la novela no ha terminado de llenarme del todo, aunque reconozco que me ha enganchado y me ha gustado bastante más de lo que pensaba. Pero dejad que me explique: no ha terminado de llenarme del todo por una cuestión no imputable a la novela, sino a mí misma, tal vez; como ya he dicho antes las prácticas sexuales que giran en torno al BDSM, sadomasoquismo o similar no me complacen en absoluto, es más, me siento incómoda siendo testigo de la forma en que se practican. Soy consciente de que tanto en las relaciones sexuales como en las fantasías que acompañan al sexo, los juegos de dominación y sumisión se encuentran muy presentes, siendo el patrón más habitual aquel en el que la mujer adopta el papel de sumisa bajo el control y el poder de su pareja, pero de ahí a introducir el dolor (a un nivel importante) y la humillación como parte sustancial del juego erótico va un abismo para mí y estos últimos elementos me producen sensaciones que no disfruto, adopte quien adopte cada papel. De ahí que no me haya terminado de llenar la historia, no he sentido la excitación que se espera que despierte en el lector una novela catalogada como erótica, ni he empatizado plenamente con los protagonistas en esa cuestión. Sin embargo, y siendo objetiva, tengo que admitir que me ha gustado más de lo que pensaba porque en la novela están presentes algunos de esos elementos imprescindibles para mí que ya exponía al comienzo de esta opinión.
Paula Soler vuelve a plantear como tema de fondo la práctica del BDSM, aunque no enfocado de la misma forma en que lo han hecho otras novelas del género. Tal vez eso explique que yo me haya quedado con la sensación de que esta novela raya más lo romántico que lo erótico. El amor está muy presente en la relación entre los protagonistas y aunque las prácticas sexuales que lo acompañan acaben siendo de este tipo, no imperan en ellas de forma estricta las pautas convencionales del BDSM y los sentimientos comunes que suelen incitar a su práctica a quienes son adeptos a esta clase de sexo. Algo que me parece un acierto por parte de la autora (tal vez en deferencia a quienes no conocen ni comparten este tipo de relación sexual) es la de haber insertado en la historia reflexiones nacidas de boca de los propios personajes en las que se cuestiona el sentido de estas prácticas, lo que realmente les motiva a llevarlas a cabo, el por qué se adoptan estos comportamientos cuando los mismos que los practican las consideran como alejadas de lo “normal” (siendo la “normalidad” algo un tanto subjetivo de catalogar) hasta el punto de construir un submundo del que no se habla a quienes son ajenos a él, y lo más importante, confesiones que desvelan lo que sienten realmente sus adeptos: algo instintivo a nivel sexual que lo aleja por completo de una elección voluntaria, un instinto lo suficientemente fuerte una vez descubierto como para que resulte sumamente difícil luchar contra él y con las sensaciones placenteras que despierta, aunque resulte a todas luces incomprensible hasta para ellos mismos. Y me parece un acierto precisamente por eso, porque en la propia trama se da respuesta a algunas preguntas que muchos de nosotros nos hemos hecho alguna vez en torno al tema, lo cual contribuye, si no a que lo compartas, sí a que entiendas, aceptes y respetes a quienes libremente, con madurez y plenitud de conciencia optan por un concepto de placer sexual distinto al que cada cual practica en la intimidad: “¿Por qué los fetichismos ajenos, el sexo de los demás, siempre nos parece enfermizo?” (Los lugares secretos).
No es esta una novela en la que el sexo lleve la voz cantante, es una novela en la que un tipo de sexualidad da sentido al desarrollo de la historia, a la evolución de la relación amorosa entre los protagonistas, así como a su propia evolución personal, porque no son estos personajes planos, sino de los que se descubren a sí mismos, se sorprenden, se sienten confundidos, se replantean lo que parecían bases sólidas en su vida, cuestionan lo que han sido hasta el momento y lo que desean ser a partir de ahora, y cambian para adaptarse a lo que las circunstancias les deparan, aunque ello implique una lucha interna algo tortuosa durante esa especie de transformación. Personajes que no se limitan a actuar, sino que vierten sus constantes reflexiones a lo largo de las páginas para que los sintamos cercanos, reales y sobre todo, humanos.
Me ha gustado la narrativa de Paula Soler, con un lenguaje cuidado, fluido, con descripciones precisas que sitúan la historia sin ralentizarla, diálogos bien construidos que despiertan interés, haciendo uso además de una estructura en la que juega con pequeños saltos en el tiempo para ir contando lo que ocurre, lo cual aporta más dinamismo a la narración. Y me ha gustado que opte por el uso de dos figuras narrativas (los propios protagonistas de la historia) para contarla en primera persona ofreciéndonos en muchos casos una visión alternativa del mismo suceso, los sentimientos, sensaciones y reflexiones diferentes que un mismo hecho llega a suscitar en cada uno de ellos.
Hacer una recomendación de su lectura no solo es difícil, es que a mí además no me gusta hacerla, porque tanto el género literario (romántico-erótico) como el tema de fondo que se plantea no tienen por qué ser, a priori, del gusto generalizado de los lectores. Lo que sí puedo decir es que es una novela bien escrita, bien contada, con una trama que da soporte a la historia y un final que deja buen sabor de boca, sin un número excesivo de secuencias eróticas que, dicho sea de paso, están narradas con detalle, pero con mucha elegancia y sin que en momento alguno resulten burdas o soeces. Una novela que engancha y que cumple bastante bien con su función de entretener, siempre y cuando lo romántico y lo erótico sean una combinación aceptada de buen grado.