24 nov 2014

DA MIEDO.

   Da miedo. Da miedo empezar de nuevo. Aunque tal vez no sea ese el término más acertado, sino respeto. Cuando una novela termina tengo la impresión de haberme deslizado por la ladera de una montaña después de haber conseguido escalarla hasta su cima, para volver a sentarme a sus pies mientras miro hacia arriba, con la vista puesta en el pico siguiente que siempre me parece más alto que el anterior, escarpado, difícil de abordar, preguntándome si dispongo de herramientas y habilidad suficiente para volver a emprender la hazaña con más garantía de éxito que en la anterior ocasión. Y siempre me asaltan las mismas dudas: ¿he aprendido algo nuevo?, ¿he mejorado mi técnica de escalada con la experiencia?, ¿resulta recomendable abordar la cima por un camino similar al anterior o tal vez sea bueno investigar nuevas rutas?, ¿merecerá la pena el esfuerzo por volver a subir? Y la más importante: ¿lo conseguiré con dignidad, con destreza, con brillantez, o con artimañas farfulleras que no me atreveré a mostrar?

   No hay nada peor que la exigencia propia, que la necesidad constante de superarse a sí mismo, de querer ser mejor a cada nuevo paso que se intenta dar. Ni nada peor que el miedo al fracaso, a no cumplir las expectativas propias y ajenas. Sí, también ajenas. Porque por mucho que uno escriba para sí mismo, nunca debe ser ignorante de la opinión de los demás, de quienes también marcan las referencias que nos califican como buenos, malos o mediocres, porque sería muy prepotente pensar que solo nosotros estamos en posesión de la verdad a la hora de calificarnos. Una combinación complicada pero necesaria, en la que cada cual juega un papel.

   Para seguir avanzando hay que tener claro el punto del que partimos, el nivel alcanzado y en el que estamos en el momento. Pero yo aún no lo sé con exactitud, aún no tengo suficientes referencias de los progresos, de lo conseguido con la obra que terminé hace un par de meses, apenas tengo opiniones, referencias, impresiones que me ayuden a dilucidar cómo y de qué forma seguir caminando. Y en qué dirección. 

   Tal vez lo mejor sea esperar antes de comenzar de nuevo, no hay prisa. Pero deberé bloquear al gusanillo que llevo dentro y que empieza a despertar de su letargo. O no me dejará actuar con raciocinio o con el suficiente temple como para evitar errores, sino dejada llevar por la emoción, que, por otra parte, no deja de ser uno de los pilares fundamentales que me incita a disfrutar de todo esto.  

   Miedo. Un sentimiento que nos obliga a estar alerta, a superarnos, a no estrellarnos a la primera de cambio por exceso de confianza. 

4 comentarios:

  1. Un sentimiento tan necesario. Porque como bien dices es el que nos mantiene alerta, el que a veces nos hace parar y recapacitar, pensar... Es bueno tener miedo. Tiene que estar ahí, para superarlo, para crecernos, para aprender. Y lo superarás, estoy segura.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dicen que los valientes no son los que no tienen miedo, sino los que lo sienten y aun así, intentan vencerlo sin detenerse.
      Lo tendremos en cuenta :)
      Gracias, Margari!!
      Un beso!!

      Eliminar
  2. Estoy completamente de acuerdo con lo que decís las dos. Es un sentimiento muy necesario. En tu caso creo que no tienes motivos, pero está bien que lo sientas, no se te vaya a subir a la cabeza :p

    Besos para las dos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajaja, sí, mejor mantener los pies en el suelo, los tengo pegados con superglú, Estefanía!! :D
      Un beso!!

      Eliminar