23 jun 2015

RELATO: "AMOR SIN NOMBRE".


   Esta noche me he puesto mi mejor vestido, remarcando mis perfiles, mis curvas femeninas para él. He realzado mis piernas con zapatos de tacón y maquillado mi rostro con discreción, acentuando el verde oliva de mis ojos y mi carnosa boca. Unas gotas de perfume en el escote, suave, con un sutil aroma a cítricos y a jazmín. Y mi pelo recogido de forma casual, liberando mi cuello de envolturas que obstaculicen el roce de sus labios, tan deseado.
   Me hago acompañar por él y la acidez de mi estómago enturbia mi estampa cuando lo observo regalar su mirada a cualquier mujer que no sea yo. Como siempre. Un velo acuoso destiñe mis pupilas y respiro ante lo evidente. No puede forzarse el amor… Se puede despertar el deseo con un trozo de tela y lápiz labial, pero no un sentimiento… Resulta absurdo luchar contra lo prohibido cuando la curiosidad mata, cuando el instinto de probar lo ajeno, lo desconocido, se arraiga en las entrañas y se enraíza en ellas como un árbol centenario, indemne a las tempestades.
   Suelto su mano y lo dejo marchar de la estancia en la que estamos. Y de mi vida. Un nudo en mi garganta lo despide de mi vida, su ceguera y su ignorancia me están matando con lentitud, con crueldad, como a esas flores que terminan por marchitarse a falta de agua que las alimente.
   Me giro y me adentro en el baño, me avergüenza sentirme delatada públicamente por las lágrimas que batallan para aliviar mi ahogo. Y Ana, mi fiel amiga, mi confidente, me sigue rauda cerrando la puerta tras de sí para poder abrazarme en silencio, para volver a cederme un hombro sobre el que llorar sin pedirme explicación.
   A solas, ella toma mi rostro entre sus manos y lo eleva hasta que mis ojos encuentran los suyos. Busco en ellos una mirada cómplice, un atisbo de comprensión que me haga sentir protegida, que aniquile la sensación de vulnerabilidad que siento. Tal y como he hecho siempre. Pero esta vez me pierdo en ellos, la profundidad con que me miran me resulta extraña. Y dulce. Muy dulce. Mi respiración se contiene y frunzo el ceño con sutileza, en un gesto involuntario que intenta adivinar lo que está pensando, leer el mensaje escrito en sus pupilas, que dibujan cada centímetro de mi rostro con ternura  inusitada. Ella me aparta un mechón de pelo y seca la humedad de mis ojos con la yema de sus dedos, despacio, con suavidad, y un cosquilleo me alerta. Parezco estar mirándome a un espejo, la expresión que percibo en ellas es idéntica a la que las mías han dedicado a Pablo durante años…, cuando estaba enamorada. Me embarga un mutismo absoluto, no puedo articular palabra, la imagen de él que copaba mi mente se ha desvanecido ante el desconcierto de lo que está pasando. Ella calla. Pero su tez, antes lívida por mi sufrimiento, se va sonrosando a medida que yo escucho lo que su corazón osa decirme. Me encojo. Y comprendo. Acierto a comprender cada uno de sus gestos que nunca supe apreciar, de sus palabras con significado oculto, de su espera paciente y su mano tendida cada minuto en que la necesité.
   La desazón me recorre el alma al ser consciente de la tortura a que la he estado sometiendo, pidiéndole que me ayudara a recuperar a Pablo y revelando en su compañía mi amargura y frustración sin intuir que su amor hacia mí la tenía presa. Esbozo una sonrisa tibia, sin apartar la vista de unos ojos que me atrapan como imanes, que siguen mirándome como jamás nadie lo ha hecho. Y el aire se impregna de magia, no sé cómo, ni por qué. Aunque eso en realidad no importa, me apremia el deseo de dejarme llevar por el dictado de los sentimientos sin preguntarles nombre…
   Aproximo mi boca a la suya hasta notar el roce de sus labios cálidos, suaves, envolventes. Y nos besamos. Sin prisa. Sin ansia. Dejando que este insólito despertar tapice sobre mí un nuevo paisaje a color. Puedo apreciar la tensión en el cuerpo de Ana al tocarnos, el miedo que rezuman los poros de su piel ante mi reacción. Un suspiro emocionado emana de ella cuando la invito a posar su mano sobre mi pecho al tiempo que dejo caer mi frente sobre la suya. Su amor me envuelve, me inunda y me descoloca. Me hace temblar. Me desconcierta. Y a la vez me gusta y me produce una sensación calma, como la caricia de una ola al atardecer. Desconozco lo que sentiré mañana, qué turbulencia de sentimientos albergará mi ser al recordar mi cuerpo desnudo bajo sus manos, bajo su boca… Al recordar la erección de mi piel y el latir agitado del pulso… Al sentirme protegida, comprendida y amada por una mujer como nunca antes lo fui por un hombre.
   No sé qué será de mí mañana. Solo sé que deseo detener el tiempo y abandonarme aquí y ahora hasta el final. Con ella. Con mi amiga fiel a la que, desde este mismo instante, ya no sabré cómo llamar.


Pilar Muñoz Álamo - 2015


3 comentarios:

  1. Preparada para una velada inolvidable, y bueno...el mañana nadie lo conoce, así que hace muy bien, que disfrute ese amor que le ha llegado, no importa si es hombre o mujer si así ella lo desea.
    Hola Pilar, bello relato, me ha gustado y lo he disfrutado, gracias por compartirlo.
    Te dejo un fuerte abrazo, feliz verano.

    Lola Barea.

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    1. Gracias, Lola, por tus palabras, me alegro mucho de leerte y de verte por aquí!!!
      Te deseo también un feliz verano!!
      Un beso!!

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  2. Que disfrute del momento, que disfrute del amor. Se lo merecen las dos.
    Besotes!!!

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