
El último artículo que tuve ocasión de leer en torno a ello, concluía que para que una conducta sea adicta deben existir:
1º Una sustancia con características capaces de generar abuso.
Cuando yo abordé este mundo de la escritura, lo hice con la única intención de que mi familia me leyera, después siguieron los amigos, luego algunos otros conocidos y el planteamiento mayor vino con la idea de publicar el libro porque las críticas me alentaban a darlo a conocer a un conjunto de lectores aún mayor. A continuación me dije que tan solo lo presentaría una vez, en mi Córdoba natal, y después pensé que debía salir de la localidad y que la mejor forma de conseguirlo era crear un blog y entrar en el mágico mundo de internet.
Sé que muchos de vosotros, como lectores, también decidisteis un día compartir vuestra opinión en torno a vuestros libros, a vuestros gustos literarios, y qué mejor manera que a través de un blog literario personal, o tal vez de una página en facebook, cuyo propósito inicial seguro que no pasaba de plasmar vuestras impresiones en la pantalla para que algún que otro despistado acabara aterrizando en él y leyera lo que habíais escrito y si os había gustado o no. Con eso os conformábais, con un par de visitas diarias y esa especie de album de reseñas colgado en la red. ¿Pero cuánto tiempo duro eso? ¿Durante cuánto tiempo os conformasteis con esa grata sensación? Apuesto a que en unas cuantas semanas ya estabáis habituados y necesitabais más. Cada nuevo seguidor os producía un subidón, cada comentario nuevo os aumentaba la autoestima por haber sido leídos. Cada crítica positiva os servía de incentivo para reseñar mejor y con más detalle. Y comenzásteis a hacer concursos para ganar adeptos, a visitar blogs ajenos para daros a conocer aún más, a participar en retos de lectura para estrechar vínculos blogueros con los ya consolidados. Y poco a poco, el hecho de saber que vuestros cada vez más numerosos seguidores dirigían la vista a vuestro blog cada vez más a menudo, os animó a publicar con una mayor frecuencia para mantener su atención; en un principio, reseñas, pero cuando el tiempo no daba de sí como para leer con tantísima avidez, comenzásteis a exponer cualquier otra cosa que pudiera despertar un mínimo de interés. Y en el caso de los escritores, lo que comenzó siendo un portal publicitario exclusivo para el libro recien publicado, también fue necesitando de ideas innovadoras que atrajeran al público lector en general, porque si el blog no se visita, el libro escrito no se conoce, eso es claro y cristalino. Entonces tomásteis la opción de abrir el campo. Y de los puntos de venta, las reseñas de internautas relacionadas con vuestro título, o la crónica de las presentaciones de turno, pasasteis a utilizarlo como medio de expresión de otros muchos variados temas, y acabasteis por reseñar libros ajenos, porque además de escritores sois lectores, empedernidos, tal vez, y ahí ya se juntan dos pasiones que se compenetran a la perfección, la de expresar "por escrito" lo que antes se ha "leído".
Hasta aquí todo está bien. Aparentemente. Porque todo este proceso evoluciona de manera directamente proporcional al tiempo invertido en él, y eso ya empieza a constituirse como un primer problema. ¿Pero qué viene después? Mantenerlo. Y ahí, como se dice en mi tierra, ¡con la Iglesia hemos topao! Lo más peliagudo no es comprarse el bólido, es mantenerlo. Y aquí ocurre exactamente igual. Si no estamos dispuestos a perder lo conseguido, hay que mantener el ritmo de entradas publicadas, de lecturas para reseñar, y por supuesto no podemos dejar de innovar, porque es la única forma no solo de seguir creciendo, sino de evitar el aburrimiento ajeno que haga que se evaporen los adeptos conseguidos. Y lo que comenzó como un hobbie la mar de distendido para combatir los ratos libres, ahora empieza a engullir también el tiempo de los ratos "ocupados". Y en mayor medida de lo aconsejable. A no ser que te importe un bledo volver a los orígenes en los que empezaste.
¿Miras tu número de seguidores cada vez que entras al blog? ¿Te afecta en mayor o menor medida haber perdido alguno? ¿Te ilusiona especialmente el número de comentarios que dejan en tus entradas o te decepciona el hecho de que sean escasos? ¿Compites sanamente con el resto de blogs consagrados por acaparar audiencia? ¿Te sorprendes en algunos ratos en los que no estás delante de tu ordenador, o móvil, dándole vueltas al coco intentando idear iniciativas innovadoras con las que sorprender a la blogosfera? ¿Te preocupa que haya pasado una semana entera sin haber publicado nada? ¿Te molesta tener que dejar a un lado la inspiración gloriosa que te ayudaría a escribir un buen texto, para acompañar a tu marido o a tus propios hijos a realizar alguna actividad familiar? ¿Te sientes mal si han pasado unos días y nos has encontrado un momento adecuado para juntar unas cuantas letras de esa novela que estás impaciente por terminar? Cuando planificas tus obligaciones del día, además de "ir al supermercado", "recoger a los niños del cole", "hacer la comida del día siguiente" o "asistir a una reunión de la comunidad de vecinos", ¿incluyes la expresión "tengo que publicar la reseña de..." (no la expresión "debería", sino tengo=imposición), o "tengo que terminar de leer la novela tal porque si no llegaré tarde a la lectura conjunta y me comprometí a tenerla lista para antes de tal fecha"? Son sólo algunos ejemplos, pero suficientes como para ilustrar que el tiempo y la dedicación invertida en todo esto pueden llegar a ser abusivos, y lo que es mucho más grave, inconscientemente obligatorios.
2º Un individuo con necesidad de consumo frecuente.
Estrechamente ligado a lo anterior, aunque voy a aportarle matices ligeramente distintos. El abuso lo he centrado en nuestro propio trabajo, en nuestro campo personal de creación, en lo que nosotros ofrecemos a los demás. ¿Pero, y lo que los demás nos ofrecen a nosotros? ¿Podemos prescindir de ello una vez que hemos pasado a formar parte de este mundo?
La blogosfera en general es un entramado en el que existen, si no de forma expresa, sí una serie de normas tácitas que todo el mundo asume y cumple si no quiere verse exluído literal y automáticamente de él. Todo debe estar en armonía y el quo pro quo es el pan nuestro de cada día. Si quiero que me visiten, tengo que visitar. Si quiero que me comenten, tengo que comentar. Si quiero que participen en los concursos que yo convoco, tengo que participar en los ajenos también yo. Si quiero que lean mis reseñas, o aquello que yo escribo como autor, tengo que leer de igual forma lo que ellos publican. Si quiero que la gente sepa de mí, tengo que darme a conocer sacando a flote mi nombre por donde pueda, eso sí, sin publicitar mi blog de forma expresa, ni soltar mi enlace por doquier, simplemente por quien soy y por mi actividad en la red. Y si eres escritor, perdona que te lo diga, pero lo tienes aún peor. Porque además de actuar de esta misma forma, tendrás que publicitar tu libro con la frecuencia que estimes, hablar incesantemente de él a la menor oportunidad, incentivar a su compra a potenciales lectores (y no tan potenciales), a ganarte la confianza de quienes podrían ayudarte a escalar posiciones (llámense blogueros, escritores, editores o simplemente amigos), sin contar con la lectura analítica y detallada de lo que otros escriben como forma ideal de mejorar y perfeccionar nuestro estilo literario. Y todo ello, nuevamente, absorbe mucho tiempo, esfuerzo y dedicación. Y en muchos casos, más del que se dispone.
¿Alguna vez has pedido disculpas por no haber pasado por la casa bloguera de los demás en una semana o dos (cosa que no haces si transcurre el mismo tiempo sin visitar a tu familia o amistades físicas, dicho sea de paso)? ¿Has publicado una entrada en tu blog y no has podido dejar pasar ni dos horas sin consultar si ya tienes algún comentario? ¿Has lamentado tener que marcharte de casa dejando una conversación a medias en face que en muchos casos incluso era intrascendente? ¿Has decidido compartir el tiempo con algún amigo o familiar fuera de casa y no has podido evitar "echar un bicheo rápido" a la red a través del móvil? ¿Te preocupa dejar de publicitar tu libro durante un par de semanas por temor a que baje en el ranking de Amazón (aunque eso en realidad no tenga una implicación directa)? ¿Comentas las entradas de otros blogueros y no puedes dejas de mirar si te contestan o no? ¿Tienes con relativa frecuencia la sensación interna de "estar perdiéndote algo" si no haces casi a diario un barrido rápido por tu red social?
3º La concurrencia de factores tales como tolerancia, dependencia física y dependencia física.
Según la acepción médica publicada en la Wikipedia, el término tolerancia indica la reducción de la respuesta del organismo a los efectos producidos por una sustancia determinada.
Tal y como ya he comentado en el primer punto, cada vez queremos más, ansiamos experimentar sensaciones y emociones placenteras nuevas, porque nos habituamos muy rápidamente a los logros conseguidos. Pero abarcar tanto conlleva, en bastantes casos, la obligación inconsciente de mantenerlos, y aunque sea de forma temporal, hay veces en que eso escapa a nuestras posibilidades reales de tiempo y dedicación. ¡Y ahí es donde aparece uno de nuestros mayores enemigos: el miedo, artífice indudable de gran parte de la dependencia física y psíquica provocada por toda esta vorágine. Miedo a perder lo conseguido, a no dar la talla exigida por los demás, a ser ignorados en favor de otros, a no cumplir las expectativas que de nosotros se formaron, a defraudar por no atender los compromisos lectores o de escritura diversa, a perder los beneficios placenteros que nos aporta este mundo a diario, a través de la lectura, de la escritura, del intercambio de opiniones, de las charlas literarias, de los encuentros de autores, de las bromas gastadas con esa complicidad que el roce bloguero nos reporta. Y eso es lo que podríamos denominar como una dependencia psíquica clara, porque nos obliga a seguir al pie del cañón. Y si dejamos el cañón abandonado, entonces aparecerá el nerviosismo, el estres o la ansiedad que nos produce el hecho de no secundar lo anterior, toda esa actividad frenética que nos hemos autoimpuesto de manera progresiva y, repito, casi completamente inconsciente. ¿Nunca has notado un cambio de humor por este motivo? ¿Ni te has sentido nerviosa por no poder cumplir los planes que te habías trazado en torno a ello?
4º Deterioro el individuo, de su relación con el medio familiar y con el medio social.
¡¡Y aquí llegamos a la madre del cordero!! Seguro que más de uno de los que habéis llegado leyendo hasta aquí, habéis visto el cielo abierto y habéis dicho a voz en grito: "¡¡Eeehhh, de deterioro del individuo, nada, esto no produce daño alguno!!"
Pues me vais a perdonar, pero no me queda otra que discrepar. Os permito que la llaméis como el título de esta entrada, "Una adicción culta", pero adicción es, y como tal, también tiene efectos perniciosos incluso para nosotros. Hay dos formas de castigar: aplicando directamente una consecuencia negativa sobre la persona, o mediante el refuerzo negativo, es decir, retirando una consecuencia positiva y placentera para ella. Este tipo de adicción o dedicación extrema tal vez no tenga efectos perniciosos claros y directos para nosotros, pero sí que nos puede impedir gozar de otro tipo de experiencias, sí que nos puede cerrar la puerta a la posibilidad de descubrir actividades nuevas tan placenteras como éstas, aunque a priori no nos lo parezcan, de vivir la vida con todos sus matices y en toda su amplitud. No significa que este mundo lo desmerezca, no, tal vez siga siendo nuestra máxima prioridad en el ranking absoluto de lo que nos produce placer, pero no debería acapararnos por completo.
Y si todo ello puede tener efectos negativos para nosotros -aunque sea de manera indirecta-, ¿que me decís de quienes tenemos alrededor? ¿Os paráis a pensar en ellos con todo detenimiento? ¿Sois capaces de desviar la vista del ordenador para mirarlos frente a frente y haceros cargo de lo que sienten? ¿Tenéis la valentía suficiente para escuchar sus demandas sin echaros a temblar porque os puedan distanciar de lo se mueve en la red y en vuestro mundo literario?
Para nosotros, la vida tal vez se pueda resumir en dos palabras: leer o escribir, o, como mucho, ambas cosas a la vez. Pero ése es nuestro mundo, no el de ellos. El hecho de que nosotros podamos llegar al éxtasis leyendo o escribiendo, no significa que ellos lo deban disfrutar igual, y no van a ser "bichos raros" por dejar de hacerlo. Querámoslo o no, convivimos con ellos, con nuestra pareja, con nuestros hijos, con nuestros vecinos, con nuestros amigos físicos -que no virtuales-, y también nos debemos a ellos, por cuanto que las relaciones hay que cultivarlas, cuidarlas, mantenerlas y disfrutarlas. Y el tiempo que nos demanda todo esto no nos permite prestar la atención debida a quienes también nos merecen. Al igual que hablamos de fumadores pasivos como aquellos que sufren los efectos nocivos de la adicción de quienes tienen cerca, también podríamos hablar de lectores pasivos, escritores pasivos o blogueros pasivos en la acepción negativa del término. Y lo que es realmente una pena es dinamitar nuestra vida conyugal, familiar, social o laboral por no tener las suficientes agallas para decir ¡basta!, frenarnos en seco y redistribuir nuestra dedicación de una forma bastante más racional, que nos permita seguir disfrutando de este mundo maravilloso sin perdernos las demás delicias que nos brinda la vida y, sobre todo, sin destruir las ilusiones y las expectativas de nuestros seres queridos y la relación que tenemos con ellos, porque, al fin y al cabo, lo único que tal vez demanden sea disfrutar la vida junto a nosotros. Y nuestro egoísmo -por la búsqueda del placer propio-, o nuestra falta de voluntad no les permiten hacerlo.
No vayáis a pensar que todo esto os lo digo solo a vosotros, no. Toda esta disertación la vengo rumiando desde hace tiempo y la sarta de preguntas que os he hecho a vosotros, también me las vengo planteando yo casi a diario, con el único fin de no perder nunca el norte de dónde estoy y hacia dónde voy. (Por cierto, tal y como suele aparecer en los test de las revistas juveniles: Si has contestado afirmativamente a más de la mitad de las preguntas planteadas = mal te veo).
Y ya para terminar, os diré que hoy, después de volver a meditar sobre este tema, he apreciado un detalle que me ha hecho sentir bien: tenía 105 seguidores en mi blog y en estos tres últimos días se me han caído dos, por lo que me he quedado tan solo con 103. ¡¡Pero me da igual!! ¡¡No me preocupa!! Lo cual me induce a pensar que todavía no está todo perdido, que aún estoy a tiempo de decir ¡basta!
Y ahora ya podéis sacrificarme con vuestros alegatos, estoy dispuesta a convertirme en carne de cañón. Pero disparad con cuidado, por fi.
Besitos.