29 feb 2012

CONCURSO EN EL BLOG POR EL DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER (8 de marzo)



  Permitidme que me presente: 
  Soy Lucía, una de las dieciséis mujeres que hace un año le confesaron su historia a Pilar y que ella ahora se está encargando de pregonar a los cuatro vientos sin nuestro permiso. Ella nos asegura que es porque nos quiere, porque nos aprecia profundamente, por eso desea que nuestras vivencias las conozcan sus amig@s, con la seguridad de que se sorprenderán, se emocionarán y nos comprenderán. Yo, la verdad, es que no sé muy bien lo que pensar.
  Nunca le hemos pedido nada a cambio, pero ya llegó el momento: ¡queremos que celebre nuestro día como merecemos!, y le hemos dicho que no hay nada mejor que hacerlo regalando nuestros testimonios a dos de l@s muchas personas que ella asegura que son sus amig@s. Como era de esperar, se ha negado en rotundo, aduciendo que "no tenía tiempo ni ganas de calentarse la cabeza, que nunca había organizado uno y que seguro que saldría mal". ¡Paparruchadas! Así es que he tomado el mando y he decidido hacerlo yo, diga ella lo que diga. 

  Aquí van las instrucciones: 

  Mis amigas y yo vamos a regalar dos ejemplares de "ELLAS TAMBIEN VIVEN. Relatos de Mujer"
     * Uno de ellos se adjudicará directamente a quien obtenga el máximo de puntos. En caso de haber más de un participante con la misma máxima puntuación, se sorteará entre ellos.
     * El otro ejemplar se sorteará entre el resto de los participantes (incluyendo a los no ganadores del apartado anterior), teniendo en cuenta, por supuesto, los puntos obtenidos por cada uno (a mayor puntuación, mayor probabilidad de ganar).

   Distribución de puntos: 

   * Requisitos necesarios para participar (1 punto): 
       - Ser seguidor de este blog antes del día 18 de marzo a las 15:00 horas en que se cerrará el plazo para participar.
        - Dejar un comentario en esta entrada diciendo que queréis participar en este sorteo-regalo. 
        - Residir en España. El sorteo es nacional.  

    * Puntos adicionales:
        - Publicar una entrada en vuestro blog anunciando el sorteo, con enlace a esta entrada:  10 puntos.
        - Publicar el anuncio del sorteo en Facebook: 5 puntos.
        - Poner en vuestro blog el banner lateral del sorteo, con enlace a esta entrada: 10 puntos.

    * Puntos extra para quienes les apetezca investigar y jugar con nosotras:

        - ¿Podrías extraer alguna frase o párrafo textual de alguno de los relatos, que contenga un mínimo de 25 palabras? Te damos 1 punto por cada una de estas frases o párrafos que nos escribas. (Máximo 10 puntos)
        - ¿Sabrías adivinar el nombre de alguna de nosotras, de las protagonistas de estos relatos? Prueba. Te damos 1 punto por cada nombre que aciertes. (Máximo 9 puntos).
        - ¿Sabrías decirnos el nombre de algún blog que ya nos haya reseñado? 1 punto por cada nombre de blog que nos des. (Máximo 5 puntos).
        - Pilar nos ha dicho que también estamos en ANOBII. ¿Sabrías decirnos en qué estanterías? 1 punto por cada una de ellas que nos digas. (Máximo 5 puntos).

        Total de puntos en juego: 55.
        Inicio del concurso: Con esta publicación.
        Final del concurso: 18 de marzo a las 15:00 horas.
        Publicación de la lista de participantes y puntos obtenidos: 19 de marzo.
        Publicación de los ganadores: 20 de marzo. 
        Los libros pueden ir dedicados si así lo deseáis.

        Recomendaciones:

        Anunciad la participación y las URL de vuestro perfil y de las publicaciones para los puntos adicionales a través de la ventana de comentarios de esta misma entrada.  En caso contrario, no podremos tenerlas en cuenta.
        Las respuestas a las preguntas que os hemos formulado para obtener los puntos extra, hacedlo enviando un email a la siguiente dirección: ellastambienviven@gmail.com, indicando en el asunto: "Sorteo blog". ¿Sabéis por qué? Porque si lo hacéis a traves de la ventana de comentarios, todos los demás copiarán vuestras respuestas :)

        Creo que no olvido nada. Si a alguna de mis amigas, o a vosotr@s se os ocurre algo que deba añadir, por favor, hacédmelo saber. 

        Besos a tod@s. Espero que pronto podamos estar con algun@ de vosotr@s. 

       

28 feb 2012

28 DE FEBRERO - DIA DE ANDALUCIA

CANTO A ANDALUCIA
(Antonio Roldán Manjón-Cabeza)

Fino pañolón tejido
por Dios para su recreo.
Relieve de camafeo
desde el cielo desprendido.
Clavel moreno encendido
con que España se engalana:
Eres tú la flor temprana
que el sol besa en su delirio,
y eres jazmín y eres lirio
por ser mora y ser cristiana.

Ocho rosas van prendidas
sobre tus lindos crespones.
Ocho son los corazones
que laten por darte vida.
Ocho son las que reunidas
se nutren del mismo amor,
y ocho son las que al calor
del tronco donde florecen
son las mismas que te ofrecen
el ramillete mejor.

Don Gonzalo vela austero
tu sueño, Córdoba mora,
mientras la guitarra llora
por un pintor y un torero.
Con un sabor de romero
baja de la sierra el viento
recogiendo el sentimiento
de una copla, que al nacer.
tomó forma de mujer
y se perdió en un lamento.

Cubierta con la mantilla,
negra cual la misma pena,
cuando ve a la Macarena
la Giralda se arrodilla.
y cuando mezcla Sevilla
la plegaria con la flor,
la saeta y el dolor,
con temblor de escalofrío
se queda suspenso el río
amansando su furor.

Cádiz luce su figura
en medio de un mar de plata
y el mismo mar la retrata
cuando la luna fulgura.
Envuelta con la blancura
que la salina provoca,
Cádiz, con un ansia loca,
va cantando en un tanguillo.
"Llevo clavado un cuchillo
sobre mi más firme roca".

Málaga la pregonera.
La que lanza sus pregones
fundiéndo1os con canciones
de la salsa callejera.
Málaga azul, marinera
Garbo de barco velero.
Perfume de limonero.
Perla que besan las olas
y arrullan las caracolas
cuando asoman los luceros.
Un fandango junto al río.
Cordones de peregrinos.
Huelva traza en sus caminos
un solo nombre: ¡Rocio!
Espuma de un mar bravío
dibujando tres estelas.
La blancura de tres velas
rizando el amanecer
y un corazón de mujer
fundido en tres carabelas.

El aire teje en el monte
encajes para la Alhambra,
mientras que ritmos de zambra
se escapan del Sacramonte.
Pintada en el horizonte
con manto de desposada,
se empina Sierra Nevada
y cual amoroso envío,
engarza un beso en el río
y se lo manda a Granada.

También la sierra te envía
un beso en la brisa leve
y su blancura de nieve
te va envolviendo, Almería.
Aunque la tenaz sequía
te produce sinsabores,
a costa de tus sudores,
que la tierra va empapando,
vas tus frutos madurando
y vas recogiendo flores.
La copla en el olivar
se va perdiendo a lo lejos.
¡Ay, Virgen de Linarejos,
y qué bien suena al pasar!
"Nadie la sabe cantar"
así la copla decía,
y Jaén que la sabia
la refundió en su garganta
y el aire de una taranta
cruzó por la serranía.

Saeta, peina, mantilla.
Copla, guitarra, dolor.
Sierra, monte, río, flor
y un cielo de maravilla.
Granada, Cádíz, Sevilla,
Huelva, Jaén, Almería
Córdoba en su serranía
y Málaga misteriosa
pintaron las ocho rosas
del ramo de Andalucía.



Hoy brilla el sol aún más en Andalucía,
se ha puesto de largo para celebrar su día.
¿Aún no la conocéis?
Con los brazos abiertos os esperamos,
¡venid a visitarnos!
No os arrepentiréis.

25 feb 2012

RELATO: "LA VALLA"

  

   Hacía una mañana de sol espléndida. La mecida suave del viento aliviaba el sopor incipiente que comenzaba a acusar en el rostro por la larga caminata. Me aflojé el pañuelo que llevaba al cuello y me dejé caer sobre la hierba fresca de aquel prado extenso que veía por primera vez, ligeramente resguardada bajo la sombra de un álamo frondoso de verdes hojas. Respiré profundamente, llenando mis pulmones de paz y aromas dulces de los arbustos en flor, agradeciendo un merecido descanso antes de proseguir.
   Miré a mi alrededor para disfrutar de un paisaje que mis retinas tardarían en volver a vislumbrar y me detuve para observar la silueta de la única persona que había visto desde que salí, entrecortada por los geométricos rombos de la alambrada de acero que lo separaban de mí.
   Aquel hombre despeinado y blanquecino captó mi atención; sus andares parcos y ceremoniosos sugerían una avanzada edad, aunque lo cierto era que la distancia me impedía apreciar sus rasgos con claridad. Me fijé en el reducto en el que se encontraba, una superficie cercada de apenas cien metros cuadrados parcialmente ocupados por una casucha construída a base de listones de madera mal cortados y planchas metálicas a medio oxidar. Lo vi pasear de un lado a otro como un león enjaulado y alternando la mirada, una y otra vez, entre el recinto vallado y el extenso prado en el que yo me encontraba.
   Me incorporé ligeramente atraída por la escena. Busqué la puerta. Estaba cerrada a cal y canto por lo que parecía ser un grueso candado de acero galvanizado. Me sobresalté. Mil ideas pasearon por mi cabeza en un instante. El sublime interés de los latifundistas por acotar sus extensas propiedades, impidiendo con ello el uso y disfrute de sus vecinos cobró vida en mi mente con bastante intensidad. Pero lo que vi a continuación consiguió preocuparme: las manos robustas de aquel desconocido se aferraron a la valla y comenzaron a zarandearla con fuerza, mirando hacia arriba e intentando calcular la altura exacta que tenía.
   Me acerqué con sigilo, temerosa, no sin antes cerciorarme de la ausencia de gente a mi alrededor. La expresión de su rostro me consternó. La tensión de sus músculos y la extrema rigidez de su mandíbula denotaban ira, enfado, impotencia. Recorrió la cerca varias veces repitiendo incansablemente la misma operación. Estaba encerrado, aquel hombre estaba encerrado y su grado de desesperación parecía emanar a través de todos los poros de su piel. Sentí angustia y una magna incertidumbre al desconocer por qué se encontraba allí. Por un momento pensé marcharme, yo no era nadie para inmiscuirme en asuntos ajenos, pero me parecía una absoluta falta de humanidad.
   Dejé mi mochila a un lado y avancé midiendo mis pasos y la distancia de seguridad que me debía separar de él. Cuando fue consciente de mi presencia se quedó paralizado, mírándome fijamente a los ojos, aunque sin variar la expresión de un rostro que comenzaba a provocarme pavor.
   - Disculpe -balbucí con un hilo de voz-. ¿Necesita ayuda?
   - ¡Ya no! -contestó airado-. ¡Con estas vallas nuevas que acabo de instalar, las malditas vacas de mi vecino dejarán de comerse mis geránios!





Y vosotros... ¿sois de los que pensais que las apariencias engañan?

21 feb 2012

INVITACION A LA PRESENTACION DEL LIBRO EN SEVILLA


Desde este blog, quiero hacer extensiva esta invitación no solo a todos sus lectores y seguidores, sino a todo aquél a quien este libro le ha suscitado un mínimo de interés; a quienes le han dado una oportunidad o, tal vez en un futuro, se la darán; a quienes han ayudado de cualquier forma posible, aunque sea mínima, a difundirlo entre amigos y conocidos; a quienes ostentan la administración de un blog y ya han hablado o hablaran de él, contribuyendo con su opinión crítica a enriquecernos, tanto al libro como a mí, y por supuesto, a todos aquellos que aún no lo conocen pero están abiertos a dejarse llevar por las historias que en él se cuentan y a permitir que fluyan libremente los sentimientos y las emociones más profundas.

Os espero. A todos.

Gracias por vuestro apoyo. 




Por cuestiones de organización del Congreso, quienes deseen asistir deben solicitar la acreditación especial para este acto a la entrada del Congreso, o bien, ponerse en contacto conmigo
a través del e-mail ellastambienviven@gmail.com

16 feb 2012

CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN EN POZOBLANCO (Córdoba)

  No me equivoqué de día, ni la sala estaba vacía, ni lloré de decepción. Todo lo contrario. Fue genial. Me gustó volver a mi pueblo, pasear por algunas de sus calles de casas blancas, aspirar su aroma tranquilo y sosegado. Me evocó muchos recuerdos y me sentí como en casa.
  Estuve arropada por Mª Antonia González, Concejala de Biblioteca y Educación y por Juana Castro, poeta reconocida y galardonada, escritora y crítica literaria, quien dedicó a los relatos del libro y a mí, como autora del mismo, palabras muy halagadoras y un reconocimiento crítico sumamente positivo, lo cual fue un nuevo soplo de aire fresco que me empuja con fuerza hacia adelante en esta andadura tan emocionante como inesperada. Quiero compartir con vosotros algunas de estas palabras –que casi me deja sin las mías-, extraídas de un discurso no sólo elaborado, sino muy enriquecedor en su totalidad, y que desde aquí agradezco de corazón.

  “Para que la literatura tenga valor, trascienda o permanezca, debería hacer oídos sordos a las editoriales, al mercado o a las modas. Existen hoy dos clases de creación, y seguirán existiendo si la escala de valores de la sociedad no cambia, la literatura de autor y la literatura de encargo. Es muy difícil que quien quiera vivir de la escritura pueda mantenerse fiel a sí mismo sin venderse o traicionarse –escribió Nietche, (…) En el caso de este libro, de “Ellas también viven. Relatos de Mujer” es claro que su autora no escribe para llamar la atención. Del mismo modo que sus protagonistas relatoras, todas en primera persona, Pilar Muñoz mantiene la fidelidad del lenguaje, al supremo compromiso del escritor, de la escritora, a un tiempo que su dignidad, honestidad como persona y como escritora, a la vida en su complejidad, a lo humano en su diversidad.(…)

  Los relatos de Pilar, de este libro, enganchan, seducen, sorprenden. Son amenos, originales a la vez que comunes, específicos a la vez que universales, funcionales y actuales, de lenguaje eficaz y de una claridad luminosa por sencilla. Existen en ellos variedad de tipos de mujer y su tiempo es el de ahora mismo, el instaurado en esta crisis que padecemos a todos los niveles, pero que podrían ser de cualquier tiempo porque ejemplifican también lo que de positivo encarna la actitud y el sentimiento humanos. Es el desarrollo de la trama un cañamazo de ternura, amor, ironía, perplejidad, todo lo que en suma constituye la complejidad de la persona y sus relaciones. Nada escapa a su pluma, con esa eficacia de los guiones cinematográficos, tanto de la comedia como del thriller que cuidan la presentación, el desarrollo y los finales tan trabados y a menudo tan sorprendentes. (…)

  Ciertamente, no solo una novela puede enganchar, también cada relato, estos relatos, porque cada uno de ellos es una pieza con autonomía y carácter propios y sobresale la presencia del suspense y la intriga, junto a la sorpresa como ingrediente sustancial de los finales. Todos los lectores, cada lectora, puede encontrar alguna semejanza con su propia experiencia, con vidas más o menos cercanas y en algún relato sonreirá, otros le traerán recuerdos idos, dolores que se pondrán en pie…

  (…) Creo que Pilar ha comenzado su andadura con seriedad, con conocimiento, con piedad y memoria, mirando desde su saber de vida y de psicóloga en tantas direcciones sin temor a ninguna. Porque no existe la mujer, sino las mujeres. Desde aquí, desde mí que también empecé por un libro que nombraba a las mujeres, hoy, en este su pueblo, le auguramos una ancha, fructífera andadura y nos congratulamos de que sus relatos hayan desembocado en libro. Que le sigan muchos. Felicidades Pilar y gracias por llegar hasta aquí.”

  Se me saltan las lágrimas al reproducirlas ahora porque aún no me creo que estuviera hablando de mí, de mi libro y de mi forma de escribir.  
  Contesté a unas cuantas preguntas al terminar la presentación, tranquila y sin prisas, sintiéndome verdaderamente a gusto, e hicimos algunas fotos para inmortalizar un acto que me resultó entrañable y emotivo por encima de todo. 
  Gracias a Angélica Cabello, Directora de la Biblioteca Municipal; a Mª Antonia González; a Juana Castro; a toda la gente que llenó la sala y que no dudó en restar tiempo a su tiempo libre para acompañarme y escucharme; a mi familia, que me arropó en el mismo acto y en la distancia; y por supuesto a ti, por tu interés en leer esta crónica y saber lo que aconteció. 

  Un beso para todos. 


14 feb 2012

RELATO: "ODISEA DE UNA PRESENTACIÓN"

   Ha llegado el día. Mi marido acaba de cerrar la puerta, se ha marchado sin despedirse. Supongo que sabe que no he podido pegar ojo en toda la noche y no ha querido molestarme, pensaría que estaba dormida. Yo tengo un dolor de cabeza espantoso, he visto cómo pasaban una a una todas las horas en el reloj.

   Me levanto y tomo un desayuno frugal, no me entra nada en el estómago: café cargado, aderezado con una píldora que me libere de los martillazos que me machacan las sienes. Estoy nerviosa, no sé por dónde empezar. Han sido dos meses de espera, aunque de apenas preparativos. La biblioteca se ha encargado de todo. Lo que comenzó como una presentación entre amigos ha ido dando paso a un evento cultural en exceso protocolario, pero ya no hay marcha atrás. El Concejal de Cultura, el Director de la Biblioteca, la última escritora galardonada con el Premio de la Crítica por su último libro publicado. Todos estarán allí, poniendo su grano de arena en la obra que dará a conocer mi primer libro, desconocido, ignorado por el mundo literario.
   Camino por la casa como una auténtica sonámbula, dando paseos gratuitos por falta de concentración. Pero es que no puedo centrarme en cada cosa que he de hacer. Mi mente persiste en visualizar una  imagen de mí misma conferenciando ante un público desconocido y me atenaza el pavor. Tomo una ducha templada y me visto para acudir a un salón de belleza donde puedan domar mi pelo enredado por los incontables tumbos nocturnos y aprovecho para pedir que eliminen de mi rostro unas ojeras que me llegan a las comisuras de la boca. Repaso varias veces lo que debo acarrear: un ejemplar de mi libro para leer un fragmento que previamente he señalado, una pluma de tinta negra para estampar alguna que otra dedicatoria que me puedan solicitar, una pequeña bolsa de aseo para retocarme levemente antes de ponerme ante alguna cámara de fotos perdida por el salón… Me quedo en blanco, no se me ocurre nada más. ¡El discurso! Recuerdo que debo cargar con el papel doblado y redoblado donde tengo anotado un discurso que no me ha dado tiempo a mirar. El corazón me da un vuelco. ¡Aún no sé lo que voy a decir! Los niños no me han dejado ni un solo momento para poder practicar y mi timidez extrema es capaz de aniquilar de cuajo mi escasa habilidad para hablar en público. Me aterro. Imagino el momento en que todos callan y me miran, a la vez, como si en el mundo solo existiera yo, esperando que mis palabras fluyan de mi garganta seca, de mis cuerdas vocales paralizadas por la ansiedad de sentirme analizada y comparada con mis brillantes compañeros de evento. Siento que la angustia le va ganando terreno a la cordura y decido parar, dejar de pensar, centrarme en algo trivial que desvíe la atención sobre lo que amenaza con iniciar un ataque de pánico.

   Subo al coche y miro el reloj. Las cuatro y media. La presentación comienza a las siete, a la hora de los toros –pienso metafóricamente-. Aún hay tiempo, pero no quiero llegar tarde. He de hablar con los anfitriones y ni siquiera los conozco, todo se ha tratado por teléfono o por mail. Las nuevas tecnologías facilitan las comunicaciones, pero las despersonalizan peligrosamente. Me agarro al volante y tomo la carretera que me llevará hasta el pueblo, rumiando ideas inconexas a pesar del volumen de la música. Pienso que la hora de camino que me separa del destino la puedo aprovechar para inventar lo que diré.  Comienzo con los agradecimientos y me freno en seco. No recuerdo el nombre del Concejal. ¡Cómo se llamaba el Concejal! Las manos comienzan a sudarme, ni siquiera podré presentarme formalmente al llegar. Es igual, continúo mi paseo protocolario y aterrizo en la figura de la famosa escritora de cuyo libro galardonado ¡desconozco el título! Esto no puede ser verdad, no sé qué demonios me está pasando. Si al menos viajara acompañada podría intercambiar impresiones, relajarme charlando, escuchando, pero la soledad del auto me está matando. 

   El claxon del vehículo que circula tras de mí me devuelve temporalmente a la realidad; circulo a la misma velocidad de los coches de caballos y no dejo que me adelante.  Maldigo sus prisas y vocifero a su paso en un intento de desfogar la adrenalina que me ahoga. Yo no quiero correr más, la carretera está cubierta por un ligero velo helado en el que me da miedo derrapar. Amenaza con nevar. Miro el termómetro interno de mi coche y marca tres grados bajo cero. Los ojos se me abren de forma súbita e incontrolada. ¡No irá nadie! ¡Con este frío no irá nadie! ¿Quién va a abandonar la acogedora calidez de su hogar para escuchar a una perfecta desconocida?  ”Qué más da de lo que trate el libro, hay miles de libros en el mercado para elegir”. “Ya habrá tiempo de conocerlo más de cerca, si es que realmente merece la pena”. El brutal pensamiento fustiga mi mente hasta hacerla sangrar, la hiere de muerte. No hay sensación más dolorosa que notar en propia carne que no interesas absolutamente a nadie. Tal desprecio es difícil de digerir e imposible de superar. De repente ya no me importa el discurso, el nombre del Concejal, ni el título del libro de mi brillante colega, sólo el público ausente en un auditorio donde sonará el eco de mi propia voz por sus amplios rincones deshabitados. El estómago se me hace un nudo, un nudo que va in crescendo hasta que bloquea mi garganta y me invita a llorar. 

   Aparco el coche en una calle próxima a la Biblioteca. No sé si bajar o permanecer en su interior, refugiarme en mi propio mundo, seguir disfrutando de mi celosa intimidad, de mi tranquila vida privada, invulnerable, intacta. Pero soy mujer de principios, no puedo utilizar impunemente a quienes me han tendido su mano de forma desinteresada con el único afán de ayudar. 
   Dejo el bolso en el maletero, mis hombros se han desarmado de tal forma que no lo puedo sujetar, y avanzo lentamente con un pálpito ensordecedor acompañándome a cada paso. Froto mis manos, una contra otra; recorro mi frente insistentemente, en un intento de borrar la frustración de un fracaso anticipado, y el rubor de mis mejillas quema tanto que debo aflojar mi bufanda para que me deje respirar.

   Me aproximo a la puerta y la empujo con torpeza, temiendo lo que pueda albergar tras ella. Avanzo por el pasillo en dirección a la sala de conferencias. No veo a nadie, pero aún es pronto. Llego hasta un ensanche que acoge una exposición de esculturas deliciosas y encuentro a cinco, seis, siete personas paseando entre ellas sin mucha intención. No sé lo que han ido a hacer, tal vez estén quemando los minutos de espera que resta hasta el comienzo de la presentación. O tal vez no. Tal vez ni siquiera sepan que tal evento tendrá lugar. Busco con la mirada hombres enchaquetados. Al menos, imagino que así vestirán los anfitriones de tal acto, como cargos políticos que son, pero no están, no han llegado aún.

   Simulo que me interesan las piezas de piedra expuestas en la sala mientras el bloqueo de mi mente no me permite pensar qué actitud debo adoptar. Vuelvo a mirar la esfera de mi reloj. Siento hormigueo en el nacimiento del pelo y un sopor indescriptible cuando aprecio que faltan diez minutos para las siete, y que ahora son cinco las personas que invaden la sala en el mayor de los silencios. Me miran y yo los miro, sin hablarnos, sin saludarnos. Mi voz no alcanza a salir del cuerpo. 

   Recorro de nuevo los corredores contiguos, buscando una ubicación alternativa que pudiera desconocer, pero el frío y la humedad son los únicos huéspedes que transitan por aquel caserón antiguo y rehabilitado que hace de Biblioteca. Vuelvo sobre mis pasos y acierto a adivinar dos siluetas masculinas al fondo de la sala de exposiciones, disponiendo un mantel rojo que barre el suelo y haciendo pruebas de megafonía con sutiles toques sobre el micrófono. Nadie más. La sala está vacía, no hay nadie más. El temblor de mis piernas y la súbita oscuridad que me nubla la vista me invitan a correr, me incitan a salir de aquel antro fantasmagórico en el que ya no puedo permanecer más. No voy a subir al estrado. No voy a sentarme a la mesa para contemplar un sinfín de butacas vacías burlándose a viva voz de mi penosa e insignificante aportación literaria.

   Llego al coche con el aliento contenido por la carrera y oigo el teléfono sonando con insistencia. Seco mis lágrimas y aspiro profundamente para aliviar mi garganta y esclarecer mi voz antes de contestar. Contengo la emoción todo lo que puedo y pulso la tecla verde sin convicción.
   - Diga –acierto a decir con un hilo de voz-.
  - ¡Menos mal que me contestas, estaba preocupado! –exclama mi marido desde el otro lado-. ¿Estás bien?
   - Sí, estoy bien. Ya te contaré cuando vuelva.
   - Cuando vuelvas… ¿de dónde? ¿Dónde estás? ¡Llevo dos horas llamándote y no coges el teléfono!
   - Ya te he dicho que estoy bien –insisto-.
   - Llegaremos tarde, son más de las siete y media. ¿Aún tienes que vestirte?

   La pregunta de mi marido me desorienta. Hago un esfuerzo por entender lo que trata de decirme.

   - Perdona, pero no sé qué demonios me estás diciendo. ¿Adónde llegaremos tarde?
   - Tengo mesa reservada en el Asador de Juan, dijiste que te apetecía celebrar San Valentín…

   Me retrepé en el asiento completamente muda, con mis neuronas conectando unas con otras a marchas forzadas para conseguir hilvanar las fechas y los acontecimientos.

   - ¿Qué día es hoy?
  - ¡Joder, Marta, estás rarísima! ¡14 de febrero, Día de los Enamorados! –exclamó con desesperación-. ¡No te importaba acostarte tarde, aunque tuvieras la presentación mañana, o al menos eso creí entender!

   El teléfono se me cayó de las manos. Rompí a llorar con tal fuerza que pocos minutos bastaron para expulsar la angustia que me había engullido por completo. Entonces, comencé a reír, como una loca, como una auténtica demente incapaz de gestionar mi agenda con eficacia. Metí la marcha y arranqué sintiéndome pletórica, ligera y relajada. Debía saborear aquella cena. Y brindar con el firme deseo de no volver a permitir que el miedo tomara, a su antojo, las riendas de mi propia vida.  
 

 




   Mañana presento el libro en Pozoblanco, en mi pueblo natal, ¿imagináis que me pasara algo así? ¡¡Qué horror!!

 

13 feb 2012

RESEÑA DEL LIBRO EN CIAO!

  Bajo el sugerente y muy acertado título "La vida ante nuestros ojos", tuve ayer la oportunidad y la gran suerte de leer una nueva crítica o reseña de Ellas también viven en Ciao! No la esperaba, y mis manos volvieron a temblar ligeramente ante cada palabra leída, ante cada frase esbozada. Me satisfizo sobremanera lo que se dice en ella, no sólo por su tono extremadamente positivo, sino por la interpretación de su contenido, de sus relatos, de sus historias.
  Gracias por el esfuerzo de redactar una reseña tan completa. Gracias por su halago hacia la forma en que está escrito. Gracias por haberse dejado llevar y emocionar con cada vivencia. Y gracias por considerar  la aparente simpleza de su argumento como el mayor acierto de todo.
  Reproduzco una parte de ella, pero os advierto que merece la pena leerla completa en Ciao! La vida ante nuestro ojos.

 "Creo que los lectores masculinos pueden encontrar en él matices que a veces se les escapan en la prisa de la vida diaria, las causas de por qué reaccionamos de cierta manera, por qué reímos o lloramos, por qué nos callamos cosas y las guardamos aunque nos duelan. Las mujeres, por supuesto, nos vamos a ver reflejadas de un modo tan impactante que habrá páginas enteras en las que nos reconozcamos como frente a un espejo. Eso es lo que me ha ocurrido a mí en algunos de los relatos, os lo iré detallando un poquito más adelante. Y a veces he sonreído cómplice y a veces he sentido el escalofrío de saberme descubierta.
    ... 
  El factor sorpresa también está muy presente y hay ocasiones en que las últimas líneas nos hacen levantar las cejas o quedarnos pensando durante unos segundos, lo que creo que es su mayor mérito.
   ...
  En el caso de “Ellas también viven”, los dieciséis retratos que se nos presentan tienen toda la gama de colores y de sentimientos que podemos encontrar en la vida que nos rodea, en la que vivimos y, por supuesto, en la que sufrimos. Todos, seamos hombres o mujeres, podemos sentirnos reflejados en alguna situación, en alguna frase de las que Mª Pilar nos ha dibujado a lo largo de su libro. Y también podemos sacar alguna enseñanza. Quizá enfrentarnos a alguno de nuestros miedos o ver alguna de las cosas que nos preocupan desde otra perspectiva. Quizá sólo sentir que las palabras que leemos son las que nosotras mismas podríamos decir en un determinado momento. Ese es el gran logro de Pilar: que cada uno de sus relatos es como hablar con una vieja amiga."

10 feb 2012

SANT JORDI BLOGUERO. CUENTO: "EL LIBRO Y LA ROSA"


"EL LIBRO Y LA ROSA"


     -¡Apaga la luz y duerme, mañana estarás cansada!
     La voz grave de mi madre volvió a resonar como un eco profundo en mi habitación. La luz tenue de mi cuarto se filtraba a través de las rendijas de la puerta y ese leve resplandor era más que suficiente para velar el sueño ligero con el que me había venido vigilando desde que nací. Yo estaba completamente desvelada. El sopor cálido del verano turbaba un merecido descanso e invitaba a disfrutar del aire del exterior. Abrí la ventana y apagué la luz. Una lengua plateada y reluciente se adentró hasta el fondo, iluminando los más recónditos rincones de la estancia.  Me volví extrañada y pude verla, radiante, pletórica, con su magnífica redondez, a punto de hermanarse con el astro rey en brillo y luminiscencia, copando un cielo estrellado e irisado por sus reflejos. La miré y me sonrió. ¡La luna me sonrió! De pronto, la vi bajar, permitiéndome ver su rostro alegre, insinuante. Un destello luminoso se desprendió y fue a posarse en uno de los estantes que cobijaba mi colección de cuentos infantiles y las letras doradas impresas en el lomo de uno de ellos parecieron resucitar. La miré de nuevo y me guiñó, invitándome a rescatarlo del lugar en el que había estado sepultado durante años.
     No quise encender la luz, el resplandor de la luna a mis espaldas era más que suficiente para dejarme apreciar con sumo detalle las letras estampadas en las hojas de aquel cuento. “El libro y la rosa”. Abrí la portada y allí estaba ella, de nuevo, dibujada en la página primera con el mismo rostro que acababa de mostrarme, inundando de luz las almenas imponentes de un castillo medieval. Me dejé llevar subyugada por una fuerza imposible de definir, y comencé a leer con pausa, refugiándome de nuevo en mi niñez:
      En una noche de abril, los vítores de alegría sobrevolaron el Reino de la Madre Luna. Una nueva princesita, Azahara, acababa de nacer, colmada de parabienes y deseos rebosantes de dicha y felicidad. Era la tercera de tres hermanas, hija del Rey Leonardo y la Reina Sol, su segunda y joven esposa, hermosa como una estrella y de dulce corazón.
     Un suspiro emocionado emanó del Rey cuando se hubo asomado para ver de cerca el rostro angelical de la pequeña. Su belleza lo encandiló. Sus mejillas sonrosadas, su fino pelo rubio, ensortijado, sus profundos ojos claros y una boca perfilada, como una pequeña rosa aún sin abrir, suscitó su alivio y disipó el mayor de sus temores, acumulado desde el día en que un malsano curandero vaticinó su enfermedad. El Reino de la Madre Luna, su tesoro más preciado, debía quedarse a buen recaudo, pero era precisa una boda real para poder ostentar la corona de mando y preveía que tendría que sortear un grave inconveniente si no nacía un vástago varón en el seno de su hogar. Tendría que esperar a que un digno caballero pidiera la mano de alguna de sus hijas, y la belleza ausente de las dos primeras, unido a un carácter huraño e irascible, espantarían sin duda a los posibles pretendientes de todos los alrededores. Con Azahara en el mundo, su Reino estaba salvado. Su rostro sembraría la atracción por doquier,  sólo necesitaría, por su parte, criarla y educarla en la bondad y en la complacencia.
     Y así fue. Azahara creció sumisa y obediente por la estricta educación del Rey Leonardo, sin acertar a comprender por qué sus dos hermanas podían disfrutar de la libertad que a ella le vetaban. Su altanería la sorprendía, pero más aún que su padre no se enfureciera ni las reprendiera por ello. Sin embargo, ella apenas podía alzar la voz, ni actuar según su instinto, ni  contradecir las órdenes de sus padres o de su institutriz. Conforme fueron pasando los años, el brillo en los ojos de Azahara se fue apagando y su corazón marchitando. Y comenzó a llorar, cada vez con más frecuencia, hasta quedarse dormida, noche tras noche, entre las sábanas de seda azul.
       Levanté los ojos del cuento con una ligera congoja oprimiéndome el pecho. ¿Sería verdad? ¿Sería verdad que en aquella época había que atender a la voluntad dictatorial de un padre? “Pobre princesa” –pensé-. “Está atrapada por su propia belleza”.
        Con los ojos lacrimosos, continué leyendo, deseosa de saber lo que vendría a continuación.
        - Estoy atrapada en mi propia belleza –susurró Azahara en sueños.
Me sobresalté.  No creía haber leído aquel cuento, pero tal vez fuera que no lo recordaba. Mi subconsciente debía tener guardados algunos pasajes en un lugar oculto. Recobré la templanza y devolví la vista al libro para seguir leyendo.
          Al cumplir los dieciocho, el Rey Leonardo organizó la fiesta más lujosa que jamás se había vivido, con la única finalidad de buscar para Azahara un esposo digno de ser rey. Los preparativos se prolongaron durante todo un mes. Músicos, artesanos, trovadores, costureras, cocineros…, un sinfín de oficiantes participaron en la preparación del evento, sin faltar los jardineros, imprescindibles para inundar de color y buen aroma los alrededores de palacio.
          Un día, Azahara aprovechó la ausencia de su ama y bajó a pasear por el jardín, surcando los setos atiborrados de flores multicolor y de sutil fragancia. Un chico joven se afanaba en sembrar rosas blancas y amarillas por orden de la Reina Sol; debían ser las que Azahara llevara prendidas en el pelo en el día de su boda. El joven jardinero se levantó al oír de cerca sus pasos, sorprendido por la proximidad de la princesa y su asombrosa belleza. La voz no acertó a salir de su garganta muda. Azahara lo miró y sus ojos quedaron prendados de su guapura fresca y natural. Tenía una mejilla trazada por algunos restos de tierra oscura, un mechón de pelo negro caído sobre la frente, sin llegar a ocultar completamente el profundo color negro de sus ojos, grandes y expresivos, y una angulosa mandíbula aportándole un gesto deliciosamente varonil. El corazón de Azahara saltó y sus mejillas se llenaron de un aterciopelado color rojo. El cruce de miradas bastó por aquel día, pero no por siempre. Azahara durmió aquella noche con una sonrisa en los labios y a la mañana siguiente bajó, de nuevo, desafiando las órdenes paternas de no caminar sola por palacio.
        La conversación se fue alargando y Azahara notó que la vivacidad, la alegría y la ilusión habían vuelto a su vida, hasta que una mañana el Rey Leonardo irrumpió en su aposento con el rostro rígido y la boca prieta.
         - Te han visto en compañía de un vulgar jardinero, ¡y no un día, sino varios! –le gritó. ¡Como osas desafiar mis órdenes! Eres la esperanza de este reino, su prevalencia depende de ti, de tu desposorio con un caballero digno de ser rey. No volverás a salir, te está terminantemente prohibido conversar con nadie a excepción de tu familia, ¿has entendido? La próxima semana será la fiesta de tu compromiso. De ella saldrás comprometida con algún apuesto joven de buena posición. Hasta entonces, te estaré vigilando.
        Azahara comenzó a llorar y yo con ella. La crueldad del rey me parecía injusta y aberrante. Le había partido el corazón y ella no había sido capaz de decir nada, ¿cómo había podido mantener silencio y asumir su destino con aquella resignación?
        Continúe observando aquella página del cuento y su bonita ilustración. Tras horas de llanto desgarrador, Azahara se había quedado dormida.
        - ¿Por qué te resignas, Azahara? ¿Por qué no luchas por lo que quieres? –pregunté en voz alta.
        - Soy bella –me contestó en sueños-. Las mujeres bellas, todas las cosas bellas, están llenas de bondad, no luchan.
        Volví a sobresaltarme, esta vez aún más que la anterior.  ¿Me había contestado?
        - Eso no es cierto –apunté-. Observa una rosa. Es bella, excesivamente bella, y sin embargo, posee grandes espinas para defenderse.
         - ¿Una rosa? –preguntó sin abrir los ojos-.
         Miré la ilustración sin saber lo que estaba pasando. La luna seguía a mi espalda. La miré y me volvió a sonreír. No entendía nada.
        - Las rosas son tan bellas que necesitan defenderse para que no les hagan daño. Todos quieren arrebatarlas de su espacio, aún a riesgo de marchitarlas, tan sólo para satisfacer los deseos de quien las arranca, atraídos por su dulzor, su aroma y su bonita presencia. Pero ellas merecen vivir felices rodeadas de otras flores, merecen disfrutar de su vida con plena libertad. Por eso crean espinas, para no doblegarse fácilmente ante sus enemigos.
         Azahara despertó mirando a su alrededor, confusa, pero fuerte. Se vistió presurosa y se dirigió hasta la puerta. Estaba cerrada bajo llave, pero no perdió la esperanza. Se levantó el vestido y descendió por la ventana ayudándose de las robustas ramas de un árbol y corrió despavorida hasta el jardín. Buscó y buscó a su joven amado, pero no estaba, había sido conducido lejos de palacio por orden imperial. Azahara buscó las rosas, las rosas blancas y amarillas  que aquel chico de nombre desconocido había sembrado para ella y arrancó una de cada color. Su piel se rasgó con sus afiladas espinas, pero no le importó. Se estaban defendiendo, como ella debía de haber hecho desde que nació.
        Subió a su habitación y extrajo un pequeño libro con hojas de pergamino plagadas de lindos poemas de amor y con la sangre que manaba de sus dedos escribió una sucinta misiva entre sus páginas, pidiendo a su amor ser rescatada de las garras de aquel reino. Deshojó las rosas con todo el dolor de su corazón, posando entre sus páginas los pétales blancos y amarillos que servirían para dar razón de que era de ella de quien partía aquella imperiosa llamada.
      Su ama de cría, consciente de su sufrimiento desde el día en que nació, sirvió de mensajera real para hacer llegar el libro y las rosas hasta su destinatario, tan perdidamente enamorado como ella. Alejandro acudió a su llamada, valiente y presuroso, dispuesto a secundar el día en que Azahara decidió, por sí misma, que quería ser feliz.
     Cerré el libro con lágrimas en los ojos, embargada por la emoción y rebosando felicidad. Tenía la sensación de haber cambiado algo, de haber hecho algo por aquella dulce princesa atrapada en un cuento y en su propia vida. Permanecí toda la noche despierta, observando cómo la luna volvía a ascender despacio, pero con una sonrisa plena y deslumbrante, hasta cruzarse con el astro rey que venía a usurparle el sitio con presunción.
      Entonces me di cuenta de la intención de la luna.  Quería que yo conmemorara aquel acto de amor y valentía que Azahara protagonizó, enviando un libro y una rosa con el único fin de hacer saber que la decisión de ser felices en la vida, es nuestra y solo nuestra, y que puede tomarse en cualquier momento y en cualquier lugar. Yo así lo voy a hacer, haciéndolos llegar a un buen amigo o a una buena amiga. ¿Queréis vosotros hacer lo mismo? ¿Queréis secundar esta bonita iniciativa? Cogeros de la mano de KAYENNA, ella os guiará.

Mª del Pilar Muñoz Alamo - 2012