24 nov 2017

RELATO: «BROTES Y ESPINAS».

Acuarela de Steve Hanks


   No sé cómo decirte esto. No encuentro las palabras. Intento elegir aquellas que carezcan de aristas con las que pueda dañarte, pero no las hay cuando de rupturas se habla. El sentimiento que las reviste hiere en lo más profundo, a pesar de ese amor residual que aún nos queda en el fondo del alma.
   Ayer volví a soñar con ella, como tantas otras noches desde que la conocí; tal vez por haber estado negándola hasta la saciedad, por haber querido desterrar de mi mente la nebulosa en la que se ha instalado acompañándome a perpetuidad, en cada minuto y en cada lugar, mientras buscaba para todo esto un nombre que me salvara de una quema que nos abocaría a ti y a mí a la perdición, al distanciamiento, al recelo que sentirás hacia mí al hacerte esta confesión. Admiración, compañerismo, amistad, adulación... Nombres que he deseado, con todas mis fuerzas, que dieran cuerpo a esto que siento y que me arrastra en contra de mi voluntad; nombres que he deseado, de manera agónica, que acabaran de una vez por todas con el desconcierto que me tiene robado el seso desde hace tiempo. Pero no puedo mentirme más. Hay brotes con savia nueva en el envés de mi corazón, en esa parte desconocida a la que nunca se me ocurrió escuchar y cuya voz me empapa ahora como una lluvia fina, cálida y constante. Tan deliciosamente agradable como jamás pude imaginar.
   Tengo un nudo emocionado en la garganta tomando de la mano al dolor. Y no sé cómo tragarlo, ni cómo hacértelo tragar a ti para evitar que como espinas se te clave dentro. Es el amor el que ordena mis actos. No es lujuria, engaño ni perversión. Es el amor transferido de ti hacia ella, escapado de forma insurgente y descontrolada, como un pájaro que hubiera aprendido a volar y decidiera, por sí mismo, el lugar en el que quiere estar. En el que debe habitar.
   Me he enamorado de ella, anoche lo supe al fin. Anoche, cuando volví a soñarla; cuando pude tocarla por primera vez bajo la protección de Morfeo y mi corazón se vistió de rojo, con pasión inusitada. Sí, ya sé lo que estás pensando, te conozco demasiado bien. Tu perplejidad de esposo se habrá instalado en tu rostro; también lo estuvo en el mío. Pero ya la desterré. Nunca había encajado piezas iguales en un puzle de carne y piel, pero el deseo y el amor las une de igual manera. Ahora lo sé. Construí con ella un paisaje doblemente ondulado, sellado a besos, del que no quise escapar. Suave. Delicado. Febril. Por el que escalamos sin prisa como exploradoras intrépidas, conocedoras de nuestros deseos por instinto propio. Y me dejé abrazar... Y acariciar... Por sus labios de terciopelo, por sus manos gráciles, por su cuerpo delicado, esponjoso como algodón.
   Hoy la he visto y me ha mirado. Y ha debido de leer mis pupilas, porque las suyas han chispeado. Le he devuelto una sonrisa y hemos caminado haciendo sonar los tacones, con la fuerza que la felicidad imprime. No hemos hablado. Pero nuestros ademanes se han hecho promesas de amor,  como dos amantes que se reconocen ajenos al tiempo, a las circunstancias, a los compromisos previos, sin que importe cuáles son.
   No puedo mirar a otro lado, tampoco hacia atrás. Por favor, perdóname.
   Siempre te he amado, tenlo por seguro.
   Y ten por seguro que siempre te querré.

©Pilar Muñoz - 2017


3 comentarios:

  1. Vaya, cuántas emociones transmites. Me ha encantado.

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  2. Te introduces hasta lo más profundo del lector. Extraordinario. Felicitaciones.

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  3. Una bonita manera de empezar a mejorar el día: leyéndote.

    Besos

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