En Tres minutos de color la estéril lucha contra el tiempo y la muerte cobra un significado muy distinto.
Coque Brox, el protagonista de la historia, es un inspector de policía de mediana edad, separado, parco en palabras, amante de todo aquello que conserve su esencia y acromatópsico, o lo que es lo mismo, percibe la vida en blanco y negro. Herido de por vida tras sufrir una pérdida irreparable, solo le alienta la lucha por recuperar el cariño de su hija adolescente. En una Barcelona en caída libre, cuyos locales de diseño no logran acallar la apremiante nostalgia de sus habitantes, investigará la violenta desaparición de Palma, amigo y compañero de profesión. Durante el tiempo que duren las pesquisas se las verá y deseará para mantener engañado a un suspicaz comisario que no lo quiere en la investigación, sufrirá los persistentes intentos de suicidio de su exmujer, y conocerá muy de cerca qué es una ECM (experiencia cercana a la muerte). Lejos de las clásicas novelas de procedimiento policial, el inspector Coque Brox se verá obligado a visitar un terreno verdaderamente desconocido para él y para el resto de los mortales. Lo que un descreído como él nunca imaginaría es que hay lugares sobrenaturales que albergan la verdad, aunque el camino que conduce a ellos todavía siga siendo un misterio. Y como dijo Jorge Luís Borges: «Lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador».
ORIGINAL.
Si tuviera que definir con una sola palabra Tres minutos de color, lo haría con este calificativo, aunque por supuesto no sería el único, simplemente el que destaca en mi mente cuando pienso en la novela una vez leída. Y me encanta. Me encanta esa sensación que me aleja de lo típico, de lo común, de la línea habitual que una espera que siga una historia influenciada por los estereotipos de los que tanto parece que nos cuesta salir.
Ya me acerqué a la prosa y al estilo de Pere Cervantes con su anterior novela, La mirada de Chapman, y me dije que repetiría sin dudar, porque me cautivó su manera de narrar y su forma de plantear la historia. Así es que no he perdido de vista estos Tres minutos de color desde el momento de su publicación para hacerme con ellos y ha sido la recomendación de una buena amiga (que de mis gustos ya entiende y bastante) la que ha terminado de darme el último empujón para leerla. En dos días he devorado las casi 350 páginas de la novela, sin saltarme una mísera letra, absorbida por la trama y por la forma en que su autor la desarrolla.
Siempre he dicho, hasta la saciedad, que me atrae muchísimo la mezcla de géneros, aunque sea uno de ellos el que sirva para encuadrar la obra -por aquello de que, lamentablemente, tendemos a clasificarlo todo-. Y cuando estas mezclas se producen entre géneros tan dispares, sacando los pies del plato, ofreciendo una apuesta arriesgada (y en algunos casos, hasta innovadora) que haga evolucionar la literatura, entonces ya me apasiona.
Cuando en algunos comentarios previos se hablaba de la originalidad de la trama no tenía ni idea de por qué. Ahora puedo entenderlo. No podía imaginar que el tema de fondo que el autor plantea en la historia pudiera estar entretejido tan magistralmente con una novela de género policiaco tal y como suele recrearlo Pere Cervantes. Y digo «tal y como suele recrearlo» porque algo que me fascinó (entre otras cosas) de su anterior novela y que ahora vuelve a repetirse fue esa exposición tan real del mundo policial y de la forma en que en él se desempeña el trabajo, creando para ello unos personajes humanos y sumamente veraces, como solo puede hacer alguien que conozca ese universo muy de cerca. Y choca descubrir (en la ficción) cómo determinadas experiencias que consideramos paranormales juegan un papel tan preponderante en el seno de una investigación muy real y de plena actualidad, hasta cotidiana, diría yo. Sí, ya sé que hay series de televisión, incluso películas que hacen uso de este tipo de «fenómenos» en tramas policiales, pero creedme que ni por asomo resultan tener la relevancia, en cuanto a profundidad, que tiene en Tres minutos de color. Porque el tema que aborda Pere Cervantes no tiene esa única razón de ser de sustentar la trama (que ya es mucho), sino que nos aboca a la reflexión, a hacernos preguntas, a darle vueltas al coco en relación con algo que nos inquieta por el pleno desconocimiento que de él tenemos el común de los mortales; aunque yo he de confesar que es un tema que me apasiona desde que tengo uso de razón y del que he leído muchísimo, lo cual ha hecho que esta novela me atrajera todavía más.
¿Hacemos a un lado el fondo para hablar de la forma?
El ritmo trepidante de la narración te engancha desde la primera línea y no te suelta hasta el final. Suena tópico, pero es así. No decae en ningún momento, porque todo está perfectamente entretejido y Pere Cervantes va desgranando los detalles con maestría a lo largo de las tres partes de que se compone la novela; tres «rupturas» necesarias para poder dar a la historia esos giros argumentales tan contundentes que hacen que nos mantengamos enganchados por lo sorpresivo de lo que cuenta y de lo que alguna de ellas recrea. Y todo ello, con un estilo narrativo que pretende ser informal, pero que está sumamente cuidado en su prosa, ágil, fácil de leer, y consiguiendo con él, además, que no nos perdamos en ese cúmulo habitual de pistas y detalles propio de novelas de este género, como sí ocurre en otras que no están desarrolladas con tanta claridad en la exposición de los hechos. Y no hay paja. No hay nada que sobre, ni que sirva para estirar las páginas de la historia. No hay un exceso de descripciones, solo las justas para definir la ambientación espacio-temporal de la escena. Ni siquiera (a pesar de la cuestión de fondo) hace el autor un despliegue filosófico, en boca de los personajes o de ese narrador omnisciente que utiliza, que esté fuera de lugar. Todo está bien encajado, además de muy bien documentado.
Sus personajes... Ya he hablado de su perfil humano y veraz. Añadiría aquí que además sufren una evolución a consecuencia de lo que viven. No se limita Pere Cervantes a utilizarlos como herramienta para resolver el caso, sino que los reviste de un perfil psicológico que se ve alterado por los acontecimientos, cosa que los enriquece aún más.
¿Me ha gustado? Sí, muchísimo, ¿se nota? Tres minutos de color ha colmado por completo mis expectativas previas (bastante altas, por cierto), no solo por la historia que en ella se desarrolla y por esas ECMs (experiencia cercana a la muerte) que a mí tanto me apasionan, sino por el estilo narrativo de su autor y por su forma de desarrollar las tramas.
Lo dije en Twitter al poco de comenzar la novela y me reafirmo al terminarla: me abono a Pere Cervantes.