Llegué tarde a tu vida. Mi reloj quedó parado y calculé mal el tiempo.
Horas vacías..., días vacíos..., apeada de una rueda que tú jamás
perdiste. Te vi pasar. Rayos de sol pincelaron tu cuerpo y extendí mi
mano para alcanzarte. Pero tu piel resbaló entre mis dedos y volví a
quedar varada en puerto sin saber qué hacer. Si echar a correr... Si
gritarte. Si reclamarte a mi lado atendiendo a la llamada de un corazón
que me ordenaba descerebrado. Mi clamor interno y mudo te hizo girar el rostro. Tus ojos besaron los míos... y tus pupilas libaron mi
boca como miel de abejas. Derramé un suspiro al aire y lo vestí de menta
y canela para atraparte. Pero tu mano no abandonó su cintura, tus dedos
no cesaron de acariciar su espalda ni murieron tus pasos para volver
atrás... Para venir a mí.
Ella te alcanzó primero. Yo llegué tarde. Pero el amor no muere a pesar del tiempo. No envejece. Rejuvenece y se hace más fuerte mientras te alejas. Esperando. Esperando a que la rueda gire y... tal vez, solo tal vez, de nuevo pases frente a mí.
Ella te alcanzó primero. Yo llegué tarde. Pero el amor no muere a pesar del tiempo. No envejece. Rejuvenece y se hace más fuerte mientras te alejas. Esperando. Esperando a que la rueda gire y... tal vez, solo tal vez, de nuevo pases frente a mí.
Pilar Muñoz Álamo - septiembre 2015.
Volverá, disfrazada de tarde, pero volverá. Precioso tu relato Pilar. Ha sido un placer pasar por tu rinconcito de letras, gracias por compartir. Te dejo un fuerte abrazo y mis buenos deseos, feliz día amiga.
ResponderEliminarLola Barea.
Qué agradable es siempre tu visita, Lola!!
EliminarUn fuerte abrazo también para ti y mis mejores deseos, igualmente!! :)