Miriam Beizana Vigo nace en A Coruña, el 20 de agosto de 1990, de madrugada.
Administrativa y camarera de profesión. Estudiante de Literatura por la UNED. Ávida lectora y fanática escritora, desde su más tierna infancia escribe relatos, puñados de borradores de novelas y ensayos personales. Sin embargo, es ‘Marafariña’ la primera obra que se decide al fin a auto publicar.
También realiza críticas de cine y literatura en su blog personal: Las mentiras que escribí.
Hola, Miriam! Bienvenida a esta casa, es un placer tenerte aquí.
No me gustaría comenzar esta charla sin felicitarte por tu ópera prima y por lo que esta significa, a nivel literario y a nivel personal. Me declaro una apasionada de la novela intimista, pero aún más cuando los sentimientos y emociones propios de sus personajes vienen acompañados de un trasfondo que me sacude, que me incita a pensar, a reflexionar, cuando consiguen remover algo dentro de mí. Y Marafariña me ha removido, y mucho.
No me gustaría comenzar esta charla sin felicitarte por tu ópera prima y por lo que esta significa, a nivel literario y a nivel personal. Me declaro una apasionada de la novela intimista, pero aún más cuando los sentimientos y emociones propios de sus personajes vienen acompañados de un trasfondo que me sacude, que me incita a pensar, a reflexionar, cuando consiguen remover algo dentro de mí. Y Marafariña me ha removido, y mucho.
Por cierto, ¿Marafariña existe en la realidad? Porque a mí me ha parecido algo vivo, muy tangible y muy real.
Antes de nada, Pilar, tengo que agradecerte el haber contado conmigo para esta entrevista, o esta charla literaria o, tal vez, este diálogo íntimo y sincero.
Sería una estupidez por mi parte decir que Marafariña no existe y también lo sería indicar que tan solo existe una única Marafariña en el universo infinito. En realidad mi Marafariña ficticia es el lugar más realista y auténtico en el que he tenido el placer de estar, donde he echado mis raíces, adherido a su latido por la eternidad. Existen millones de ‘Marafariñas’, la mayor parte particulares. Espesuras verdes, hermosas y vivas, donde muchas mentes inquietas buscan tranquilidad entre sus árboles, sus hojas, el silbido melodioso del viento y la infinidad de ese silencio cargado de sentimientos encontrados.
Diría que Galicia, mi lugar natal, donde he nacido y crecido, es lo que ha dado lugar a la imaginación de la Marafariña en la que vive Ruth. Pues estas tierras gallegas, tan mágicas, místicas y misteriosas, están llenas de esos lugares verdes y eternos que no terminan nunca pues jamás han tenido inicio.
Fíjate que no aún no he tenido la suerte de conocer Galicia, pero a la vista de tus descripciones y escuchándote ahora me están entrando unas ganas locas de perderme en ella :).
Cuando comencé a leer tu novela no sabía que su historia tenía tintes autobiográficos. En un principio no me pareció algo a tener en cuenta, porque creo que la imaginación puede suplir perfectamente a la realidad, pero después de terminarla y de conocer lo que sucede en las vidas de Ruth y Olga me ha parecido que ganaba aún más en verosimilitud al estar escrita con conocimiento de causa. ¿Has sentido en algún momento que el hecho de ser autobiográfica te haya hecho ganar lectores, o ha sido al contrario?
Al principio, cuando empecé a dar a conocer Marafariña era muy reacia a decir qué se escondía tras ella. De hecho, la primera edición está firmada por mis iniciales ‘M.B.Vigo’ porque mi valentía no era suficiente para que mi nombre completo luciera en su portada.
Cuando la publiqué y comencé con las campañas de publicidad, sobre todo vía twitter, en ningún momento me atrevía a señalar su faceta de ‘ficción autobiográfica’ porque, en cierta parte, eso me hacía sentir vulnerable y frágil. Además, en un primer momento, no sabía de qué manera iban a reaccionar los lectores que se salían de mi círculo cercano, así que el anonimato me protegía de las críticas fulminantes y personales.
Pero poco a poco, cuando las primeras opiniones y mensajes me fueron llegando, empecé a liberarme del miedo y a insuflarme de orgullo por haberme atrevido a escribir y publicar esa Marafariña. No es que me volviera valiente de repente, sino que el apoyo de los lectores me hizo pensar que debía dejar de mentirme y acercarles lo que Marafariña es realmente. Creo que cuando al fin me atreví a señalar que se trataba de una historia autobiográfica empecé a suscitar interés en ese aspecto, sí. Morbo, curiosidad, no lo sé. Pero conseguí darle el impulso inicial que tanto necesitaba.
Me gustaría pensar que es más curiosidad que morbo, creo que ese componente de “verosimilitud” que siempre está en el aire en la ficción se consolida cuando sabemos que la historia tiene buena parte de realidad y es lo que nos incita en mayor medida a conocerla, porque sabemos que la sentiremos como más cercana. De cualquier forma, me alegra que eso haya jugado a favor de ti y de la novela.
Siempre he sido de la opinión de que hay escritores a quienes les mueve su necesidad de escribir (la mayoría, diría yo) y otros a quienes les mueve su necesidad de contar una historia y sobre todo, lo que esa historia encierra e implica. Dime, ¿cuál de las dos te llevó a escribir Marafariña?
Mentiría si no dijera que siempre, desde que era niña, he sentido una necesidad de escribir que no he podido retener. La escritura fue mi vía de escape, mi manera de soñar y la que calmaba mis pensamientos, pues siempre fui una cría hartamente sensible y con una gran tendencia a la tristeza. Sentarme a escribir, imaginar y plasmar, hacer que mis personajes sintieran lo que yo sentía me hacía normalizarme y me acariciaba de alivio.
Pero pasó mucho tiempo hasta que Marafariña llegó a ser como es la obra que ahora está publicada en Amazon. Estaba llena de mentiras, de reflejos de la realidad, de historias que encubrían mi propia verdad. En los primeros borradores, Olga era un mero personaje secundario que entorpecía el buen camino de Ruth que amaba a su novio de la infancia. La religión, además, no tenía cabida porque no tenía el coraje suficiente para reflejarlo en Ruth (en mis letras).
En definitiva, mis historias daban tumbos alrededor de un núcleo que no me atrevía a destapar. Eso me llenaba de vacío y escribir no me liberaba cómo antes. Cuando hace un tiempo (no demasiado) me dije: ‘No, Miriam, no estás contando la historia que quieres contar’ y me dispuse a dejar de auto-censurarme, me di cuenta de que necesitaba escribir la Marafariña real más que cualquier otra cosa.
Si yo tuviera que elegir una sola palabra para definir lo que me ha suscitado la lectura de esa “Marafariña real” diría que AMOR, así, con mayúsculas; aunque hay otra que se me quedaría a flor de piel, y es VALENTÍA. Porque en la historia de Ruth y Olga se combinan dos cuestiones vitales que yo considero muy delicadas de tratar, y sobre todo de vivir: la religión y la homosexualidad. Vamos a hablar un poco de ellas, si te parece.
En la novela, Ruth ha crecido en el seno de una familia adepta a los Testigos de Jehová, una religión —según tú misma relatas y describes en ella— muy estricta en sus creencias, con unas directrices muy marcadas que hay que seguir de manera prácticamente obligatoria. ¿Qué hay de la libertad personal?, me pregunto. Al leer la novela he tenido la impresión de que se atentaba demasiado contra la dignidad de Ruth en nombre de la religión, he llegado a sentir, incluso, una especie de claustrofobia al verla encerrada en ella en contra de su voluntad. ¿Cuánto hay en ello de verdad y de ficción?
Como tan bien señalas, y gracias por haberlo comprendido de forma tan acertada, Marafariña es una especie de camino lleno de escollos para llegar a ese anhelado e imposible AMOR y, de hecho, la VALENTÍA es indispensable para alcanzarlo. Creo que no es necesario que se trate de una relación complicada, ni llena de dificultades, para que ser valiente sea fundamental para atreverse a amar con el corazón abierto.
Ruth se ha criado en los Testigos de Jehová, bajo el seno de sus padres, que se han abrazado a esa fe por la pérdida prematura de su hijo primogénito Miguel. Hay que tener en cuenta que el dolor que Esther y José soportan es brutal, y la religión que los ha acogido se alimenta de ese sufrimiento y trata de convertirlo en una esperanza radical (la forma en la que, básicamente, se llega al insano fanatismo).
Conozco cómo funciona esa religión en primera persona y no he querido mentir ni exagerar al respecto. De hecho, ni los padres ni la situación de Ruth es tan extrema como otras que he llegado a conocer (y que a día de hoy todavía existen). Sí que es verdad que Ruth está muy encadenada a esas directrices, y que su entorno la empuja a seguir el camino tan escrupulosamente marcado. Pero también es verdad que Ruth a duras penas intenta oponerse a tal situación y es muy complaciente. Sí, está muy condicionada y es demasiado joven para disfrutar de su independencia, pero creo que le faltaba ferocidad y atrevimiento. El problema de Ruth es que la culpa y el chantaje de Esther, la machacaban de forma que estaba amordazada doblemente.
Porque este tipo de creencias no solo te ahogan con las normas y las obligaciones sociales (el tiempo empleado en asistir a las reuniones, prepararlas con antelación en casa, asistir a la predicación y demás) sino en la manera de manipular la mente más firme, la forma en clavar agujas con el veneno de la culpa e, incluso, hacer sentir mal a las personas por rozar la felicidad tachándolas de egoístas.
Me gusta y admiro a quienes luchan por lo que quieren, Miriam, a quienes defienden sus ideales, su forma de sentir y de pensar e intentan vivir su vida fieles a sí mismos y a sus creencias. Me parece algo muy loable siempre y cuando no se le haga daño a los demás. Pero esto último es lo que considero más peliagudo, porque a veces, al defender esa manera de vivir tu vida puedes herir a aquellos a los que más quieres, a los que amas. Ruth se encuentra en esa tesitura siendo aún muy joven. ¿Qué debe prevalecer, ella misma o ellos? ¿Qué siente cuando descubre que está viviendo en contra de sus creencias y qué tiene frente a ella ese muro insalvable formado por su familia y por toda la congregación religiosa? ¿De dónde se sacan las fuerzas para imponer su criterio?
Brillante pregunta.
En realidad Ruth no tiene una fe fuerte en Jehová Dios ni en la maravillosa promesa de la salvación. Va a tientas, se tambalea en el umbral, pero su instinto espiritual es muy básico. Tan solo siente esa conexión de ‘adoración’ con el bosque de Marafariña y el influjo de la naturaleza, lo único que le da equilibrio.
Sin embargo, lleva toda su corta vida intentando abrir su mente y buscar el camino de la creencia y la fe. Busca la forma en la que llegar a Dios, sentirlo y creer en él para que toda esa rutina atosigante le resulte más sencilla. El problema de religiones como la que a Ruth le ha tocado, es que se muestran muy inflexibles con cualquier tipo de conducta que atente contra los principios que consideran universales e inalterables, como es el caso de la homosexualidad. La homosexualidad es vista como algo terminantemente prohibido, no se anuda en comprender al hermano o hermana que ‘lo siente’ y se niega la posibilidad de aceptarlo tal y como es. Esto, por supuesto, deja a muchos miembros de tal Organización en una situación desoladora. Imagínate. Ruth apenas tiene nada más en su vida que sus padres, los hermanos cristianos y su rutina espiritual. Si sale de ahí, se encuentra con un vacío que con diecisiete años es muy difícil de llenar.
Un miedo atroz es lo que siente Ruth al darse cuenta de que su relación con Jaime no irá a ninguna parte y que su amor por una mujer crece con tanta fuerza que no puede detenerlo aunque ponga todo su empeño en ello. Un miedo fulminante y una culpa sangrante que la bloquea y le impide reaccionar. Las fuerzas que consigue alcanzar para comenzar a oponerse surgen de ese AMOR tan fuerte, sin barreras, que Olga le hace sentir y que es más poderoso que cualquier otra cosa. ¿No es el amor la fuerza que todo lo mueve, que todo lo puede?
En las buenas personas, en las personas de buen corazón, sí, sin duda. Siempre he dicho que el amor es un déspota, te hace sentir y actuar sin atender a razones, en todas sus facetas, pasional, filial…
Antes has dicho que —al escribir la novela— en ningún momento has querido mentir ni exagerar en relación al tema de la religión. A colación de esto surge una cuestión que no he dejado de plantearme desde que leí Marafariña. Y es ese dilema que se plantea entre el respeto a los demás y la propia libertad de expresión, la libertad de contar nuestras propias experiencias. ¿Cómo se guarda ese equilibrio? ¿Cómo se mantiene una en el límite? En la novela se narran las vivencias propias de Ruth y las vividas por ella en el seno de su familia y en el de su congregación religiosa. Contar lo que a ella le sucede implica desvelar las creencias, actitudes, el comportamiento y la forma de ser y actuar de quienes han formado parte directa en su vida diaria, y cuando estas no son precisamente dignas de alabar… ¿Te has planteado todo esto a la hora de escribirla o te has dejado llevar sin más?
La verdad es que no me he planteado en ningún momento el hecho de manchar la imagen de ningún sector religioso, ni tampoco he pretendido hacer una crítica fulminante y gratuita.
Si me he tomado la libertad de escribir y relatar la verdad sin miedo es porque me estoy limitando a contar algo que yo he vivido, yo he sentido y he conocido de primera mano. Esa manipulación, ese control exhaustivo, esas garras alrededor de la vida que no te permiten soltarte. ¿Acaso no tengo el derecho de contar sobre algo tan real como lo vivido en mis propias carnes?
También es cierto que no se puede generalizar. Ni todos los Testigos de Jehová responden a la descripción de José y Esther, ni de Ruth, ni todas las Congregaciones son iguales. Son personas con un código moral muy bueno, he conocido a personas llenas de bondad y humildad dentro de esta agrupación religiosa (Cristina es un buen reflejo de ello), cuyas intenciones son desinteresadas y solo buscan hacer el bien. La religión también tiene su cara amable, implanta principios que no se suelta jamás y que agradezco tener en mí. La humildad, la sinceridad, la templanza y la docilidad son características encomiables en cualquier ser humano que se están perdiendo de manera muy rápida.
Aunque un tiempo atrás fui muy creyente (más de lo que Ruth ha llegado a ser) y ahora no lo sea, quiero seguir respetando algunos de esos principios que creo que son fundamentales en la existencia, no para ningún Dios, sino para una misma.
Comparto completamente esto último que acabas de decir, creo que hay ciertos principios, llamémosle morales, que deberían formar parte de todos y cada uno de nosotros con independencia de la doctrina religiosa que practiquemos, incluso en el ateísmo.
¿Podemos considerar entonces que lo que relatas en Marafariña es la vivencia puntual de Ruth, o podría ser extrapolable a otras muchas mujeres que practican la misma doctrina religiosa?
Como señalé en otra pregunta, sí que hay muchas otras hermanas (y hermanos) que han vivido situaciones parecidas a Ruth. Incluso otras más drásticas y/o más suaves. Y no solo es la homosexualidad un lastre, sino muchos otros aspectos. El simple hecho de iniciar una relación con otra persona del sexo opuesto que no sea de la Congregación es un auténtico quebradero de cabeza.
Hay que partir de la base de que los padres (que suelen ser las personas que imponen esas creencias) creen firmemente que si sus hijos siguen las doctrinas bíblicas vivirán para siempre en un paraíso, sin dolor ni enfermedad ni muerte. Esa esperanza es tan real para ellos, tan fuerte, que esa conducta estricta es derivada de los fuertes deseos que tienen de que sus hijos, o las personas a las que quieren, cumplan las Leyes divinas. Por eso sí, lo que Ruth vive es algo que se puede extrapolar a otras muchas personas de la misma religión.
Entremos de lleno a hablar de amor, de ese sentimiento que mana del corazón y que, para mí, no atiende a sexos, sino —en todo caso— a géneros. Has construido, literariamente hablando, una historia de amor preciosa entre Ruth y Olga y te felicito por ello, porque las relaciones de amor homosexual, por mucha mente abierta que presumamos tener, aún suscitan rechazo en algunos casos y un cierto morbo en otros tantos. Sin embargo, me cuesta pensar que algún lector pueda sentir cualquiera de las dos cosas leyendo Marafariña, por la dulzura, por la sensibilidad y por ese mensaje subliminal de amor puro (como ya decía en mi reseña) que se respira en cada encuentro y en la relación en general. ¿Cómo ha sido para ti escribirla? ¿Qué has sentido ante el reto de desnudar el alma sabiendo (supongo yo) que los lectores podrían ser más jueces que testigos? ¿De dónde has sacado ese tacto para contarla de una forma tan bonita? :)
Muchas gracias por tus palabras, Pilar.
No fue fácil, como ya he dicho, tomar la determinación de quitar el velo de mi alma y esculpir las letras necesarias para hacer real algo que, como bien dices, todavía suscita recelo y rechazo por algunas partes de la sociedad (y no necesariamente solo personas religiosas).
Tal y como los escritores heterosexuales escriben sobre todo tipo de relaciones entre personas de diferente sexo, yo he querido hacerlo con la misma naturalidad, sin caer en el pretexto fácil de: ”¡Qué fuerte, una relación lésbica!”. Lo que he querido desde el primer momento es que cualquier lector, sea cual sea su ideología, se olvidase del matiz de que estábamos ante un romance entre dos chicas y lo sintiera como un amor entre dos personas, que se unen, que se quieren de verdad, que solapan sus almas y persiguen su destino a pesar de todo lo que siembran a su alrededor.
Escribir la historia de Ruth y Olga ha sido una de las experiencias más hermosas que he vivido nunca. Durante todos los años que estuve haciendo nacer a mis dos niñas, moldeando sus vidas y poniéndome en su piel, he querido crecer con ellas, sentir como ellas, llorar como ellas y reír como ellas. Ahondar en su relación, en su despertar sexual, en su conocimiento, en su aceptación, ha sido toda una experiencia, ya no solo como escritora sino también como persona. Al mismo tiempo que iba haciendo que Ruth y Olga se acercasen más, que eliminasen sus barreras, sentía que yo misma estaba llevando a cabo una evolución personal, que me hacía más fuerte, más decidida y que me aceptaba más a mí misma.
Sí, claro que me sentía temerosa de los juicios de valor de los lectores, y aún conservo ese miedo. Pero he de decir que de momento no he tenido ningún tipo de rechazo o de queja, tal vez sorpresa (sobre todo por círculos más conocidos que no sabían de esa faceta de mí), pero nadie ha criticado nada. Y eso me hace sentirme muy tranquila y muy aliviada.
En cuanto a la ternura, me he basado en la forma en la que yo siento el amor. Estamos hablando de una primera relación, esa que se siente en la adolescencia y que se vive como ninguna otra. A esas edades, todavía tenemos fe en todo, todavía creemos en el amor eterno y nos arraigamos a la persona que nos enamoramos de forma obsesiva y casi enfermiza. No existe la maldad, ni las dobleces. Solo ese silencio cargado de amor cuando te tumbas al lado de esa mujer, o ese hombre, que lucha por dejar de ser niño, y quiere experimentar el sentimiento más maravilloso que existe. Creo que en mayor o menos medida todos hemos experimentado esa ternura explosiva en el pecho, esas ganas de llorar de pura conmoción y esa felicidad radiante.
Llevamos casi todo el tiempo hablando de Ruth, porque tal vez es la que lleva el peso más gravoso en esta historia, pero Olga juega un papel clave, fundamental, al ser el origen y el detonante que hace virar en 180º el camino de Ruth. ¿Cómo es Olga? ¿Qué tiene para producir ese despertar rotundo en su amiga, para abrirle los ojos y hacerla enfrentarse al mundo y a sí misma?
Olga, y aunque no está bien que yo lo diga, es el personaje del que más orgullosa me siento y con el que siento un vínculo casi real. Me despierta una ternura y una empatía que ni siquiera la propia Ruth ha podido hacerlo. Es pura pasión, puro coraje y pura libertad. Olga no entiende de normas arraigadas, ni de caminos a seguir, ni de coacción. Es como un ave con alas radiantes, que cree que puede hacer lo que quieras, volar, desprenderse y conocer el infinito.
También siente miedo, también es joven, y conoce muy bien el dolor (la pérdida de su madre ha sido un suceso devastador que su mente no puede asimilar). Está llena de rabia, pero una rabia que odia y de la que anhela desprenderse. Se obceca en sí misma, se cierra, no puede manejar la ira que siente y su raciocinio se golpea contra la realidad creando en ella un difícil desbarajuste personal. Olga es fascinante, y me alegra saber que muchos lectores así lo sienten.
¿Cómo consigue embaucar a Ruth? Sin quererlo. Desde la primera vez que se ven en la cena en casa de Ruth, su primer y torpe encuentro, en una situación extraña y difícil para las dos, Olga remueve algo en Ruth que desconocía. A ella también le producía fascinación el color de sus ojos (ese negro como la noche) y la fuerza que irradiaba de ella en forma de dolor. Además, tiene una personalidad muy fuerte, una estética peculiar. Olga no responde a ningún tipo de canon o norma de modas, parece estar muy alejada del mundo real y urbano y, al mismo tiempo, en completa sintonía con él. Ruth siente mucha compasión por ella, pero también una envidia incontrolable y una atracción hasta el momento desconocida. Y lo que termina por forjar ese lazo es la manera en la que Olga la comprende, la adora tal y como es, le otorga esa fascinación y ese amor sin tapujos y sin vergüenza.
Algo que he notado a lo largo de toda la novela ha sido una especie de necesidad imperiosa por describir con todo detalle esos sentimientos y esas emociones de los que hablas, referidos a la pareja protagonista pero sobre todo a Ruth, no solo lo que sentían, sino lo que las llevaba a actuar de esa forma, a comportarse como tales. Las descripciones no solo son numerosas, también son, en muchos pasajes, viscerales, desgarradoras, escritas con el corazón fuera del cuerpo. ¿Por qué? Es como si al escribir su historia buscaras por encima de todo la empatía del lector, su aceptación, su comprensión absoluta hacia sus vivencias y hacia sus decisiones, ponerlo de parte de Olga y de Ruth de manera incondicional, o esa es la impresión con la que yo me he quedado. ¿Estoy en lo cierto o está motivado por alguna otra cuestión?
Gracias por señalar eso, Pilar, porque de verdad que era algo que quería plasmar con detalle. No me refiero al hecho de describirlo todo minuciosamente para que el lector entendiera y empatizara (aunque me alegro que eso haya funcionado), sino la esencia de Marafariña y los sentimientos de las protagonistas, de Olga y de Ruth.
Creo que era muy importante en esta novela ser descriptiva y minuciosa, aunque también es verdad que es algo muy implícito en mi forma de escritura, porque intento abrir al lector un mundo diferente, una Marafariña, una forma de contemplar la vida y una manera de vivir diferente. Era fundamental para mí conseguir hacer llegar al público lo que Marafariña era para mí, cómo yo la sentía, cómo yo la vivía y cómo me transmitía. Y, también, quería que Ruth y Olga llegaran a ser tan reales y estar tan vivas. Tal vez he pecado de tediosa en ciertos pasajes, pero lo cierto es que no me he contenido nada en ese aspecto. Marafariña es infinita, no podía guardarme nada de ella por ahorrarme un puñado de páginas.
Yo decía al principio que religión y homosexualidad era dos aspectos delicados de tratar y de vivir. Si al hablar de religión hacemos alusión a una doctrina que considera la homosexualidad como una aberración, la cosa se complica en exceso, por lo que entiendo perfectamente por lo que pasa la protagonista (no cuento nada, que no quiero hacer spam). ¿Qué ovarios (con perdón) hay que tener para hacer valer tus propias creencias religiosas o morales y tu verdadera condición sexual al mismo tiempo, estando prácticamente anulada y presa del entorno?
Existen muchos aspectos de este tema que dan lugar a discusiones extrañas, dependiendo de con quién hables y de su ideología. El problema radica en la manera en la que ‘los hombres’ han hecho uso de la religión, convirtiéndola en un sistema de normas estrictas que ahogan la libertad personal.
Hay muchos sectores religiosos, sobre todo católicos, que aceptan y conjugan la homosexualidad con la religión, basándose en que Dios es Amor y en que Jesucristo no repudiaba a nadie. Respeto enormemente a este tipo de grupos, y no pretendo de ninguna forma desprestigiar a nadie. Pero cuando tienes cierto conocimiento de las Escrituras Sagradas hay cosas que son imposibles de unir por mucho que una se obceque en tal fin. Como Testigo de Jehová leí la Biblia varias veces y la estudié a fondo, y cuanto más la estudias, más preguntas te haces y más dudas acribillan la fe impoluta. ¿Cómo pretenden que una Organización que aboga que ‘los hombres que se acuestan con hombres no heredarán el reino de los cielos’ sea conjugable con la homosexualidad? Me parece hasta insultante que alguien quiera seguir sintiéndose cercano a ciertas Organizaciones religiosas mientras te dan patadas en el estómago y te repudian personalmente.
A mí me parece algo que no se puede unir. De hecho, creo que la creencia es poco plausible para cualquier tipo de persona liberal y tolerante en muchos aspectos. Siempre y cuando, claro, estas personas que presumen de ‘fieles’ ‘católicos’ y que llevan crucifijos al cuello, hayan gastado algo de tiempo de su vida en leer las palabras en las que se basa su fe. Lo cual es, en verdad, de lo que se valen estas agrupaciones: la ignorancia y las sombras de lo oculto.
¿Habría sido todo más fácil para Ruth y Olga de haberse conocido unos cuantos años después, con mayor madurez?
Podría darte dos tipos de respuesta, todo dependería de la manera en la que Ruth se hubiera resignado y aceptado su situación a lo largo de los años.
Es sencillo que, con el tiempo, perdiera cualquier impulso de libertad y simplemente se dejase mecer por sus circunstancias, encontrar el factor cómodo de sentirse parte de un algo, de un grupo que, además, si te mantienes íntegro, eres activo y complaciente, obtendrás la admiración y el ‘cariño’ de todos los hermanos. Añadimos a esto que Ruth carecería de ningún aliciente fuera de ese círculo, no tendría nada de interés en el mundo ‘mundano’.
Pero también podría darse el caso de que Ruth nunca dejase que esas creencias amordazasen su boca y tapasen sus ojos, y que con el tiempo, al encontrar la suficiente madurez e independencia económica, estallase y abandonase las cadenas que tanto la oprimen. No dejaría de ser un paso difícil, y haría falta mucha valentía para irse y quedarse sola… pero si Olga apareciese en su vida en esas circunstancias, es posible que le resultase más sencillo tomar la iniciativa.
¿Por qué este título, “Marafariña”? ¿Tan importante es el papel que juega el lugar para ostentar el título de la novela? Aunque escuchándote hablar de ella a lo largo de esta charla, deduzco que sí.
Marafariña es un nombre al que le tengo un cariño especial. Un día, divagando en una larga clase de historia en la ESO, se me ocurrió. Garabatee esas letras en una hoja cuadriculada y me imaginé ese bosque verde, infinito y libre. Lo más hermoso y puro que vislumbré nunca. Es algo que emplee para muchas cosas: fue mi nickname por los mundos de internet, sobre todo cuando pertenecí a un curioso e íntimo grupo de escritores que a día de hoy siguen refiriéndose a mí como ‘Mara’; fue el lugar en el que se desarrollaron múltiples historias y relatos que escribí desde mi adolescencia; era un nombre al que recurría casi a diario, y me abrazaba. La conexión que sentí con Marafariña me ha acompañado desde muy pronto, y con el tiempo solo se hizo más fuerte.
Como ya comenté más arriba, esta novela tomó muchas formas y muchos caminos, pero siempre mantuvo su esencia, su telón de fondo, tan silencioso y melódico a la par. Marafariña esconde todo de mí, todo de Ruth y todo de Olga. Sería injusto titular de otra forma la obra que, sin Marafariña, sería difícil que alcanzase ser lo que es ahora.
Entiendo pues que constituye más un homenaje a lo que ese término significa en tu vida y para ti que al lugar físico que describes en la novela y al que le has dado este nombre…
Miriam, a mí me ha merecido la pena leer Marafariña. ¿A ti te ha merecido la pena escribirla? ¿Y publicarla?
Muchas gracias, me alegra que de verdad te haya merecido la pena.
A mí sí, claro que me ha merecido la pena y mucho más. Me ha reportado más satisfacciones a nivel personal que ninguna otra cosa. Me ha ayudado a mantener mi autoestima que es algo que en ocasiones me cuesta muchísimo. Me ha hecho sentir seguridad, encontrar alivio y espantar fantasmas. También, me ha servido para acercarme más a muchas personas de mi entorno y conocer a gente nueva, como tú, maravillosa.
Tanto los años que he escrito sus letras, empapándome de su hermosura, ahondando en Ruth y Olga, compartiendo esta historia con gente. Acudiendo a refugiarme en mi Marafariña cuando me encontraba perdida… Siempre ha sido mi aliento de aire fresco, mi propia guía y mi abrazo incondicional. El estar llegando a otras personas, el estar acariciando con mis letras a otros lectores, es mucho más de lo que tan siquiera podría soñar. Me siento radiante en ese sentido.
Me alegra escucharte decir eso. ¿Has tenido que lidiar con algún aspecto negativo desde que la novela vio la luz?
Muchos menos de los que habría esperado.
Me daba miedo la manera en la que reaccionaría mi familia, mis padres, mi hermana, compañeros de trabajo... Más que nada por algunas escenas y algunos aspectos ahí expuestos que, por desgracia, no son agradables y que te hacen verte un poco expuesta.
Sin embargo, la gran mayoría han entendido y aceptado la obra y la han aplaudido. Me ha permitido, como ya dije, acercarme a personas de mi alrededor que al conocer esa faceta de mí han sentido que comprendían muchas cosas. Los aspectos negativos, las críticas o los que se avergüenzan y rechazan la obra, son minoría y prefiero no darle más vueltas a quienes no hacen amago de entenderlo.
Yo sé que tú estás trabajando en otros proyectos y tú sabes que yo seguiré leyéndote, ¿verdad? :)
¡Qué bien! Iba a tomarme un descanso largo después de haber terminado Marafariña porque me había sentido bastante superada al finalizar por toda la tensión acumulada. Pero lo cierto es que no he podido evitarlo.
Simultáneamente, mientras escribía Marafariña, escribí un ensayo en forma de novela histórica-dramática que se correspondería con la obra que tristemente dejó inacabada Estefanía, la madre de Olga. Durante el verano le he dado los últimos retoques y ya está lista para nacer, ‘Todas las horas mueren’. Es una obra breve pero intensa, que tengo ya muchas ganas de publicar (lo haré en Enero de 2016) y que los lectores de Amazon conozcan otra forma de escribir muy diferente a la que mostré en Marafariña. Además, fue liberador para mí escribir algo que se desprendiera de los tintes autobiográficos.
Ahora estoy inmersa en Marafariña Libro Segundo, proyecto que creo que me llevará algunos años pero que estoy acogiendo con muchísimas ganas e ilusión, sobre todo por el apoyo que estoy recibiendo de la gente que ha entrado en Marafariña y de verdad que lo ha disfrutado. Creo que Ruth y Olga se merecen una continuación porque, “¿no es ridícula la idea de no volver a verse?”
Rosa Montero diría que sí, jaja.
Gracias por dejar que nos acerquemos a ti, por haber charlado conmigo a corazón abierto y permitirnos que conozcamos a quien ha puesto mucho más que el alma en la construcción de Marafariña. Ha sido un auténtico placer, Miriam.
Gracias a ti, Pilar, por esta gran entrevista, y por todo tu apoyo en este proyecto.
***
ResponderEliminarMi intención no es recomendar o no la novela cubana del genéro erótico sentimental Las Mil Y Una Ping. Solamente hacerles una invitación a leerla. Gracias
http://www.amazon.com/Las-mil-una-ping-er%C3%B3tica-sentimental-ebook/dp/B011KE75EI