23 abr 2015

POR MI PADRE.


Ella te espera. Ha abierto sus brazos de amante esposa para recibirte,
para enlazar sus manos de nuevo a las tuyas y pasear unidos entre las nubes.
Llueve sobre nosotros el amor que nos profesasteis, calándonos el alma,
salpicando nuestros corazones como gotas de rocío plagadas de luz.

Te has marchado. Dejando tras de ti una estela de bondad que nos acariciará
como la brisa de primavera, mientras dibujamos en el aire tus perfiles de gran padre
para inmortalizarte, con sus trazos de paciencia y plena dedicación a quienes viste nacer.
Evoco tus ojos y el orgullo hacia nosotros se refleja en tus pupilas. 
Pero en absoluto es comparable al que las nuestras devuelven cuando se clavan en ti,
en tu ser, en tu esencia y en tu espíritu..., grandes, muy grandes.

Es fuerte el dolor que siento, pero será mitigado por el paso del tiempo y por el recuerdo
de los momentos felices que poblaron tu vida, vuestras vidas... que son la nuestra,
edificadas con amor, ternura y un sinfín de buenos sentimientos más.

No te digo adiós, ni un «hasta luego», porque seguiré escuchando tu voz y observando
en mi mente los gestos silenciosos con los que hablabas. Y cuando me pregunten
por qué resbala una lágrima por mi mejilla, o por qué sonrío sin aparente causa,
diré que es por ti, por el hombre más bueno el mundo. Por MI PADRE.


PORQUE SOMOS LO QUE LEEMOS...

  


    Porque somos lo que leemos... yo hoy soy Jimena.

   La conocí hace un par de años. Y se me quedó prendida al corazón como la hiedra al muro, alimentada por las emociones y los sentimientos compartidos que, si bien no atienden a una vida idéntica, sí que prestan nombre y rostro a muchos momentos en los que reflexiones de igual naturaleza nos abordan, a mí como a tantas otras mujeres, a lo largo de nuestros años de convivencia familiar.
   Jimena llegó un día a casa sin que yo supiera con exactitud cuáles eran sus intenciones. Nunca pensé que quisiera confesarse, que desnudara su alma ante mí dejándome leer la carta que, como si fuera un diario a tiempo pasado, escribió a su madre al partir de viaje, un viaje a Egipto que resultó ser una huída a la búsqueda de sí misma, una reivindicación desesperada de lo que siempre necesitó y casi nunca tuvo.
   Leí aquellas páginas sin atreverme a mirar su rostro, asustada tal vez por descubrir sus facciones suplantadas por las mías en determinados momentos hasta casi reconocerme. Con el temor de que pudiera preguntarme algo y me viera incapaz de contestarle por la congoja que me atenazaba la garganta al ser testigo de lo evidente, de lo que siempre estuvo ahí, algo tan real como repetido en nuestras congéneres, tan habitual que su magnitud y sus consecuencias se tornan triviales, livianas, sin importancia aparente cuando lo cierto es que te corroen por dentro hasta cuartearte, hasta hacerte perder tu identidad como mujer y como persona.
   ¿Dónde está el límite de la abnegación? ¿A qué altura hemos de situar la linde que da fin a un espíritu de sacrificio para dar comienzo a lo que muchos tacharían de egoísmo personal? ¿En qué medida hemos de renunciar a nuestra propia satisfacción en favor de la felicidad ajena? 
   Todo se hace en nombre del AMOR. Del amor maternal, del amor filial, del amor pasional. Pero el amor a veces es como una corriente de aguas bravas. Te erosiona, te arranca lo mejor de ti sin pedir permiso. Te absorbe, te engulle y te obliga a ser el afluente destinado a engrandecer el río al que alimenta y que circula siempre en una sola dirección hasta disfrutar de la magnitud del mar. Un río que nunca se gira, ni vuelve sobre sus pasos para compartir sus aguas con el venero que lo ayudó a crecer. Porque en el fondo piensa que él solo cumplió con su obligación.

   La conciencia se impone y el tiempo dispone. Dispone no esperarte. No entiende de concesiones, de pausas, de segundas oportunidades. Es un tren en marcha permanente sobrepasando estaciones en las que nunca más volverá a parar. Y tú las miras por la ventana y piensas que aún quedan muchas por llegar; hasta que te desplazas al vagón de cola, tu vista se pierde en la lejanía y una palabra se te atraganta y te quema como ácido en el estómago: renuncia. Y te preguntas hasta cuándo seguirás llevándola en tu vida como estandarte. Y sobre todo y ante todo, si de verdad ha valido la pena dejar de ser tú hasta el punto de convertirte en algo invisible para todos aquellos a los que amas. Hasta el punto de sentirte sola, hueca, con una ristra de frustraciones por deseos incumplidos como parte de tu curriculum vital. Por no exigir. Por transigir. Por pensar que darlo todo implicaba recibirlo, sin más.

   Soy lo que leo -y lo que escribo-. Puro sentimiento, pura emoción. Cuando tomo un libro entre mis manos no deseo que me cuenten una sucesión de hechos, no busco una historia que sea una hilación de acontecimientos, con intriga o sin ella, no me llena esa frialdad en las letras. Necesito que me sacudan, que me remuevan, que me hagan sentir. Necesito escuchar a través de lo escrito cómo respira el alma, cómo late un corazón, cómo se desboca el pulso sin que a la mente le dé tiempo a poner orden, porque el raciocinio desaparece. Jimena me sacudió, por no decir que me impactó. En parte por lo que me contó, pero sobre todo por cómo lo hizo. Sentí que se hermanaban ciertas emociones, que me pedía algunas prestadas para plasmarlas y transferirlas a través de esa carta escrita a su madre. Y estoy convencida de que esa misma sensación la ha tenido y la tendrán cientos o miles de lectoras más que conozcan su historia. 
 
   Jimena es la protagonista de "En un rincón del alma", de Antonia J. Corrales. 
   Tal vez esta no sea la novela más completa. Tal vez no sea la novela más ampliamente documentada. Tal vez no sea la novela más intrigante. Pero consiguió abrirse paso hasta mis entrañas. Lo hizo a bocajarro y sin avisar. Y allí se quedó, con el nombre de su protagonista rebotando por mi pecho como una incansable bola saltarina de color rojo, como su paraguas.

 Todavía sigue ahí. 






"Los años nos envejecen, arrugan nuestra piel, nos desgarran el alma. Desvelan todos los rincones que permanecen ocultos en nuestro sentir. Destapan los pozos negros de nuestra conciencia. Nos dejan ver los precipicios escondidos en las llanuras, camuflados en la fantasía de la ilusión y, entonces, todo comienza a parecer lo que es. Es en ese momento cuando emprendemos esa absurda carrera contra el tiempo, olvidándonos de que hemos empezado a correr a destiempo." ('En un rincón del alma').

****

"Porque somos lo que leemos" forma parte de una iniciativa del grupo de facebook 
"Tarro-libros 2015" y ha nacido para conmemorar este 23 de abril, Día del Libro.
Si queréis conocer quiénes son hoy algun@ otr@s lector@s, pinchad aquí.

19 abr 2015

PRESENTACIÓN de "¿A QUÉ LLAMAS TÚ AMOR?" en MÁLAGA.

    Decía yo esta mañana en Facebook que hay experiencias que constituyen un éxito en sí mismas por el simple hecho de vivirlas, con independencia de las consecuencias que puedan traer consigo. Tanto una presentación literaria como la asistencia a una Feria del libro -desde el punto de vista del autor- parecen tener un objetivo básico: dar a conocer una novela o cualquier otra obra, promocionarla y, a raíz de ello, facilitar su venta. Pero no podemos obviar lo que acontece en cada acto, que resulta ser muchas veces más reconfortante, enriquecedor y agradable por lo que en él se vive que por el hecho de conseguir tal objetivo a través de él. Y si se aúnan las dos cosas..., para qué más.

   La presentación de "¿A qué llamas tú amor?" el viernes por la tarde en Málaga, y concretamente en la librería Luces, me encantó. Fue un encuentro en petit comité, entre amigos, pero cada vez tengo más claro que la cantidad de participantes no tiene por qué estar asociada a la calidad del encuentro. Hablamos de amor, de relaciones de pareja, de conflictos entre sus miembros por falta de entendimiento, de tolerancia, de comprensión mutua... Hablamos del trasfondo intimista y reflexivo de la novela, que supera en importancia a las escenas de sexo y de la elegancia de las mismas en su descripción, de lo que la historia es capaz de suscitar en quien la lee hasta el punto de "tocarle" a nivel personal, de hacerle identificarse con ella y disfrutarla o sufrirla por la realidad que plasma, de la profundidad y coherencia de sus personajes, de sus diferentes puntos de vista y de las dos ópticas bajo la que está tratada: masculina y femenina. Y hablamos de otros muchos aspectos que un lector asistente a la presentación planteó con gran acierto: si la historia habría sido la misma de haberse invertido los papeles entre Jana y Julio, la eficacia de los diálogos para suscitar reflexiones a través de ellos, la idoneidad de elegir un narrador en primera persona para escribir este tipo de novela, la consistencia de los personajes tan diferentes que aparecen en ella, cuáles son los finales ideales para una novela de ficción encuadrada en este género, qué busca el lector cuando se acerca a una obra literaria... Incluso se habló del género erótico en general, en qué podía diferenciarse esta novela de otras muchas publicadas hasta el momento, los efectos positivos o negativos que podría acusar "¿A qué llamas tú amor?" a raíz de las historias romántico-eróticas actuales que versan sobre temas muy comunes y que en ciertos lectores pueden favorecer o no el acercamiento a esta novela para su lectura.
 
    Dos horas completas de interesante charla, de debate tranquilo y animado a la vez, porque no hubo espacios de tiempo muertos en los que no surgiera un comentario, una pregunta, una aportación que valorar y de la que opinar. Hasta Paula ("Los colores de una vida gris") salió a la palestra porque fue la obra que animó a dos de las lectoras a comprar "¿A qué llamas tú amor?" guiadas por la historia intimista y un estilo de narrativa que han querido volver a encontrar.

   Nos echaron de allí, con eso os lo digo todo. Comenzaron a deambular a nuestro alrededor apagando algunas luces para indicarnos que era hora de cerrar y que debíamos terminar una charla que estoy convencida de que habríamos prolongado por más tiempo. Estuvimos como en casa. 
 


   













 
   Un paseo por la calle Larios, preciosa, adornada con una alfombra roja y con un ambiente excepcional, puso la guinda a una visita a la que considero mi segunda tierra y a la que siento de manera especial.

   Gracias por haberme acogido y por haberme acompañado con tanto cariño. Es algo que no se olvida.
  

10 abr 2015

"GOLOWIN" de JAKOB WASSERMANN.


 SINOPSIS:
En los convulsos días de la Revolución Rusa, la aristócrata María von Krüdener, acompañada de sus cuatro hijos, sirvientas y un abultado equipaje, huye de su hacienda en Tula, al sur de Moscú, para reunirse con su marido en el sur del país. El encuentro de María, seductora e inteligente, con Golowin, un marinero revolucionario, experimentado y culto, en una miserable posada en las costas del mar Negro, a la que ella ha llegado después de un viaje en tren hacinados docenas de fugitivos en un vagón de ganado, alterará las ideas y valores de la mujer, que ella cree firmes, pero que él demostrará que sólo son un parapeto que le ha robado la libertad de actuar y sentir.


    "Yo nunca lo haría".

   Hay dichos, frases hechas o rotundas afirmaciones que se desmoronan ante circunstancias que no somos capaces de anticipar, porque creemos que jamás nos encontraremos ante ellas. Incluso forzando la imaginación para vernos a nosotros mismos en semejantes tesituras seguimos en nuestra postura inamovible, completamente seguros de nuestra integridad, de nuestra moralidad, de nuestra manera de sentir y de actuar. Pero hemos de ser conscientes de que en situaciones extremas cualquier cosa es posible, máxime si está en juego nuestra propia supervivencia o la de nuestros seres queridos.
   No es la primera vez que leo una novela en la que se plasma cómo en una situación de guerra o de revolución, como en este caso, salen a flote los instintos más básicos del ser humano, cómo se desvisten de una ética, de una moral o de la educación inculcada cuando las normas y las leyes sociales se diluyen, provocando en muchos casos una visión aterradora de la decadencia humana, de su cara más salvaje. No hay mejor manera de catalogar la condición de una persona que dándole libertad plena de actuación en un estado de total anarquía, donde no exista castigo alguno por sus acciones, donde nada pueda cuestionarse en el seno de unas normas. Y aún más si se encuentra expuesto a situaciones extremas. Es en ese entorno, en ese ambiente donde además se desata el mayor número de porqués; nadie cuestiona lo que ha de hacer, decir o cómo ha de comportarse cuando se siente obligado a ello por cualquier circunstancia, pero no ocurre lo mismo cuando se le da libertad de acción y de decisión, cuando se le permite ser él mismo. Entonces se corre el riesgo de una pérdida absoluta de los valores inculcados. Para bien o para mal.

   Comencé a leer "Golowin" sin saber lo que encontraría. Ni siquiera leí la sinopsis. Me dejé llevar por la experiencia de haber disfrutado muchísimo con "El nadador en el mar secreto" y por estar ambas incluidas dentro de la colección "Los ineludibles" de Navona Editorial. Y he de reconocer que la lectura de las primeras páginas me descolocó, porque no esperaba encontrar una historia tan diferente en cuanto a temática, género e incluso estilo de narrativa. Es más, esas primeras páginas en las que los hechos se cuentan con cierta rapidez y en las que encontré, además, un buen puñado de nombres rusos algo difíciles de memorizar me hicieron pensar que la novela reclamaba atención, que no sería de lectura rápida y ágil. Y no me equivoqué. Pero no solo por ello, sino por sus diálogos. Cuando me topé con algunos de los primeros supe que no habría nada trivial en ellos. Y es que "Golowin" es una novela corta -o un relato largo- que no se lee en un suspiro. Bueno..., rectifico, que NO DEBE leerse en un suspiro. Y me explico:

   Por propia experiencia sé que el grosor de una novela no va en consonancia con la magnitud (numérica) de lo que en ella se cuenta. Hay novelas largas que tienen bastante más paja que grano y novelas cortas, incluso relatos, que son capaces de hacer malabares con las palabras para condensar en ellos toda la información necesaria que nos permita hacernos una idea clara de los escenarios, del momento temporal en el que ocurren, de los personajes con cierta profundidad, de los sucesos que se desarrollan e incluso que permiten introducir giros en la trama con el fin de sorprender. Hay novelas largas que aburren. Y novelas cortas que te dejan una agradable sensación de plenitud. La historia contada en "Golowin" se desarrolla en 119 páginas, y no son necesarios más detalles para hacerse una perfecta idea de las consecuencias de una revolución que acaba con todo el orden establecido en un país abocándolo al desastre y a una lucha desesperada de sus gentes por su supervivencia, a una huída forzada con el miedo adosado a la espalda porque cualquier cosa es posible, porque sus vidas quedan en manos de otros perdiendo por completo su valor y, con ello, hasta su dignidad, porque su futuro se reduce al presente y poco más. Y tampoco son necesarias más páginas para que el autor nos haga entender, con maestría, cómo se tambalean las convicciones personales, éticas, morales, psicológicas y sociales de sus protagonistas, haciendo uso para ello de una serie de reflexiones profundamente filosóficas -puestas en boca de los personajes a través de sus diálogos- que merece la pena detenerse a saborear. A lo largo de la historia se ahonda en el alma humana y en el corazón de la mujer, en su papel como "costilla del hombre" adoptada en la época, en su dependencia física y mental hacia un marido que la doblega y la amolda a su antojo privándola de voluntad propia apelando a su debilidad y fragilidad, y que ella acepta con la convicción de que no existe alternativa posible hasta que alguien cimbrea sus creencias y la obliga a cuestionarse el porqué. 

   "Golowin" es una novela que yo no recomiendo leer en cualquier parte ni en cualquier momento. Requiere leerla con toda nuestra atención puesta en sus palabras, en sus frases, en unos diálogos que integran con habilidad numerosas reflexiones que exigen por nuestra parte el pequeño esfuerzo de asimilarlas y digerirlas, porque muchas de ellas son filosofía pura. Tomárnosla a la ligera y quedarnos solo en la superficie de lo que se nos cuenta hará que nos perdamos lo que yo considero que es el verdadero leitmotiv de la novela.

Otra "ineludible". Sin duda. 

 

6 abr 2015

"UNA MADRE" de ALEJANDRO PALOMAS.


El retrato de una ciudad acogedora y esquiva a partes iguales, de una familia unida por los frágiles lazos de la necesidad y del amor y la mirada única de una mujer maravillosa en un momento extraordinario.
Faltan unas horas para la medianoche. Por fin, después de varias tentativas, Amalia ha logrado a sus 65 años ver cumplido su sueño: reunir a toda la familia para cenar en Nochevieja. Una madre cuenta la historia de cómo Amalia entreteje con su humor y su entrega particular una red de hilos invisibles con la que une y protege a los suyos, zurciendo los silencios de unos y encauzando el futuro de los otros. Sabe que va a ser una noche intensa, llena de secretos y mentiras, de mucha risa y de confesiones largo tiempo contenidas que por fin estallan para descubrir lo que queda por vivir. Sabe que es el momento de actuar y no está dispuesta a que nada la aparte de su cometido.
Un cartel luminoso que emite mensajes desde una azotea junto al puerto, una silla en la que desde hace años jamás se sienta nadie, una Barcelona de cielos añiles que conspira para que vuelva una luz que parecía apagada, unos ojos como bosques alemanes y una libreta que aclara los porqués de una vida entera… Una madre no es solo el retrato de una mujer valiente y entrañable, y de los miembros de su familia que dependen de ella y de su peculiar energía para afrontar sus vidas, sino también un atisbo de lo que la condición humana es capaz de demostrarse y mostrar cuando ahonda en su mejor versión.


   Hace tiempo que aprendí que el argumento escrito de una novela no aventura con acierto lo que encontraremos en ella. Ni siquiera el mayor o menor interés que despiertan las líneas de contraportada se corresponderán necesariamente con lo que nos deparará su lectura completa. Argumentos que requieren un verdadero ejercicio de síntesis para concentrar todo cuanto acontece pueden dar lugar a historias plagadas de sucesos sin interés, sin gancho; por el contrario, novelas en apariencia insulsas que pueden resumirse en un pequeñísimo párrafo pueden dejarte huella, a la vez que no dejarte parar de leer. Si alguien me preguntara "¿de que va 'Una madre'?", tendría dos opciones: decirles que gira en torno a la reunión familiar organizada por Amalia para la cena de Nochevieja y a las múltiples confesiones y secretos que nos desvelará de cada uno de sus miembros (resumen que no me convence nada), o decirles directamente "¡léela!". Sin duda alguna terminaría decantándome por la segunda opción, porque ningún resumen, por bueno que sea, haría justicia a lo que la novela esconde, a lo que transmite, a lo que despierta.
    El encanto de lo cotidiano, de lo trivial, tal vez de lo común vuelve a alzarse como elemento fuerte de una historia. Sorprende descubrir que mucho de lo que hemos vivido, experimentado, sufrido, disfrutado o pensado, también ha estado presente -y está- en las vidas de otros muchos de cuantos nos rodean, siendo más habitual de lo que creemos. Y eso nos convierte en protagonistas indirectos de la historia al vernos reflejados en los personajes que se nos presentan, hermanándonos en cuando a vivencias, situaciones, sentimientos y forma de pensar, lo cual consigue atraparnos en su lectura con muchísima eficacia.
    Alejandro Palomas hace uso de una narrativa muy ocurrente, que va oscilando entre un tono emotivo y otro hilarante para presentarnos a unos personajes descritos, en su mayor parte, atendiendo más a sus hábitos y a sus costumbres -pintorescas algunas- que a su físico o a su carácter, y para darnos a conocer a una madre perfectamente perfilada desde el principio. Desde que Fer (su hijo) comienza a hablar de ella en las primeras páginas, la ves, intuyes cómo es hasta identificarla con ese estereotipo de madre entrañable de cierta generación, inocente, sufridora, imprevisible, ingenua pero no tonta, espontánea, inmersa en su propio mundo sin dejar de otear en ningún momento el horizonte para vigilar a su prole, con sus propias preferencias y pretendiendo que los demás analicen y vean las cosas según su prisma y su gama de colores, una madre en ocasiones encantadoramente irritante. 

   Creo que sobra decir que he empatizado plenamente con Amalia a través de la imagen de mi propia madre. Me he emocionado con ella, he reído con muchas de sus ocurrencias y he sonreído por dentro al identificar sus dichos, su forma simple de ver la vida -sin demasiados dobleces-, con el cartel de "¿en qué puedo ayudarte?" colgado en la frente para todo y para todos, conciliadora y mediadora incansable para mantener unida a una familia en la que impera la diversidad de caracteres y en la que la irrupción de "extraños", de ajenos a su sangre y a sus costumbres aporta aún más perspectivas, actitudes y opiniones distintas por conciliar. Y es que es ahí donde radica la grandeza de una madre, en su capacidad para traer hijos al mundo a los que tendrá que cuidar acortando o alargando los hilos que la unen a ellos a medida que su grado de madurez e independencia aumenta, pero sin llegar a soltarlos nunca, entretejiendo una trama invisible que los mantenga a todos unidos sin que se note y procurando observar sin ser vista, aconsejar sin ser oída, ayudar sin sujetar a nadie, empujar sin que exista un solo roce... Así es Amalia. El autor ha sabido crear, a través de sus actitudes y palabras, la imagen de una madre que intuye, que aunque parezca estar en su mundo no deja de ver, de analizar, de usar un sexto sentido y un lenguaje sin palabras que rara vez falla. Una madre que aplica sus eficaces remedios nacidos de la experiencia, de ese método de aprendizaje por "ensayo y error" tantas veces practicado que se convierte en una garantía de acierto mayor que el de cualquier profesional.
    No suceden grandes cosas a lo largo de las doscientas cuarenta páginas de la novela. Pero porque ésta no es una historia de sucesos importantes, de acontecimientos, de intrigas..., es la historia de una estampa, la de una familia como cualquier otra; una estampa de relaciones entre sus miembros donde se conjugan diferentes caracteres, costumbres, temperamentos, sentimientos, emociones, formas de pensar, de ver la vida, de afrontar los problemas y de sortearlos, bajo la premisa de mantenerse unidos pese a todo. Y es ese entramado psicológico y la forma de interacción entre sus miembros con la madre al frente los que cobran protagonismo por encima de lo que les ocurre, anecdótico en muchos casos.
    Lamento profundamente haber caído en el error común de que una portada me echara para atrás a la hora de comprar la novela y leerla; siendo sincera he de confesar que me molestaba -y me sigue molestando- ver la imagen de esa mujer escondiendo el rostro tras un cúmulo de flores en una composición forzada, bajo mi personal y subjetivo punto de vista, sin que haya logrado entender aún su significado, metafórico supongo. Y digo que lo lamento profundamente porque de no haber sido por las críticas altamente positivas vertidas por la blogosfera en su campaña de promoción me habría perdido esta joyita de Alejandro Palomas tan bien escrita, que te hace reír, sonreír, llorar, emocionarte y reflexionar a partes iguales.


    "Una madre" es una novela de relaciones y de sentimientos. Y no es una novela de "personajes", porque no lo parecen, son tan reales que se convierte en una historia de personas como tú, como yo, como nuestro hermano o nuestra madre..., es decir, de seres humanos en toda su extensión compartiendo una familia tan real que da miedo, porque sus defectos, sus virtudes, sus lazos de unión que se quiebran para volver a unirse antes de que lleguen a romperse son los de muchas de nuestras propias familias. Esta novela es como verse a una misma desde fuera, desde un plano superior en el que pueden apreciarse los detalles que nos pasan desapercibidos de tan cerca que los tenemos. Y es un canto al respeto, a la comprensión, a la empatía mutua, a la supremacía del amor por encima de la naturaleza de cada cual -sobre todo al amor incondicional de una madre por sus hijos-, y a la superación como requisito indispensable para vivir la vida con plenitud.

4 abr 2015

"LOS COLORES DE UNA VIDA GRIS": UN AÑO DE VIDA.

   Con mis pequeñas dudas y recelos, en el fondo siempre aposté por ella. Aunque quizás la apuesta también fuera por mí, por demostrarme a mí misma una vez más que era capaz de terminar un nuevo proyecto a pesar de las múltiples dificultades, de los obtáculos, de los inconvenientes propios y ajenos, tal y como ya había ocurrido en ocasiones anteriores en las que el empeño personal, el tesón y la fuerza de voluntad han tomado las riendas en mi vida hasta ganar batallas que a priori se presentaban laboriosas, casi inaccesibles. Y es que me crezco ante las dificultades, ante las metas complicadas; el "yo puedo" emerge anticipando ese halo de orgullo que se siente tras la consecución de un logro preñado de esfuerzo. Porque el aprendizaje que todo ello nos reporta es lo que de verdad nos enriquece; las  metas fáciles solo perpetúan lo que ya sabemos.

   He rescatado la entrada que escribí hoy hace justo un año, cuando estaba a punto de pulsar el botón de publicación de KDP para que mis colores asaltaran el universo de Amazon, y me ha encantado leerla, rememorar las emociones sentidas en aquel momento y que este blog me ha permitido recuperar como si se tratara de un diario íntimo. Entonces exponía mi ilusión, mi incertidumbre y los deseos que acompañaban a Paula de la mano en su andadura por el mundo de las letras. Hoy la perspectiva es distinta, hoy puedo analizar cuántos de mis deseos con respecto a ella se han cumplido, qué derroteros ha tomado la novela disipando la incertidumbre y cuál ha sido la respuesta hacia una historia que tanto me costó contar, que tanto empeño puse en crear.

  Mil quinientas copias descargadas en formato digital a través de Amazon, cuarenta comentarios de lectores en dicha plataforma, treinta y siete reseñas publicadas en la blogosfera literaria y muchas otras críticas llegadas hasta mí, de forma privada, de lectores que han querido hacerme llegar sus impresiones a través de familiares y conocidos. Una lectura conjunta organizada por iniciativa de Laky (Blog "Libros que hay que leer") y Lidia (Blog "Juntando más letras"), a quienes vuelvo a dar las gracias por su ayuda y su amistad, y una página creada específicamente para la novela donde pudimos intercambiar impresiones sobre ella y que me permitió tomar nota para seguir mejorando, para seguir aprendiendo en estar labor tan compleja. Y a la vista de todo ello tengo que decir que estoy feliz, Paula me ha hecho muy feliz. Pero no por este balance de cifras que siempre se ha de analizar de forma relativa y no absoluta, sino por el mensaje que las acompaña, altamente positivo. 

  Son muchas las valoraciones que podría hacer de ella, muchos los análisis a los que podría prestarse a la vista de los buenos resultados, teniendo en cuenta sobre todo que ha volado sola la mayor parte del tiempo, que no ha gozado de un respaldo editorial, de una campaña publicitaria de presentaciones u otras vías de difusión como sí emprendí con los relatos, ni siquiera de una continuidad o insistencia por mi parte para hablar de ella en redes sociales u otros medios a mi alcance; pero hace tiempo que aprendí que las estadísticas no cuentan, que las experiencias de otros no tienen por qué repetirse en una misma, que lo que a mí me funciona puede suponer el más rotundo fracaso para los demás, que no existe la panacea ideal ni la lógica en lo literario... Por lo que me limito desde hace meses a vivirlo todo como una experiencia de la que disfrutar, a sonreír y emocionarme ante los elogios, y a tomar nota de las críticas constructivas que suponen una ayuda para que futuros embarazos tengan mayores probabilidades de dar a luz criaturas más perfectas. Y Paula ha cumplido su misión: la de emocionarme y la de instruirme en determinados aspectos que ahora sé cómo abordar. 

   La irrupción de Jana ("¿A qué llamas tú amor?") en mi vida literaria tal vez le haya restado un protagonismo del que merecía haber gozado por más tiempo; pero no la olvido, no la suplanto, en el corazón de una madre hay espacio para todos. Y ella me corresponde demostrándome día a día que su andadura continúa, que sigue conociendo a gente sin que yo se la presente, que su independencia y su éxito personal están por encima de mi ignorancia. 

   Gracias Paula, Olga, Ana... Gracias a todos los que vivís dentro de ese mundo de color... Porque haberos creado no ha sido solo un ejercicio de ficción literaria impregnado de emociones, también ha sido una historia de superación personal. La mía.