Ayer, en la web de Javier Pellicer, leí una entrevista a Laura Falcó, escritora y editora, directora de los sellos Libros Cúpula, Luciérnaga, Planeta Gifts y del Conference Office en el Grupo Planeta, y la lei atendiendo a un aspecto que todos sabemos que es crucial a la hora de retener audiencia y hacer que esta se sumerja entre sus letras: el título. “Ser editor implica publicar lo que quiere el público”. En cierto modo, yo ya lo sabía, ya era muy consciente (y siempre lo afirmé con total tranquilidad) que las editoriales son entidades con ánimo de lucro, incluso me permití hacer uso de esa empatía que siempre me acompaña para ponerme en su lugar (en el de un editor) y poder llegar a la conclusión de que detrás de su trabajo y de la empresa en la que se integra hay bocas que alimentar, impuestos que pagar y deudas personales que saldar, tal y como ocurre en la mayor parte de las familias del común de los mortales, y eso implica realizar inversiones rentables. Y siempre añadí además que la cultura jamás debería dejarse por entero en manos privadas, porque al igual que la sanidad o la educación no deja de ser un bien de interés común, fundamental para el desarrollo intelectual de un país que no podrá avanzar desde la ignorancia de quienes lo sostienen, que no somos otros que los españolitos de a pie, presentes y futuros. Pero bueno, leer esa afirmación directamente de boca de esta editora me sorprendió, y no sé por qué, quizás porque a esta declaración se unió en mi mente la que hizo Esther Escoriza (editora del sello Esencia - Grupo Planeta) en otras declaraciones relacionadas con las publicaciones actuales encuadradas en el género romántico-erótico, afirmando que al tratarse de literatura de género estas novelas no tenían por qué tener necesariamente calidad literaria, sino incluir una buena historia con un final feliz, que, según parece, es lo que demandan l@s lector@s de este género por encima de cualquier otra cosa.
¿Y por qué traigo todo esto a colación hoy? Pues sencillamente porque considero que hay escritores que necesitan (o necesitamos, si es que yo lo soy)reajustar su mente y reordenar los elementos puestos en juego sobre la mesa para saber dónde están, hacia dónde quieren ir y qué probabilidad tienen de alcanzar aquello que se proponen. En definitiva, ser conscientes de sus expectativas, analizadas dentro del conjunto del mundillo editorial y no solo a nivel personal, con el fin prioritario de manejar sus emociones y controlar su grado de felicidad o de frustración partiendo ya desde el principio de una postura realista y sensata, no del sueño a veces utópico que pretendemos hacer realidad en contra de los elementos.
Parto del hecho de que el escritor (o escritora) del que hablo sabe escribir, domina el arte de la escritura mínimamente bien como para merecer ser leído sin que le tiren la novela a la cabeza. Pero no todo se reduce a eso, hay que ser consciente de lo que se escribe, del tipo de historia que se cuenta, cómo se cuenta y a qué público potencial puede ir dirigida. Y aquí nos encontramos con un dilema: que aquello que al escritor le hace sentirse realizado como tal coincida con los gustos comerciales y demandas del público en general y, por tanto, de los editores -aunque literariamente sea mediocre-, en cuyo caso estará de suerte, o, por el contrario, que sus pretensiones personales no comulguen con todo esto. ¿Cuántas veces habremos oído decir que la novela es buena pero no vende?; ¿que está muy bien escrita pero que no es lo suficientemente comercial como para que sea rentable publicarla?; ¿que el tema que trata no es del interés general? ¿Cuántas veces nos habremos rebelado porque hay novelas de escritores con una pluma impecable guardadas en los cajones, luchando por una oportunidad sin conseguirla, cuando acabamos de leer algo infumable (literariamente hablando) publicado y promocionado a bombo y platillo por una editorial fuerte?
Las emociones se disparan de manera incontrolable, los anhelos se desmoronan ante la frustración y la desesperanza, ante la imposibilidad de modificar un sistema que difícilmente podrá cambiarse desde la posición de David; Goliath (en este caso y momento) es demasiado fuerte, demasiado poderoso. No queda más remedio que canalizarlas, racionalizarlas y pensar con sensatez para después decidir y secundar a pies juntillas tal decisión; es de idiotas autoflagelarse a diario, seguir coleccionando contusiones en la cabeza por intentar derribar un muro demasiado grueso, lamentarse desde el momento de levantarse hasta la hora de acostarse por no reunir el perfil exitoso (según los cánones establecidos) que te lanzaría al estrellato de forma inmediata, arremeter con improperios y lo que se tercie contra quienes han tenido más suerte que tú aunque consideres que no la merecen, o seguir jugando al todo o nada, es decir, a seguir caminando si de verdad sientes que llegarás a la cima o abandonado sin contemplaciones al ser consciente de que en muchos momentos te encontrarás solo ante el peligro en tu papel de escritor, con apenas un lugar semivisible donde apostarte y sin oportunidades de que te respalden quienes únicamente pueden hacerte destacar a lo grande.
¿Deseas convertirte en un buen escritor o simplemente tener éxito? ¿Deseas obtener el reconocimiento de una minoría por tu literatura de calidad o de una mayoría por tu literatura comercial? ¿Deseas seguir siendo fiel a ti mismo escribiendo en torno a aquello que te interesa, que te preocupa, de lo que consideras que merece la pena hablar, o prefieres centrarte en las demandas ajenas y en las modas literarias para conseguir visibilidad? ¿Escribes por necesidad personal, porque las letras te corren por las venas como la sangre y no puedes pasar sin ellas, o podrías prescindir fácil de todo eso para dedicarte a menesteres más fructíferos? En tus sueños más ambiciosos, ¿aspiras a formar parte de la historia de la literatura con tus letras y tu forma de escribir, o a ocupar las paginas de las revistas y de la prensa literaria actual por ser uno de los autores bestsellers del momento con el símbolo del euro pintado en los ojos? ¿Amas tanto a la literatura que te duelen los desaires que se le hacen cuando lees ciertas novelas (o si tú mismo escribes algo de mediocre calidad), o por el contrario te centras en la historia que se cuenta sin importarte el cómo?
Ni que decir tengo que combinar ambas cosas es el ideal más absoluto: calidad literaria y bombazo comercial, éxito personal y público, satisfacción y orgullo por lo que se escribe reconocido además por quienes te leen. Pero seamos sinceros, coherentes y sensatos: eso solo está al alcance de unos cuantos. Tú, escritor, aspiras a ser uno de ellos; pero mientras lo consigues habrás de contestar a todas esas preguntas y tomar conciencia de las consecuencias de tu elección para evitar desagravios emocionales constantes y continuos sobre ti mismo. Y una vez contestadas con total sinceridad, entra en el juego manejando unos elementos u otros en función de tus respuestas, no pretendas comerte la sopa con tenedor porque terminarás pasando hambre y cabreado por los siglos de los siglos amen.