31 dic 2014

EL AÑO QUE SE NOS VA.


   Nunca sabemos lo que nos deparará el futuro. En cada fin de año nos encomendamos al siguiente murmurando entre dientes los sinsabores del presente que nos gustaría dejar atrás para no volver a ver jamás, y a la vez, elevamos la copa, sonreímos abiertamente y pronunciamos a boca llena nuestros mejores deseos para los 365 días siguientes, como si el buen humor, la buena disposición y el optimismo actuaran de imanes para la buena suerte. Doce campanadas que parecen trazar una frontera invisible, más alta que nunca, entre el ayer y el mañana, un punto de ruptura de la tendencia anómala o de continuidad de la etapa feliz por la que atravesamos, según nos interese. Y al mismo tiempo, hacemos balance como si estuviéramos obligados a rendir cuentas, como si debiéramos calificar al año que termina al igual que ocurre con los escolares al final de cada trimestre, evaluando su grado de mediocridad, su bondad o la crueldad con la que nos ha tratado para ocultar sus digitos bajo un borrón rojo o rodearlos con una verde corona de laurel. 

   Pero hay algo que a mí me resulta especialmente curioso. Y es que hay veces en que el cariz de los acontecimientos de los que somos conscientes al reflexionar no se corresponden con las sensaciones placenteras, satisfactorias o negativas que sentimos sin pensar. Impresiones. Esas son las que valen, las que nos dejan sus huellas reales, vívidas, como zarpazos en las entrañas cuyo origen puede ser difícil de reconocer con cierta coherencia, porque a veces nuestro sentir es, para bien o para mal, sencillamente inexplicable.

   Llegados a este punto y echando la vista atrás, puedo decir que el 2014 ha sido un año literario sin desperdicio. En él se han dado cita dos novelas que jamás pensé que podrían ver la luz a tan corta distancia. Pero no ha sido solo esa "producción novelera" la que me ha brindado una experiencia inolvidable a muchos niveles, sino todo lo que la ha envuelto: el antes, el durante y el después. Cambiar algo de registro, de planificación a la hora de escribir, de objetivos..., jugar con la autopublicación y con la publicación por editorial convencional, volver a la palestra de las presentaciones, del contacto con lectores, recibir las críticas y comentarios tanto de una novela como de otra, ampliar el conocimiento de los entresijos de este mundillo, compartir buenas noticias con amigos escritores que van escalando puestos en su trayectoria literaria... Hacerme ilusiones, desinflarme, reflotar con fuerza, detenerme a analizar a conciencia la situación, tomar decisiones, reafirmarme en mis principios y en mi forma de entender esta afición personal y lo que con ella persigo, alegrarme por mis logros, anhelar más alcance, recobrar el raciocinio, pensar en quienes tengo a mi alrededor, parar de nuevo sin quitar la vista a mis vástagos, sin dejar de empujar, con miedo a que todo acabe, a que este sueño tan bonito que comienza a insinuar sus perfiles resulte ser tan efímero como cualquier otro sueño nocturno dinamitado por el despertador... Risas, llantos, enfados, pataletas, cabreos, alegrías, celebraciones, satisfacciones, orgullo, rebeldía... Emociones, al fin y al cabo. Un cúmulo de emociones que me han hecho sentir viva a lo largo de todo el año, con una meta por conseguir, con un reto de superación, con una apuesta personal en la que el control y el mérito propios tan solo resultan ser componentes mínimos, y a veces muy poco decisivos, en la partida que se disputa sobre el tablero de juego. Aunque ese pasearse por la cuerda floja, ese riesgo sin posibilidad de control son los que elevan la adrenalina hasta los niveles que me gustan: los de la alerta y la incertidumbre, los que me exigen poner los cinco sentidos en cualquier paso que doy, los que dan a mi vida esa intriga que compensa la monotonía extrema de la cotidianeidad.

   Después de hacer un rápido balance de los acontecimientos de estos últimos doce meses, esbozo una sonrisa al pasado y tuerzo el gesto ante un futuro incierto. La literatura y todo lo que la envuelve navega sobre aguas convulsas. No están todos los que son, ni son todos los que están; no todos los intereses son los acertados, los que deberían ser; no todos aguantan arriba el tiempo que merecen, mientras que otros parecen estar sujetos por cadenas que penden del techo sin razón literaria que resulte válida..., al tiempo que los euros van de mano en mano cuando la moneda de cambio tendría que ser la cultura... Pero no es momento de artículos críticos, sino de aceptar la realidad tal cual es, obrar en consecuencia y... desear en consecuencia.  

   Afronto el 2015 con la mente clara. No quiero logros, busco emociones. No quiero metas, solo incentivos. No busco el éxito, sino mejorar. No quiero disputas, lides, rencillas ni zancadillas, solo amistad. No aspiro a una gloria inmerecida, si tuviera que elegir preferiría un culto anonimato. 

   Gracias a quienes me habéis acompañado a lo largo de este 2014 que termina. Gracias por haber desempeñado un papel en mi función. Algunos ocupan un lugar en mi mente. Otros en el corazón.

    ¡¡Os deseo a todos un muy feliz 2015!! Alejad los miedos, mirad al futuro de frente y pensad en positivo. 
   La fuerza está en nosotros. A pesar de todo y de todos.

6 comentarios:

  1. Los incentivos son los que nos ayudan a caminar. Ojalá encuentres muchos en este 2015.

    ResponderEliminar
  2. " aceptar la realidad tal cual es, obrar en consecuencia y... desear en consecuencia" Feliz Navidad de una nueva seguidora, espero ver a lo largo de este 2015 que tu búsqueda de emociones se cumpla y llegue a los demás en forma de letras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tus deseos y por compartir este espacio!!
      Feliz 2015!! :)

      Eliminar
  3. Feliz año Pilar! Espero que en este 2015 encuentres todos esos incentivos, todas las emociones, y sigas siempre mejorando, siempre hacia delante.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Se intentará, Margari!
      Feliz año, que tus deseos se cumplan!
      Un beso!

      Eliminar