26 jul 2014

VIENTOS Y MÁS VIENTOS.

   Me he levantado temprano para sentarme a escribir, pero no lo he hecho. Ya tengo asumido que el  tiempo libre que me proporcionan las vacaciones se me escapa -como entona alguna canción por ahí- como el agua entre mis manos; esa no necesidad inconsciente de enlatar el tiempo, de empaquetarlo con medición milimétrica para que no quede libre un poro por el que pueda perderse, hace que me pierda yo y que lo deje evaporarse deambulando entre cosas banales, que por otro lado considero necesarias para recuperar un poco el resuello dinamitado por el estres cotidiano que ya mismo volverá. 

   He dado un paseo por éste, por mi propio blog, y he visto la fecha de su última entrada, 16 de mayo, y me ha resultado un tanto indiferente el cálculo mental de esos más de dos meses en que se ha mantenido estático. Ahora, no antes. Me ha resultado indiferente ahora, después de que las olas me hayan acariciado las piernas en mis paseos por la playa, de que la brisa y el susurro del mar me hayan hablado bajito y me hayan dicho muchas cosas que necesitaba escuchar, después de que el salitre haya disuelto las costras que van recubriendo el cuerpo por los roces del camino y me hayan devuelto en casi estado puro al mismo punto del que partí, muy consciente de aquello a lo que no deseo renunciar.

   Me gustan los barcos veleros, la calma con la que se desplazan, el apoyo de la madre naturaleza que los hace avanzar. Pero no quiero ser uno de ellos, me asusta moverme a merced del viento, con la fuerza y en la dirección marcada por él al más mínimo despiste. Me asusta el tiempo en que a veces tardo en darme cuenta de que me han tomado el timón con sutileza tal que ya no soy yo quien lo gobierna; suerte que luego reacciono, me sacudo, saco los codos y me vuelvo a hacer con el control de la situación, tal y como ahora ha vuelto a suceder.

   No esta una entrada dirigida a quienes probablemente habrán perdido el interés por leerme ante un estancamiento imperdonable en este mundo blogueril, es más bien la necesidad de regurgitar lo que he podido poner en claro en estos días para que no se pierda en los recovecos de mi memoria, o de mi inconsciencia, que es aún peor. Aunque abriré los brazos, como siempre, a quienes deseen compartir conmigo las dudas existenciales y los pensamientos trascendentales que se han empeñado -parece ser- en acompañarme de por vida, en no dejarme vivirla a flor de piel, como si no hubiera nada que tener en cuenta más allá de la epidermis.

   Literatura. Escritura. Lectura. Mundo editorial. Autores independientes. Autoedición. Comercial. Ventas. Rentabilidad. Afición. Sentimientos. Emociones. Sueños. Realidades. Utopías. Entretenimiento. Reflexión. Conciencia. Expectativas. Tropezones. Cortapisas. Lucha. Perseverancia. Fama. Anonimato... Términos que vienen revoloteando en mi mente desde hace tiempo como una bandada de pájaros revueltos, insurgentes, mezclados entre sí a pesar de no pertenecer a la misma estirpe, pero que ya he conseguido clasificar como quien caza mariposas y etiqueta el orden y la familia a la que pertenecen. Y yo ya sé cuáles son el orden y la familia que me gustan y con los que más me identifico. El problema, tal vez, es que los elegidos no son mayoritariamente del gusto general. 

   Dejando las analogías a un lado y pasando a un lenguaje más directo y sin divagaciones diré que ahora, después de haber seguido sumando pequeñas experiencias a mi vida literaria, empiezo a saber cómo debería caminar por este mundo para avanzar más rápido, qué elementos priorizan las editoriales para publicar, qué exigencias tácitas o presuntas con respecto a una novela plantean los lectores para que les guste aquello que se les cuenta y cómo se les cuenta, qué factores cobran importancia real y práctica en contraposición a lo que la propia teoría literaria explicita, qué mecanismos potencian la fama aunque en ciertos casos no resulten ortodoxos, en qué medida es necesario venderse a veces para llegar más alto y qué riesgos se corren de ser apaleada en el intento. Ahora lo sé. Ahora lo tengo claro. Como también tengo clara y cristalina (y espero no olvidarla) la posición en la que yo me encuentro y en la que quiero mantenerme.

   Deseo seguir escribiendo movida por mi afición. Deseo seguir siendo fiel a aquello que siento que debo escribir, aunque no sea del gusto general. Deseo seguir sacudiendo conciencias, no calmándolas, aunque ello discrepe de lo que muchos lectores buscan al leer y que se centra en la evasión de la realidad (cosa que respeto profundamente, aunque no siempre la comparta). Deseo seguir escondiendo entre líneas reflexiones que habrá que buscar e interpretar para sacar la verdadera esencia de lo que escribo, aun a riesgo de que los lectores no tenga tiempo o ganas de intentar encontrarla y se dejen llevar por lo palpable, que jamás será lo que a mí personalmente me movió a escribir la historia (cosa que también respeto, porque entiendo que cada cual es libre de elegir el grado de implicación en aquello que ocupa su tiempo de ocio y que resulta ser su afición). Deseo seguir construyendo historias sin tener como prioridad los parámetros que la harán comercial y del gusto generalizado de los lectores, sobre todo si el hecho de incluirlos me obliga a crear una historia que no me complace a mí misma en primer lugar, aun a riesgo en este caso de volatilizar cualquier posibilidad de encontrar respaldo editorial condenándome, de por vida, a llevar la etiqueta de autoeditada que sigue siendo menospreciada por muchos; a fin de cuentas, la satisfacción personal en aquello que hacemos en todos los ámbitos de nuestra vida creo que debería ser un objetivo claro y prioritario a nivel general. Y deseo seguir aprendiendo con ayuda de todos como hasta ahora (gracias por ello), porque sé que todavía me falta muchísimo por aprender.

   Me niego a seguir la pauta marcada por el sistema por imposición, por el afán de subir peldaños que de otra forma sería imposible. No aspiro a convertirme en escritora a costa de mí misma, prefiero quedarme a pie de escalera, pero satisfecha con lo que hago. Y prefiero seguir siendo anónima, pero fiel a mis principios literarios. Prefiero ser autora de novelas para una nimia minoría, pero que al hablar y debatir con ella de las historias que he creado, tanto a esa minoría como a mí se nos ensanche el alma y se nos emocione el corazón al sentirnos a bordo del mismo barco, orientando nuestras velas y virando el timón de igual manera. Aunque llegue la última. Aunque ni siquiera llegue. 

   Tengo otra historia entre manos con la que me siento bien. No sé cuándo, cómo, ni dónde acabará, sólo sé que me estoy rigiendo por todo lo que he dicho desde que comencé a cimentarla, y por ello, tanto si llega a buen puerto como si no, me sentiré feliz. Y sobre todo, tranquila y en paz. 

   Mil gracias a quienes queráis formar parte de mi mundo literario. En miniatura o no :)