22 abr 2014

DE TÍTULOS Y PORTADAS.

  Hace algo más de tres años, cuando comencé en esta andadura “literaria”, la ingenuidad y la ignorancia fueron mis guardaespaldas por excelencia, a pesar de haber hecho un casting intensivo en los meses previos para intentar salir lo más respaldada posible en este camino bonito pero plagado de lobos de distinta índole, dispuestos a comerse a Caperucita aunque sea de manera inconsciente. No es que ahora sepa mucho más -porque me sigo sorprendiendo a diario y lo que me queda-, pero sí que tengo algunas cosas un tanto más claras de lo que las tenía entonces, aunque siga sin saber cómo atajarlas de manera acertada porque no siempre dependen de mí, sino de vosotros, y tengo que decir que sois (somos) un poquito impredecibles, cosa buena por otro lado porque gracias a eso comen los diseñadores, los publicistas, los creativos de marketing, los asesores de imagen, los ilustradores y las cabezas pensantes de las editoriales que intentan buscar, por ejemplo, el título de la novela que dé la campanada nada más escucharlo. En mi caso, y como Juan Palomo, todas esas figuras se reducen a una sola (algo así como en el Misterio de la Santísima Trinidad), la mía, porque yo me lo guiso y yo me lo como, al igual que otros muchos que navegan conmigo en este mismo barco.

  Centrándonos en títulos y en portadas, tengo que reconocer que en el caso de mis Relatos de mujer ninguna de las dos cosas fue acertada. O casi. Entono el mea culpa por haber creado el título (con aparentes matices psicológicos teñidos de un feminismo mal entendido, según he podido acabar deduciendo al recopilar decenas de comentarios al respecto, y que le han hecho un flaco favor a mis niñas, que nada tienen que ver con actitudes reivindicativas radicales de ese tipo) y también por haberme dejado llevar y haber aceptado una portada que no era exactamente lo que yo buscaba, porque no estaba en consonancia con el contenido del libro, despertando una imagen de mujer frívola alejada de ese componente emocional y visceral que es propio de la actitud de todas sus protagonistas, mujeres de carne y hueso y no muñecas. Sabía de la importancia de ambas cosas en la imagen inicial, pero no podía sospechar hasta qué punto. No podía llegar a imaginar que la atracción o el rechazo fuera tal que indujera a comprarlo o a ni siquiera interesarse por su sinopsis tras haber valorado ambas cosas en décimas de segundo. Ni que deciros por tanto que el miedo a volver a errar en la elección de estos dos elementos al publicar la novela era peor que el de Caperucita al ver al lobo lanzarse sobre ella, porque de nuevo podía irse al traste el contenido por una simple cuestión de físico. Y es que esto es algo así como las relaciones amorosas a primera vista de los adolescentes (y no tan adolescentes) en las que los “pivones” gozan de mayores oportunidades para que se les conozca interiormente que aquell@s otr@s menos agraciad@s a los que se veta por sistema sin brindarles la ocasión de demostrar que vale un potosí lo que guardan en su interior.

  Han sido tres los títulos que he barajado en esta ocasión, así como tres portadas distintas diseñadas tras haber visto cientos y cientos de imágenes que no me decían nada. Y he descubierto que resulta complicado elegir cuando se tiene una perspectiva de la novela distinta de la que tendrán quienes se acerquen al libro sin conocer un ápice de su historia. La imagen más acorde a ella puede no resultar atractiva. La imagen más llamativa puede inducir a error en cuanto al contenido. ¿Esa imagen debe estar en consonancia con el título o no tiene por qué ser así? Porque si hablamos de un mundo gris y elegimos una imagen de colores puede resultar incongruente, por muy acorde que sea a la historia. Pero si nos decantamos por una portada de colores más lúgubres y apagados producirá una tristeza inconsciente en la que nadie querrá sumergirse, por muy optimista que resulte ser la historia. Hay que estimular el sentido de la vista, pero no demasiado, y hay que estimular también el oído con un título que capte la atención por la razón que sea. Y ambas cosas en conjunto producen percepciones de todos los colores. Ahora entiendo que existan expertos en la materia que, al igual que los médicos, no podrán dejar de estudiar nunca, porque las modas, las tendencias y los gustos de la gente cambian de manera constante y sin previo aviso.

  Impresiones al poder. Elegimos lo que leer -y lo hacemos con mejor o peor predisposición-, guiados por impresiones. Y aun conociendo críticas de primera mano en relación al contenido, éstas seguirán teniendo un peso crucial a la hora de concederles una oportunidad.

  Hoy ya puedo respirar tranquila, creo (y digo “creo”) haber acertado en ambas cosas, las reacciones iniciales me confirman que han tenido una acogida excelente, que mi pequeña ha nacido guapa y con buen nombre. Ahora solo falta que la conozcáis por dentro y comprobéis que no es solo una buena fachada lo que luce. Su alma y su corazón también prometen.

4 comentarios:

  1. ¿Sabes que eso que has descrito es justo lo que me pasó a mí con tu libro de relatos? Tal cual lo has contado es lo que pensé cuando supe de él. Aún no he podido leerlo aunque lo tengo en casa esperando (cuando vuelva a España no voy a saber ni por dónde empezar a leer, jeje) y reconozco que hicieron falta muchas reseñas para convencerme de que el contenido no era el que yo imaginaba que sería.

    Con los colores de una vida gris he encontrado una portada mucho más atractiva (de hecho la compré poco después de que saliera a la venta) así que te confirmo que sí, que has acertado con ambas cosas ;-)

    Un besito y que te siga yendo tan bien con la novela :-)

    ResponderEliminar
  2. Por mucho que intentemos evitarlo, nos dejamos llevar por las impresiones. Una buena portada o un buen título hace mucho para fijarnos en un libro. Y según como sea la portada hace que imaginemos su contenido de una manera u otra. Y eso es lo que falló un poco en tu primer libro, no tanto el título como la portada. No se corresponde para nada con lo que luego encontramos en él.
    Y sí, esta vez has estado más acertada. Esa portada invita a abrir el libro, a conocer la historia que encierra. Y parece que es tan bonita por dentro como por fuera.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  3. Esta claro que de la experiencia de aprende, yo soy muy de portadas, de dejarme llevar, y la verdad es que no pensé nada de lo que comentas con Ellas también viven, aunque entiendo que alguien haya podido verlo así. La de este último me encanta, cuando lo lea ya te diré si es anticipo o no de su interior :-) Un besote!!!

    ResponderEliminar
  4. Yo me dejo llevar a la hora de elegir un libro, por la portada, por alguna critica, por la sinopsis, por un amor a primera vista, etc. En ningún momento temí a la portada de tus relatos ni al género, te descubrí por algunas reseñas, me gustó lo que decían y empecé a seguir tu blog. Me enganchaste enseguida con tu forma de escribir y poco tiempo tuve para pensar en si la portada era acorde o no, directamente conocí a las niñas sin fijarme en la fachada inicial. Sabes que me costó un poquito familiarizarme con esta portada, pero reconozco que me equivoqué, a veces el tener otra imagen en la cabeza influye, pero es la mejor portada posible. Las otras no eran tan llamativas y el título menos, aunque sí era un fiel reflejo de lo que son las cinco amigas. El título elegido es precioso, da para pensar en lo que podemos encontrarnos y es muy llamativo, y Paula es muy real y te dan unas ganas inmensas de achucharla. Muy buena elección!
    Besitos

    ResponderEliminar