28 jun 2017

"TRES MINUTOS DE COLOR" de PERE CERVANTES.



SINOPSIS

En Tres minutos de color la estéril lucha contra el tiempo y la muerte cobra un significado muy distinto.  
Coque Brox, el protagonista de la historia, es un inspector de policía de mediana edad, separado, parco en palabras, amante de todo aquello que conserve su esencia y acromatópsico, o lo que es lo mismo, percibe la vida en blanco y negro. Herido de por vida tras sufrir una pérdida irreparable, solo le alienta la lucha por recuperar el cariño de su hija adolescente. En una Barcelona en caída libre, cuyos locales de diseño no logran acallar la apremiante nostalgia de sus habitantes, investigará la violenta desaparición de Palma, amigo y compañero de profesión. Durante el tiempo que duren las pesquisas se las verá y deseará para mantener engañado a un suspicaz comisario que no lo quiere en la investigación, sufrirá los persistentes intentos de suicidio de su exmujer, y conocerá muy de cerca qué es una ECM (experiencia cercana a la muerte). Lejos de las clásicas novelas de procedimiento policial, el inspector Coque Brox se verá obligado a visitar un terreno verdaderamente desconocido para él y para el resto de los mortales. Lo que un descreído como él nunca imaginaría es que hay lugares sobrenaturales que albergan la verdad, aunque el camino que conduce a ellos todavía siga siendo un misterio. Y como dijo Jorge Luís Borges: «Lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador».
  
   ORIGINAL.
  
   Si tuviera que definir con una sola palabra Tres minutos de color, lo haría con este calificativo, aunque por supuesto no sería el único, simplemente el que destaca en mi mente cuando pienso en la novela una vez leída. Y me encanta. Me encanta esa sensación que me aleja de lo típico, de lo común, de la línea habitual que una espera que siga una historia influenciada por los estereotipos de los que tanto parece que nos cuesta salir.

   Ya me acerqué a la prosa y al estilo de Pere Cervantes con su anterior novela, La mirada de Chapman, y me dije que repetiría sin dudar, porque me cautivó su manera de narrar y su forma de plantear la historia. Así es que no he perdido de vista estos Tres minutos de color desde el momento de su publicación para hacerme con ellos y ha sido la recomendación de una buena amiga (que de mis gustos ya entiende y bastante) la que ha terminado de darme el último empujón para leerla. En dos días he devorado las casi 350 páginas de la novela, sin saltarme una mísera letra, absorbida por la trama y por la forma en que su autor la desarrolla.

   Siempre he dicho, hasta la saciedad, que me atrae muchísimo la mezcla de géneros, aunque sea uno de ellos el que sirva para encuadrar la obra -por aquello de que, lamentablemente, tendemos a clasificarlo todo-. Y cuando estas mezclas se producen entre géneros tan dispares, sacando los pies del plato, ofreciendo una apuesta arriesgada (y en algunos casos, hasta innovadora) que haga evolucionar la literatura, entonces ya me apasiona.

   Cuando en algunos comentarios previos se hablaba de la originalidad de la trama no tenía ni idea de por qué. Ahora puedo entenderlo. No podía imaginar que el tema de fondo que el autor plantea en la historia pudiera estar entretejido tan magistralmente con una novela de género policiaco tal y como suele recrearlo Pere Cervantes. Y digo «tal y como suele recrearlo» porque algo que me fascinó (entre otras cosas) de su anterior novela y que ahora vuelve a repetirse fue esa exposición tan real del mundo policial y de la forma en que en él se desempeña el trabajo, creando para ello unos personajes humanos y sumamente veraces, como solo puede hacer alguien que conozca ese universo muy de cerca. Y choca descubrir (en la ficción) cómo determinadas experiencias que consideramos paranormales juegan un papel tan preponderante en el seno de una investigación muy real y de plena actualidad, hasta cotidiana, diría yo. Sí, ya sé que hay series de televisión, incluso películas que hacen uso de este tipo de «fenómenos» en tramas policiales, pero creedme que ni por asomo resultan tener la relevancia, en cuanto a profundidad, que tiene en Tres minutos de color. Porque el tema que aborda Pere Cervantes no tiene esa única razón de ser de sustentar la trama (que ya es mucho), sino que nos aboca a la reflexión, a hacernos preguntas, a darle vueltas al coco en relación con algo que nos inquieta por el pleno desconocimiento que de él tenemos el común de los mortales; aunque yo he de confesar que es un tema que me apasiona desde que tengo uso de razón y del que he leído muchísimo, lo cual ha hecho que esta novela me atrajera todavía más.

   ¿Hacemos a un lado el fondo para hablar de la forma?
   El ritmo trepidante de la narración te engancha desde la primera línea y no te suelta hasta el final. Suena tópico, pero es así. No decae en ningún momento, porque todo está perfectamente entretejido y Pere Cervantes va desgranando los detalles con maestría a lo largo de las tres partes de que se compone la novela; tres «rupturas» necesarias para poder dar a la historia esos giros argumentales tan contundentes que hacen que nos mantengamos enganchados por lo sorpresivo de lo que cuenta y de lo que alguna de ellas recrea. Y todo ello, con un estilo narrativo que pretende ser informal, pero que está sumamente cuidado en su prosa, ágil, fácil de leer, y consiguiendo con él, además, que no nos perdamos en ese cúmulo habitual de pistas y detalles propio de novelas de este género, como sí ocurre en otras que no están desarrolladas con tanta claridad en la exposición de los hechos. Y no hay paja. No hay nada que sobre, ni que sirva para estirar las páginas de la historia. No hay un exceso de descripciones, solo las justas para definir la ambientación espacio-temporal de la escena. Ni siquiera (a pesar de la cuestión de fondo) hace el autor un despliegue filosófico, en boca de los personajes o de ese narrador omnisciente que utiliza, que esté fuera de lugar. Todo está bien encajado, además de muy bien documentado. 

   Sus personajes... Ya he hablado de su perfil humano y veraz. Añadiría aquí que además sufren una evolución a consecuencia de lo que viven. No se limita Pere Cervantes a utilizarlos como herramienta para resolver el caso, sino que los reviste de un perfil psicológico que se ve alterado por los acontecimientos, cosa que los enriquece aún más.

   ¿Me ha gustado? Sí, muchísimo, ¿se nota? Tres minutos de color ha colmado por completo mis expectativas previas (bastante altas, por cierto), no solo por la historia que en ella se desarrolla y por esas ECMs (experiencia cercana a la muerte) que a mí tanto me apasionan, sino por el estilo narrativo de su autor y por su forma de desarrollar las tramas.

   Lo dije en Twitter al poco de comenzar la novela y me reafirmo al terminarla: me abono a Pere Cervantes.  






  

21 jun 2017

"EL ÚLTIMO BAILE" de MARISA SICILIA




SINOPSIS


Viena, 1952.
Andreas y Lilian se reencuentran inesperadamente en un café tras una larga separación. Mientras pasean juntos por el Prater, Lili recuerda su historia de amor con Andreas, su enamoramiento incondicional y juvenil, el primer desengaño, el fracaso en su intento de olvidarlo, la reconciliación y los años locos que vivieron juntos en el salvaje Berlín de entreguerras. Recuerda cómo, a pesar de las separaciones y las distancias, nunca dejaron de amarse.
Porque el de Lili y Andreas es uno de esos amores que perduran a través del tiempo y las pruebas.
Porque las verdaderas historias de amor nunca terminan.

   Conocí a Marisa Sicilia personalmente en la presentación de la última novela de Mayte Esteban en Madrid. Había leído de ella «Tú en la sombra» hacía ya tiempo y me gustó, pero no había vuelto a acercarme a ninguna otra de sus novelas, a pesar de saber que había publicado la última recientemente. Cuando intercambié un saludo y unos breves comentarios con ella en aquella presentación, me dije que alguien con esa apariencia tímida y sensible y con esa dulce sonrisa en la cara tenía que haber sido capaz de construir una historia romántica bonita y, a juzgar por lo que ya había leído de ella, bien escrita. Y no me equivoqué. Será por aquello de que «la cara es el espejo del alma», y hasta de lo que se escribe, añadiría yo, porque cada vez me reafirmo más en que el carácter personal de los escritores está, en gran medida, en consonancia con el tipo de historias que cuentan y el cómo las cuentan, salvo algunas excepciones, claro está.

   Me traje «El último baile» de la Feria del libro de Madrid, firmado y dedicado, y después de haber charlado de nuevo con su autora me dije que sería lo próximo que leyera nada más terminar el premio Planeta de este año, que era la lectura que tenía empezada. Y así lo he hecho. Dos días ha durado entre mis manos. Me la he bebido. De cualquier forma, debo decir que, a pesar de esa intuición que no me ha fallado, hubo un momento en que sentí un cierto miedo a lo que pudiera encontrar, miedo a esa decepción que ya había tenido con algunas otras novelas del mismo género anteriormente y que, en algunos casos, incluso me había empujado a abandonarlas; historias vacías, típicas y tópicas, cargadas de clichés que no dudo que gusten pero que a mí ya llegan a saturarme, con los mismos perfiles en sus personajes porque parece que son los únicos candidatos a perdurar en la mente y en el corazón de las lectoras (y digo lectoras porque son mayoría en el género romántico), con argumentos estirados como el chicle para cubrir páginas con el mínimo de contenido, sin más trasfondo que la relación amorosa en sí..., pero sobre todo, con una narrativa poco estudiada, poco cuidada y en determinadas escenas (llamémosle eróticas) con unas descripciones a veces tan vulgares y soeces que me han obligado a saltármelas, y no porque me espante de ello, sino porque destrozan literalmente el «arte» de la literatura. Y no lo olvidemos, por muy comercial que una novela pretenda ser, esta siempre se compone de dos partes: el fondo y la forma, y esta última (aunque para muchos no parezca tener importancia) es la que hace honor a lo literario y, dicho sea de paso, lo que a mí más me atrae a la hora de leer.

   «El último baile» es una novela preciosa y ha sido una delicia leerla. Mis temores han perdido sentido con ella, porque entre esas tapas propias de una novela de formato bolsillo he encontrado una historia grande, digna de un mayor porte en su presentación. Con una ambientación espacio-temporal perfecta que la autora consigue en base a una documentación histórica que nos va soltando a pinceladas, a veces ni siquiera ocupando párrafos, sino líneas sutiles que le dan sustento más que suficiente a la historia para situarnos en la época y en los acontecimientos sin que nos parezca estar ante un tratado de historia; todo en su justa medida, incluyendo los escenarios, y, como debe ser, con los personajes evolucionando de principio a fin en función del devenir de su propia vida y del entorno que se recrea. Con una relación de amor profundo creíble, veraz, romántico y vital, hasta realista, sin rayar el empalago propio de otras historias del género. Con un ritmo narrativo constante a lo largo de toda la historia, lento y tranquilo, para degustarlo sin más prisa que la propia del lector en su afán por saber lo que irá sucediendo; aunque eso sí, alentado por esa habilidad de la autora de ir anticipando ligeramente el futuro a base de intercalar pequeñísimos anticipos en cada página y en momentos estudiados para que no perdamos el interés por lo que vendrá después. Y con una narrativa  muy cuidada, bella y delicada en general, y hasta escrupulosa (sin pecar de remilgosa) en las escenas de sexo, confiriéndole matices que, muy lejos de provocar rechazo, producen placer tanto al leerlas como al recrearlas.

   He imaginado esta historia, ambientada en Viena y Berlín, en formato de cine. Sus escenas han ido desfilando por mi mente, a medida que la leía, a base de fotogramas hasta componer una película propia de la gran pantalla. Tal es la buena recreación de la autora que he podido construirlas con total nitidez, asistiendo a cada una de ellas en primera fila, como una espectadora de excepción hasta llegar al final, del que no hablo porque es justo el que debía ser. El único que podía poner el broche de oro a una historia tan bonita como esta y con unos personajes tan entrañables.

   Felicidades, Marisa Sicilia. Te seguiré leyendo.


Lecturas 2018.

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