12 sept 2016

"LA FUERZA DE EROS. TRILOGÍA DEL MAL" de María José Moreno.


SINOPSIS

 Un club selecto de pedófilos actuando impunemente en la red.
Dos niñas asesinadas y otra desaparecida.
Un secuestro.
Una intensa investigación policial.
Y la lucha encarnizada de la psicoterapeuta Mercedes Lozano contra un despiadado asesino en la que perder es morir.


   Siempre escuché decir que "segundas partes nunca fueron buenas", con lo cual, de seguir la misma lógica, de las terceras... mejor no hablar. Es cierto que ya ha habido veces en las que he podido comprobar que este dicho no se cumple, pero si existe un claro ejemplo que demuestra ser una contundente excepción a esa regla, ese es el de la Trilogía del Mal, de María José Moreno. La buena amistad y la cercanía que desde hace tiempo me viene brindando su autora me han permitido conocer no solo la parte visible de esta obra, sino también su sentir al idearla y escribirla, y si algo estaba claro antes de poner la primera letra de esta última entrega era que debía mantener como mínimo el nivel de las anteriores, si no más, es decir, debía ser más atrayente, más intrigante y más potente que las dos primeras entregas para que así fuera el colofón perfecto, el broche de oro ideal que dejara a los lectores con la boca abierta y sin poder cerrarla. Y lo ha conseguido.

   En "La caricia de Tánatos" vi, eminentemente, un thriller psicológico magistral, inquietante por real, basado en el maltrato psicológico sufrido a manos de un psicópata por Marina, una paciente de la gran protagonista de esta trilogía, la psicoterapeuta Mercedes Lozano.  En "El poder de la sombra", María José Moreno mostraba la cara más "negra" de la trilogía; en ella cobraba relevancia la investigación soberbia de unos crímenes cometidos en serie, aunque el hecho de que esa investigación no fuera policial, sino llevada a cabo por el psiquiatra Miguel Vergara y, de nuevo, por Mercedes Lozano para la defensa de la inculpada, hacía que lo psicológico continuara siendo uno de los elementos comunes de las tres tramas. En "La fuerza de Eros" para terminar por todo lo alto la autora hace que confluyan, con una habilidad excelente, distintos subgéneros: vuelve con mucha fuerza al thriller psicológico, aderezándolo con tintes de novela negra y de novela policíaca, en una trama compleja y muy bien hilada que no da tregua de principio a fin. La intriga, el suspense y, por qué no decirlo, el miedo racional se nos pegan al cuerpo desde el comienzo, y ni aún cerrando la contraportada de la novela podremos desprendernos de él. Y digo racional porque sentimos que el origen de tal miedo es real como la vida misma, el Mal por excelencia que nos rodea allá por donde vamos sin ser conscientes de que nos acecha; en esta ocasión, revestido de pedofilia, adolescencia, oscuridad en las redes sociales y pérdida de control ante los mismos.

   No voy a desvelar nada de todo lo que sucede a lo largo de la trama, que es mucho, porque solo leer desde el desconocimiento permitirá al lector disfrutar al máximo de las sorpresas y giros que se van sucediendo a lo largo de la historia. Solo añadiré un apunte en relación a la forma en que está contada, y es que María José Moreno juega con diferentes voces, lo que hace que, además de ser testigos directos de una relación de hechos, nos metamos también de lleno en la piel de quienes lo cuentan, viviendo en primera persona aquello que sienten. ¿El estilo? Ágil, directo, claro, contundente, sencillo pero muy cuidado... El estilo propio de María José Moreno.

   No sé si leísteis las entregas anteriores, sé que muchos de vosotros sí, y que estáis esperando esta como agua de mayo. Si es así, no cojáis el paraguas, calaos de ella hasta los huesos desde ya, desde hoy mismo 12 de septiembre en que "La fuerza de Eros" sale a la venta. Si no habéis leído ninguna, como siempre digo, mucho estáis tardando, porque las vais a disfrutar con toda seguridad.

   Mucha suerte, María José, y mucho éxito.



5 sept 2016

MICRORRELATO: "PERDÓNAME."



   Vuelvo a casa, arrastrando los pies sobre los adoquines mojados, pisando mi propia sombra que la luna proyecta delante de mí. Una pareja se besa, rozándose los labios con la timidez de un primer encuentro. Otra camina entrelazando sus manos, con la felicidad balanceando sus cuerpos al tiempo que se sonríen, sin hablar. Hay luces encendidas en las ventanas, siluetas de vida tras las cortinas. Susurros en los portales.
   Al subir las escaleras, escucho el eco de mis pasos solitarios; ya no tienen quien los acompañe. Tampoco quien los espere bajo el quicio de la puerta junto a un beso deseoso de alcanzar mi boca. Mi corazón se estrecha, susurra y se lamenta. Por mi maldita inconsciencia.
   La oscuridad me recibe aferrada al silencio. Me quito los zapatos y camino descalza para no importunarlo, y aun así la nostalgia despierta y me sale al encuentro. Me me parece aspirar su aroma y me ahogan los recuerdos que dejaron de sumar. ¿Dónde estará?
   Un juego tenue de luces y sombras traspasa el umbral de mi habitación. Mis pupilas se encienden, mi pulso crepita. Avanzo con el alma en vilo, temiendo disipar la magia que mi mente adivina, dispuesta a soñar. Hay velas encendidas, sándalo en el aire. Y una rosa de papel en la cama. Siento ganas de llorar.
   La sujeto entre mis manos y luego, la acuno en mi pecho tras leer nuestros nombres tatuados en las hojas de su tallo. Un suspiro corta el aire y que me quedo quieta, no me muevo. Es mi respiración la que ahora se agita. La que me revela que él está detrás de mí.

  Sus manos me recorren la cintura, su aliento se aposenta en mi nuca. Y mis ojos se humedecen cuando mi cuerpo estrecha, cuando un desfile de besos acomoda en mi cuello como hiciera antaño tantas veces antes de desnudarme.
  Enmudezco. No quiero hablar. Prefiero entregarle mi alma, deseo redimirme.
   Me susurra que me quiere mientras cae la ropa al suelo. La , sus caricias me estremecen, mi corazón revive. Y mi conciencia le grita «te amo» hasta quedar sin voz. Nos enredamos entre sábanas, desnudos en cuerpo y alma. Con el deseo arrebolado por la ovación de sentimientos reencontrados. Fundidos hasta el amanecer.

   Cuando la luna se apaga y él todavía no duerme, le susurro al oído:
   «No me dejes nunca. Perdóname».
©Pilar Muñoz Álamo - 2016.


Lecturas 2018.

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