8 nov 2016

ESCRIBIR EN TIEMPOS REVUELTOS.



   Corren tiempos revueltos para la escritura literaria. O tal vez sería mejor decir que corren tiempos de indecisión.

   Cuando hablamos de cambios a velocidad vertiginosa, la mente se nos va al ámbito de lo tecnológico, pero no es lo único que ha mutado de forma rápida, las letras también parecen haber emprendido un baile a lo largo de estos últimos años que las ha dejado revueltas y, me atrevería a decir, que hasta ilegibles. Incluso podría compararlas con esos ciclos económicos que trazando círculos vuelven al comienzo después de haber disfrutado de un lapso de tiempo haciendo turismo por nuevos paisajes.

   En los pocos años que llevo inmersa en el mundo de la escritura, he visto cómo nos sobrevenían posibilidades que después, por un motivo u otro, se han ido esfumando, como si este mundo de letras no avanzara por un terreno llano, sino por una montaña rusa donde los papeles y las prioridades se alternaran ocupando distintos planos a lo largo del tiempo.

   Hace tan solo una década, quizá menos, la cadena literaria seguía un patrón, un orden claro en el que no se podía prescindir de eslabones. El escritor, tras escribir su obra, la remitía a su agente literario (si es que lo tenía) o la presentaba a las editoriales para su valoración. Si estas la aceptaban (según el criterio de cada cual), la editaban y hacían uso de las distribuidoras contratadas que, a su vez, las presentaban a los libreros para su venta y comercialización. Unos años después, ante la demanda de escritores con obras guardadas en sus cajones y sin posibilidades reales de acceder a una editorial convencional, el mundo de la autoedición empezó a abrirse paso. Con buena vista comercial y aprovechando esa coyuntura, proliferaron las "editoriales de pago", como yo las llamo, empresas registradas en actividades de edición que, previo abono de los costes reglamentarios, facilitaban al autor la publicación de su obra en papel bajo un "sello editorial" que parecía aportarle a la novela de turno el caché necesario para presentarse en sociedad, dado el desprestigio que suponía por aquel entonces imprimir tu propia obra sin filtros literarios, teóricamente necesarios para garantizar la calidad de la misma. Y casi, casi de forma paralela, el gigante Amazon abría las puertas también a esa posibilidad con una diferencia sustancial: no editaba las obras en papel, sino en digital y sin coste previo alguno para el autor. Fue entonces cuando surgió la llamada Generación Kindle, a la que muchos de vosotros ya conocéis, que supuso toda una revolución en el mundo de la escritura literaria por cuanto que contribuyó a espantar fantasmas en cuanto a la falta de calidad de lo no aceptado por editoriales convencionales (movidas en gran medida por lo comercial y/o el nombre del autor) y a dignificar el papel del escritor autoeditado ofreciéndole la posibilidad de hacer llegar sus letras a muchos lectores sin ser tachado de ególatra, o de autor soberbio que no termina de asumir su escasa valía como escritor tras haber sido rechazado por editoriales convencionales, como tantas veces hemos podido leer y escuchar. Durante esa época, asistimos a un acontecimiento único: editoriales convencionales claudicaron ante el hecho evidente de que muchas de esas obras no solo tenían calidad suficiente como para ser editadas, sino además, éxito y aceptación por parte de los lectores, por lo que fueron rescatadas por estas y publicadas bajo su sello aun sin ser inéditas, algo inaceptable hasta el momento. A raíz de esto, se convirtieron en escritores en catálogo muchos de los autores a los que conocíamos a través de las redes sociales, amigos con los que podíamos codearnos casi a diario, asequibles, al alcance de la mano, con quienes se podía comentar la novela tras su lectura sin ninguna cortapisa ni protocolo. Una nueva imagen alejada del escritor intocable, anónimo, con su imagen de ídolo y su halo de divinidad que muchos de ellos habían venido luciendo hasta entonces, como si hubieran sido dotados, poco menos, que del ansiado gen de la inmortalidad.

   Pero todo ese panorama tan versátil, tan hecho a la medida de unos y otros y en el que todo parecía tener cabida, ha comenzado a astillarse, y ahora, me atrevo a decir de nuevo, que afloran espinas por todas partes.

   Las plataformas digitales y la posibilidad -abierta sin censuras- a la autoedición, está colapsando el sistema. Si antes la oferta de lectura ya era alta para la escasa demanda de los lectores españoles, ahora se sale de madre. Hay más autores/escritores que lectores. Pero el problema no es ese. El problema es que un porcentaje muy alto de esos autores no "autofiltra" sus obras antes de subirlas y ponerlas a disposición de los lectores. Y oiga usted, una cosa es que prescindamos de los filtros editoriales y otra, muy distinta, es que prescindamos de los filtros de calidad, y con calidad no me estoy refiriendo solo a una cuestión de forma (que para mí es básica y fundamental), sino también de fondo, de la historia que se cuenta. Por decirlo de alguna manera, estamos abusando de la posibilidad de publicar que se nos ha ofrecido y nos estamos cargando el sistema, porque si bien antes era relativamente fácil encontrar una buena obra y a un buen escritor autoeditados en plataformas digitales como Amazon, ahora se va haciendo cada vez más complicado, con la consecuencia inmediata de que los lectores están volviendo a confiar casi en exclusiva en las obras publicadas por edición convencional, que, dicho sea de paso, continúan en su afán de dar salida, casi de forma exclusiva, a lo comercial y a todo aquello en lo que (por criterios que solo ellos conocen) deciden invertir a mansalva a nivel de promoción y publicidad. 
   ¿Y cuál es el panorama con el que se encuentran ahora los autores/escritores que no han tenido la suerte (o la destreza, por supuesto) de ser tocados por la fortuna literaria y situarse en lo más alto? Pues yo os lo digo sin paños calientes: un panorama desolador.

   * Hay escritores con obras de calidad guardadas en un cajón, invocando a la suerte para ser aceptados por editoriales convencionales que no quieren arriesgar en géneros minoritarios o en nombres que no son lo suficientemente conocidos, y que ahora ya ni se plantean volver a la autoedición porque todo el prestigio que esta adquirió en sus buenos tiempos se está yendo a pique a marchas forzadas. Y con razón. 
   * Hay escritores que no han tenido una relación satisfactoria con sus editoriales convencionales, o bien, que no han vendido el alto número de ejemplares que su editorial pretendía vender sin promoción ni publicidad, y que, por tanto, no han querido publicar la siguiente obra del mismo autor; escritores que, reacios a la idea de llevar su obra al olvido después del esfuerzo de haberla escrito, han preferido volver a autoeditarse, viendo como su novela se perdía en el océano digital sin que apenas un puñado de lectores acudiera a rescatarla, con la consiguiente impotencia corroyéndole el cuerpo que les ha llevado, a algunos de ellos y en determinadas ocasiones, a perderse en el burdo mundo del insulto y el desprestigio del lector por su aparente elección errónea a la hora de comprar. 
   * Hay editoriales pequeñas, cargadas de buenas y loables intenciones, que dan opción de publicar de manera convencional a quienes apenas tienen nombre ni curriculum, pero con un presupuesto tan escaso que no alcanza para darlas a conocer ni tampoco para contratar buenas distribuidoras que coloquen las novelas en las librerías. La obra estará publicada en papel, pero sin posibilidad de que el lector la compre porque no tendrá donde encontrarla, y eso suponiendo que la conozca.
   *A su vez, hay editoriales potentes y adineradas que compran obras pretendiendo que sea el propio escritor el que realice toda la labor de promoción y casi venta de la novela, mientras ellas se dedican a dar salida a escritores consagrados u otros "sin nombre" de los que me da hasta grima hablar, pero que no dejan de ser una buena fuente de ingresos de los que ellas dependen para subsistir como empresas privadas que son.
   *Hay agencias literarias pequeñas que dan cabida a autores no conocidos, pero sus posibilidades de acceso a las editoriales son escasas. Hay agencias literarias fuertes con influencia en las editoriales, pero difícilmente aceptan a escritores poco conocidos o sin un buen curriculum literario-profesional. Y vosotros me diréis: "Pues, ¡pasa de agente, ¿para qué lo quieres?!" Y yo entonces os contestaré que cada vez hay más editoriales que solo aceptan manuscritos a través de agencia. Ahora entendéis, ¿verdad?
   *Hay distribuidoras con preferencias especiales por determinadas editoriales, al igual que hay libreros y grandes librerías comerciales que eligen lo que vender en función de su propia política, negando la igualdad de condiciones tanto a editoriales como a escritores. 
   *Hay críticos literarios que solo leen "lo que se lleva", las últimas novedades en las que las editoriales ponen su empeño absoluto. Otros que valoran -para bien o para mal- en función de sus propios gustos, sin más criterios objetivos, y otros que no pueden evitar dejarse influenciar -también para bien o para mal- por la simpatía o antipatía que el autor les merezca a nivel personal, porque si bien en un principio la cercanía de los escritores a los lectores fue acogida con aplausos, ahora ya empiezan a verse los efectos secundarios que este estrecho acercamiento puede acarrear a la valoración de sus obras.
   *Hay géneros que se leen en mayor medida que otros, lectores que parten ya de sus propias expectativas y no quieren aventurarse a salirse de ellas a la hora de elegir, prejuicios insalvables que se ceban en las portadas y las sinopsis a la hora de comprar, estilos que se desechan por demasiado retóricos o demasiado sencillos, asemejando ambos a una falta de calidad narrativa...
   *Y hay escritores poco autoexigentes y poco autocríticos, que no dudan en tachar a los lectores de incultos antes de admitir que puedan ser ellos los que aún tienen mucho por aprender.

   Casi todos los puntos que acabo de mencionar tienen sus excepciones positivas, ¡menos mal!, pero aún así, es como veis un terreno bastante pantanoso por el que moverse, en el que poner los pies. Un terreno que invita a hacerse miles de preguntas antes de comenzar a escribir: qué género abordar, qué tema elegir, qué tipo de trama desarrollar, qué número de páginas emplear, a qué público potencial dirigirla, cómo publicar, cómo darla a conocer, cómo garantizar su calidad, cómo afrontar las críticas y comentarios malintencionados, cómo superar la presión de unas ventas escasas o, incluso, la presión que provoca haber puesto alto el listón literario con la novela anterior... Las preguntas: "¿Cómo escribir una novela que guste a todo el mundo?" o "¿cómo alcanzar el éxito como escritor?" me las ahorro directamente por tópicas y, a priori, utópicas.

   Tal vez la respuesta más sencilla y más sensata para todo ello sea esta: "Escribe para ti, lo que de verdad te plazca y te llene, como si no existiera nada ni nadie más." Aunque claro, para que esta respuesta te sirva tienes que sentir que eres escritor de puertas para adentro, SOLO de puertas para adentro, y que el éxito verdadero es el que te viene de tu propia mano, no de la mano de los demás. A partir de ahí, que te llegue lo que te tenga que llegar.




13 comentarios:

  1. Amén. No tengo nada más que añadir. Suscribo todo lo que dices.

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  2. Estoy completamente de acuerdo con tu exposición. Además añado que a veces me gusta descargarme obras de autores noveles de Amazon, para darles esa oportunidad que en ocasiones no tienen. Y aunque he tenido gratas sorpresas, la mayor parte de ellas son un despropósito. Sin corregir, con faltas, mal redactadas, con argumentos que se caen por todas partes... Y cuidadito con decirles nada negativo que te sueltan los perros. O bien usan imágenes de famosos en las portadas o en la publicidad en redes. O te llenan las mismas de spam a todas horas del día. Yo creo que el lector es inteligente. O quiero creerlo. Es verdad que yo soy bastante tiquismiquis con lo que leo y no todo lo que es superventas me gusta ni creo que deba ser loado. Amazon es una plataforma fabulosa pero está, creo, fuera de control. Si hasta yo, por una apuesta, colgué una novelita... pero nadie lo sabe. He vendido cinco ejemplares y ahí está muerta de risa pero a pesar de que me parece pobre y discretita creo que tiene más calidad que algunas que pululan por allí y venden cientos. Eso sí, no confesaré el seudónimo ni en presencia de mi abogado. Por si acaso.

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    1. Creo que sí, que Amazon empieza a estar fuera de control, pero ya no solo por la mezcolanza tan heterogénea y, por qué no decirlo, hasta desastrosa de lo que se publica, sino por algo más grave incluso, como es el tema de los comentarios y el mal uso (hasta malintencionado) que se le está dando bajo su amparo. Hasta quienes hemos hecho uso de él para publicar en el pasado, nos planteamos ahora muy seriamente volver a entrar en él.
      Y cambiando de tema, la próxima vez que vaya a Madrid te invito a algo, a ver si me sueltas tu seudónimo, tan bien guardado, y me hago con la novela ;)

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  3. Sólo puedo decir que tienes más razón que un santo. Lo de las editoriales es un mundo, y lo de Amazon ya...ha llegado a otra dimensión.

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    1. No solo es un mundo, Mari, es que además es cambiante; cuando estás empezando a cogerle el aire, da un giro de 180º y has de volver a empezar.

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  4. He leído con atención tus impresiones al respecto de este orbe literario. Desde luego que estoy de acuerdo en bastantes puntos.
    Donde más puedo diferir es en el culto al lector, ese mimo exagerado con que se le trata. El cliente no siempre tiene la razón. Hay escritores malos y lectores malos. Y esto no es insultar ni a unos ni a otros.
    Hace muchos años que yo empecé en esta voluntaria condena a galeras, entonces los canales eran distintos, repletos de trampas y dificultades a veces imposibles de superar, como bien apuntas; hoy día, al paire de estas plataformas de autoedición, que a la mayoría nos ha venido muy bien, hay una súper abundancia de escritores. Como tú misma dices: casi hay más escritores que lectores.
    Cuaquier cosa es válida y publicable.
    Pero se da un fenómeno que me llama la atención: los vendedores y los voceros de mercadillo.
    La labor esencial del escritor no es vender su obra, sino escribirla. Verdad es que necesita un mínimo de promoción para que el potencial lector sepa que está ahí, no obstante son muchas las veces que la piedra preciosa se halla bajo una tonelada de carbón y no está la gente para andar rebuscando... y volvemos a lo de antes, a la calidad del lector de hoy día: ¿por qué eligen tal o cual libro -o novela- plagado de comentarios discretos, cuando no pésimos? Sencillamente porque se lo venden. Hay ecritores que se me parecen a esos tipos en las puertas de las discotecas que te cogen del brazo y te animan a entrar y te dan un vale para la segunda copa.

    Y no hablemos del mecanismo de los Premios Literarios, que da para un ensayo.

    El lector de hoy es fácilmente engatusable; como lo son los comensales que acuden a los burgers. Y no creo yo que estas apreciaciones personales supongan un insulto.

    De continuar por este camino la Litertura, como la teníamos (o yo la tenía) concebida se autodestruirá. Hoy día se admira más a Miró que a Velázquez. Pero siempre digo que Velázques podría pintar como Miró, y Miró como Velázquez no podría. Es una metáfora, no más que eso.

    Excelente escrito.
    Saludos
    Rafael

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    1. Rafael, a lo largo de todo el post he estado utilizando "autor" o "escritor" de manera intencionada, porque no considero que sean lo mismo, y esa apreciación personal no depende del número de obras publicadas, va mucho más alla. De la misma forma, tampoco considero (al igual que tú) que todo sea Literatura, ni mucho menos. El problema que se nos viene encima es que, de seguir así, efectivamente va a costar cada vez más esfuerzo encontrar el oro entre tanta paja.
      Y coincido contigo también en que la función del escritor debería ser, exclusivamente, la de escribir, no la de vender la obra casi por obligación. Pero los tiempos cambian y las exigencias también. Por eso cada cual tiene que tener muy claro qué es lo quiere, a qué aspira, qué defiende y a qué está dispuesto a renunciar en este mundo de la escritura para que después no se lleve sorpresas desagradables.
      Gracias por tus apreciaciones.

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    2. Las sorpresas desagradables a veces se las llevan los lectores. Comprendo que estoy algo desfasado y que camarón que se duerme se lo lleva la corriente; pero hay algunos principios (algunos, no todos) a los que no pienso renunciar.

      R.

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    3. Y haces bien! Yo también tengo ciertos principios a los que no estoy dispueta a renunciar, pase lo que pase y me ocurra lo que me ocurra. Hay pautas marcadas con las que no estoy de acuerdo y no pienso transigir, aunque implique quedarme en el camino :)

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  5. Qué razón tienes, Pilar. Si analizamos el panorama con detenimiento puede llegar a ser frustrante, así que lo mejor es seguir a lo nuestro sin agobiarse. Hay editoriales pequeñas, grandes y medianas, y ninguna de ellas te asegura el éxito. Hay autores maravillosos autopublicados y los hay malos tirando a horrorosos. No hay secretos en esto: trabajo elevado al cubo, y tener la suerte, o el instinto, de crear historias que gusten a muchos lectores. Fusilar las redes sociales con nuestra novela no sirve de mucho porque el mayor nido de lectores no está en ellas. El tradicional "boca a oreja" es el mejor método (a menos que una editorial empapele el metro de Madrid con la imagen de tu portada). Cuando una novela gusta, el lector se encarga de la promoción. Pero seamos realistas, solo llegan a lo más alto un puñadito escaso de privilegiados, y eso no significa que al resto se nos presente un panorama desolador. Yo soy optimista porque nunca hasta ahora los aspirantes a escritores hemos tenido tantas oportunidades de que nos lean, así que me parece que la literatura vive una democratización irreversible, para bien o para mal, y hay que aprender a nadar en ese mar.

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  6. Totalmente de acuerdo. No puedo añadir nada más.
    Besote!!!

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  7. Hola, Pilar. Has hecho un análisis muy certero de lo que está ocurriendo en el mundo editorial. La tecnología y las plataformas de autoedición y distribución lo han cambiado por completo en unos años. Recuerdo que cuando publiqué mi primer libro de relatos en Amazon, en el año 2012, no había tantos escritores/autores como hay ahora y ya me di cuenta de que la calidad de muchos de ellos era muy baja. Sin embargo, yo quiero ver lo positivo de estos cambios. Amazon permite publicar todo siempre que tenga el formato y portada requeridos y nada más. Cualquiera puede publicar su libro sobre cualquier materia o género y quedar expuesto a las críticas y filtro de los lectores. Y esto es lo grande de Amazon: permitir publicar. Hay autores más cuidadosos con lo que suben, hay quienes trabajan sus historias hasta depurarlas al máximo y también quien no lo hace. Y luego están los lectores que tiene sus gustos y preferencias, y sancionarán con el olvido a aquellos autores que no les gusten o no tengan la calidad que se espera de un libro. En la vida hay gustos para todo, incluso para votar a un presidente de una nación poderosa que a la otra mitad de la población de ese país no le gusta. Eso es la democracia. Claro que la proliferación de libros sin una adecuado calidad puede ser el principio del fin de un sistema.
    Un abrazo fuerte.

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