30 jul 2016

RELATO: "ROMANTICISMO 'NOIR'". (Antología "LA LIBRERÍA MÁS BONITA DEL MUNDO")



   De nuevo una voz quebró el silencio de mi habitación, atravesando las sombras. Debería de haberme asustado. Pero llegó a mí como un susurro cálido y envolvente, amoroso. Y yo lo seguí, embaucada, dejándome arrastrar hasta la calle desierta, apenas bañada por la luz cenital que las farolas alcanzaban a derramar sobre ella. El mundo dormía, mientras yo me deslizaba por la acera escuchando el batir de mis pasos, amortiguados por los restos de lluvia caída durante la tarde. El eco de aquella voz, llamándome, se adentraba en mis oídos guiándome como un faro en alta mar, hasta recalar en una bocacalle coronada por un establecimiento centenario que yo solía frecuentar, la librería París, de cuyo escaparate fluían reflejos que chispeaban en el cristal, como si alguien hubiera prendido velas tras él.

            Me acerqué con cautela y empujé la puerta. Estaba abierta. El calendario que había tras ella había retornado en el tiempo, sorteando un siglo que había perecido ya. La madera del artesonado y de las paredes se había rejuvenecido; no así sus libros, que lucían antiguos y polvorientos, apilados sobre las mesas, rezumando olor a tinta y a pergamino. Avancé bajo una nube de claroscuros en dirección a una pequeña escalera de caracol situada al fondo, al tiempo que paseaba las yemas de mis dedos por algunos volúmenes para apreciar la rugosidad del papel, los bordes y letras repujados en sus tapas, sus lomos torneados con puntos de libro aflorando al pie como lenguas rojas.

            Subí los primeros peldaños de la escalera, atraída por la intensidad de la luz que bajaba por ella. Me sorprendió observar que, en uno de ellos, yacía abierto el libro que yo había estado leyendo la tarde en que abandoné aquella estancia a toda prisa. Faltaban letras, palabras, incluso algunos párrafos en sus páginas. Habían sido arrancados y derramados en el camino de ascenso de aquel caracol. Extrañada, alcancé el final. Y entonces, el susurro de la voz se magnificó y una silueta masculina cobró forma a unos metros de mí, turbándome la mente y el corazón. Cerré los ojos por un instante y cuando volví a abrirlos pude ver un paisaje maravilloso, resplandeciente. Pareciera que los muros de aquella librería se hubieran derrumbado, conectándola con otro mundo, con otro tiempo. Observé una pradera inmensa, infinita, con retazos de hierba y salpicada de margaritas, violetas, brezos, como creada por el pincel caprichoso de un artista. En su margen derecha discurría un río bordeado de álamos y en cuya superficie acristalada se reflejaban los rayos de sol que alcanzaban a iluminar mi tez pálida, más pálida de lo habitual. El pálpito de mis sienes se acentuó al percibir un aroma a vainilla y limón precediendo a aquel hombre atractivo y de porte arrogante, ataviado con pantalón blanco, levita y botas altas de montar. Pude reconocerlo. Era Rodolfo. Insinuándome una sonrisa, con la mano abierta, extendida hacia mí.

Comencé a temblar. Di un paso en dirección a él y aquella pradera me acogió en su seno como si hubiera vivido allí durante toda la eternidad. Me vi imbuida repentinamente en un corsé apretado bajo un vestido que cubría mi cuerpo hasta los tobillos, vaporoso en las caderas y abotonado hasta el cuello, mis manos enguantadas y un sombrero ocultando parte de mis cabellos. La presencia de Rodolfo volvió a despertar mis pasiones ocultas, mi deseo contenido, mi necesidad de amor… La atracción irrefrenable que provocaba en mí competía con la actitud apática de mi marido, al que no me atrevía a ser infiel, a pesar del clamor de mi piel, de la poesía que brotaba en mi alma al sentirme enamorada de aquel otro hombre que irrumpió en mi vida de un forma tan casual. Me desgarraban mis pensamientos por indecorosos. Me quemaban sus labios besando mi mano, pretendiendo mi boca. Pero darse por vencido no era afín a su temperamento. Había huido de aquellas páginas de libro y me había reclamado en mitad de la noche para devolverme a su mundo. Con él. Una nueva y halagadora declaración de amor.

El rumor del viento sofocó el calor y me dejó helada al amplificar otra voz, en la lejanía, a mi espalda. Él me miró suplicante mientras yo daba nombre a quien me llamaba, a quien me buscaba con aparente preocupación: era mi esposo. Me giré hacia la escalera con las manos de Rodolfo apresando las mías, nerviosa y con un latido amargo en la boca del estómago ante mi indecisión. La pradera a un lado, la librería al otro. El idilio, la pasión, el amor, el éxtasis… a mi derecha; el decoro, el honor, la decencia y mis deberes de esposa a mi izquierda. ¡¿Qué hacer!? ¡¿A dónde ir?!

El semental cabalgado por mi amante continuaba ensillado y amarrado al tronco de un álamo. Me dirigí hasta él para montarlo y salir huyendo de allí, hacia ninguna parte, hacia cualquier lugar donde acaparar minutos para reflexionar. Rodolfo corrió despavorido hasta adentrarse en la librería. Salió de ella tras unos minutos, sudoroso, gritándome, con un trozo de papel escrito de su puño y letra que dobló aprisa para entregármelo. Me besó en los labios, ajeno a las miradas de las parejas de enamorados que paseaban en los carros tras el vallado, y me ayudó a subir a la grupa del caballo, sin atreverse a un adiós. Agarré las riendas. Y al escuchar tan próxima la llamada de mi esposo, le clavé las espuelas para iniciar el galope. El animal, embravecido, se revolvió en un trote brusco de apenas diez metros hasta hacerme caer estrepitosamente. Perdí la conciencia, al compás de la cordura que me había acompañado hasta el mismo instante de disponerme a dormir.



**


Despierto confusa. Una luz blanquecina aflora tras mi cabeza. No puedo moverme, solo mis pupilas parecen tener autonomía propia. Y alguno de mis dedos, que a duras penas oscila sobre las sábanas. Un pitido suena a intermitencias y alerta a quien se encuentra sentado a mi lado, adormilado en un sillón de… hospital. Él toma mi mano, me acaricia la cara con cierta rudeza y corre hacia la puerta, atrayendo con sus gritos al personal sanitario que viene raudo a reconocerme. Un sinfín de modernos artilugios, cables y gomas penden de mí, de mi pecho, de mis brazos, de mi cabeza… «¡Has despertado, gracias a Dios!» —escucho decir.

Un médico se acerca, lo reconozco por el fonendoscopio que le cuelga del cuello y las órdenes que imparte. Acerca una pequeña linterna a mis ojos y abre cada uno de mis párpados mientras los ilumina. «Pupilas reactivas» —informa—. Me ausculta, toma mi pulso, visualiza los valores marcados en cada pantalla, comprueba los reflejos en mis piernas… Y me pregunta si puedo escucharlo. Asiento con lentitud. Consciente. De quién soy y… de dónde estoy.

—Hola, Beatriz —me saluda, cortés—. ¿Sabe dónde está? ¿Y por qué está aquí?

—En el hospital —balbuceo con esfuerzo, paseando la vista por cada rincón.

—Así es. En el Doce de Octubre. Sufrió un accidente de coche circulando por la autovía y ha estado en coma. Pero esté tranquila, se pondrá bien. Ahora debe descansar.

Alguien me aprieta de nuevo la mano, con fuerza. Giro levemente la cabeza para observarlo. Hay lágrimas de emoción en sus ojos.

—¡Oh, cariño! —exclama, con voz entrecortada.

—¿Sabe quién es? —me pregunta el doctor, temiendo que haya quedado amnésica.

—Charles, mi marido —contesto con rotundidad.

Se me humedecen los ojos. Desprendo mi mano de entre las suyas y pido que me acerquen la ropa que vestía en el momento fatídico. Rebusco en los bolsillos y consigo encontrarlo. Contengo el aliento al tacto con el papel. Lo despliego temerosa y leo:

«No permitas que separen nuestras pobres almas, han nacido la una para la otra. Están destinadas a encontrarse. Tuyo, Rodolfo Boulanger.»

Un profundo suspiro se clava en mi pecho. ¡Deseo ir con él! ¡No me importa lo que hablen
 de mí! No me importa ser condenada, perseguida, calumniada... ¡Es amor!

—No puede levantarse, Beatriz —asevera el médico, apaciguándome con ignorancia.

Lo miro extrañada y le advierto con gravedad:

—Se confunde usted, doctor. Mi nombre es Emma. Aunque, si lo prefiere, aún puede llamarme Madame Bovary.  


©Pilar Muñoz Álamo - 2016.

**************** 

Este relato forma parte de la antología "La librería más bonita del mundo", 
publicada por Editorial Playa de Akaba en junio 2016. 


25 jul 2016

CHARLA CON LA ESCRITORA MAYTE UCEDA.


Mayte Uceda (Asturias, 1967) publicó en 2013 su primera novela, Los Ángeles de La Torre, un romance con tintes paranormales que tuvo una excelente acogida entre los lectores. Su segunda novela, Un amor para Rebeca, que vio la luz en 2014, se mantuvo durante más de sesenta días consecutivos entre los diez e‐books más vendidos de Amazon y ha sido traducida al inglés y al alemán por AmazonCrossing. Después de vivir durante seis años en Madrid, regresa a su Asturias natal, donde vive actualmente con su marido y su hijo en un privilegiado enclave de la costa asturiana.


   Hola, Mayte, bienvenida a esta casa, todo un placer tenerte aquí!! 

   Quiero comenzar diciendo que ya hace al menos tres años que tu nombre empezó a serme familiar gracias a algunos amigos comunes que ambas teníamos en Facebook. Y comencé a saber de ti en esa etapa en que la llamada, por entonces, Generación Indi luchaba por hacerse un hueco en el mundo literario con la autopublicación de sus novelas en Amazon, ayudándose mutuamente para poder destacar entre los cientos y cientos de publicaciones que las editoriales convencionales vertían casi a diario en la plataforma. En aquel tiempo, la novela que tú tenías publicada era Los Ángeles de la Torre, pero fue con la llegada a Amazon de tu segunda novela, Un amor para Rebeca, cuando ya pude conocerte como escritora.
   Recuerdo que leí Un amor para Rebeca a finales de 2014, y me gustó, me gustó mucho. Y lo que también me agradó fue comprobar que por fin empezaba a romperse el tópico de la falta de calidad en la autoedición, como tanto se andaba predicando desde determinados sectores, porque, aunque no todo era bueno —efectivamente— , sí que empezaban a publicarse obras, como la tuya, que merecían ser leídas tanto como cualquier otra vendida en las librerías. Y la prueba está a la vista, yo creo que el tiempo nos ha dado la razón, porque "Un amor para Rebeca" lleva ya muchísimo tiempo en el Top 100 general de Amazon y en los primeros puestos del Top de su categoría, además de ser bestseller en digital en Alemania, ¿me equivoco?


   No te equivocas, y a día de hoy puedo decir que soy una autora con más lectores en Alemania que en España, algo que me apena en cierta manera porque te das cuenta de lo poco que se lee en España. En cuanto a la calidad de los libros autoeditados tengo que decir que ha mejorado mucho en los últimos dos años. Los autores se están esforzando bastante para ofrecer obras que puedan competir en un mercado que crece cada año. Cada vez se autoeditan más libros, y la única forma de sobresalir es ofreciendo un producto competente y de calidad.
 

   Te doy toda la razón. Y esa calidad, además, creo que debe estar presente en todos los aspectos de la novela, no solo en lo que hay entre sus tapas.
¿Sabes lo que llevo preguntándome a lo largo de todo este tiempo, al hilo de lo que estamos hablando? Cómo es posible que ante el éxito de crítica y de descargas que ha tenido Un amor para Rebeca desde que la publicaste, no haya habido ninguna editorial que la haya rescatado de ahí para editarla en papel y darle el lugar que merece. Aunque, bueno..., igual ha habido alguna oportunidad y yo no lo sé, jajaja.

   Vas bien encaminada. Hasta ahora ninguna editorial en España se ha interesado en publicarla, y no es algo que me inquiete o me moleste porque me gusta la autoedición y además conservo los derechos de la novela en español. Fue Amazon Publishing la que enseguida vio el potencial de la novela, y al mes de su publicación me ofreció la posibilidad de traducirla al inglés y al alemán. Y ya van más de 30.000 lectores, la mayoría en Alemania. Un amor para Rebeca es una novela que se desarrolla en Escocia, y coincidió, sin yo pretenderlo, con el lanzamiento televisivo de un viejo bestseller como es la saga “Outlander”, de Diana Gabaldón y que puso a Escocia de nuevo en el candelero. Parece ser que, de repente, todo el mundo quiere leer novelas ambientadas en las Highlands escocesas.

   Con lo cual, todavía me lo explico menos, porque esto también podría haberle servido a las editoriales como publicidad gratuita... En la red he podido leer que Planeta se puso en contacto contigo, precisamente, a raíz de haberte conocido por esta novela. Pero, por lo que acabas de decir, entiendo que tampoco este sello contempló en ningún momento la posibilidad de publicarla. ¿Tan importante era que la novela fuera inédita? Lo digo porque ambas sabemos que otras editoriales han apostado por novelas que ya habían sido publicadas en Amazon y estaban funcionando bien...

   Que tu novela se posicione en los primeros puestos de una plataforma como Amazon te da visibilidad, y no cabe duda de que las editoriales rastrean y conjugan datos. Si bien es cierto que Un amor para Rebeca me dio esa visibilidad, fue Los Ángeles de La Torre la que se estaba leyendo mi editor cuando contactó conmigo. Hablamos sobre nuevos proyectos, nunca sobre mis novelas ya publicadas. Querían un producto inédito, y se ofrecieron a valorar mi siguiente novela, de la que ya se habían leído el comienzo y un argumento detallado.

   Los Ángeles de la torre es una novela de fantasía juvenil. Con Un amor para Rebeca te pasas a la romántica adulta. Y en Alicia y el teorema de los monos infinitos (tú última novela publicada por Planeta) te sigues manteniendo en el género romántico pero con tintes de humor, con una forma de contar la historia más desenfadada y menos seria que en la anterior. ¿Crees que este pequeño cambio de registro hace que la novela se adapte a otro tipo de público lector? ¿O el lector de romántica lo suele ser en todas las variantes del género?
 

   No tengo claro si el lector de romántica lo es de todos los subgéneros. Yo como lectora sí lo soy, y puedo pasar de una novela ligera a una más profunda y sentimental. De todas formas, aunque Alicia y el teorema esté escrita de una forma más desenfadada, también tiene una carga importante de emociones, situaciones tensas y dramáticas, pero al estar narradas con cierto sentido del humor, el impacto en el lector es menor. Si yo te cuento que se murió mi gato Pinky, posiblemente te pongas triste, —si eres una de esas personas empáticas—, pero si te cuento que mi gato se murió porque vivía al límite y le encantaba mearse en la caseta del pitbull de mi vecino, el drama disminuye, la emoción se invierte.
 
   Eso es verdad. Incluso hay relatos escritos con una cierta ironía hilarante que sin embargo esconden un auténtico drama detrás. Pero escribirlos así tal vez permita al lector asimilarlos mejor.
   Hay una especie de "género" literario o estilo de novela que ha existido siempre, pero a la que ahora parece llamársele Feelgood (por esa manía que nos ha entrado de darle nombre a todo y catalogarlo todo), y que viene a significar, más o menos,que estamos ante una lectura de entretenimiento, ante una novela escrita para garantizar al lector un rato de placer, nada que lo atormente porque con la vida diaria ya tiene bastante. ¿Ha sido ese tu propósito a la hora de escribir esta novela con este estilo?
 

   Yo no me había planteado hacer una comedia. Fue a raíz de mi conversación con el editor cuando comencé a valorar darle un toque más ligero. No fue ni mucho menos una exigencia, al contrario, tenía plena libertad para escribir lo que quisiera. Tengo que decir que no sabía dónde me metía porque enseguida me di cuenta de que es más fácil hacer llorar que hacer reír. De todas formas, mi intención cuando escribo es siempre entretener al lector, que pase un rato agradable y, sobre todo, provocarle muchas emociones, me da igual si es risa, llanto, ganas de viajar a los lugares que describo o ganas de enamorarse, cualquier cosa menos indiferencia.

   Normalmente, cuando se escribe una novela que funciona, la tendencia parece ser la de continuar con el mismo género, el mismo tipo de historias, la misma estructura argumental..., porque se quiere ir a lo seguro. ¿Tú eres de las que arriesgan, Mayte? ¿O en realidad sabías que este pequeño cambio, en el fondo, era jugar sobre seguro? :)

   Me gusta demasiado experimentar. Estoy convencida de que puedo ser una autora versátil y adaptarme a distintos géneros, y creo que el lector que te sigue identifica tu estilo narrativo aunque cambies de registro. Si le gusta como escribes, te leerá. Soy de las que arriesgan porque creo más en las historias que en los géneros. Dame una buena historia y leeré cualquier género, ese es mi lema.


   Pues ya somos dos, jaja, cada vez llevo peor lo que catalogar las novelas dentro de un determinado género. Creo que se pierden lectores potenciales —y nos perdemos el leer buenas historias— por identificarlas con un patrón.
   Y hablando de patrones y de géneros... Hay una cuestión que yo siempre me planteo, aunque igual me equivoco. Si es así, tú me contradices y ya está, jaja.
   La dificultad a la hora de escribir una novela no siempre es fácil que el lector la aprecie. Es más, estoy por apostar a que hay géneros que tienden a valorarse más aunque las obras estén peor escritas, argumentadas o trabajadas; y en otros casos, ocurre al revés, no sé bien si es por una cuestión de prejuicios o por qué. "Alicia y el teorema de los monos infinitos" está muy, muy bien escrita, te felicito por ello. Y también está muy bien argumentada y desarrollada. Sin embargo, tengo la impresión de que el género y el estilo de novelas como esta tienden a valorarse (erróneamente en muchos casos) como "fáciles" y no se le da el aprecio que de verdad merecen en cuanto a calidad literaria; ya hemos visto la mala prensa que parece tener en algunos sectores el género romántico en general. ¿Tú te has planteado esto alguna vez y, sobre todo, a la hora de elegir un género para escribir? ¿O esta apreciación es solo figuración mía?
 

   Lamentablemente, no es figuración tuya, y me atrevo a decir que es una cuestión de ignorancia emocional al calificar de fáciles o sencillas las novelas que tienen un alto componente sentimental, es como trabajar en los barrios bajos de la literatura. Puede que el género fantástico o de ciencia ficción también esté denostado, pero nunca ha sido tan injuriado como la novela romántica.Las novelas románticas rebosan feminidad y eso se traduce injustamente como debilidad, incluso en la literatura. Escribir historias sobre hombres y mujeres que aman, que odian, que sueñan, que se equivocan, que crecen, que maduran, que se hacen más fuertes, que sobreviven al trauma, a la traición… Hay tantos sentimientos que mostrar, y hay un público tan amplio dispuesto a devorar esas historias que no puede ser considerado un objetivo pequeño, un género chico. Personalmente, escribo lo que me hace feliz, lo que me emociona, sin entrar en más valoraciones.

   Además de por lo que has dicho, esto que te he preguntado me lo he planteado especialmente con tu novela al ver el pedazo de trabajo de documentación que hay detrás de ella, en relación con los viñedos y el mundo del vino. Hay montones de frasecitas, dejadas caer como si tal cosa, que no se pueden escribir si antes no te has empapado a fondo de lo que estás diciendo. Me da la impresión de que hay muchísimas horas invertidas en esa labor de documentación que también se traduce en una ambientación excepcional. Y ahora yo te pregunto, Mayte, ¿los lectores (o la crítica, por llamarlo de alguna forma) están valorando este trabajo tan bien hecho por tu parte? Dime que sí, que me alegre, jaja.

   Creo que si no lo hubieran valorado no habría pasado el filtro editorial, así que, en ese sentido, mereció la pena la inversión de tiempo empleado en la documentación. Todo aquel que lea la historia de Alicia y sus monos se dará cuenta de que no solo es una historia de amor contada con un poco de gracia. Me esforcé mucho por crear el mundo de Alicia e integrar a todos los personajes en ese contexto entre viñedos, y además todo debía encajar de forma natural, sin grandes explicaciones sobre la elaboración del vino o sobre el mantenimiento de un viñedo que pudieran aburrir al lector. Acumulé muchos más datos de los que llegué a utilizar por considerarlos innecesarios, innecesarios para el lector, pero imprescindibles para hacer de Alicia una buena bodeguera. Hasta el momento, las críticas están siendo muy positivas.

   Esto que apuntas —de no dar grandes explicaciones— es todo un acierto. Hay novelas en las que parecen darse clases magistrales dentro de la narración, y esto no solo aburre al lector, es que puede resultar demasiado forzado. Tú consigues que la ambientación resulte de lo más natural, al igual que también consigues ese efecto con los personajes, bien construidos, bien perfilados. Hasta los secundarios tienen una personalidad definida. ¡¡Incluso el perro, que me ha encantado conocer!! :) La mala relación (aunque simpática) de Alicia con él me ha gustado, porque es un detalle más que muestra como con la protagonista rompes los esquemas. No intentas ponerla como ejemplar, sino con virtudes y defectos; te mantienes en un término medio, ni es la protagonista envidiable y admirada de muchas novelas, ni es la protagonista ñoña, insulsa y manipulable de otras tantas, por eso me ha gustado tanto, porque es de carne y hueso, y además, con vis cómica, como me gustan a mí :) ¿De dónde sale la inspiración o la idea para crear a Alicia?

   Quería una mujer corriente, esa fue la idea desde el principio y la base sobre la que cimentar la personalidad de Alicia. También quería que fuese fuerte y positiva, y que se tomara las adversidades como inevitables contratiempos de la vida, pero sin dramatismos. Me interesaba un tipo de mujer con quien fuera fácil identificarse, y que otras mujeres pudieran llegar a ponerse en su situación y reflexionar sobre qué harían ellas de estar en su lugar.

   ¿Mayte Uceda tiene el mismo sentido del humor que la protagonista? Yo siempre he pensado lo que tú apuntabas antes, que una novela "llorona" es más fácil de escribir que una de humor, porque el escritor o escritora que no sea ocurrente difícilmente puede escribir una novela entera con continuos detalles que hacen sonreír, si no reír, por lo que dicen los personajes o cómo lo dicen...
 

   Soy alegre por naturaleza, y valoro mucho la alegría y el optimismo en los demás.  Es cierto que en esta novela me he dejado llevar por mi propio sentido del humor, he sido más yo a la hora de narrar, pero para ello he tenido que hacer un ejercicio mental de liberación, en un sentido literario. Cuando empiezas a escribir, tienes miedo a innovar, a salirte de los límites establecidos, y eso coarta la espontaneidad y merma las posibilidades de encontrar tu propia voz. Por otro lado, hacer reír es infinitamente más difícil que hacer llorar, y tienes que poner a prueba el ingenio.

   ¿Y Dimitri y Natasha? ¿De dónde han salido? Me he hartado de reír con ellos, me recordaban a la pareja mayor de Escenas de matrimonio, jajaja. Muy conseguidos, todo un acierto.
 

   Estos dos personajes tienen que ver con lo que hablabas antes acerca de mantener la sonrisa en el lector durante toda la novela. A veces para conseguirlo se recurre a situaciones absurdas y descabelladas, otras veces ese efecto lo consiguen los diálogos y en otras ocasiones se recurre a personajes como Dimitri y Natasha. Al principio no tenía pensado que acompañaran a Alicia a lo largo de toda la novela, pero a medida que la iba escribiendo ellos mismos tomaron el mando y fue imposible dejarlos de lado.

   Pues me alegra que se hicieran valer, porque me han encantado :)
   En Alicia y el teorema de los monos infinitos hay humor —como ya hemos dicho—, amor, intriga, enredos... y escenas sensuales en la relación de los protagonistas, con detalles más o menos explícitos, que demuestran que se puede jugar con el sexo en la romántica narrándolo y describiéndolo con tacto, con gusto, con elegancia, sin ninguna necesidad de tener que prescindir de él como tampoco de ofrecerlo a manos llenas y de manera burda y gratuita, cosa que parece ser cada vez más frecuente dentro del género. ¿Se está yendo de madre el tema del erotismo en el género romántico, Mayte? (Si es que a muchas escenas se las puede catalogar como eróticas, claro...)
 

   En este sentido creo que la línea que separa la literatura erótica de la pornográfica se está diluyendo, y la diferencia entre las dos no solo radica en el nivel descriptivo de las escenas sexuales sino también en el vocabulario utilizado. Si a una descripción explícita de sexo, cargada de detalles, le añades un vocabulario obsceno, el erotismo se desvanece y deja paso a la pornografía. Y esta última no tiene nada de malo, pero muy pocas personas reconocerán que leen literatura pornográfica, así que el término «erótica» se ha generalizado. Pero lo cierto es que el sexo duro está muy presente en este tipo de libros. Yo he intentado leer unos cuantos, y solo he terminado dos o tres. En una escena de sexo me interesa más el intercambio de emociones que el de fluidos.
 

   Volvamos a la cuestión editorial, pero ahora, en el proceso de creación de esta novela.
   Planeta te solicitó, para leer, el primer capítulo de "Alicia..." y le gustó. Creo haberte escuchado decir que te comprometiste a escribir la novela en un plazo marcado (si no es así, me corriges), con los dedos cruzados para que les gustara :)
Hasta qué punto ha sido positivo o negativo escribir bajo presión (de tiempo o de deseo de que fuera lo que esperaban). ¿O acaso no la has sentido?
 

   No me impusieron ningún plazo, y yo tampoco me comprometí a ello. No recibí ninguna presión más allá de la autoimpuesta, es decir, la que yo ejercía sobre mí misma para no alargarme demasiado. Tardé ocho meses en terminarla y durante todo ese tiempo jamás recibí la más mínima presión. La única diferencia con mis otras novelas es que trabajé más horas al día. Si tengo que ser sincera, no sentí la presión por un posible rechazo. Me ilusionaba mucho que la aceptaran, eso sí, pero sabía que, si no lo hacían, la novela no se quedaría en un cajón.

   Una pregunta comprometida, tal vez, Mayte: ¿La novela que ha salido publicada es tal cual querías escribirla tú o has tenido que aceptar determinadas instrucciones de cara a lo comercial, que puede ser algo en lo que no se piensa a la hora de escribir y que en tu caso, sabiendo que su publicación estaba ya casi proyectada, podría tener más peso de lo habitual?

   La novela está prácticamente tal cual la escribí. Trabajamos de forma conjunta, como se suele hacer en estos casos, para pulirla de errores y mejorarla en lo posible, pero no hubo cambios significativos ni se me dio instrucciones de cara a que fuera más comercial. El equipo de correctores fue muy respetuoso y cualquier cambio, por pequeño que fuera, se consulta con el autor.  


   Que conste que aceptar las directrices de la editorial para modificar, incluir o eliminar según qué cosas no tiene por qué ser negativo, hay escritoras que me han confesado haber aprendido mucho con las directrices editoriales... Y si además es como tú apuntas, sin imposiciones y consensuando cualquier mínimo cambio con el autor, pues mejor aún.

   Claro, siempre hay algo que se puede mejorar, y cuando tienes a un equipo de expertos alrededor, la experiencia puede resultar muy provechosa. Yo en este sentido estaba muy abierta a realizar esos pequeños cambios, y ha resultado un trabajo muy útil.

   ¿Qué se gana y qué se pierde publicando con una grande como Planeta en lugar de autoeditar? ¿Todo son ventajas?


   Siempre me he sentido muy a gusto autopublicando, pero la publicación tradicional es muy tentadora y te ofrece una distribución en papel que de otra forma es imposible. Luego están las numerosas apariciones en los medios de comunicación, tanto en prensa escrita como en radio y que son de gran ayuda para que el autor se dé a conocer.  Esto es lo que se gana. Evidentemente, lo que se pierde es el control de la obra. Cuando autopublicas, tú tienes el control y los derechos de tu novela para hacer con ella lo que te plazca. Cada cosa tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Conozco bien el mundo de la autopublicación, y ahora estoy empezando a conocer el de la publicación tradicional. Vuelve a preguntarme esto dentro de un año y seguro que tendré más datos para hacer una comparación.

   Me apunto la sugerencia, jaja.
   Cambiando de tercio... ¿Por qué tendemos a buscar pareja a toda costa (sobre todo cuando ya hemos estado emparejados antes)? ¿Y por qué nos entra tanto miedo ante el amor ideal? :) ¿Tememos que se nos rompa en las manos, que sea un sueño y despertemos cuando menos lo esperamos..., o es que en el fondo tendemos a pensar que no existe?
 

   Tendemos a buscar pareja por miedo a la soledad, porque estamos enamorados del amor de película o novela, porque nos gusta compartir la vida con alguien, porque en el fondo, y aunque hayamos estado emparejados antes, estamos convencidos de que nuestra alma gemela nos espera en alguna parte, aunque muchas veces ese lugar es solo imaginario. Otras veces lo tenemos delante y entonces nos entra miedo o no somos capaces de reconocerlo. Cada vez nos cuesta más comprometernos, vivimos en una sociedad que se caracteriza por la exaltación del individualismo y por la pérdida de valores, y así es difícil ser generoso y dejar de mirarse el ombligo.

   Siempre se dice que el amor no tiene edad. Pero entonces, ¿por qué tememos tanto que "se nos pase el arroz"?, jajaja. ¿Damos por hecho que el físico, la atracción sexual... son una parte importante para comenzar una relación, para mantenerla...?

   En ese sentido, somos las mujeres las que sentimos esa presión a que se nos pase el arroz, porque la mayoría de nosotras desea ser madre y, nos guste o no, nuestra fertilidad es un ciclo biológico con fecha de caducidad. Es verdad que la ciencia puede alargar ese ciclo, y que la presión social, que hace cuarenta años se ejercía sobre mujeres de treinta, hoy se ejerce sobre las de cuarenta, pero hay límites que ni siquiera la ciencia aconseja rebasar. En cuanto al tema de la atracción sexual, es evidente que existe, y a eso nos referimos cuando hablamos del flechazo. Es un buen principio, pero luego hacen falta muchas más cosas para mantener viva esa atracción.  

   Y por último, Mayte, ¿dónde leíste lo del Teorema de los monos infinitos que da título a la novela?
 

   Tengo un libro sobre curiosidades de la ciencia que habla del teorema, pero nunca le había prestado demasiada atención. En una novela como la de Alicia y el teorema de los monos infinitos me pareció divertido sorprender al lector con algún dato real y gracioso, el teorema de Èmile Borelera perfecto, así como el Efecto Straisand, que es un fenómeno más reciente creado en Internet y que también se menciona en la novela.

   Muchas gracias por tu tiempo y por haberme acompañado. Te deseo todo el éxito del mundo.
   Hasta siempre.


Lecturas 2018.

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