6 may 2016

"LA VÍSPERA DE CASI TODO" de VÍCTOR DEL ÁRBOL.


 SINOPSIS

Germinal Ibarra es un policía desencantado al que persiguen los rumores y su propia conciencia. Hace tres años que decidió arrastrar su melancolía hasta una comisaría de La Coruña, donde pidió el traslado después de que la resolución del sonado caso del asesinato de la pequeña Amanda lo convirtiera en el héroe que él nunca quiso ni sintió ser. Pero el refugio y anonimato que Germinal creía haber conseguido queda truncado cuando una noche lo reclama una mujer ingresada en el hospital con contusiones que muestran una gran violencia.
Una misteriosa mujer llamada Paola que intenta huir de sus propios fantasmas ha aparecido hace tres meses en el lugar más recóndito de la costa gallega. Allí se instala como huésped en casa de Dolores, de alma sensible y torturada, que acaba acogiéndola sin demasiadas preguntas y la introduce en el círculo que alivia su soledad.
El cruce de estas dos historias en el tiempo se convierte en un mar con dos barcos en rumbo de colisión que irán avanzando sin escapatoria posible.



  Lo ha vuelto a hacer, he de reconocerlo. Víctor del Árbol me conquistó hace tiempo con Un millón de gotas, una novela con un complejo entramado argumental, unos personajes soberbios y una prosa envidiable, de las que rezuman oficio a escritor por los cuatro costados y te hacen asegurarte a ti misma que lo seguirás leyendo para deleitarte no solo con la historia, sino con la forma de contarla, que es, para mí, un aspecto esencial para quedar enganchada a una lectura sin remisión. Con La víspera de casi todo, me reconquista como lectora fiel, porque en ella vuelve a conjuntar forma, fondo y trasfondo de manera magistral. Y hablo de trasfondo porque, si bien no es un componente esencial en una literatura que busque entretener, sí que es para mí uno de los elementos más buscados y apreciados, y en las novelas de Víctor del Árbol siempre lo encuentro, siempre me aportan algo que me resulta enriquecedor.
   La víspera de casi todo destila un regusto a muerte, a vidas truncadas, a personajes atrapados por un pasado que no les permite vivir un presente en paz y del que no pueden huir, a lucha por ahuyentar los fantasmas que otros dejaron cohabitando en sus cuerpos, en sus mentes y en sus vidas desde la infancia, cuando la vulnerabilidad es tal que uno no puede poner barreras a lo que terminará por llevarnos a la perdición. Y son muchas las reflexiones que ello suscita, que puestas en boca de sus personajes o del propio narrador te obligan a detenerte y a plantearte el alcance de todo ello y la salida, si es que la hay, a una situación parecida a la vivida por los protagonistas o por cualquiera de los personajes secundarios de la novela; a plantearte hasta qué punto nos condiciona el pasado y en qué medida la muerte juega un papel esencial para poder escapar de él. Pero no os asustéis, no penséis por ello que es una novela tétrica. La pluma de Víctor del Árbol se presta a contar la historia —o más bien, las distintas historias que se dan cita en ella— con gran maestría, a dotarla de la poesía necesaria para hacerla bella, emotiva, sentida, una lectura deliciosa a pesar del realismo y de la crudeza de algunos de sus pasajes.
   Pero es este trasfondo una lectura entre líneas que late bajo una trama perfectamente entretejida. No le vale al autor crear una historia lineal, no es su estilo. Crea varios hilos argumentales con distintos personajes como protagonistas, casi en forma de novela coral, que terminarán entrelazándose para dar sentido y coherencia a todo cuanto ocurre. Y juega para ello con dos tiempos —pasado y presente— que terminarán confluyendo en el mismo punto, saltando de uno a otro para ir ofreciéndonos, una por una y con un desorden muy estudiado, todas las piezas que componen un puzle en cuya construcción nos incita a participar, ya que en cada nuevo detalle, en cada nuevo descubrimiento de la vida de los personajes nos asaltan las conjeturas de lo que pudo haber pasado, de lo que pasará, del porqué de las actitudes de cada cual, de las razones que les impulsan a ser como son, jugando con esa intriga sutil que está presente de principio a fin. Pero esta intriga no la provoca el autor echando mano al recurso fácil de dejar en suspenso el final de cada capítulo alentándonos a leer el siguiente, no. Víctor del Árbol tiene la destreza de ir desvelando la trama poco a poco y de forma continuada, no sin antes haber ido dejando —a lo largo de toda la novela— un reguero de insinuaciones, de verdades contadas a medias, de detalles velados en las conversaciones que te obligan a mantener la mente despierta ante el cúmulo de incógnitas abiertas e imprevistas que no terminan de cerrarse hasta el final. Y además, nos va contando la historia al revés. Nos desvela el final de cada acontecimiento importante y traslada esa intriga, no a lo que sucederá a partir de ese momento, sino al porqué de ese suceso, a todo lo que lo envuelve y a lo que ha terminado derivando en él; una forma de hilar la trama y de desarrollarla que a mí me parece de bastante más complejidad de la que aparenta. Pero ahí está la habilidad de los grandes, en el hecho de hacer encaje de bolillos sin que se note, hasta que algún profano lo intenta y se percata del oficio que hay detrás.
   Qué deciros de los personajes de La víspera de casi todo. Que son el punto fuerte de la novela. Y que me encantan. Porque Víctor los construye con una complejidad absoluta. Son personajes atormentados, profundos, vividos, con un bagaje moral —positivo o negativo— que resulta de la interacción de su propia forma de ser y de las experiencias vitales que han tenido desde su infancia y que los han marcado ostensiblemente. Son personajes que tiene cosas que contar, que mostrar, que enseñar..., interesantes de descubrir. Como interesante es la forma en que Víctor del Árbol nos los va mostrando, a pinceladas, como los buenos pintores, con trazos precisos que van describiendo el carácter y su forma de ser, arañándoles la costra poco a poco para llegar a lo más profundo, a los más recóndito de sus mentes hasta dejarlos desnudos, con la verdadera naturaleza de cada cual al descubierto. Y se vale para ello de esa técnica que maneja de forma excepcional, el flashback, con el que nos remonta al pasado de cada uno para descubrirnos, en pocas líneas y con la habilidad de los buenos relatistas, los sucesos acaecidos en sus vidas que van dando explicación a ese perfil psicológico que muestran en el presente. Aquí vuelve el autor a jugar con el lector. Porque no describe a los personajes de una forma completa al inicio, sino que va salpicando la trama con aspectos de sus vidas y de su carácter jugando así con nuestra empatía hacia ellos, haciéndonos variar nuestras impresiones respecto a ellos, comprendiéndolos cuando antes no lo hacíamos y, si cabe, hasta justificándolos cuando antes, tal vez, los habíamos sentenciado. O al revés. No hay personaje que sobre, todos tienen una razón de ser, todos tienen un función en la historia, nada de lo que hacen es gratuito. Y son como son con razones fundadas y expuestas con detalle al lector.
    No he contado de lo que va la historia. Y no voy a hacerlo porque creo que ya hay por ahí bastantes reseñas que comienzan así, hasta me atrevería a decir que algunas de ellas incluso cuentan demasiado develando más de lo aconsejable. Yo solo he querido plasmar aquí mis impresiones al leerla. Decir que no solo no me ha defraudado, sino que ha cumplido todas mis expectativas. Que su autor me gana como lectora fiel, encantada de haberme visto imbuida en una narrativa poética, bella, para degustar y paladear con lentitud sin que por ello resulte tediosa en absoluto ni carente de agilidad (aunque parezca incongruente), salpicada de frases en las que detenerse y regada de reflexiones de fondo que hay que sacar a la superficie para extraer de la novela el máximo jugo. Que he disfrutado de nuevo con ese entramado de hilos, hechos, tiempos, giros... que conforman una trama carente de sencillez, y que su autor ya ha demostrado con creces que maneja con soltura y mucha habilidad. Que me ha tenido enganchada pero sin querer llegar al final, por pena de abandonarla, por no renunciar a un placer. Que es un premio merecido. Y que me han quedado preguntas por hacer; pero no porque la trama no haya sido cerrada en su totalidad, sino porque en ella y en sus personajes había demasiada vida por descubrir, demasiados pensamientos por desvelar, demasiados sentimientos por compartir.



Lecturas 2018.

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