24 ago 2015

CHARLA CON LA ESCRITORA MIRIAM BEIZANA VIGO.

Miriam Beizana Vigo nace en A Coruña, el 20 de agosto de 1990, de madrugada.
Administrativa y camarera de profesión. Estudiante de Literatura por la UNED. Ávida lectora y fanática escritora, desde su más tierna infancia escribe relatos, puñados de borradores de novelas y ensayos personales. Sin embargo, es ‘Marafariña’ la primera obra que se decide al fin a auto publicar.

También realiza críticas de cine y literatura en su blog personal: Las mentiras que escribí.
 

  Hola, Miriam! Bienvenida a esta casa, es un placer tenerte aquí.

  No me gustaría comenzar esta charla sin felicitarte por tu ópera prima y por lo que esta significa, a nivel literario y a nivel personal. Me declaro una apasionada de la novela intimista, pero aún más cuando los sentimientos y emociones propios de sus personajes  vienen acompañados de un trasfondo que me sacude, que me incita a pensar, a reflexionar, cuando consiguen remover algo dentro de mí. Y Marafariña me ha removido, y mucho.
   Por cierto, ¿Marafariña existe en la realidad? Porque a mí me ha parecido algo vivo, muy tangible y muy real.

   Antes de nada, Pilar, tengo que agradecerte el haber contado conmigo para esta entrevista, o esta charla literaria o, tal vez, este diálogo íntimo y sincero.
   Sería una estupidez por mi parte decir que Marafariña no existe y también lo sería indicar que tan solo existe una única Marafariña en el universo infinito. En realidad mi Marafariña ficticia es el lugar más realista y auténtico en el que he tenido el placer de estar, donde he echado mis raíces, adherido a su latido por la eternidad. Existen millones de ‘Marafariñas’, la mayor parte particulares. Espesuras verdes, hermosas y vivas, donde muchas mentes inquietas buscan tranquilidad entre sus árboles, sus hojas, el silbido melodioso del viento y la infinidad de ese silencio cargado de sentimientos encontrados.
   Diría que Galicia, mi lugar natal, donde he nacido y crecido, es lo que ha dado lugar a la imaginación de la Marafariña en la que vive Ruth. Pues estas tierras gallegas, tan mágicas, místicas y misteriosas, están llenas de esos lugares verdes y eternos que no terminan nunca pues jamás han tenido inicio.

  Fíjate que no aún no he tenido la suerte de conocer Galicia, pero a la vista de tus descripciones y escuchándote ahora me están entrando unas ganas locas de perderme en ella :).
   Cuando comencé a leer tu novela no sabía que su historia tenía tintes autobiográficos. En un principio no me pareció algo a tener en cuenta, porque creo que la imaginación puede suplir perfectamente a la realidad, pero después de terminarla y de conocer lo que sucede en las vidas de Ruth y Olga me ha parecido que ganaba aún más en verosimilitud al estar escrita con conocimiento de causa. ¿Has sentido en algún momento que el hecho de ser autobiográfica te haya hecho ganar lectores, o ha sido al contrario?

   Al principio, cuando empecé a dar a conocer Marafariña era muy reacia a decir qué se escondía tras ella. De hecho, la primera edición está firmada por mis iniciales ‘M.B.Vigo’ porque mi valentía no era suficiente para que mi nombre completo luciera en su portada.

   Cuando la publiqué y comencé con las campañas de publicidad, sobre todo vía twitter, en ningún momento me atrevía a señalar su faceta de ‘ficción autobiográfica’ porque, en cierta parte, eso me hacía sentir vulnerable y frágil. Además, en un primer momento, no sabía de qué manera iban a reaccionar los lectores que se salían de mi círculo cercano, así que el anonimato me protegía de las críticas fulminantes y personales.
   Pero poco a poco, cuando las primeras opiniones y mensajes me fueron llegando, empecé a liberarme del miedo y a insuflarme de orgullo por haberme atrevido a escribir y publicar esa Marafariña. No es que me volviera valiente de repente, sino que el apoyo de los lectores me hizo pensar que debía dejar de mentirme y acercarles lo que Marafariña es realmente. Creo que cuando al fin me atreví a señalar que se trataba de una historia autobiográfica empecé a suscitar interés en ese aspecto, sí. Morbo, curiosidad, no lo sé. Pero conseguí darle el impulso inicial que tanto necesitaba.

   Me gustaría pensar que es más curiosidad que morbo, creo que ese componente de “verosimilitud” que siempre está en el aire en la ficción se consolida cuando sabemos que la historia tiene buena parte de realidad y es lo que nos incita en mayor medida a conocerla, porque sabemos que la sentiremos como más cercana. De cualquier forma, me alegra que eso haya jugado a favor de ti y de la novela.

   Siempre he sido de la opinión de que hay escritores a quienes les mueve su necesidad de escribir (la mayoría, diría yo) y otros a quienes les mueve su necesidad de contar una historia y sobre todo, lo que esa historia encierra e implica. Dime, ¿cuál de las dos te llevó a escribir Marafariña?

   Mentiría si no dijera que siempre, desde que era niña, he sentido una necesidad de escribir que no he podido retener. La escritura fue mi vía de escape, mi manera de soñar y la que calmaba mis pensamientos, pues siempre fui una cría hartamente sensible y con una gran tendencia a la tristeza. Sentarme a escribir, imaginar y plasmar, hacer que mis personajes sintieran lo que yo sentía me hacía normalizarme y me acariciaba de alivio.
Pero pasó mucho tiempo hasta que Marafariña llegó a ser como es la obra que ahora está publicada en Amazon. Estaba llena de mentiras, de reflejos de la realidad, de historias que encubrían mi propia verdad. En los primeros borradores, Olga era un mero personaje secundario que entorpecía el buen camino de Ruth que amaba a su novio de la infancia. La religión, además, no tenía cabida porque no tenía el coraje suficiente para reflejarlo en Ruth (en mis letras).
   En definitiva, mis historias daban tumbos alrededor de un núcleo que no me atrevía a destapar. Eso me llenaba de vacío y escribir no me liberaba cómo antes. Cuando hace un tiempo (no demasiado) me dije: ‘No, Miriam, no estás contando la historia que quieres contar’ y me dispuse a dejar de auto-censurarme, me di cuenta de que necesitaba escribir la Marafariña real más que cualquier otra cosa.

   Si yo tuviera que elegir una sola palabra para definir lo que me ha suscitado la lectura de esa “Marafariña real” diría que AMOR,  así, con mayúsculas; aunque hay otra que se me quedaría a flor de piel, y es VALENTÍA. Porque en la historia de Ruth  y Olga se combinan dos cuestiones vitales que yo considero muy delicadas de tratar, y sobre todo de vivir: la religión y la homosexualidad. Vamos a hablar un poco de ellas, si te parece.
   En la novela, Ruth ha crecido en el seno de una familia adepta a los Testigos de Jehová, una religión —según tú misma relatas y describes en ella— muy estricta en sus creencias, con unas directrices muy marcadas que hay que seguir de manera prácticamente obligatoria. ¿Qué hay de la libertad personal?, me pregunto.  Al leer la novela he tenido la impresión de que se atentaba demasiado contra la dignidad de Ruth en nombre de la religión, he llegado a sentir, incluso, una especie de claustrofobia al verla encerrada en ella en contra de su voluntad. ¿Cuánto hay en ello de verdad y de ficción?

   Como tan bien señalas, y gracias por haberlo comprendido de forma tan acertada, Marafariña es una especie de camino lleno de escollos para llegar a ese anhelado e imposible AMOR y, de hecho, la VALENTÍA es indispensable para alcanzarlo. Creo que no es necesario que se trate de una relación complicada, ni llena de dificultades, para que ser valiente sea fundamental para atreverse a amar con el corazón abierto.
   Ruth se ha criado en los Testigos de Jehová, bajo el seno de sus padres, que se han abrazado a esa fe por la pérdida prematura de su hijo primogénito Miguel. Hay que tener en cuenta que el dolor que Esther y José soportan es brutal, y la religión que los ha acogido se alimenta de ese sufrimiento y trata de convertirlo en una esperanza radical (la forma en la que, básicamente, se llega al insano fanatismo).
   Conozco cómo funciona esa religión en primera persona y no he querido mentir ni exagerar al respecto. De hecho, ni los padres ni la situación de Ruth es tan extrema como otras que he llegado a conocer (y que a día de hoy todavía existen). Sí que es verdad que Ruth está muy encadenada a esas directrices, y que su entorno la empuja a seguir el camino tan escrupulosamente marcado. Pero también es verdad que Ruth a duras penas intenta oponerse a tal situación y es muy complaciente. Sí, está muy condicionada y es demasiado joven para disfrutar de su independencia, pero creo que le faltaba ferocidad y atrevimiento. El problema de Ruth es que la culpa y el chantaje de Esther, la machacaban de forma que estaba amordazada doblemente.
   Porque este tipo de creencias no solo te ahogan con las normas y las obligaciones sociales (el tiempo empleado en asistir a las reuniones, prepararlas con antelación en casa, asistir a la predicación y demás) sino en la manera de manipular la mente más firme, la forma en clavar agujas con el veneno de la culpa e, incluso, hacer sentir mal a las personas por rozar la felicidad tachándolas de egoístas.

   Me gusta y admiro a quienes luchan por lo que quieren, Miriam, a quienes defienden sus ideales, su forma de sentir y de pensar e intentan vivir su vida fieles a sí mismos y a sus creencias. Me parece algo muy loable siempre y cuando no se le haga daño a los demás. Pero esto último es lo que considero más peliagudo, porque a veces, al defender esa manera de vivir tu vida puedes herir a aquellos a los que más quieres, a los que amas. Ruth se encuentra en esa tesitura siendo aún muy joven. ¿Qué debe prevalecer, ella misma o ellos? ¿Qué siente cuando descubre que está viviendo en contra de sus creencias y qué tiene frente a ella ese muro insalvable formado por su familia y por toda la congregación religiosa? ¿De dónde se sacan las fuerzas para imponer su criterio?

   Brillante pregunta.
   En realidad Ruth no tiene una fe fuerte en Jehová Dios ni en la maravillosa promesa de la salvación. Va a tientas, se tambalea en el umbral, pero su instinto espiritual es muy básico. Tan solo siente esa conexión de ‘adoración’ con el bosque de Marafariña y el influjo de la naturaleza, lo único que le da equilibrio.
   Sin embargo, lleva toda su corta vida intentando abrir su mente y buscar el camino de la creencia y la fe. Busca la forma en la que llegar a Dios, sentirlo y creer en él para que toda esa rutina atosigante le resulte más sencilla. El problema de religiones como la que a Ruth le ha tocado, es que se muestran muy inflexibles con cualquier tipo de conducta que atente contra los principios que consideran universales e inalterables, como es el caso de la homosexualidad. La homosexualidad es vista como algo terminantemente prohibido, no se anuda en comprender al hermano o hermana que ‘lo siente’ y se niega la posibilidad de aceptarlo tal y como es. Esto, por supuesto, deja a muchos miembros de tal Organización en una situación desoladora. Imagínate. Ruth apenas tiene nada más en su vida que sus padres, los hermanos cristianos y su rutina espiritual. Si sale de ahí, se encuentra con un vacío que con diecisiete años es muy difícil de llenar.
   Un miedo atroz es lo que siente Ruth al darse cuenta de que su relación con Jaime no irá a ninguna parte y que su amor por una mujer crece con tanta fuerza que no puede detenerlo aunque ponga todo su empeño en ello. Un miedo fulminante y una culpa sangrante que la bloquea y le impide reaccionar. Las fuerzas que consigue alcanzar para comenzar a oponerse surgen de ese AMOR tan fuerte, sin barreras, que Olga le hace sentir y que es más poderoso que cualquier otra cosa. ¿No es el amor la fuerza que todo lo mueve, que todo lo puede?

   En las buenas personas, en las personas de buen corazón, sí, sin duda. Siempre he dicho que el amor es un déspota, te hace sentir y actuar sin atender a razones, en todas sus facetas, pasional, filial…
   Antes has dicho que —al escribir la novela— en ningún momento has querido mentir ni exagerar en relación al tema de la religión. A colación de esto surge una cuestión que no he dejado de plantearme desde que leí Marafariña. Y es ese dilema que se plantea entre el respeto a los demás y la propia libertad de expresión, la libertad de contar nuestras propias experiencias. ¿Cómo se guarda ese equilibrio? ¿Cómo se mantiene una en el límite? En la novela se narran las vivencias propias de Ruth y las vividas por ella en el seno de su familia y en el de su congregación religiosa. Contar lo que a ella le sucede implica desvelar las creencias, actitudes, el comportamiento y la forma de ser y actuar de quienes han formado parte directa en su vida diaria, y cuando estas no son precisamente dignas de alabar… ¿Te has planteado todo esto a la hora de escribirla o te has dejado llevar sin más?

   La verdad es que no me he planteado en ningún momento el hecho de manchar la imagen de ningún sector religioso, ni tampoco he pretendido hacer una crítica fulminante y gratuita.
   Si me he tomado la libertad de escribir y relatar la verdad sin miedo es porque me estoy limitando a contar algo que yo he vivido, yo he sentido y he conocido de primera mano. Esa manipulación, ese control exhaustivo, esas garras alrededor de la vida que no te permiten soltarte. ¿Acaso no tengo el derecho de contar sobre algo tan real como lo vivido en mis propias carnes?
   También es cierto que no se puede generalizar. Ni todos los Testigos de Jehová responden a la descripción de José y Esther, ni de Ruth, ni todas las Congregaciones son iguales. Son personas con un código moral muy bueno, he conocido a personas llenas de bondad y humildad dentro de esta agrupación religiosa (Cristina es un buen reflejo de ello), cuyas intenciones son desinteresadas y solo buscan hacer el bien. La religión también tiene su cara amable, implanta principios que no se suelta jamás y que agradezco tener en mí. La humildad, la sinceridad, la templanza y la docilidad son características encomiables en cualquier ser humano que se están perdiendo de manera muy rápida.
   Aunque un tiempo atrás fui muy creyente (más de lo que Ruth ha llegado a ser) y ahora no lo sea, quiero seguir respetando algunos de esos principios que creo que son fundamentales en la existencia, no para ningún Dios, sino para una misma.

   Comparto completamente esto último que acabas de decir, creo que hay ciertos principios, llamémosle morales, que deberían formar parte de todos y cada uno de nosotros con independencia de la doctrina religiosa que practiquemos, incluso en el ateísmo.
   ¿Podemos considerar entonces que lo que relatas en Marafariña es la vivencia puntual de Ruth, o podría ser extrapolable a otras muchas mujeres que practican la misma doctrina religiosa?

   Como señalé en otra pregunta, sí que hay muchas otras hermanas (y hermanos) que han vivido situaciones parecidas a Ruth. Incluso otras más drásticas y/o más suaves. Y no solo es la homosexualidad un lastre, sino muchos otros aspectos. El simple hecho de iniciar una relación con otra persona del sexo opuesto que no sea de la Congregación es un auténtico quebradero de cabeza.
   Hay que partir de la base de que los padres (que suelen ser las personas que imponen esas creencias) creen firmemente que si sus hijos siguen las doctrinas bíblicas vivirán para siempre en un paraíso, sin dolor ni enfermedad ni muerte. Esa esperanza es tan real para ellos, tan fuerte, que esa conducta estricta es derivada de los fuertes deseos que tienen de que sus hijos, o las personas a las que quieren, cumplan las Leyes divinas. Por eso sí, lo que Ruth vive es algo que se puede extrapolar a otras muchas personas de la misma religión.

   Entremos de lleno a hablar de amor, de ese sentimiento que mana del corazón y que, para mí, no atiende a sexos, sino —en todo caso— a géneros. Has construido, literariamente hablando, una historia de amor preciosa entre Ruth y Olga y te felicito por ello, porque las relaciones de amor homosexual, por mucha mente abierta que presumamos tener, aún suscitan rechazo en algunos casos y un cierto morbo en otros tantos. Sin embargo, me cuesta pensar que algún lector pueda sentir cualquiera de las dos cosas leyendo Marafariña, por la dulzura, por la sensibilidad y por ese mensaje subliminal de amor puro (como ya decía en mi reseña) que se respira en cada encuentro y en la relación en general. ¿Cómo ha sido para ti escribirla? ¿Qué has sentido ante el reto de desnudar el alma sabiendo (supongo yo) que los lectores podrían ser más jueces que testigos? ¿De dónde has sacado ese tacto para contarla de una forma tan bonita? :)

   Muchas gracias por tus palabras, Pilar.
   No fue fácil, como ya he dicho, tomar la determinación de quitar el velo de mi alma y esculpir las letras necesarias para hacer real algo que, como bien dices, todavía suscita recelo y rechazo por algunas partes de la sociedad (y no necesariamente solo personas religiosas).
   Tal y como los escritores heterosexuales escriben sobre todo tipo de relaciones entre personas de diferente sexo, yo he querido hacerlo con la misma naturalidad, sin caer en el pretexto fácil de: ”¡Qué fuerte, una relación lésbica!”. Lo que he querido desde el primer momento es que cualquier lector, sea cual sea su ideología, se olvidase del matiz de que estábamos ante un romance entre dos chicas y lo sintiera como un amor entre dos personas, que se unen, que se quieren de verdad, que solapan sus almas y persiguen su destino a pesar de todo lo que siembran a su alrededor.
   Escribir la historia de Ruth y Olga ha sido una de las experiencias más hermosas que he vivido nunca. Durante todos los años que estuve haciendo nacer a mis dos niñas, moldeando sus vidas y poniéndome en su piel, he querido crecer con ellas, sentir como ellas, llorar como ellas y reír como ellas. Ahondar en su relación, en su despertar sexual, en su conocimiento, en su aceptación, ha sido toda una experiencia, ya no solo como escritora sino también como persona. Al mismo tiempo que iba haciendo que Ruth y Olga se acercasen más, que eliminasen sus barreras, sentía que yo misma estaba llevando a cabo una evolución personal, que me hacía más fuerte, más decidida y que me aceptaba más a mí misma.
   Sí, claro que me sentía temerosa de los juicios de valor de los lectores, y aún conservo ese miedo. Pero he de decir que de momento no he tenido ningún tipo de rechazo o de queja, tal vez sorpresa (sobre todo por círculos más conocidos que no sabían de esa faceta de mí), pero nadie ha criticado nada. Y eso me hace sentirme muy tranquila y muy aliviada.
   En cuanto a la ternura, me he basado en la forma en la que yo siento el amor. Estamos hablando de una primera relación, esa que se siente en la adolescencia y que se vive como ninguna otra. A esas edades, todavía tenemos fe en todo, todavía creemos en el amor eterno y nos arraigamos a la persona que nos enamoramos de forma obsesiva y casi enfermiza. No existe la maldad, ni las dobleces. Solo ese silencio cargado de amor cuando te tumbas al lado de esa mujer, o ese hombre, que lucha por dejar de ser niño, y quiere experimentar el sentimiento más maravilloso que existe. Creo que en mayor o menos medida todos hemos experimentado esa ternura explosiva en el pecho, esas ganas de llorar de pura conmoción y esa felicidad radiante.

   Llevamos casi todo el tiempo hablando de Ruth, porque tal vez es la que lleva el peso más gravoso en esta historia, pero Olga juega un papel clave, fundamental, al ser el origen y el detonante que hace virar en 180º el camino de Ruth. ¿Cómo es Olga? ¿Qué tiene para producir ese despertar rotundo en su amiga, para abrirle los ojos y hacerla enfrentarse al mundo y a sí misma?

   Olga, y aunque no está bien que yo lo diga, es el personaje del que más orgullosa me siento y con el que siento un vínculo casi real. Me despierta una ternura y una empatía que ni siquiera la propia Ruth ha podido hacerlo. Es pura pasión, puro coraje y pura libertad. Olga no entiende de normas arraigadas, ni de caminos a seguir, ni de coacción. Es como un ave con alas radiantes, que cree que puede hacer lo que quieras, volar, desprenderse y conocer el infinito.
   También siente miedo, también es joven, y conoce muy bien el dolor (la pérdida de su madre ha sido un suceso devastador que su mente no puede asimilar). Está llena de rabia, pero una rabia que odia y de la que anhela desprenderse. Se obceca en sí misma, se cierra, no puede manejar la ira que siente y su raciocinio se golpea contra la realidad creando en ella un difícil desbarajuste personal. Olga es fascinante, y me alegra saber que muchos lectores así lo sienten.
   ¿Cómo consigue embaucar a Ruth? Sin quererlo. Desde la primera vez que se ven en la cena en casa de Ruth, su primer y torpe encuentro, en una situación extraña y difícil para las dos, Olga remueve algo en Ruth que desconocía. A ella también le producía fascinación el color de sus ojos (ese negro como la noche) y la fuerza que irradiaba de ella en forma de dolor. Además, tiene una personalidad muy fuerte, una estética peculiar. Olga no responde a ningún tipo de canon o norma de modas, parece estar muy alejada del mundo real y urbano y, al mismo tiempo, en completa sintonía con él. Ruth siente mucha compasión por ella, pero también una envidia incontrolable y una atracción hasta el momento desconocida. Y lo que termina por forjar ese lazo es la manera en la que Olga la comprende, la adora tal y como es, le otorga esa fascinación y ese amor sin tapujos y sin vergüenza.

   Algo que he notado a lo largo de toda la novela ha sido una especie de necesidad imperiosa por describir con todo detalle esos sentimientos y esas emociones de los que hablas, referidos a la pareja protagonista pero sobre todo a Ruth, no solo lo que sentían, sino lo que las llevaba a actuar de esa forma, a comportarse como tales. Las descripciones no solo son numerosas, también son, en muchos pasajes, viscerales, desgarradoras, escritas con el corazón fuera del cuerpo. ¿Por qué? Es como si al escribir su historia buscaras por encima de todo la empatía del lector, su aceptación, su comprensión absoluta hacia sus vivencias y hacia sus decisiones, ponerlo de parte de Olga y de Ruth de manera incondicional, o esa es la impresión con la que yo me he quedado. ¿Estoy en lo cierto o está motivado por alguna otra cuestión?

   Gracias por señalar eso, Pilar, porque de verdad que era algo que quería plasmar con detalle. No me refiero al hecho de describirlo todo minuciosamente para que el lector entendiera y empatizara (aunque me alegro que eso haya funcionado), sino la esencia de Marafariña y los sentimientos de las protagonistas, de Olga y de Ruth.
   Creo que era muy importante en esta novela ser descriptiva y minuciosa, aunque también es verdad que es algo muy implícito en mi forma de escritura, porque intento abrir al lector un mundo diferente, una Marafariña, una forma de contemplar la vida y una manera de vivir diferente. Era fundamental para mí conseguir hacer llegar al público lo que Marafariña era para mí, cómo yo la sentía, cómo yo la vivía y cómo me transmitía. Y, también, quería que Ruth y Olga llegaran a ser tan reales y estar tan vivas. Tal vez he pecado de tediosa en ciertos pasajes, pero lo cierto es que no me he contenido nada en ese aspecto. Marafariña es infinita, no podía guardarme nada de ella por ahorrarme un puñado de páginas.

   Yo decía al principio que religión y homosexualidad era dos aspectos delicados de tratar y de vivir. Si al hablar de religión hacemos alusión a una doctrina que considera la homosexualidad como una aberración, la cosa se complica en exceso, por lo que entiendo perfectamente por lo que pasa la protagonista (no cuento nada, que no quiero hacer spam). ¿Qué ovarios (con perdón) hay que tener para hacer valer tus propias creencias religiosas o morales y tu verdadera condición sexual al mismo tiempo, estando prácticamente anulada y presa del entorno?

   Existen muchos aspectos de este tema que dan lugar a discusiones extrañas, dependiendo de con quién hables y de su ideología. El problema radica en la manera en la que ‘los hombres’ han hecho uso de la religión, convirtiéndola en un sistema de normas estrictas que ahogan la libertad personal.
   Hay muchos sectores religiosos, sobre todo católicos, que aceptan y conjugan la homosexualidad con la religión, basándose en que Dios es Amor y en que Jesucristo no repudiaba a nadie. Respeto enormemente a este tipo de grupos, y no pretendo de ninguna forma desprestigiar a nadie. Pero cuando tienes cierto conocimiento de las Escrituras Sagradas hay cosas que son imposibles de unir por mucho que una se obceque en tal fin. Como Testigo de Jehová leí la Biblia varias veces y la estudié a fondo, y cuanto más la estudias, más preguntas te haces y más dudas acribillan la fe impoluta. ¿Cómo pretenden que una Organización que aboga que ‘los hombres que se acuestan con hombres no heredarán el reino de los cielos’ sea conjugable con la homosexualidad? Me parece hasta insultante que alguien quiera seguir sintiéndose cercano a ciertas Organizaciones religiosas mientras te dan patadas en el estómago y te repudian personalmente.
   A mí me parece algo que no se puede unir. De hecho, creo que la creencia es poco plausible para cualquier tipo de persona liberal y tolerante en muchos aspectos. Siempre y cuando, claro, estas personas que presumen de ‘fieles’ ‘católicos’ y que llevan crucifijos al cuello, hayan gastado algo de tiempo de su vida en leer las palabras en las que se basa su fe. Lo cual es, en verdad, de lo que se valen estas agrupaciones: la ignorancia y las sombras de lo oculto.

   ¿Habría sido todo más fácil para Ruth y Olga de haberse conocido unos cuantos años después, con mayor madurez?

   Podría darte dos tipos de respuesta, todo dependería de la manera en la que Ruth se hubiera resignado y aceptado su situación a lo largo de los años.
   Es sencillo que, con el tiempo, perdiera cualquier impulso de libertad y simplemente se dejase mecer por sus circunstancias, encontrar el factor cómodo de sentirse parte de un algo, de un grupo que, además, si te mantienes íntegro, eres activo y complaciente, obtendrás la admiración y el ‘cariño’ de todos los hermanos. Añadimos a esto que Ruth carecería de ningún aliciente fuera de ese círculo, no tendría nada de interés en el mundo ‘mundano’.
   Pero también podría darse el caso de que Ruth nunca dejase que esas creencias amordazasen su boca y tapasen sus ojos, y que con el tiempo, al encontrar la suficiente madurez e independencia económica, estallase y abandonase las cadenas que tanto la oprimen. No dejaría de ser un paso difícil, y haría falta mucha valentía para irse y quedarse sola… pero si Olga apareciese en su vida en esas circunstancias, es posible que le resultase más sencillo tomar la iniciativa

   ¿Por qué este título, “Marafariña”? ¿Tan importante es el papel que juega el lugar para ostentar el título de la novela? Aunque escuchándote hablar de ella a lo largo de esta charla, deduzco que sí.

   Marafariña es un nombre al que le tengo un cariño especial. Un día, divagando en una larga clase de historia en la ESO, se me ocurrió. Garabatee esas letras en una hoja cuadriculada y me imaginé ese bosque verde, infinito y libre. Lo más hermoso y puro que vislumbré nunca. Es algo que emplee para muchas cosas: fue mi nickname por los mundos de internet, sobre todo cuando pertenecí a un curioso e íntimo grupo de escritores que a día de hoy siguen refiriéndose a mí como ‘Mara’; fue el lugar en el que se desarrollaron múltiples historias y relatos que escribí desde mi adolescencia; era un nombre al que recurría casi a diario, y me abrazaba. La conexión que sentí con Marafariña me ha acompañado desde muy pronto, y con el tiempo solo se hizo más fuerte.
   Como ya comenté más arriba, esta novela tomó muchas formas y muchos caminos, pero siempre mantuvo su esencia, su telón de fondo, tan silencioso y melódico a la par. Marafariña esconde todo de mí, todo de Ruth y todo de Olga. Sería injusto titular de otra forma la obra que, sin Marafariña, sería difícil que alcanzase ser lo que es ahora.

   Entiendo pues que constituye más un homenaje a lo que ese término significa en tu vida y para ti que al lugar físico que describes en la novela y al que le has dado este nombre…
   Miriam, a mí me ha merecido la pena leer Marafariña. ¿A ti te ha merecido la pena escribirla? ¿Y publicarla?

    Muchas gracias, me alegra que de verdad te haya merecido la pena.
   A mí sí, claro que me ha merecido la pena y mucho más. Me ha reportado más satisfacciones a nivel personal que ninguna otra cosa. Me ha ayudado a mantener mi autoestima que es algo que en ocasiones me cuesta muchísimo. Me ha hecho sentir seguridad, encontrar alivio y espantar fantasmas. También, me ha servido para acercarme más a muchas personas de mi entorno y conocer a gente nueva, como tú, maravillosa.
   Tanto los años que he escrito sus letras, empapándome de su hermosura, ahondando en Ruth y Olga, compartiendo esta historia con gente. Acudiendo a refugiarme en mi Marafariña cuando me encontraba perdida… Siempre ha sido mi aliento de aire fresco, mi propia guía y mi abrazo incondicional. El estar llegando a otras personas, el estar acariciando con mis letras a otros lectores, es mucho más de lo que tan siquiera podría soñar. Me siento radiante en ese sentido.

   Me alegra escucharte decir eso. ¿Has tenido que lidiar con algún aspecto negativo desde que la novela vio la luz?

   Muchos menos de los que habría esperado.
   Me daba miedo la manera en la que reaccionaría mi familia, mis padres, mi hermana, compañeros de trabajo... Más que nada por algunas escenas y algunos aspectos ahí expuestos que, por desgracia, no son agradables y que te hacen verte un poco expuesta.
Sin embargo, la gran mayoría han entendido y aceptado la obra y la han aplaudido. Me ha permitido, como ya dije, acercarme a personas de mi alrededor que al conocer esa faceta de mí han sentido que comprendían muchas cosas. Los aspectos negativos, las críticas o los que se avergüenzan y rechazan la obra, son minoría y prefiero no darle más vueltas a quienes no hacen amago de entenderlo.

   Yo sé que tú estás trabajando en otros proyectos y tú sabes que yo seguiré leyéndote, ¿verdad? :)

   ¡Qué bien! Iba a tomarme un descanso largo después de haber terminado Marafariña porque me había sentido bastante superada al finalizar por toda la tensión acumulada. Pero lo cierto es que no he podido evitarlo.
   Simultáneamente, mientras escribía Marafariña, escribí un ensayo en forma de novela histórica-dramática que se correspondería con la obra que tristemente dejó inacabada Estefanía, la madre de Olga. Durante el verano le he dado los últimos retoques y ya está lista para nacer, ‘Todas las horas mueren’. Es una obra breve pero intensa, que tengo ya muchas ganas de publicar (lo haré en Enero de 2016) y que los lectores de Amazon conozcan otra forma de escribir muy diferente a la que mostré en Marafariña.  Además, fue liberador para mí escribir algo que se desprendiera de los tintes autobiográficos.
   Ahora estoy inmersa en Marafariña Libro Segundo, proyecto que creo que me llevará algunos años pero que estoy acogiendo con muchísimas ganas e ilusión, sobre todo por el apoyo que estoy recibiendo de la gente que ha entrado en Marafariña y de verdad que lo ha disfrutado. Creo que Ruth y Olga se merecen una continuación porque, “¿no es ridícula la idea de no volver a verse?”

   Rosa Montero diría que sí, jaja.

   Gracias por dejar que nos acerquemos a ti, por haber charlado conmigo a corazón abierto y permitirnos que conozcamos a quien ha puesto mucho más que el alma en la construcción de Marafariña. Ha sido un auténtico placer, Miriam.

  Gracias a ti, Pilar, por esta gran entrevista, y por todo tu apoyo en este proyecto.

***

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19 ago 2015

CHARLA CON LA ESCRITORA MAYTE ESTEBAN.


Para quienes aún no la conozcan, diré que Mayte Esteban nació en Guadalajara y reside actualmente en un pequeño pueblo de la provincia de Segovia. Es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Alcalá de Henares y dice escribir desde su juventud. Autora de seis novelas de diferentes temáticas: La arena del reloj (2011), Su chico de alquiler (2011), El medallón de la magia (2012), Detrás del cristal (2013 - Premio RNR Mejor novela sentimental 2013), Brianda: el origen del medallón (2014) y La chica de las fotos (2015- Finalista III Premio Harlequin HQÑ).
Ha ganado dos premios en concursos de narraciones breves con los relatos La vida en papel (2008), una historia sobre sueños rotos, y El reflejo (2009), que es la historia inventada del cuadro de Velázquez La Venus del espejo.
Administra el blog literario El espejo de la entrada.



   Encantada de tenerte en casa, Mayte, y de que te prestes a mantener esta charla conmigo. Un placer.

   Quiero advertir que no me gustaría hacer de esta una entrevista convencional, no me gustaría centrarla en tu última novela La chica de las fotos, publicada en digital por Harlequin Ibérica tras haber sido finalista en el III Premio Digital HQÑ, ni tampoco en tu trayectoria literaria, aspectos de los que considero que ya has tenido oportunidad de hablar en otros medios, sino en algunas otras cuestiones que atañen a tu faceta de escritora y que creo que también pueden resultar de interés para los lectores.

   Te sigo prácticamente desde tus comienzos. Leí La arena del reloj, una biografía que me pareció preciosa y entrañable; Detrás del cristal, una novela fresca y a la vez profunda, con matices románticos un tanto especiales; Brianda: el origen el medallón, una novela histórica dirigida al público juvenil pero muy apta para todas las edades, entretenida y perfectamente documentada; y por último, La chica de las fotos, una novela ágil, divertida, muy entretenida por los continuos enredos que se suceden en la historia, con una pizca de crítica social e incluida en el catálogo de Harlequin Ibérica como novela romántica. Sin embargo —y aquí me surge la primera cuestión que quiero plantearte—, yo personalmente no considero que La chica de las fotos sea una novela romántica al uso, tal y como nos tiene acostumbrada Harlequin o incluso otras editoriales, no sé si me equivoco. De ser así, de no adaptarse al estereotipo de novela romántica, ¿podría implicar esto un riesgo de cara al lector? ¿Crees que nosotros, los lectores, estamos abiertos a mezcolanzas de género, o solemos tener unas ciertas expectativas —en este caso respecto al género romántico— de las que no nos gusta salirnos? ¿En qué medida podría afectar a la aceptación y al éxito de la novela?

   No tengo muy claro si los lectores en general están abiertos a mezclas de géneros, pero yo sí, como autora y como lectora, y no creo ser capaz de dejar de hacerlo. Puede que esto, el que La chica de las fotos no sea romántica pura tal y como se entiende es un riesgo que corro, y no solo por eso, sino porque no se adapta a la moda actual de incluir componentes eróticos en muchas historias. Aunque a esta novela podría venirle bien, no lo hice por varias razones. La principal es que cuando intento escribir escenas de este tipo no suenan naturales, parece que estoy copiando de otra persona, y prefiero no hacer eso sino mantener mi propia voz narrativa. Contar las cosas a mi manera. Y quizá otra razón es que considero que esto es una moda que tarde o temprano pasará. Me da la sensación de que muchas novelas actuales, cuando pase el tiempo, causarán la misma sensación que cuando miras un álbum de fotos de hace veinte años y ves el peinado que llevabas. Muy a la moda en su momento, pero difícil de mirar ahora.
   Al éxito de la novela no sé si afecta esta decisión, pero sí sé que afectará a algunos lectores que lleguen a ella pensando que es erótica, y eso sé que pasa porque he visto en varios blogs que  la etiquetan como tal, aunque me haya cansado de explicar que no lo es; otros, por fortuna para mí, han visto que esta historia romántica no es más que una excusa para hablar de otros temas.

   Tal y como refieres, escribir dejándote llevar exclusivamente por la moda del momento puede convertir el éxito de una novela en algo pasajero, muy poco perdurable en el tiempo. ¿Y a su autor —o autora—? ¿Su éxito (a veces, meteórico) puede ser tan efímero como el de sus obras? ¿Corre el riesgo de ser catalogado como autor de best-sellers y no como literato, o no tiene nada que ver?

   Puede ocurrir eso, que el éxito sea pasajero y no exista perdurabilidad, aunque no siempre sucede así. Hay algunos best sellers que son obras literarias incuestionables. Te voy a dar solo un ejemplo: El principito.

   De cara a su publicación, en los informes de lectura o editoriales de una obra, a esta se le suele dar normalmente una valoración literaria y una valoración comercial. Lo ideal es conjugar ambas cosas, pero no siempre parece posible. Ante eso, yo me atrevo a pensar que a la hora de trazar el argumento de una novela hay escritores que priorizan lo que ellos desean contar y cómo desean contarlo, por encima de las demandas del público lector, mientras que otros, por el contrario, analizan lo que sus lectores quieren encontrar en una novela y escriben por y para ellos, postura que parece estar más en consonancia con la política editorial en general. Una escritora como tú, que tiene personalidad propia a la hora de escribir y de desarrollar una trama, ¿cómo combina todo esto? ¿Te has encontrado en la tesitura de tener que elegir entre el éxito público y el éxito personal?

  
A la vista está que me quedo con lo personal. Mis novelas no solo tratan temas diversos sino que abordan varios géneros, incluso el rango de edad de los lectores en principio es diferente. Unos tienen más éxito de ventas que otros, eso es cierto, pero de todos estoy orgullosa. Si tengo que elegir, lo único que elijo es que estén bien escritas, que se sostengan. Es verdad que si leemos la primera que escribí eso se queda corto, pero por eso es la primera. Tenía que aprender.


   Seis novelas publicadas y cinco géneros distintos. Esto es algo que yo valoro muchísimo porque me lleva a apreciar la versatilidad del escritor, su capacidad para abordar estilos diferentes con las características propias que definen a cada uno de ellos, lo cual no es nada fácil. Pero me pregunto si no sería más aconsejable centrarse en un solo género, especializarse en él. ¿Crees que un escritor puede mantener su estilo propio con independencia del género que escriba, hasta el punto de no perder lectores al cambiar de registro? ¿Cuál es tu experiencia?

   Pienso que sí se puede mantener el estilo, al menos la voz narrativa, aunque se aborde otro género, aunque sí es cierto que puedes perder lectores yendo de uno a otro. Si nos centramos en cuestiones de marketing, por supuesto que lo sensato sería mantenerse en el mismo, y no solo eso, en el que más ventas te ha proporcionado. Si le hago caso a esto me verías siempre siendo una autora de novela romántica. Sin embargo, tengo entendido que solo tenemos una vida y no quiero perderme nada de esta. Si me apetece escribir en otros géneros, probando a cambiar de tiempo verbal o de narrador, lo haré. La suerte que tengo es que hay lectores a los que les da lo mismo lo que escriba. Confían en mí.
Si una novela se vende menos o se lee menos… tampoco pasa nada. De momento, aunque sería fantástico porque me dejaría mucho más tiempo para hacer lo que más me gusta, escribir no es lo que me da de comer.


   Hablemos de número de lectores, de ventas y del tipo de publicación. Cuatro novelas autoeditadas y dos publicadas con editorial de manera convencional (Detrás del cristal, con Ediciones B, en papel y digital; y La chica de las fotos, con Harlequin Ibérica, solo en digital —de momento, espero que sean inteligentes y la saquen pronto en papel). Imaginemos que tienes una novela en el cajón que no encaja en la línea o en el catálogo de ninguna editorial por razones comerciales. ¿Optar de nuevo por la autoedición sería dar un paso atrás? ¿Sacrificarías determinados aspectos de la novela —en contra de tu criterio— por verla publicada de forma convencional? Con el corazón en la mano, elige: un número de lectores minoritario para una novela fiel a tus convicciones, o el éxito de una gran mayoría para una novela que no se corresponde estrictamente con lo que tú querías escribir.


   No creo que optar por la autoedición sea dar un paso atrás, de hecho, entre Detrás del cristal y La chica de las fotos está Brianda, que es autoeditada, y me siento muy orgullosa de esa novela. Supuso un reto a la hora de documentarla y ni siquiera se me pasó ofrecerla a alguna editorial. Eso es lo que tienen en común las cuatro autoeditadas, que ni siquiera he intentado que sean publicadas bajo ningún sello.  ¿Volvería a hacerlo? Pues ahora mismo no tengo intención inmediata, pero estoy segura de que en algún momento lo haré, porque sé que escribo con tanta libertad que muchas veces no encajo en ninguna parte. Es lo bueno de esto, que puedes arriesgar.

   Existe esa novela hipotética de la que hablas. De momento no estoy dispuesta a sacrificar nada que yo no considere que deba ser sacrificado en ella. Me explico. Si al releerla viera que necesita algún cambio, lo haría, pero nunca porque me lo impusieran por motivos comerciales y mucho menos si no me siento cómoda con ellos. No tengo prisa por publicar, eso creo que me diferencia de muchos autores que estoy viendo ahora. Me da igual que pasen dos o tres años entre novelas. Roma no se hizo en un día, ¿no era así? Pues esto es igual. Tengo el resto de mi vida para recorrer el camino.

   ¿Qué es para ti el éxito literario, Mayte, qué demandas? ¿En qué punto se consigue? 


   Lo he dicho más de una vez: trascender. Eso no se ve durante el tiempo que uno está vivo, así que nunca sabré si lo he logrado. Si reducimos el éxito a ventas estamos hablando de éxito comercial, no literario. Si buscase éxito comercial creo que tendría que resetear mi cabeza desde el principio y me da mucha pereza.

   La literatura, para mí, es un reflejo del tiempo en el que fue escrita, de la sociedad y el momento en el que se produjo. Cuando explico literatura me doy cuenta de que los grandes autores siempre han reflejado su tiempo y creo que eso lo hago de manera inconsciente porque lo he visto siempre así. No hace falta que las historias sean reales, pero el marco y los personajes me resulta esencial que sean cotidianos y reconocibles.

   Hay algo que tal vez muchos lectores desconozcan y que, sin embargo, los escritores podéis sufrir en vuestras carnes con más frecuencia de la deseable. Y hablo de la injusticia de que el bajo éxito de ventas de una novela condicione la compra de los derechos de la siguiente sin entrar siquiera a valorar la calidad de esta última, cuando además, en ciertos casos, tal fracaso se debe más a la carencia de una campaña de promoción, publicidad o distribución adecuadas que a la escasa valía de la novela en sí. ¿Cómo crees que se supera este bache?


   Con todos los libros que se escriben, con tantos y tantos buenísimos que se quedan en los cajones, es injusto total que a alguien se le compren derechos de novelas que están sin escribir y por supuesto sin valorar si es un producto de calidad por el que merezca la pena apostar.

   Luego está el otro tema que planteas, la carencia de promoción una vez que la novela está en el mercado, que encima condiciona la confianza futura que se pondrá en el autor. Una de las primeras leyes del marketing, algo que me contaron hace muchos años en un curso que hice, es que hay que invertir tanto en promoción como en generar el producto. A las pruebas me remito. Tú tienes un blog y sabes cómo se lo montó la editorial con las 50 Sombras… lo que ofrecían a los blogs. Tropezabas con las pilas de libros cuando ibas a hacer la compra. Tiene tantos detractores como seguidores, pero ha vendido miles de ejemplares. Es cierto que sin promoción no hay ventas que valgan. El boca oreja es elemental, pero sin ninguna campaña te cargas el producto. Y puede que sea incluso mejor que las 50 sombras famosas.

   Y hablando de campañas de promoción, ¿cómo ves tú, en general, la labor de las editoriales en este sentido? Hace años, la panacea parecía ser la de conseguir ser publicada por una editorial convencional, el escritor podía dedicarse al oficio de escribir y todo lo demás pasaba a ser competencia de quienes explotaban los derechos de la obra. Hoy parece ser que no es así, ¿no?


   Pues he tenido dos experiencias dispares. Es cierto que en los dos casos yo he colaborado en la promoción, pero mientras en uno cayó sobre mis hombros casi la responsabilidad completa, sin tener ni idea de por dónde andaba, en el otro lo he hecho hasta donde he querido, sabiendo desde el principio que no era necesario, o al menos que no era mi responsabilidad. Pero es cierto que si tú como autor no te implicas… la cosa no va. Los tiempos han cambiado y hay que adaptarse.


   Y en esa implicación yo diría que las redes sociales juegan un papel fundamental. Por lo que vemos, no solo se han convertido en un medio a través del que hacer publicidad de las obras literarias, sino también un medio de acercamiento entre lectores y escritores que tiene sus defensores y me consta que también sus detractores. ¿En qué posición te encuentras tú?


   Ambigua. Tengo la suerte de contar con lectores muy amables que se acercan a mí y me dicen cosas increíbles, sensaciones que han despertado mis libros en ellos, incluso en el caso de La arena del reloj, cuando alguien te cuenta que el libro le ha dado un apoyo en un momento complicado de su vida te sientes bien, aunque a la vez con una tremenda responsabilidad.  Por lo general, en mi caso ganan por goleada las buenas opiniones.

   Por otro lado, tengo detractores. Sí. Cuesta un montón entenderlo cuando lo que tratas de hacer es no meterte con nadie y recorrer tu camino intentando aprender de todo, cuesta sobrellevar ciertas zancadillas. Reconozco que algunas veces te entran ganas de despotricar y desvelar quién está detrás de algunas –porque algunas veces he llegado a saberlo-, pero toca respirar profundamente, dejar que pase el chaparrón. Lo que peor asimilo es cuando alguien intenta apoyarse en tu nombre para levantar un revuelo que le permita darse cierta notoriedad, aprovechando lo que sea.

   A mí me gustan los escritores cercanos y accesibles como tú. Yo siempre he valorado el hecho de poder comentar directamente con un escritor lo que me ha parecido su novela y que él me pueda hacer partícipe de los entresijos que le llevaron a escribirla de tal o cual forma, incluso de la evolución de su éxito, me encanta. Sin embargo me pregunto si un exceso de cercanía, un exceso de confianza —por llamarlo de alguna forma— entre unos y otros podría tener efectos negativos de algún tipo. Hay escritores a quienes se les respeta; a otros, en cambio, parece que se les pueden lanzar comentarios hirientes sin medición alguna. ¿En qué radica esa diferencia, cómo y cuándo se gana un escritor ese respeto por parte del lector?


   Yo no puedo “no contestar”. Me parece que si alguien se acerca se merece al menos que seas amable. Pero creo que nadie se libra de los malos comentarios, o comentarios hirientes. Lo he estado rastreando, porque me interesa todo lo que tiene que ver con la escritura –por algo que estoy escribiendo, metaliteratura, y a todo el mundo le hacen críticas, a veces muy injustas. Más, cuanto más destacas. De hecho, estoy llegando a la conclusión de que muchas novelas que no tienen comentarios malos… a lo mejor es que tampoco me puedo creer los buenos.


   ¿Tú crees en lo que llaman "la marca del escritor"? ¿En qué consiste para ti? ¿Es necesaria? ¿La "imagen" del escritor repercute en las ventas?


   Sí. Hay escritores que venden por inercia, mira las listas y te darás cuenta. Da igual lo que escriban, la gente lo va a comprar porque saben que no les va a defraudar. Creo que esa marca es tener una voz propia que sirva para contar la historia que sea. Hay quienes tendrán más cabeza que yo y no se moverán de género, pero también los hay que no tienen miedo. Mira si no Lorenzo Silva. Música para feos se distancia de su registro y ha vendido y ha gustado.


Cuando el e-book irrumpió en el mercado literario, muchos temieron la desaparición del papel en un tiempo corto. De momento podemos comprobar que el papel y el digital son capaces de convivir en armonía, aunque no me aventuro a decir si será por mucho tiempo. Algunas editoriales optan por la publicación digital antes de abordar las ediciones en papel como una especie de tanteo previo que pueda ser indicativo del éxito comercial de la obra. Pero ¿tú crees realmente que las ventas en digital son un indicativo fiable de cara al papel? ¿Hablamos de mercados distintos, de un público lector diferente o es básicamente el mismo? 


   Son públicos complementarios, de hecho hay gente que no lee si no es en papel y otra que apenas lo usa ya. Sin embargo, creo que el mercado digital ha hecho algo mágico y es fomentar la lectura. Creo que el papel no se va a morir, pero gracias al digital. Estoy convencida de que ahora la gente lee más que hace una década. Se vende menos papel, eso es cierto, pero creo que también es por la crisis esta que tenemos, a ver si se acaba ya de una buena vez.

 
   Así es. Tal y como está la economía actualmente y al precio que tienen las ediciones en papel, parece claro que hay que publicar en digital para poder alcanzar una cota de lectores bastante mayor que, a su vez, pueda dar publicidad a la obra a través del boca-oreja fundamentalmente, sobre todo en el caso de editoriales sin presupuesto para lanzar grandes tiradas y sin una buena distribución y promoción. Sin embargo, los escritores preferís el papel, este parece la consumación de la verdadera publicación. Si tuvieras que elegir entre un medio u otro, ¿por cuál optarías?


   Me gusta más el papel, lo tengo más que claro, pero entiendo que si las editoriales pueden minimizar el riesgo lo hagan porque es un negocio. Ningún negocio se pone para perder dinero, pero tampoco hay que olvidarse de invertir en él. Que parece una obviedad lo que acabo de decir, pero en la práctica estoy viendo que muchas veces algo tan elemental se olvida.


   Antes comentábamos las posibilidades de acercamiento que brindan las redes sociales. Pero a ello hay que añadir las posibilidades que brindan también las plataformas digitales y las webs o blog literarios para conocer de cerca las críticas de los lectores respecto a las obras. Supongo que esto, como todo, tiene su vertiente positiva y también negativa. En el caso de críticas favorables no hay problema, jaja, pero... ¿cómo se llevan esos comentarios negativos a veces escritos con cierta saña, o sin un razonamiento coherente que los sustente? Dicen que para gustos, colores, pero en ciertas ocasiones no es una cuestión de gustos lo que los motiva, sino razones bastante distintas... ¿Cómo te los tomas?


   No muy bien. La mala idea no la entiendo y ha habido veces que me he pillado unos rebotes de días –el primero que recibí decía que no sé escribir, que el libro era malo, malo-. Lo que me ocurre ahora es que, pasados unos días los veo de otro modo. Además, desde que me he enterado que los comentarios de una estrella, de esos con mala idea, se pueden comprar para darle a tu perfil un punto de seriedad… pues oye, a cada uno que me llega me hago a la idea de que alguien me acaba de regalar 25 dólares.
De hecho estoy pesando que con La chica de las fotos tengo crédito para una cena…

 
   Sí, pero en tu caso, este tipo de comentarios que refieres no los compras, jaja, así es que dime, ¿qué resulta aconsejable? ¿Aceptarlos con humildad aunque estén carentes de razón, rebatirlos...? 


   Pues aunque te entren ganas de rebatirlos, lo que creo es que aquellos que no dicen nada no hay que hacer nada con ellos. Es más, hasta ahora yo los compartía, porque pensaba que si hacía eso con los buenos tenía que ser humilde y hacer lo mismo con los malos. Por consejo de alguien que sabe mucho de esto, los malos no los volveré a comentar en las redes, te acabo de dar una exclusiva para tu blog. No, porque no voy a dar a esta gente ese placer. Tengo algunos de perfiles especiales creados para mí, lo cual ya dice mucho de qué pretenden. La notoriedad, como la escritora que buscó hacerse notar a mi costa, que la busquen por sus propios méritos. Y de los que sean ciertos, que habrá alguno, intentaré aprender lo que pueda.


   Con independencia de esta repercusión a nivel personal, ¿hasta qué punto cualquier comentario o crítica de una novela, escrito por cualquier lector (y no pretendo aquí menospreciar a nadie) en una plataforma digital, puede tener repercusión de cara a la ventas de una novela publicada en papel? 


   No sabría qué decir. Primero te hablo de lo digital. Lo que sí sé es que una buena reseña, al menos en mi caso, no viene acompañada de ventas. Y quizá un comentario de una estrella sin razonamiento alguno lo que provoca es el efecto contrario al que busca, porque cuando lees algo con tan mala idea y tan poco fondo puede que le des valor a los que sí están razonados, a los que hablan de la trama y los personajes de la novela, de los giros, del lenguaje, de la ausencia o presencia de diálogos.

   En el caso de la novela en papel, me consta, por Detrás del cristal, que hay gente que ni se había enterado que existía una versión digital, que llegaron a ella directamente porque la vieron en el punto de venta y después hicieron el recorrido de buscarme en las redes. Creo que esos lectores, los del papel, ni se fijan en las estrellas de la novela.
   
   ¿Te has sentido apoyada por la comunidad de escritores con los que interaccionas en redes sociales o por cualquier otro medio? Me pregunto cómo es la relación entre vosotros, si está marcada por la competitividad o prima la empatía y la simpatía mutua por estar subidos al mismo barco.

   En todo este tiempo he vivido muchas experiencias de todo tipo. Buenas y no tanto. Ha habido gente que se ha acercado a mí buscando obtener algo –recuerda que tengo un blog y llevo años haciendo reseñas- y que, después de conseguirlo, se han hecho humo, pero por otro lado tengo suerte porque esto ha logrado una “selección natural”. Cada vez me siento más cómoda y muy querida por escritores que son muy grandes, como escritores y como personas. Muchas veces intercambiamos opiniones, nos damos consejos, compartimos conversaciones que resultan reveladoras… 


   ¿Qué eliminarías de todo este entramado literario?


   La competitividad. Si algo sé, es que un lector no lo es de un solo libro. 

 
   ¿Qué no harías si volvieras a empezar? 


   No lo sé. Llevo un rato pensando y no se me ocurre nada que quisiera eliminar. Todo forma parte del camino, del aprendizaje hasta llegar donde me encuentro ahora, así que es importante. Para bien o para mal me ha empujado a ser quien soy.


   Y por último: un consejo para un buen escritor, hastiado y desilusionado, que esté a punto de rendirse. 


   Oye, esa sensación se pasa. Si escribes porque lo sientes, porque te nace de dentro y además lo haces bien, déjalo un tiempo apartado, pero no te rindas.



   Mil gracias por compartir este rato con nosotros.

   Te deseo mucho éxito. Del bueno.

5 ago 2015

"MARAFARIÑA" de MIRIAM BEIZANA VIGO.


SINOPSIS

Marafariña es un lugar infinito que no termina nunca, pues jamás ha tenido inicio. Es un trocito de paraíso terrenal, un bosque de un intenso color verde vivo, un cielo gris y lluvioso, o una tierra eternamente humedecida de la que brota vida de manera incansable. Es un claro brillante y hermoso, secreto y solitario. Es un río que emite un tintineo hipnotizante y fresco. Es una playa anhelante de la unión entre la arena y el mortal Océano Atlántico. Es, también, una Iglesia abandonada sin Dios. Una tarde soleada, pero dominada por el intenso frío. Es una hoguera que quiere penetrar en la noche. Es la oscuridad más pura, y es también la luz más brillante.
Marafariña es un sentimiento, una sensación, unas raíces, una manera de darle sentido a la existencia, o de quitárselo de la misma forma. Es una fuerza atrapante, musical, fuerte e invencible.
Marafariña es un regalo de una Galicia con esencia propia, con su propia alma y su propio espíritu. Marafariña es una aldea que carece de ataduras a su alrededor. Que no necesita a nadie, que tiene un corazón que late por sí solo, que está fuera del mundo real, que está fuera de todo lo conocido. Porque Marafariña es un paraíso desconocido.
Ruth siente un vínculo especial, esotérico, con Marafariña. Su propio corazón, su latido, es inherente al propio pulso de una Marafariña que la ha acompañado siempre, en cualquier faceta de su vida. Apenas ha necesitado nada más para sobreponerse a su compleja situación personal: toda su existencia está sometida a unas poderosas y restrictivas creencias impuestas por sus padres, a raíz del fallecimiento de su hermano mayor. Enfrascada en una vorágine de obligaciones, siguiendo el camino estipulado sin replantearse ninguna de sus pautas, sobrevive enfriando sus sentimientos y anulado sus deseos o su curiosidad.
Sin embargo, la llegada de Olga a la solitaria aldea parece desbarajustar el equilibro y la paz de Marafariña y de la propia Ruth, como si repentinamente, la inmutabilidad de la Naturaleza del lugar y de la muchacha se resquebrajasen como las otoñales hojas secas. A partir de entonces, el virginal bosque de emociones en el que vivía Ruth, se ve surcado por millones de nuevos caminos, nuevas posibilidades y nuevos sentimientos, que le provocan un doloroso, a la par que hermoso, despertar personal. 
***

   "Vive y deja vivir".
   Este lema, esta consigna debería estar presente en la mente de todos nosotros, y deberíamos llevarla a la práctica con rigor, hasta con vehemencia, diría yo. Pero somos demasiado dados a cuestionar, criticar y censurar todo aquello que se aleja de nuestros cánones, de nuestra forma de entender cada aspecto de la vida y de esta sociedad que nos ha tocado vivir, o sufrir, según se mire. Tenemos una propensión exacerbada, además, a dictar normas por las que regirse, numerosas y complicadas, cuando yo soy de la opinión de que la simplicidad puede resultar más efectiva para la convivencia, siempre y cuando podamos sustentar esas simples directrices sobre dos bases que a mí me parecen también fundamentales -y que lamentablemente no siempre están presentes-: el respeto (hacia uno mismo y hacia los demás) y la buena fe.
   Sé que habrá quien apunte que no se puede formar parte de una colectividad haciendo cada uno lo que le dé la real gana. Y en parte lleva razón. Pero hay que buscar el equilibrio, necesario, para que esa colectividad y las normas que la regulan no menoscabe nuestra libertad personal, de acción, de pensamiento, de opinión, de actuación según nuestra propia forma de sentir y de entender lo que acontece a nuestro alrededor; sobre todo porque no existen las verdades ni las razones absolutas. Jamás deberíamos permitirnos perder la individualidad en favor de esa masa social, política, religiosa o hasta vecinal en la que nos integramos. No somos borregos. Somos personas. Y tenemos derecho a caminar por la vida siendo fieles a nosotros mismos y a nuestras propias convicciones sin sufrir por ello la carga de la recriminación, la discriminación, el acoso o la censura.
   Cuando decidí leer "Marafariña" no sabía lo que iba a encontrar, a parte de ese vergel gallego que ya aparece en portada y del que algo había leído en la red. Ahora me alegro muchísimo de que así haya sido, porque me ha permitido adentrarme en la historia con la mente en blanco, sin apostar -de manera inconsciente- mis propias convicciones con respecto a los temas de fondo que en ella se tratan y, por tanto, sin condicionamiento alguno. Y he de decir que me ha sorprendido, muy gratamente, por varias razones que paso a exponer.
   Miriam Beizana ha sido muy valiente sacando a la palestra cuestiones como la religión y la homosexualidad para que formen parte de la trama de esta novela. Tal vez diréis que son aspectos que ya han ocupado las páginas de muchas novelas sin que nadie se rasgue las vestiduras por ello, pero es que hay ciertos matices que me gustaría destacar y que pueden justificar lo que afirmo. El primero y fundamental es que hablamos del mundo y de la vida religiosa protagonizados por los Testigos de Jehová, congregación sectaria, rígida y encorsetada en la que está integrada Ruth, una de sus protagonistas. Y no son precisamente halagos hacia sus prácticas y creencias lo que les llueve a lo largo de sus páginas. Segundo, las relaciones homosexuales, desgraciadamente, aún siguen provocando la repulsa y el rechazo de un buen número de hombres y mujeres. Admitimos que existan, pero no nos sentimos demasiado a gusto siendo testigos de sus encuentros, asistiendo a los detalles de sus acercamientos íntimos (y no hablo por mí, por supuesto). Y tercero (y aquí me voy a mojar y que me lo rebata quien no esté de acuerdo, lo acepto): cuando son escritores consagrados los que sacan punta al lápiz y se permiten decir cuatro verdades a viva voz, se les suele aplaudir, se suele halagar su carencia de pelos en la lengua, incluso se alude a su sensibilidad, a ese plano espiritual, filosófico y superior en el que parecen vivir y que les permite dar clases de moralidad sin ser censurados por ello. Pero no suelen correr esta suerte los escritores noveles, autoeditados para mis inri; a estos, más de una vez, les llueven las tortas por "polémicos", por querer "vender" jugando con el morbo y la controversia. Si añadimos además que parte de esta historia es biográfica, la valentía de su autora se triplica, porque puedo imaginar que Miriam Beizana se ha quedado algo desnuda y sin el parapeto de la ficción para defenderse de ese entorno que intuyo no habrá visto con buenos ojos muchos de los párrafos que ha escrito, a pesar de estar cargados de razón. Ojalá me equivoque.
   "Marafariña" es, ante todo, una novela de sentimientos. Es un canto al AMOR, en su más pura esencia, sin que importe la forma y entre quienes se expresa. Es una historia preciosa protagonizada por dos adolescentes, Ruth y Olga, en la que Miriam Beizana da rienda suelta y expresa todo ese maremoto de emociones que ruge, como las entrañas de un volcán, cuando el amor se siente dentro, aferrado al corazón con uñas y dientes, sin posibilidad de luchar contra él, sin atender a raciocinio alguno. Asistimos al verdadero despertar sexual de Ruth, contrario a la "tendencia natural", haciéndonos ver que no podemos elegir lo que sentir ni hacia quién, que no existen normas que valgan ni doctrinas morales o religiosas capaces de orientarnos en la dirección equivocada para nuestro propio ser. Y somos testigos, a lo largo de la historia, de lo que el corazón es capaz de remover, de la fuerza que es capaz de desplegar para luchar contra todo y contra todos, y del peso de la edad jugando a favor o en contra de todo ello.  
   A lo largo de sus páginas he podido palpar sus paisajes, aspirar sus aromas, apreciar en toda su intensidad ese entorno mágico en el que se desarrolla la historia y que da título a la novela. Y he circulado por todo un camino de sentimientos con emociones distintas en cada curva: he sonreído, me he emocionado, he deseado intensamente que sus vidas cambiaran, que ese entorno les brindara la oportunidad de ser felices...; y he lamentado, me he cabreado y me he indignado al ver cómo, de forma impune, puede arrebatársele a una persona su libertad, su capacidad de decisión, su derecho a ser feliz en nombre de unos dogmas impuestos por el fanatismo de la religión.
   Felicito a Miriam Beizana.
   Porque, en el aspecto religioso de la novela, ha sabido recrear la historia bailando en los límites de la libertad de expresión, de su forma de pensar, y el respeto debido a quienes creen en ella y la practican, cosa nada fácil de conseguir.
   Porque ha hecho que la relación entre Ruth y Olga luzca preciosa, incluso en sus encuentros sexuales, detallados con dulzura, con elegancia, con suma sensibilidad, y con un mensaje subliminal subyacente en ellos de principio a fin: amor en estado puro.
   Y por último la felicito por su narrativa, cuidada, agradable de leer, poética en muchos pasajes.
   "Marafariña" es una novela para leer sin prisa, a ritmo pausado. Una novela intimista por excelencia en la que su autora se explaya describiendo los paisajes y, ante todo, los sentimientos de sus personajes principales con todo lujo de detalle, casi al milímetro, como si a lo largo de todas sus páginas hubiera imperado una necesidad extrema de hacernos comprender, empatizar con Ruth y Olga, vestirnos al completo con su piel para vivir, sentir y sufrir con todo lo que les acontece y dentro de esa atmósfera religiosa que las envuelve, y aceptarlas en toda su integridad.
   A mí me han ganado.  


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