23 jun 2015

RELATO: "AMOR SIN NOMBRE".


   Esta noche me he puesto mi mejor vestido, remarcando mis perfiles, mis curvas femeninas para él. He realzado mis piernas con zapatos de tacón y maquillado mi rostro con discreción, acentuando el verde oliva de mis ojos y mi carnosa boca. Unas gotas de perfume en el escote, suave, con un sutil aroma a cítricos y a jazmín. Y mi pelo recogido de forma casual, liberando mi cuello de envolturas que obstaculicen el roce de sus labios, tan deseado.
   Me hago acompañar por él y la acidez de mi estómago enturbia mi estampa cuando lo observo regalar su mirada a cualquier mujer que no sea yo. Como siempre. Un velo acuoso destiñe mis pupilas y respiro ante lo evidente. No puede forzarse el amor… Se puede despertar el deseo con un trozo de tela y lápiz labial, pero no un sentimiento… Resulta absurdo luchar contra lo prohibido cuando la curiosidad mata, cuando el instinto de probar lo ajeno, lo desconocido, se arraiga en las entrañas y se enraíza en ellas como un árbol centenario, indemne a las tempestades.
   Suelto su mano y lo dejo marchar de la estancia en la que estamos. Y de mi vida. Un nudo en mi garganta lo despide de mi vida, su ceguera y su ignorancia me están matando con lentitud, con crueldad, como a esas flores que terminan por marchitarse a falta de agua que las alimente.
   Me giro y me adentro en el baño, me avergüenza sentirme delatada públicamente por las lágrimas que batallan para aliviar mi ahogo. Y Ana, mi fiel amiga, mi confidente, me sigue rauda cerrando la puerta tras de sí para poder abrazarme en silencio, para volver a cederme un hombro sobre el que llorar sin pedirme explicación.
   A solas, ella toma mi rostro entre sus manos y lo eleva hasta que mis ojos encuentran los suyos. Busco en ellos una mirada cómplice, un atisbo de comprensión que me haga sentir protegida, que aniquile la sensación de vulnerabilidad que siento. Tal y como he hecho siempre. Pero esta vez me pierdo en ellos, la profundidad con que me miran me resulta extraña. Y dulce. Muy dulce. Mi respiración se contiene y frunzo el ceño con sutileza, en un gesto involuntario que intenta adivinar lo que está pensando, leer el mensaje escrito en sus pupilas, que dibujan cada centímetro de mi rostro con ternura  inusitada. Ella me aparta un mechón de pelo y seca la humedad de mis ojos con la yema de sus dedos, despacio, con suavidad, y un cosquilleo me alerta. Parezco estar mirándome a un espejo, la expresión que percibo en ellas es idéntica a la que las mías han dedicado a Pablo durante años…, cuando estaba enamorada. Me embarga un mutismo absoluto, no puedo articular palabra, la imagen de él que copaba mi mente se ha desvanecido ante el desconcierto de lo que está pasando. Ella calla. Pero su tez, antes lívida por mi sufrimiento, se va sonrosando a medida que yo escucho lo que su corazón osa decirme. Me encojo. Y comprendo. Acierto a comprender cada uno de sus gestos que nunca supe apreciar, de sus palabras con significado oculto, de su espera paciente y su mano tendida cada minuto en que la necesité.
   La desazón me recorre el alma al ser consciente de la tortura a que la he estado sometiendo, pidiéndole que me ayudara a recuperar a Pablo y revelando en su compañía mi amargura y frustración sin intuir que su amor hacia mí la tenía presa. Esbozo una sonrisa tibia, sin apartar la vista de unos ojos que me atrapan como imanes, que siguen mirándome como jamás nadie lo ha hecho. Y el aire se impregna de magia, no sé cómo, ni por qué. Aunque eso en realidad no importa, me apremia el deseo de dejarme llevar por el dictado de los sentimientos sin preguntarles nombre…
   Aproximo mi boca a la suya hasta notar el roce de sus labios cálidos, suaves, envolventes. Y nos besamos. Sin prisa. Sin ansia. Dejando que este insólito despertar tapice sobre mí un nuevo paisaje a color. Puedo apreciar la tensión en el cuerpo de Ana al tocarnos, el miedo que rezuman los poros de su piel ante mi reacción. Un suspiro emocionado emana de ella cuando la invito a posar su mano sobre mi pecho al tiempo que dejo caer mi frente sobre la suya. Su amor me envuelve, me inunda y me descoloca. Me hace temblar. Me desconcierta. Y a la vez me gusta y me produce una sensación calma, como la caricia de una ola al atardecer. Desconozco lo que sentiré mañana, qué turbulencia de sentimientos albergará mi ser al recordar mi cuerpo desnudo bajo sus manos, bajo su boca… Al recordar la erección de mi piel y el latir agitado del pulso… Al sentirme protegida, comprendida y amada por una mujer como nunca antes lo fui por un hombre.
   No sé qué será de mí mañana. Solo sé que deseo detener el tiempo y abandonarme aquí y ahora hasta el final. Con ella. Con mi amiga fiel a la que, desde este mismo instante, ya no sabré cómo llamar.


Pilar Muñoz Álamo - 2015


18 jun 2015

"UN HIJO" de ALEJANDRO PALOMAS.


SINOPSIS

Una novela llena de ternura e intriga para los lectores de; Una madre y El curioso incidente del perro a medianoche; Guille es un niño introvertido, con una sonrisa permanente. Tiene solo una amiga. Hasta aquí, todo en orden. Pero esta apariencia de tranquilidad esconde un mundo fragilísimo y con un misterio por resolver. Las piezas son un padre en crisis, una madre ausente, una profesora intrigada y una psicóloga que intenta comprender qué esconde el niño. Una novela coral donde se mezclan sentimientos, silencios, vacíos y un misterio cautivador.



   La lógica de los niños puede resultar, a veces, apabullante y cuanto menos sorprendente. Y no debería de serlo cuando somos los adultos quienes, aparentemente, gozamos de la sabiduría que nos aporta el conocimiento adquirido y la experiencia de vida. Pero resulta paradójico que estas dos fuentes del saber contribuyan, con relativa frecuencia, a enrevesar las cosas en lugar de clarificarlas, a disipar la sencillez de miras con la que analizarlas para alcanzar conclusiones mucho más reveladoras. Nos empeñamos en afirmar, consciente o inconscientemente, que la complejidad es una cualidad inherente a la mayoría de las situaciones que vivimos y como tal las analizamos, y buscamos soluciones a la altura de ese grado de complicación que terminan por resultar ineficaces e incluso absurdas. ¡Cuánto hemos de aprender de los niños! ¡Cuánto deberíamos reaprender de lo que un día supimos, de lo que trajimos a este mundo como habilidad innata y hemos ido perdiendo a lo largo del camino por una contaminación mental y mortal que resulta difícil evitar!
   Alejandro Palomas nos presenta a Guille, un niño encantador, con una sensibilidad especial que yo no podría aventurar si es innata o adquirida, o tal vez una mezcla de ambas cosas, impresa en su sangre y alimentada por la educación y el modelaje de su propia madre de los que Guille pudo disfrutar hasta el momento de su separación. Y fuerte. Un niño fuerte como suelen serlo la mayoría de ellos, aunque de nuevo los adultos nos obstinemos en pensar que la inocencia y la edad escasa es directamente proporcional a la debilidad física y psicológica, hasta el punto de sobreprotegerlos cuando, a veces, somos nosotros quienes debiéramos cobijarnos bajo su amparo.
   La historia que se nos cuenta es tan sencilla como preciosa, tal dulce como entrañable, tan sorprendente como real. Porque yo no me canso de decir que lo cotidiano y lo habitual también sorprende cuando reparamos y exponemos de manera minuciosa los detalles de esa vivencia que la hacen particular, cuando a los demás se les hace vivir y empatizar a través de ese cúmulo de sentimientos y de emociones que acompañan a tal experiencia al hacerlos testigos directos de lo que se les cuenta. Y esto es precisamente lo que Alejandro Palomas persigue en "Un hijo". Narra un suceso por desgracia relativamente frecuente, como es la desaparición de una madre de la vida de su hijo, pero se centra en exponer, con maestría, la forma de reaccionar y las secuelas mentales y psicológicas que este hecho produce tanto en Guille como en su padre, convirtiéndolas en el verdadero leitmotiv de la novela. Y nos conquista. Nos conquista con su capacidad de ahondar en las profundidades del corazón, en el pozo de los sentimientos conmoviéndonos, pero sin regodearse en el morbo de las penurias ajenas y, sobre todo, de las tristezas infantiles a las que resulta muy sencillo rendirse para provocar la lágrima fácil. Guille nos conmueve, pero lo hace por la fortaleza admirable que despliega a pesar de su edad, por su ingenuidad, por su inocencia, por su sensibilidad, por sus ganas de vivir y de defender aquello en lo que cree, aquello que piensa que le salvará.
   No toda la historia gira en torno a los sentimientos. Alejandro Palomas desarrolla una trama que va desgranando poco a poco la forma en que todo acontece, permitiéndonos conjeturar lo que ha pasado y si existen, según nuestro criterio propio, razones suficientes para  que sus protagonistas se muestren así. Y lo hace a tres voces, con tres de los protagonistas contando en primera persona su historia y su propia percepción de la misma -Guille, Luis (su padre) y María (la psicóloga del colegio)-, con un lenguaje y un estilo narrativo distinto para cada uno de ellos que se ajustan como un guante a su edad y a su personalidad.
   No hay demasiados escenarios, ni tampoco el autor se recrea en las descripciones del ambiente o del entorno, solo las justas para situar a los personajes y centrar la historia. Pero es no necesitamos más. Esquivamos los físico para colocar nuestros cinco sentidos en lo psicológico de la historia, en lo sentimental, destinando por otro lado nuestra curiosidad al intento de descubrir lo que ha pasado. Este último puede que sea el único aspecto que a mí no me ha permitido acabar la novela con el excelente sabor de boca que deseaba, y es que desde el mismísimo principio anticipé el final, con lo cual me ha faltado ese factor sorpresa que tanto me gusta y que hubiera hecho que "Un hijo" fuera, para mí, una novela con un regusto exquisito. ¡Pero esto no tiene por qué pasarle a los demás, por supuesto!

   En definitiva, "Un hijo" es una novela cuajada de sentimientos y de emociones, escrita con una sensibilidad pasmosa y con una narrativa impecable que se adapta a la perfección a cada una de las voces que cuentan la historia, con un desarrollo de la trama estudiado que va desgranando poco a poco el porqué de lo sucedido y de la forma en que se comportan y se manifiestan los personajes (reales, tangibles y muy humanos, por cierto). Una novela de la que he disfrutado muchísimo y que merece ocupar un puesto a la altura de su predecesora: "Una madre".

   ¡Felicidades, Alejandro Palomas!


Pd. Esta opinión ("reseña") forma parte de la Lectura conjunta organizada por Margalida Ramon (Blog Libros, exposiciones, excursiones...) y Marisa González (Blog Book & Co.)


17 jun 2015

RELATO: "SUEÑOS EXTRAÑOS".

    Paseo por la habitación con una lentitud extrema, posando la vista en cada objeto, aspirando el aire cargado de sensaciones que no han podido huir de allí, porque el peso y su magnitud las ha dejado ancladas al piso y a las paredes. He cerrado la puerta, necesito soledad. Un viejo ordenador me mira con una mezcolanza de pena y orgullo por haber tenido el privilegio de ser el primero en rozar las yemas de mis dedos y transformar sus grafías en emociones impresas, en la viva representación del corazón de unas mujeres que alzaron su voz para contar sus miserias, sus cotidianeidad frustrada o feliz, sus sueños rotos o sus máximas ilusiones, conseguidas o por conseguir. Hay fotos esparcidas por la mesa, instantáneas de mí misma que me empujan a volar a decenas de lugares, de momentos compartidos guardados con mimo en los rincones de mi memoria, y que provocan una alternancia de gestos en mi rostro al contemplarlas, desde una sonrisa liviana que curva mis labios hasta la nostalgia más profunda que talla en mi ceño dos marcas verticales que no desaparecerán, pasando por la carcajada o el nerviosismo de las primeras veces. Veo carpetas recubiertas de una capa polvorienta que protege los documentos que crearon vida en conjunción con mi mente, con mi imaginación; vidas tan veraces que todavía me confundo al hablar de ellas, porque las siento como un desdoblamiento de mi propio yo, transformado, desfigurado o embellecido al revestirlo de otras pieles para expresar sus sentimientos en toda su intensidad. Hay un espejo con las esquinas enmohecidas que acaba de fracturarse al observarme en él. Esquivo las grietas y me adentro en mis propios ojos, buscando los rostros que esconden. Y atisbo caras nuevas que protestan por la augurada falta de libertad, por su futuro truncado, al tiempo que otras tantas flotan y me regalan besos de hija, madre, hermana o amiga… A ellas las acaricio y las acurruco. Las acuno contra mi pecho. Feliz por tenerlas y saber que nada ni nadie me las arrebatará jamás, que nacieron de mis entrañas con esfuerzo inusitado, cual si fueran hijos.
   Ciego mis pupilas y permito que ella me tome de la mano y me arrastre. Que me posea y se haga dueña de mi cuerpo y de mi alma por un momento, como tantas veces hizo. Me siento ante el piano y mi blusa resbala por mis hombros, deslizándose hasta mi cintura por voluntad propia. Un escalofrío me eriza el cuerpo al posar mis dedos sobre las teclas, que se han tornado cálidas para mí. Y toda la magia que inunda la habitación se concentra en la simbiosis maravillosa que acabamos de crear, yo haciéndolo resonar como nunca, alentándolo a invadir de acordes melodiosos mis sentidos y el aire que los envuelve, y él brindándome un instante de felicidad al responder a esta habilidad prestada por Jana de la que yo carezco y que siempre deseé tener. Unas manos rodean mi cintura y me abrazan. Su aliento a mi espalda rocía mi nuca. Me besa. Y una emoción se desborda y me hace llorar cuando los labios de Julio, impregnados de amor, ascienden hasta mi oído para susurrarme que es un placer escucharme tocar.
   Entorno la puerta al salir, no quiero cerrarla. No quiero. Recorro el pasillo dejándolo todo atrás, sin volverme para mirar. Y una luz intensa me despierta del estado de sonambulismo en el que me encuentro y que ha provocado este sueño tan extraño. Tan real.
   Tan vívido y... angustiosamente real.

15 jun 2015

CRÓNICA DE LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID: UN DÍA MUY ESPECIAL.


   Nada esperaba que me viniera de vuelta en este mundo de la escritura en el que he estado hasta ahora, porque nada buscaba cuando empecé. No había etapas, no había metas, solo esa especie de liberación personal que te reporta el dedicarte a lo que te gusta, el ocupar ese tiempo libre -aunque sea muy escaso- en lo que te llena, te enriquece y te ayuda a sobrellevar esas otras obligaciones a las que no queremos o no podemos renunciar y que terminan cansando por tratarse de una imposición. Y cuando a nada se aspira, cuando nada constituye una expectativa por cumplir, cualquier pequeño logro conseguido en la cuesta de ascenso es un deleite, un gran disfrute para la mente y para el corazón.
   Si alguien me hubiera dicho hace apenas dos años que en este 2015 iba a estar firmando en una caseta de la Feria del libro de Madrid lo habría tachado de iluso total.
   No quiero extenderme haciendo un balance de lo que ha sido este tiempo, sino decir que el sábado se dieron cita, de forma acumulada, toda una serie de imágenes, encuentros, sensaciones, sentimientos, emociones, incluso conversaciones interesantes a nivel literario y personal que ya atesoro como algo grande. Estar en Feria del libro no fue solo una cuestión de firma, de venta de libros, fue mucho más.
   Siempre he dicho que las relaciones humanas son para mí una fuente de inspiración, de aprendizaje, de experiencias y de diversión, cómo no. Y el sábado las hubo en cantidad. 
  
Comencé encontrándome, sobre la una y media, con mi gran amiga y escritora Mayte Esteban donde nos habíamos citado de manera improvisada, porque ese fue el gran acierto del día, dejar que todo fluyera como el destino lo deseara, ¡y qué bien se portó con nosotras! Nos adentramos en la feria con la intención de saludar a Víctor del Árbol, yo no quería dejar pasar la ocasión de felicitarlo personalmente por su "millón de gotas" -un novelón como la copa de un pino que merece estar en la cúspide como está-, ni dejar escapar la posibilidad de hacerme con un ejemplar firmado de "La tristeza del samurái" (que Mayte consiguió para mí) para poder seguir disfrutando de su buena literatura. Y allí, a pie de caseta, nos encontramos a Concha (blog De lector a lector), que muy amablemente nos invitó a unirnos a un grupito de blogueras saladísimas a las que ya conocía a través de las redes y que me encantó conocer personalmente, porque me lo pasé genial con sus golpes de humor, su desparpajo, sus comentarios literarios y con esa morcilla patatera que Ángela León trajo de su tierra y que nos zampamos sentadas bajo los árboles como si estuviéramos de picnic. 
 A ello siguió una comida en La Tagliatella en la que seguimos riendo y charlando como cotorras hasta la hora de mi firma en que salí corriendo como la Cenicienta (aunque sin perder el zapato) para poder llegar a la caseta a las cinco y media. Y allí comenzó otro desfile de gente guapa a la que me alegré muchísimo de ver, con la sensación extraña y hasta irreal, aunque muy especial, metida en el cuerpo por estar sentada dentro de la caseta: las amigas blogueras -las de la morcilla- que volvieron a verme y a hacerse una foto conmigo que guardaré siempre (Ángela Leon, Manuela Martín, Concha Fernández, Teresa Seshat, Margalida Ramon y Mayte Esteban); Marina Collazo Casal (ese encanto de mujer detallista como nadie y dispuesta siempre a empujar nuestras obras en las redes y donde haga falta); Pablo Manrique, con su mujer y su hija (ese amigo y poeta capaz de crear y dedicar de manera altruista sus poemas a quien se los pida); mi gran Yolanda Rocha Moreno (a la que me alegré muchísimo de ver, tan madrecita, tan achuchable, tan cariñosa conmigo como siempre), acompañada de Pepe Hervás (otro amigo que nunca falla y que ha estado acompañándome en cada ocasión en que he acudido a Madrid por motivos literarios); Mercedes Gallego (una gran escritora que estuve encantada de conocer personalmente y de la que recibí halagos que me sonaron a gloria al venir de ella, que domina las letras); la gran Mónica Gutiérrez (tan dulce y tan encantadora como ese hotel en ninguna parte del que es dueña y con la que me gustó muchísimo charlar y compartir impresiones tanto en el rato de la firma como después, tomando un refrigerio y descansando los pies en un kiosco de El Retiro); y no quiero olvidarme de mencionar a Pilar Pérez Martín (con la que al final no pude coincidir por un malentendido horario, pero que es como si hubiera estado porque sé que lo deseaba de corazón y que lo intentó). Y fuera del entorno de face, a mis tíos (hermanos de mi madre) a los que no esperaba y que me emocionó ver allí, acudiendo a su edad hasta el recinto solo para saludarme; a mi sobrina, a su chico y toda la familia de su chico que son un verdadero encanto; a la representación de Maidhisa (la distribuidora con la que firmaba) que me hicieron sentir como en casa, como si los conociera de siempre) y por supuesto, a los lectores anónimos que se acercaron por la caseta también. Me traje el cariño de todos ellos, sin excepción, y todavía lo tengo a ras de piel. Firmé, pero aunque no lo hubiera hecho, tan solo por ello hubiera merecido la pena ir.
   Vi a escritores con cola para estampar su dedicatoria, a otros algo más solitarios pero con la misma ilusión, a muchísima gente compartiendo espacio y una misma afición: las letras en todas sus vertientes. Y me encantó. Se que me repito, ¡pero es que me encantó! Intercambiamos opiniones, risas, charla, libros, sueños..., y hasta me regalaron una escoba de bruja para volar hacia ellos y  alcanzarlos mejor :) 
     El día terminó con un colofón perfecto: una vueltecita por Madrid con dos grandes amigos que se han convertido también en padrinos de mis andaduras madrileñas, dos amigos forjados en las redes que han traspasado con creces ese umbral de los comentarios superficiales o de cortesía para pasar a forma parte de mi vida hasta adentrarse en lo personal, al igual que yo en las suyas, y que demuestra que la distancia no es óbice para encontrar apoyos de los fuertes, de los que te ayudan a seguir avanzando. Hablo de mis segovianos Alberto y Mayte (vale, sí, ya sé que tú eres segoviana de adopción, que en realidad eres de Guadalajara :) ). Con ellos, después de cenar en familia, tuve ocasión de pasear por la zona centro de Madrid y de visitar La Central -qué el destino quiso que estuviera abierta a las doce de la noche para que yo pudiera verla-, una librería emblemática para mí porque aparece varias veces en mi novela, como escenario en el que Jana y Julio tienen algunos encuentros con diálogos muy significativos para el tema de fondo que subyace a la trama. 
    Qué más deciros. Que al volver a casa no podía dormir.
      Porque yo fui a la Feria del libro de Madrid con un pensamiento muy claro en la cabeza.
Y las emociones, esa noche, me desbordaron.
   Aún siguen. Desbordándome y confundiéndome, a partes iguales. Pero benditas sean, porque ellas son las que me recuerdan a diario que estoy viva. 

   Gracias por ese día. A todos los que, de una forma u otra, presentes o ausentes, contribuisteis a hacerlo tan, tan especial. Y tan significativo.
   Gracias a mi familia que me empujó desde casa y, en especial, a mi marido, que se quedó en la retaguardia velando por que todo siguiera funcionando con normalidad.

   Y gracias a todos los que me habéis acompañado a lo largo de estos cuatro años.

   Un beso enorme!!


   Pd. Me he tomado la libertad de coger las fotos publicadas en face, propiedad de las protagonistas de ese día, y en las que me han etiquetado. Si alguna de ellas no desea que aparezcan, las retiraré en el acto. Gracias por inmortalizar todos estos momentos.  


10 jun 2015

"DESCUBRIENDO A VALENTINA" de MARA MACBEL.

SINOPSIS
Cuando descubres que tu vida no es todo lo que podría llegar a ser; cuando piensas que no estás sacándole todo el jugo que podría tener... entonces tienes que reconstruirlo todo y, en especial, reconstruirte a ti misma.
Valentina ha temido esa decisión durante los últimos años en los que ha estado viviendo una vida que a priori debía pertenecerle, pero con la que jamás se ha sentido completa.
La aparición de una persona, extrañada pero no extraña, le ayudará a dar el paso idóneo para despertar en ella su parte más intima y más real: su verdadera identidad, anulada durante el tiempo suficiente como para que esta resurja con la fuerza necesaria para afrontar su futuro inminente.
El apoyo de sus amigos será indispensable para no desviarse del camino trazado, para no tropezar y para huir de las incertidumbres.
Pero, ¿para levantarse, no es necesario caer anteriormente? ¿Y si el camino trazado fuese el primer desvío hacia la verdadera felicidad de Valentina? 


    Nunca suelo poner títulos a las entradas de opinión, tan solo el de la novela y el de su autor o autora, pero si en esta ocasión tuviera que hacerlo este sería indiscutiblemente: "Descubriendo a Mara MacBel", imprimiéndole un matiz positivo y "sorpresivo" a tal descubrimiento.
   Cuando Mara MacBel (Maca Ferreira, en mi face y en su casa) anunció que publicaba "Descubriendo a Valentina" me sorprendió, no porque la viera incapaz de hacer algo así (lo hemos hecho más de un@), sino porque no conocía su faceta de escritora. Y fue tal la ilusión con que la vi ante su novela que no dudé un solo segundo en que la compraría para empujarla y... ¿leerla? Pues sí, para leerla encontrara lo que encontrase, desde un bodrio total y absoluto hasta un novelón que no tuviera nada que envidiarle a los best-seller del momento; pero con mi miedo inconsciente a tener que hacer lo que estoy haciendo en este preciso instante: dejar constancia escrita de mi opinión sincera. Porque yo no sé mentir, ni halagar los oídos de nadie si no pienso realmente lo que estoy diciendo. Ni aunque se trate de mentiras piadosas, que considero que en literatura hacen un flaco favor si lo que una quiere es mejorar aprendiendo de los errores. Pero respiré. Digamos que mis temores y mi grado de contención de aire fueron menguando progresivamente a medida que iba avanzando a lo largo de sus páginas, sin que fueran necesarias muchas de ellas para concluir que la novela se leía muy bien.
   He de hacer aquí un inciso para recordar que es muy fácil dejarse llevar por los gustos personalísimos de cada cual a la hora de hacer una valoración, lo cual me parece que es obrar de una manera demasiado subjetiva (aunque toda opinión tenga siempre algo de subjetividad). Creo que no debemos perder de vista que el hecho de no ser asidua de un determinado género o temática -incluso estilo narrativo o argumental- a la hora de elegir lectura no tiene por qué restarle puntos positivos. Hay que medirla dentro de su "contexto" y en función de los ingredientes propios de ese género en el que se encuadra. Y en ese sentido no voy a negar, como ya lo he hecho alguna vez, que me siento conquistada por las novelas profundas, con reflexiones que tocan la mente y el corazón, que nos hacen pensar, sentir, emocionarnos, incluso con tramas más complejas que ofrecen diferentes hilos argumentales despertando mi interés. Pero sé que la literatura no se reduce a eso, en absoluto. Sé que la literatura también es entretenimiento, diversión, ratos de evasión, de sueños conquistados a través de sus personajes, de recreacion de paisajes y vidas idílicas... Por eso no podré catalogar nunca una novela como mediocre si cumple con esta función y no aquella que yo siempre persigo; sería no solo una injusticia por mi parte, sino también un error. Eso sí, que esté bien escrita es un requisito indispensable, porque la literatura es un arte se cuente lo que se cuente y como se cuente, y exige una narrativa mínimamente digna, sin excepción. Y la de Mara MacBel lo es.
   "Descubriendo a Valentina" es una novela de corte romántico-erótico desenfadada, contada en primera persona por ella misma con un tono hilarante y muy ocurrente, aunque se permite rozar la emotividad cuando deja entrever sus reflexiones en relación con los conflictos que el amor genera en su vida tras un matrimonio fallido y sus nuevos intentos de rehacerla. Al leer la historia, pero sobre todo por la forma en que está escrita, me ha recordado el estilo de "El cuaderno de Paula" de Sara Ballarín o la saga de Valeria ("Valeria en los zapatos", "Valeria en el espejo"...) de Elisabet Benavent, y tengo que decir -según mi opinión personal- que el estilo de Sara MacBel en "Descubriendo a Valentina" nada tiene que envidiar a las que acabo de mencionar, que os recuerdo u os lo digo -por si no lo sabéis- que son novelas publicadas por Editorial Suma de letras. Tan solo le ha faltado aportarle algo más de profundidad a la trama, pero tampoco tanta, no os creáis.
   Construye su autora unos personajes coherentes, acordes al cariz de la novela: muy actuales, liberales en sus relaciones y en el amor, divertidos, centrados y algo aniñados -casi a partes iguales-, pero que nos hacen pasar un rato de lectura muy agradable con su desparpajo, su sentido del humor y su forma peculiar, a veces, de afrontar las situaciones dentro de una trama que no tiene grandes pretensiones, pero que mantiene el interés por seguir leyendo para conocer el devenir de la nueva vida amorosa de Valentina -a caballo entre dos amores de naturaleza distinta- y su lucha a la búsqueda de su propia identidad como mujer, sin obviar algún que otro giro sorpresivo que adereza la historia para alcanzar un mejor regusto final.
   No hay romanticismo empalagoso ni demasiado edulcorado, solo en dosis justas que nos permiten interpretar que sus protagonistas, además del sexo y de la atracción física  hacia el otro género, también sienten que el amor les resulta necesario en sus vidas, persiguiendo la combinación de ambas cosas si es posible. Y hablando de sexo... No he encontrado que las escenas eróticas rocen lo soez o lo burdo, ni siquiera que la carga erótica desplegada en ellas merezca una advertencia a lectores "sensibles" por lo que en ellas se pueda encontrar. Es más, hasta casi el final de la novela en la que aparece una escena con más carga que en las anteriores, conforme avanzaba leyendo me iba diciendo a mí misma que "Descubriendo a Valentina", más que ser catalogada como novela erótica debería serlo como "novela romántica subida de tono", porque aunque en ella se da cita el sexo explícito y detallado no considero que el contenido de estas escenas escape en demasía a lo que el común de las parejas pueda practicar en la intimidad de su alcoba (o donde sea), con lo cual, a las alturas del siglo que estamos viviendo no creo que se pueda espantar nadie por leerlas; no digo con ello que produzcan deleite a cualquier lector, por supuesto, pero rechazo tampoco. Reitero que no me han resultado burdas en su descripción ni soeces en su lenguaje y resalto no solo el tacto con el que la autora las ha descrito, sino el acierto de hacer extensivo a estas escenas el tono hilarante y ocurrente al que me he referido al principio, aligerándolas así de peso y consiguiendo que el lector ylas sienta como naturales, espontáneas y muy reales, propias de la vida cotidiana de cualquier mortal que no haya hecho voto de castidad :)
   Resumiendo, Mara MacBel nos descubre a Valentina en una novela de fácil lectura, con diálogos ágiles cargados de notas de humor y personajes humanos, reales, con los mismos defectos, virtudes y conflictos que tenemos todos, lo cual nos hará sentirlos como cercanos. Una novela que será una elección perfecta para l@s amant@s de la romántica en general y en especial para aquellos que también gusten de disfrutar de una erótica explícita y bien escrita, que les hará evadirse y pasar un rato divertido y de lo más entretenido, permitiéndoles incluso emocionarse en algunos de sus pasajes al ponerse en la piel de sus protagonistas. 

   Felicidades, Maca Ferreira! Esta opera prima marca el comienzo de lo que puede ser un camino mucho más largo. Prometes. 

8 jun 2015

"LA CHICA DE LAS FOTOS" de MAYTE ESTEBAN.


 SINOPSIS

Rocío, camarera de pisos de un hotel rural y escultora en sus ratos libres, vive al borde de un ataque de ansiedad: el día de su boda está a la vuelta de la esquina, faltan muchos detalles por concretar aún y su novio no ayuda. Para colmo, se encuentra con que tiene que trabajar horas extra en el hotel. Todo debe estar impecable para la llegada de Alberto Enríquez y Lucía Vega, la pareja de actores de cine más rutilante del momento. Cuando aparecen, a Rocío le ocurre algo que no logra entender. Es verdad que Alberto tiene un físico imponente y una mirada terriblemente sexy, pero lo que empieza a sentir es desconcertante e inoportuno, y por ello lo trata de manera fría, hasta brusca.
Alberto enseguida descubre que Rocío no es la típica muchacha encandilada por un famoso y justo eso es lo que llama su atención. Sin embargo, algo se le escapa: ¿por qué Rocío evita mirarlo a los ojos? Impaciente por descubrirlo, idea mil maneras de tropezar con la esquiva camarera. Con lo que no cuenta es con que la prensa sensacionalista es capaz de cualquier cosa con tal de lograr una exclusiva.

   Hace mucho tiempo que dejé de ojear las revistas de papel couché, a lo sumo le echo un vistazo rápido para matar el tiempo en la sala de espera de algún médico, si es que he tenido la mala fortuna de olvidarme el kindle o la novela de turno en casa. Y es que se me revuelven las tripas observando la vida superficial y materialista de muchos famosos o "famosillos" de cuya imagen propia se valen para hacer su agosto, septiembre u octubre, porque muchos consiguen hacer dinero a costa de ello durante todo el año en mucha mayor medida que de su valía profesional. Pero, pensándolo bien, ellos no constituyen solo una fuente de ingresos propios, sino que también lo son para muchos de los que pululan a su alrededor como moscas acudiendo a un tarro de miel -llámense periodistas, fotógrafos, agentes, peluqueros o maquilladoras-, quienes, en casos concretos -o no tanto- no dudan en tramar las argucias necesarias para explotar la gallina de los huevos de oro el mayor tiempo y en la mayor medida posible. Aunque ello suponga jugar con engaños aprovechándose de la predisposición a creer, inocente e ignorante, de sus seguidores.

   Supe hace unas cuantas semanas que La chica de las fotos había resultado finalista del III Premio Digital de Novela Romántica de Harlequín. Y entonces no me resultó extraño que Mayte Esteban se hubiera aventurado a escribir una novela de este género para un concurso de una editorial romántica por excelencia, entre otras cosas porque ya he dicho varias veces que es una escritora polivante, lo cual ha demostrado con creces abordando, con acierto, novelas de estilos muy distintos tanto en temática como en estilo narrativo. Sin embargo, me extrañaba que hubiera consentido en quedarse en una historia de amor sin más, edulcorada y sentimental, en un romance como otros muchos que ya estamos acostumbrados a ver y leer desde que el género romántico parece haber despegado con éxito en el mercado editorial. Y no me equivoqué.

   Cuando leí la sinopsis, y concretamente la última frase, supe que tras una historia que aventuraba desenfadada y divertida debía esconderse algo más. Porque Mayte Esteban es de las que siempre gustan de poner el dedito en alguna llaga, escriba el género que escriba y en el tono en que lo haga. Y La chica de las fotos, con un tema de fondo como el que he referido al comenzar esta opinión, no podía ser menos.

   Me he leído la novela en un suspiro. Su autora repite la hazaña de engancharte desde las primeras páginas; ya llevo tiempo intentando descubrir cuál es el truco y creo haber llegado a la conclusión de que no hay una sola causa, sino un conjunto de factores que siempre están presentes y que garantizan el éxito de cuanto escribe y la rapidez de su lectura:

   Su narrativa ágil, sencilla pero cuidada, sin florituras forzadas que ralenticen su lectura y con un tono siempre acorde a la historia que está contando.
   Sus diálogos abundantes, creíbles, naturales, espontáneos... con las acotaciones justas para no perderte en quien habla y dejando que fluyan como en las conversaciones de la vida misma.
   Sus personajes. Y aquí pongo un punto porque merecen que me detenga. Es envidiable la capacidad de Mayte Esteban para construir personajes que "ves", que "tocas", que "hueles" desde el mismo momento en que aparecen, de los que dejan ver con claridad su personalidad propia y particular desde sus primeras apariciones, cada uno de ellos con sus virtudes, sus defectos y su característico temperamento, hasta el punto de reconocerlos simplemente por lo que dicen o hacen sin necesidad de nombrarlos, secundarios incluidos. ¡Ay lo que me ha gustado Luisa y, sobre todo, ese Víctor con su desparpajo y sus hazañas de hombrecito adolescente pasota y guasón, poniéndole la sal y un tono de humor extra a muchas escenas de la novela!
   Y por último la historia, no solo la forma en que se cuenta y se desarrolla, que me parece muy bien enfocada  a mantener el interés por seguir leyendo, sino la trama en sí. La chica de las fotos es una historia romántica sin empalagos, fresca, con los enredos necesarios para provocar situaciones divertidas y con los giros argumentales precisos para mantenerte con las pupilas fijas en cada página, y, como decía antes, con esa pizca de crítica social dejada caer con sutileza en torno al mundo del cine, las estrellas, la alfombra roja y sobre todo a la prensa rosa, y que no podía faltar en una obra de Mayte Esteban. 

   Y ahora, llegados a este punto y en mi afán de ser lo más objetiva y lo más honesta posible conmigo misma (y con vosotros), diré con sinceridad que, para mí, tal vez esta no sea la mejor novela que Mayte Esteban haya creado o esté por crear. ¡¡Pero ojo, esta es una apreciación muy personal, provocada por el hecho, quizás, de a mí me gustan las novelas con más peso argumental, con más trasfondo aún, con más dramatismo emocional (por decirlo de alguna forma), y sé que Mayte Esteban está de sobra capacitada para escribir una novela de ese calibre. Lo cual no significa, por supuesto, que no considere con total franqueza que La chica de las fotos está muy por encima de la calidad temática, argumental y narrativa de otras muchas novelas con las que deberá verse las caras por razón de género. 

   Por eso la recomiendo. Porque apuesto sin temor a equivocarme a que a l@s amantes del género les va a encantar, les va a hacer reflexionar, pasar un rato divertido y más que entretenido, con el valor añadido de degustar una novela bien construida y muy bien escrita. Y creo que tampoco me equivoco si aseguro que el sello personal de Mayte Esteban también va a conquistar a muchos de sus lectores asiduos, como a mí, aunque no lo sean tanto de este género y temática. 

  Felicidades, Mayte Esteban! Te auguro un gran éxito con esta chica y un gran paso adelante en tu carrera literaria.


5 jun 2015

"SECRETOS DEL ARENAL" de FÉLIX G. MODROÑO.



SINOPSIS

   El destino entrelazado de dos mujeres, en dos ciudades y dos épocas diferentes El voluptuoso mundo del vino ha unido a Silvia y Mateo en una relación tan intermitente como apasionada, donde nunca hay preguntas ni tampoco respuestas. Pero ella sigue atormentada por el dolor de hace muchos años: en 1989 el cadáver de su hermana mayor apareció en el monte Artxanda, salvajemente mutilado, y desde entonces el asesino sigue libre, sin que las investigaciones —primero de la Policía Nacional, y luego de la Ertzaintza— hayan logrado sustanciales avances. Un día, Mateo recibe el correo electrónico de una desconocida que le propone leer la novela Secretos del Arenal: una historia de intrigas, venganza y supervivencia situada en la Sevilla de postguerra, una ciudad acosada por el hambre, la miseria y la represión política. Mateo no sabe que es la propia Silvia quien le manda ese correo, y por supuesto desconoce qué claves se esconden tras las lectura de esa novela. En la más reciente novela de Félix G. Modroño, galardonada con el XLVI Premio Ateneo de Sevilla, el destino parece entretejer las historias de dos mujeres, en dos ciudades diferentes separadas por más de mil kilómetros y con casi medio siglo de diferencia. Quizás el Arenal —el de Bilbao o el de Sevilla— aún oculte las claves de un misterio nunca resuelto, y quizás un libro contenga las repuestas a las preguntas que nunca se formularon.



   Félix G. Modroño me conquistó con La ciudad de los ojos grises. Cuando leí esta novela hace tiempo no esperaba encontrar una historia tan bonita ni una prosa tan elegante, tan cuidada. Hace algunos días hice un pequeño sondeo de opinión a través de las redes sociales, preguntando lo que a cada lector le resultaba prioritario a la hora de leer una novela, si una buena historia de narrativa mediocre o una historia sin demasiado gancho con una narrativa impecable. Yo he de reconocer que me resulta mucho más fácil continuar leyendo cuando resulta una delicia pasearse por las letras, aunque aquello que me están contando no resulte demasiado de interés. No me sucede lo mismo cuando se da lo contrario, ha habido historias con bastante potencial que no he degustado como debiera por la forma en que estaban escritas. La respuesta ideal a esta pregunta sería: "Leer una buena historia bien contada, bien escrita". Y Félix G. Modroño es capaz de conseguirlo. Con creces. 
  He tardado lo justo en terminar Secretos del arenal y a lo largo del proceso no he tenido que detenerme a analizar, como otras muchas veces, cada uno de los elementos que forman parte de la creación de una novela para determinar en qué medida me resultaba buena (subjetivamente hablando) o no. Con Secretos del arenal, mi cara bobalicona de disfrute al leer, la manera de deslizarme por sus páginas, el interés constante por seguir leyendo y el impulso de desear -de manera incontenible- sentarme a escribir algo así de bueno ha sido más que suficiente para "sentir" que tenía entre manos una obra de calidad. Su desarrollo y su final (tan importante siempre para dejar un rematado buen sabor de boca) me lleva a calificarla como novelón.
   Dos historias desarrolladas paralelamente, en diferentes épocas y en entornos distintos: la Sevilla franquista de los años cuarenta y el Bilbao más actual. Dos ambientaciones perfectas que me han llevado a pasearme por sus calles con una imagen mental cristalina de cómo era una y cómo es otra, a conocer sus costumbres y estilos de vida, a respirar sus aromas, a ser testigo de muchos detalles de una realidad histórica impecablemente documentada y entremezclada con maestría por el autor con esa ficción propia de toda novela. Dos historias aparentemente independientes, con personajes de peso, sólidos y bien perfilados formando parte de cada hilo argumental, para terminar confluyendo en un final en el que todo encaja.
  Juega Felix G. Modroño con dos narradores distintos para cada una de estas dos historias. Un narrador externo que nos cuenta al detalle todo cuanto acontece a sus protagonistas y secundarios en la Sevilla franquista, incluyendo lo que piensan, lo que sienten... Y un narrador en primera persona, en la persona de Silvia, la protagonista de la historia más actual, que no solo se limita a contar lo que ve o sucede en cada momento, sino que se permite dejar abundantes reflexiones personales, morales, filosóficas, incluso de índole social en muchos pasajes de la novela, sobre todo al inicio de cada capítulo y con los que, he de reconocer, me he sentido identificada en gran medida; con alguna discrepancia, creo que ella y yo conectaríamos fácilmente por nuestra forma de pensar.
   Secretos del arenal es una novela, para mí, impecablemente escrita. Es una novela de intrigas, de secretos -como ya augura su título-, de cierta tensión (aunque no en demasía) y con tintes románticos en cada historia que le aportan un toque sentimental y emocional que termina por completarla. Sí tengo que decir que algunos "desenlaces" me han parecido un tanto idílicos, demasiado bonitos para ser verdad, en el sentido de que me resulta difícil creer que en la vida real hubiera concluido todo de la misma forma. Pero es que yo soy muy realista y esto es ficción, no lo olvidemos. Y los lectores gustan, de forma mayoritaria, de disfrutar al máximo con aquello que leen y, sobre todo, de exhalar un suspiro de complacencia con su final. Y creo que el autor ha tenido el acierto de tener muy en cuenta este aspecto a la hora de crear su historia.
   Qué más queréis que os diga, que me ha encantado, no lo puedo ocultar. Que será uno de esos títulos que se me vendrá a la mente cada vez que me pidan una recomendación literaria. 

Lecturas 2018.

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