19 feb 2015

SENTIMIENTO DE MADUREZ.

   Paseo por Facebook, recorro las noticias que saltan en internet, leo la prensa, miro de reojo lo que aparece en televisión (aunque no mucho, lo reconozco), lo que sucede por la calle, en la oficina, en cualquier parte..., pero sobre todo escucho lo que la gente habla, lo que comentan en relación a todo lo que sucede, analizo aquello por lo que pelean, por lo que luchan, observo cuáles son sus prioridades, a qué dan importancia, por qué trofeos son capaces de perder a los amigos de siempre…
   No es nuevo el sentimiento que me invade a raíz de todo ello, ya me asaltó con fuerza al cumplir la cuarentena, una especie de línea imaginaria que me sacudió y me hizo temer cómo la afrontaría y que, sin embargo, se ha convertido en la etapa de mi reafirmación a nivel personal. Nunca tuve las cosas más claras, para bien o para mal.
   “Los colores de una vida gris” surgió al traspasar ese límite y como respuesta inmediata a ese sentimiento con respecto al mundo, a la vida en general, a la sociedad en que nos han insertado y con la que debemos torear. Y su argumento y su trama (creo que ya muchos lo habrán deducido) no deja de ser en parte un reflejo de mi reacción ante lo que no me gusta, de mi inconformismo ante ciertos cánones, valores, imposiciones, estatutos, normas inmorales o autoimposiciones absurdas condicionadas por los demás. Y de mi deseo de hacer valer la importancia de la amistad, de lo sencillo, de cualidades como la fortaleza, la humildad, el esfuerzo, el tesón, la ayuda mutua..., de dejar patente que la felicidad se consigue en cada minúsculo instante que conforma nuestras vidas y, muchas veces, con las mínimas exigencias. He admirado a muchas personas a lo largo de mis años por la manera en que han llevado a la práctica todo esto.
   Al poco de terminar la novela encontré un escrito en internet que ya recordaba haber leído en alguna ocasión, pero que me impactó especialmente por reflejar casi, casi a la perfección mi forma de sentir en aquel momento, que no es otro que el que sigo teniendo hoy. Y el que reivindico.
   Lo guardé en la carpeta, junto a toda la documentación manejada para la novela, por si alguna vez tenía ocasión de presentarla en público y quería expresar el estado emocional que me sirvió de motor para escribirla. Pero no ha sido así. Paula no ha podido pasearse por ninguna sala, pero sí que ha visitado ya cientos y cientos de hogares. Más de mil. Por eso hoy quiero reproducir lo que aún guardo, lo que en su día escribió Mario de Andrade bajo el título “El valioso tiempo de los maduros”, para que aquellos que hubieran querido acompañarme en esa cita conozcan algo más de la trastienda humana de la novela.
  
   No sé a qué edad se refería él con el término “maduro” y admito no haber echado las cuentas para averiguarlo. Tal vez tenía más años que yo y yo haya “envejecido” pronto, pero así lo siento. Tal cual.


"EL VALIOSO TIEMPO DE LOS MADUROS"
Mensaje de Mario de Andrade 
(Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño)

 "Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora...
Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a maniobreros y ventajeros.
Me molestan los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces para apropiarse de  sus lugares, talentos y logros.
Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo. 
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa... Sin muchas golosinas en el paquete...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír de sus errores.
Que no se envanezca con sus triunfos.
Que no se considere electa antes de hora.
Que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee, tan sólo, andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas….
Gente, a quien los golpes duros de la vida le enseñaron a crecer con toques suaves en el alma.
Sí, tengo prisa, pero por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan… Estoy seguro que serán más exquisitas, que las que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera, llegarás..."

10 comentarios:

  1. Madre mía!!!
    Qué forma de empezar el día (hoy voy tarde)
    Me sumo a tus reflexiones y a las de Mario de Andrade.
    La vida se ve y se vive diferente, dependiendo de la edad.
    Un beso, amiga.

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    1. Más que dependiendo de la edad, yo diría que de la madurez, Almudena, porque ambas cosas no tienen por qué ir parejas :)
      Gracias y un beso!!

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  2. Es un texto precioso, muy inspirador, Pilar. Y muy sabio.

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  3. Por cierto, yo veo todo diferente desde que tengo nietas.
    Me ha dado por pensar que, cuando sean adultas, yo no estaré y me entristece.
    No se si es normal pensar estás cosas...

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    1. Claro que es normal. Los afectos remueven nuestras emociones y nos hacen cuestionarnos aspectos de la vida y de nosotros mismos que no se nos pasarían por la cabeza si no existieran. Dale ahora lo mejor de ti y te tendrán para siempre.

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  4. Bonita reflexión y ciertass palabras, es verdad que la edad modifica muchas cosas pero las circunstancias de cada uno son las que obligan a recomponer nuestro puzle interior

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    1. Totalmente de acuerdo contigo, María. Es que son las experiencias y las vivencias acumuladas a lo largo de los años, junto al aprendizaje que extraemos de ellas, las que nos hacen cambiar nuestra forma de entender la vida. Como le decía antes a Almudena es cuestión de madurez, no de edad. Por eso he dicho también al final de la entrada que no sabía a qué edad se refería Mario de Andrade al hablar de "maduros", pero que daba igual, porque yo tenía ese mismo sentimiento con independencia de que fuera o no más joven que él.

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  5. Yo ya estoy en una edad o madurez que me asusta. Cómo cambian las perspectivas cada vez me produce más miedo.
    Me gustaría estar más de acuerdo con lo que escribes tú y el autor.
    Creo que me paso o no llego.
    Besos

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    1. Cada uno piensa y siente según su propia experiencia, sus vivencias, su temperamento, su forma de ser... Esto es lo que yo siento, y tú no tienes por qué sentir (o aspirar a sentir) lo mismo ;)
      Un beso, guapa!

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